Marc Crehuet tenía poco más de treinta años cuando estalló el movimiento 15M en el Estado español, esa oleada de indignación que en mayo de 2011 tomó las plazas manifestándose contra las políticas de austeridad que se desarrollaban en Europa tras la crisis financiera de 2008, mientras se destinaban ingentes recursos económicos para salvar a los bancos que habían generado la crisis. Por eso fue bastante natural que, cuando le pidieron que trabajara en un texto para estrenar en la sala Flyhard de Barcelona, a comienzos de 2012, se enfocara en analizar un ángulo bastante visible de aquellos acontecimientos: la represión policial a las protestas. El propio Crehuet ha confesado que: “había presenciado el brutal desalojo de Plaza Catalunya en Barcelona por las protestas del 15M. Era un tema que tenía grabado, por el impacto que me causó en ese momento la brutalidad policial, que consideré desproporcionada”. Un aspecto particularmente oscuro de las represiones en aquel momento fue la práctica de vaciar ojos de manifestantes, práctica que se fue expandiendo por Europa y que cruzó océanos y cordilleras para hacerse presente en Chile de la mano de los carabineros durante las protestas de 2019. Pero volviendo al 2012 y a Crehuet, el autor se encontró con que incluso en su ámbito familiar muchas personas justificaban la represión. Esto lo hizo pensar en desarrollar un espectáculo que enfrentara esas dos posiciones. “Se me ocurrió que la mejor manera de poner de relieve esas cuestiones era enfrentando personajes que representasen roles opuestos: el del manifestante y el del antidisturbios. El hecho de convertirlo en una comedia ya estaba ahí -continúa confesando el autor al portal nuevarevolucion.es- y agrega que si bien una primera versión fue más bien panfletaria, al final: “Utilicé el humor para reírme un poco de mis propios discursos, ponerlos en duda”. El resultado fue El rey tuerto, que se estrenó en 2013 y que en 2016 tuvo su adaptación cinematográfica
Si todos estamos de acuerdo ¿Por qué no hacemos nada?
El rey tuerto se estrenó en Montevideo en 2017 con dirección de Cecilia Caballero en La Escena. Fue de los primeros espectáculos que empezaron a acostumbrar al público montevideano a cruzar Bulevar Artigas hacia Soca, por la calle Rivera. En aquel momento la sala se improvisaba en un espacio que hoy en día funciona como hall, antes de pasar a la sala ubicada en el fondo de la escuela de actuación. La particularidad de aquel espacio hacía que no hubiera una separación definida entre platea y elenco, lo que hacía que la discusión doméstica entre el policía y su esposa, por ejemplo, fuera casi que espiada por el espectador. En aquella versión destacábamos el discurso político que, encarnado en la Ministra Victoria Mercado, le proponía a la población un ajuste bajo la falacia: “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Pero la obra no se quedaba en abstracciones, sino que mostraba las formas en que el discurso de los políticos se encarnaba en las conversaciones cotidianas de personajes sencillos como David, policía antidisturbios, y su esposa desocupada Lidia. Es mediante Sandra, amiga de la adolescencia de Lidia, que se genera el encuentro que reúne a David con una de sus víctimas: Ignacio. Los enredos se disparaban, con giros inesperados incluidos, pero las risas no ocultaban que el espectáculo incomodaba. Entre otras cosas porque los portadores del discurso “antisistema”, esos con los que podría comulgar Crehuet, eran personajes privilegiadas en el contexto de la crisis. Mientras que a David y Lidia, más alienados y directamente involucrados en la represión, era a quienes les pegaba más directamente la precariedad económica.
Mucho pasó desde aquella primera versión de El rey tuerto en Montevideo. Las crisis económicas nunca han dejado de ser parte del contexto y el “ajuste” se ha vuelto estructural. La represión que amputa ojos, como decíamos más arriba, llegó al cono sur y demostró ser una táctica estudiada y aplicada conscientemente. Pero lo más importante, desde el punto de vista teatral que es lo que nos ocupa aquí, es que en La Escena se estrenaron espectáculos como Pan rallado o Lo transitorio se convirtió en eterno. Obras en que se articulan historias corales que terminan siendo, más allá de la idea original, una metáfora de un capitalismo que deshumaniza los vínculos y vuelve a las personas meros instrumentos de su dinámica. Una dinámica en la que nadie atina a hacer una pausa, ni siquiera cuando un compañero de trabajo cae desde el techo y su cuerpo permanece en el piso de un supermercado. Sin erigirse en “panfletos” que pretendan dar una respuesta, los espectáculos de Caballero dejan al descubierto una dinámica social que consume las vidas y nos planteaba directamente la pregunta ¿de qué lado del sistema estamos?
Este último enfoque parece ser el que se asume en la nueva versión de El rey tuerto. Ignacio y Sandra forman parte de un sector social con estudios universitarios, son artistas y tienen la capacidad de “ver” las contradicciones sociales del capitalismo. Son, de hecho, gente del teatro y del audiovisual, muy parecidos a quienes hacen el espectáculo y a quienes lo presenciamos ¿Pero qué hacen con esos diagnósticos? ¿Qué hacemos nosotros? Aquí parece que ver con un solo ojo también se vuelve una metáfora de nuestra incapacidad para transformar una sociedad injusta. El giro casi brechtiano que tiene esta nueva versión parece subrayar esta incapacidad. “Está todo bien con interpretar el mundo”, dijo alguien hace algunos años, “pero de lo que se trata es de transformarlo”.
La sala en donde se desarrolla la nueva versión propone una platea más tradicional, pero desde el principio algunos espectadores quedan en medio de la representación, y ellos podemos ser cualquiera de nosotros. El espectáculo cuenta con actuaciones destacadas. En particular las pausas de Iñaki Moreno (Ignacio) y los gestos de incredulidad de Gonzalo Varzi (David) potencian los momentos más hilarantes. Pero lo más relevante de esta nueva versión de El rey tuerto, para quien escribe, es que Caballero y su equipo dan un paso más en la elaboración de una estética que permite, sin panfletos, cuestionar al espectador sobre su lugar en una dinámica social a la que quizá cuestiona, pero a la que sigue siendo absolutamente funcional.
El rey tuerto. Autor: Marc Crehuet. Dirección: Cecilia Caballero Jeske. Elenco: Ana Lucía Dos Santos, Andrea Rodríguez Mendoza, Gonzalo Varzi, Iñaki Moreno, Ismael Díaz y Nadia Porley. Fotografías: Reinaldo Altamirano.
Funciones: sábados 21:00, domingos 18:00. La Escena (Rivera 2477)
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