BRECHA y la izquierda cosmética por Hoenir Sarthou
«Somos una vasta colonia del capitalismo extranjero y debemos realizar nuestra segunda independencia” (Carlos Quijano. 1925. Citado por Luis Delio)
¿Alguien supervisa la seriedad de lo que se publica en el semanario “Brecha”?
En la pasada edición, una larga crónica y una columna de opinión, firmadas respectivamente por Salvador Neves y Aníbal Corti, se dedicaron, en yunta, a insinuar una acusación de fascismo contra mí. El pretexto es que participé como expositor en un “cabildo abierto” convocado por “Proyecto Segunda República Oriental”, vinculado a la organización argentina “Proyecto Segunda República”, de inspiración peronista aunque disidente del justicialismo.
A estas alturas, no voy a dar examen de fe democrática. Llevo casi cincuenta años militando por causas populares, participé activamente en la lucha contra la dictadura, voté siempre a fuerzas que creí de izquierda, practiqué toda la vida el pluralismo y la tolerancia ideológica y nunca cometí un acto violento o contrario a la libertad. Por eso, vincularme con cualquier fascismo es una estupidez malintencionada. Los motivos de esa actitud los conozco y probablemente queden más claros para los lectores al final de esta nota.
Aclaración: como no tengo ningún cargo público ni integro ningún partido, no tengo que pedir permiso ni que dar explicaciones a nadie para hablar donde y de lo que me parezca. Obviamente, tampoco tengo ninguna vinculación política ni personal con “Proyecto Segunda República”, oriental o argentino, salvo la de haber sido invitado para esa actividad puntual.
Desde hace años, acepto debatir o exponer ideas cuando me invitan y el tema me parece interesante. He participado en foros con blancos y colorados, con frenteamplistas, con militantes feministas y LGTBI, con gente del Partido Independiente, con liberales, anarquistas, católicos, militantes estudiantiles y ex presos políticos. Escribo en Voces y participo en el programa radial “En Perspectiva”, que se caracterizan por dar espacio a la más absoluta pluralidad de opiniones. Creo necesario el intercambio de ideas y me parece muy perjudicial la tendencia al “pensamiento único” que está primando en algunos sectores de la sociedad uruguaya. Obviamente, sólo soy responsable de lo que digo, y no de lo que digan o piensen otros expositores, a los que a menudo uno recién conoce –es el caso en cuestión- minutos antes de iniciar la charla.
Se podrá estar de acuerdo o discrepar con ese criterio, pero –reitero- insinuar que por eso soy “fascista” es de una mala fe escandalosa.
NEVES
Neves pretende hacer la crónica de la actividad. Y no miente del todo. Oculta. Recorta los discursos y los hechos, o los interpreta, hasta que se acomoden a lo que quiere decir que fueron. En ocasiones también delira, como cuando afirma que era un “auditorio viril (tres mujeres en no más de sesenta concurrentes)”, siendo que al terminar me saludaron al menos diez mujeres y hasta la foto parcial con que ilustra su crónica muestra más cabezas femeninas de las que él contó.
El público distaba mucho de estar compuesto por musculosos jóvenes tipo “camisas negras”, como insinúa Neves. Hasta donde pude ver y hablar, había católicos, colorados, ex votantes frenteamplistas, gente que estaba “chusmeando” , un muchacho que pidió la palabra dos veces y manifestó una clara obsesión anti sionista, y también gente que se siente desnorteada, decepcionada del sistema político, y busca aleatoriamente algo distinto, sin saber bien qué.
Los pasajes de las intervenciones seleccionados por Neves están deliberadamente recortados para destacar ciertos contenidos y ocultar otros. En el caso de la mía, parece haber llegado tarde o no haber oído la introducción en que expuse sobre la sumisión global de los Estados y de las instituciones democráticas a las corporaciones económicas. Sólo registró y publicó lo relativo a la ideología de género, seguramente para indignar a un público políticamente correcto sin turbar su digestión con referencias incómodas al imperialismo y a la dependencia.
No fue el único discurso al que distorsionó. En una actividad dedicada a las posibles formas de emancipación geopolítica de América Latina (vieja preocupación de Perón), Neves sólo destaca las afirmaciones autoritarias (que las hubo) y oculta los duros pero veraces diagnósticos sobre las causas de la dependencia y la responsabilidad que por ella les cabe a las élites políticas.
Llevo demasiados años en la comunicación como para no conocer las reglas de juego. Es muy rara la información imparcial, o al menos de buena fe. Por eso, si quieren saber lo que realmente pasó y se dijo en el Club Villa Miñor, no se queden con la crónica de Salvador Neves.
CORTI
Lo de Corti es más interesante. Bajo el título “Tercera posición” se pregunta si el eje “patriotismo-mundialización” ha sustituido al eje “Izquierda-derecha” en el debate político..
Para ello, caracteriza a la “Tercera posición”, diciendo que “no es un nombre que se aplica a las corrientes políticas que no se consideran a sí mismas propiamente de izquierda o de derecha”. Y aclara rotundo: “”Tercera posición” es otro nombre del fascismo, considerado en su sentido más amplio (es decir no reducido a su expresión italiana)”.
Es sorprendente que esa afirmación se haga en “Brecha”. Por un lado, porque demuestra la absoluta ignorancia del columnista sobre qué fue la “Tercera posición”. Y, por otro, porque “Brecha” es heredero y se supone que continuador de “Marcha”, el semanario en el que Carlos Quijano y Arturo Ardao, entre otros, defendieron siempre la Tercera posición.
Para algunos, el tercerismo nace de la actitud que adoptaron ciertas figuras y corrientes políticas antiimperialistas de América Latina desde la Revolución Rusa en adelante. Se caracterizó por mantener el rechazo antiimperialista ante la injerencia de los EEUU y, a la vez, la independencia política respecto a la Internacional comunista hegemonizada por la URSS. Personalidades continentales, como los argentinos Manuel Ugarte y José Ingenieros, los peruanos José Carlos Mariátegui y Victor Raúl Haya de la Torre, el mexicano José Vasconcelos y, en el Uruguay, Carlos Quijano y otros, defendieron esa postura.
El fenómeno se potencia al terminar la Segunda Guerra Mundial, cuando se inicia la guerra fría. En un mundo dividido en dos bloques enfrentados, la tercera posición no era una división teórica (“ni izquierda ni derecha”) sino una postura geopolítica que intentaba mantener una difícil independencia, tanto respecto de Washington como de Moscú.
En esa línea hubo expresiones políticas consideradas de derecha y otras de izquierda. Desde movimientos populistas autoritarios, como el peronismo argentino y el varguismo en Brasil, hasta organizaciones antiimperialistas socializantes, como el APRA peruano. La Revolución Cubana, al menos hasta que necesitó apoyarse en la URSS, también tuvo ese signo.
En el Uruguay, la tercera posición fue sostenida por personalidades de la talla de Carlos Quijano, Arturo Ardao, Aldo Solari y Carlos Real de Azúa, cuyo libro, “TERCERA POSICION, NACIONALISMO REVOLUCIONARIO Y TERCER MUNDO”, es uno de los más profundos análisis de la postura. Tampoco fueron ajenos a ella los historiadores revisionistas, Alberto Methol Ferré, Roberto Ares Pons y Washington Reyes Abaddie.
Bajo el prestigio intelectual de Quijano y ocupando mucho lugar en las páginas de “Marcha”, la tercera posición fue la matriz en que se formaron como antiimperialistas varias generaciones de militantes de izquierda “independiente” (léase “no comunista”), entre las que revistaron gentes como Vivián Trías y Raúl Sendic. Respecto al peronismo, Quijano mantuvo una actitud prudente. A diferencia de Methol, no sentía simpatía por Perón, pero nunca lo condenó, quizá porque el nacionalismo peronista era un potencial aliado en la lucha por la independencia. Pertenezco a una de las últimas generaciones que recibió la influencia de Quijano a través de “Marcha”.
Ahora me entero de que todo eso es fascismo para Aníbal Corti.
Me tocó nacer en una cueva fascista. Mi padre, lector de Marcha y, como todos, muy influido ideológicamente por Quijano, fundó en 1962 un movimiento llamado “Nuevas Bases”, que se definía como tercerista y que luego se aliaría con Enrique Erro y el Partido Socialista de Trías y de Sendic. Algunas reuniones se hacían en mi casa. Allí, de niño, conocí y oí hablar de antiimperialismo y de tercerismo a “fascistas” reconocidos, como Mariano Arana, Raúl Gadea, Roberto Ares Pons y mi padre, entre otros.
Ah, por último, si quieren algo divertido, comparen la definición y el inventario de corrientes terceristas que reseña Corti con las de un artículo de “Metapedia” titulado también “Tercera posición”, disponible en Google. Los invito a encontrar las siete diferencias.
LA IZQUIERDA COSMÉTICA
Corti y Neves expresan a una izquierda que ha sustituido a Marx y a Quijano por las declaraciones sobre género y racismo de la ONU y de la OEA.
Eso le permite chiflar y mirar hacia arriba mientras el país se bancariza, la tierra se extranjeriza, el agua potable se contamina, las inversiones extranjeras determinan nuestra economía sin ni siquiera pagar impuestos, y los tratados y contratos de inversión nos atan de pies y manos.
Para la izquierda cosmética eso no es importante. Confunde al poder y a la justicia social con una serie de gestos simbólicos y decorativos: decir “todas y todos”, una transexual en el Parlamento, el femicidio, y cuotas para los lobbys adecuados. Tampoco le llama la atención que Soros, Rockefeller, la ONU y el Banco Mundial financien, promuevan y aplaudan esas cosméticas. De ahí proviene su poder, por eso sus proyectos son votados por unanimidad en el Parlamento.
Corti se plantea una pregunta: ¿El eje patriotismo-mundialismo reemplazó al eje izquierda-derecha? (en realidad el primer eje debería ser “soberanismo-mundialismo”, porque el patriotismo es un sentimiento y no un proyecto político).
La pregunta desnuda al interrogador. Porque la lucha por independizarse de los poderes que expolian al mundo no es algo que llegó para sustituir a otra cosa. Siempre estuvo. ¿Qué significaría “izquierda” sin antiimperialismo y sin soberanía popular? Ese es el ADN de la izquierda latinoamericana. Aunque la izquierda cosmética no lo sepa, o lo haya olvidado, y le dé mucha rabia que se le recuerde.
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