Más allá de reciclar elementos de variados géneros literarios y cinematográficos, es innegable la originalidad e influencia de “The matrix”, filme de 1999, referente en la ficción cinematográfica del primer cuarto del siglo veintiuno. Planteando temas filosóficos y tecnológicos que a fines de los años noventa eran aún poco transitados, la obra supo innovar visual y narrativamente. A veinticincos años de su estreno, esta película de anticipación vuelve a exhibirse a nivel mundial, en una versión remasterizada que nos permitirá reflexionar nuevamente sobre los acuciantes temas que plantea.
Paradójicamente, “The Matrix” es un plagio y una película original al mismo tiempo. Cuando digo plagio no me refiero exactamente a todas las influencias, homenajes y referencias que van desde la Biblia hasta el cine de artes marciales de Hong Kong. Aludo sí a un largometraje precedente que tuvo escasa repercusión de taquilla: “Dark city”, de 1998, del director egipcio Alex Proyas, quien por aquel entonces contaba en su haber con un filme de culto como “El cuervo”, fábula neogótica protagonizada por el malogrado Brandon Lee.
La película es un policial de atmósfera “ciberpunk”, y su planteamiento y atmósfera son casi iguales a la obra de los hermanos -actualmente hermanas- Wachowsky. Sin estrellas de moda, más compleja en su planteamiento y con un presupuesto más acotado, “Dark city” obtuvo un magro reconocimiento de público, recaudando apenas lo justo para recuperar su presupuesto.
Un año después, “The Matrix” se convirtió en un suceso a nivel mundial, siendo prácticamente una remake de su antecesora. Sin embargo, dicha circunstancia no minimiza la relevancia ni la influencia posterior de la primera entrega de la famosa trilogía, que tuvo una olvidable secuela hace tres años.
La ciencia ficción, con filmes paradigmáticos como “2001, odisea del espacio”, “Blade runner” “Tron” o “Días extraños”, novelas como “ Neuromante” o “ Yo, robot” o comics como “ el Incal”, viene planteando, desde hace décadas, de qué forma la inteligencia artificial y la tecnología informática cambiarían nuestra sociedad y hasta qué punto nos volveríamos dependientes, y hasta virtualmente esclavos, de ellas.
Pero el cine de industria no había logrado cristalizar hasta aquel momento todos esos conceptos en una película visualmente llamativa y tamizarlos hasta volverlos comprensibles por el gran público, y todo ello sin renunciar a la acción y el gran espectáculo visual.
Para crear su película, además de la ya mencionada de Alex Proyas, los Wachowsky, o las si nos ponemos políticamente correctos, se nutrieron de diversas influencias, algunas aparentemente irreconciliables entres sí. La Biblia, el cine de ciencia ficción de los últimos cincuenta años del pasado siglo, el anime, con series como “Evangelion”, el género de artes marciales chino, que en aquel entonces aún no había ganado fama en Occidente, o novelas como “Alicia en el país de las maravillas”, todo ello salpicado de apuntes filosóficos, convenientemente digeridos para el espectador promedio y envuelto en un bonito moño “ciberpunk”, fueron fuentes de inspiración para esta propuesta.
La película fue, además, innovadora estéticamente combinando, con sabiduría, efectos digitales con efectos prácticos y practicando una hábil utilización de la pantalla verde.
El corazón de la historia es el enésimo reciclaje del clásico arquetipo del elegido y su viaje iniciático a lo “Star Wars”, pero con pretensiones de profundidad, como si se tratara de un futurista cantar de gesta.
El protagonista, Neo, un programador informático interpretado por Keanu Reeves, actor de limitado registro pero indudable carisma, es el encargado de salvar a una futurista humanidad distópica de una realidad virtual, creada por máquinas inteligentes para distraer a los seres humanos y poder utilizar su energía vital. Junto a otros dos “hackers”, término aun no tan popular a fines de los años noventa, nuestro héroe debe luchar contra la dominación de la máquina sobre el humano, a la manera de lo planteado en la saga “Terminator” pero valiéndose de una narrativa más compleja y cargada de referencias y metamensajes.
Visualmente rupturista, hábilmente ejecutada, con una estética atractiva y una atmósfera que se asemeja a la de muchas películas sin ser igual a ninguna, “The matrix” es un referente ineludible del género de ciencia ficción y del cine de acción y, si bien plantea temas que actualmente se han vuelto harto comunes, sigue conservando su atractivo y su buena factura técnica, por lo cual resiste una revisión.
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