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Raúl Ponce de León, periodista: Los periodistas perdieron el pudor de mostrar sus convicciones

Raúl Ponce de León, periodista: Los periodistas perdieron el pudor de mostrar sus convicciones
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Su inconfundible voz ha acompañado la mañana de miles de uruguayos durante décadas. Es un profesional en toda la línea y uno de esos periodistas que muchos tenemos como referencia. Informa, pero no se calla nada y charlar con él fue un placer.

Por Alfredo García / Fotos: Rodrigo López

Los Ponce de León son un montón. ¿Son todos familiares?
Hay muchos. Todos vienen de una rama común, del primer Ponce que vino de España, en la época de Artigas. Creo que se llamaba Vicente y era administrador de los campos que tenía la familia de Artigas. Después se fueron abriendo las ramas, y somos un pelotón.
Sí todos eran como tu familia, con once hijos.
Y fuimos trece. Había un par de mellizos que murieron a los dos años. Yo era el último, me dicen el Chiquito.
¿Cómo viviste la dictadura?
Imaginate. Pasé de los veinte a los treinta y dos en dictadura. La mitad de la familia se fue al exilio, sobre todo las mujeres. Muchas se fueron a Europa. Entré al IAVA en el 70, con movilizaciones todos los días.
Y ahí participabas o participabas.
Yo era una paloma. Recién salía de los Maristas. Si bien en mi casa había un ambiente de izquierda, yo era un estudiante joven que se asombraba de todo lo que pasaba. Hasta que, a mitad de año, por exceso de violencia, clausuraron el liceo. Las clases se terminaron en agosto de ese año.
Ahí fue que dividieron al IAVA.
Sí, al otro año nos mandaron al Dámaso, donde hice segundo año de preparatorio, en el 71. Empezaban a emerger situaciones con la JUP, y había un ambiente pesado. De todas formas, rescato cosas, como que mi profesor de Historia fue Barrán. Imaginate lo que era el nivel de profesores del Uruguay de aquel entonces.
Terminé ese año y en el 72 entré en facultad, en pleno tole tole. Fue complicado. Después vino el golpe de Estado, la intervención y un régimen muy estricto. Ibas, estudiabas y te ibas.
¿Te acordás de la huelga y las elecciones universitarias?
Sí. De la huelga me acuerdo muy claramente, porque muy joven entré a trabajar en el Ministerio de Ganadería, en noviembre del 72. El golpe de Estado del 9 de febrero me agarró trabajando en el centro. Tengo el recuerdo de haber ido con mis compañeros a la Ciudad Vieja a ver los ómnibus cruzados y los barcos de la Armada que estaban en la lejanía. Por supuesto, cuando vino el golpe hicimos la ocupación pasiva, como se le decía, porque si eras empleado público y hacías paro te destituían. Íbamos, pero no trabajábamos, y estuvimos así hasta el 9 de julio. Casi todos fuimos a la movilización.
A las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde. Tengo claro el recuerdo, y cómo nos empezaron a apretar de los dos lados los milicos. Zafamos. Después fue volver a casa y empezar a ver quién faltaba, porque todos mis hermanos habían ido. Pero por suerte nadie marchó esa tardecita.
Hiciste la facultad laburando.
Sí, trabajamos en CONEAT, un proyecto que todavía tiene vigencia, la creación del índice para estimar la productividad de los campos. Creo que tenía origen en el trabajo de Wilson en la CIDE cuando fue ministro. Con eso se medía la capacidad productiva de un campo y los impuestos estatales correspondientes. Por supuesto que en aquel momento era en términos de carne y lana, y que luego la producción se hizo más amplia.
Vino la forestación.
Se hicieron estudios de prioridad forestal, para ver dónde el Estado en aquel momento iba a promover la forestación. Era un estudio absolutamente técnico, hecho por la Dirección de Suelo, sobre suelos que tenían aptitud forestal, que no servían para la agricultura. Esa era un poco la idea.
¿Estuvo bien que se forestara, desde tu punto de vista de agrónomo?
A la luz de lo que hoy significa la industria forestal, sin duda que fue un acierto. Bien dice Sanguinetti que fue una política de Estado. Eso generó una masa crítica importante, que hoy llevó a que, más allá de las polémicas ambientales, Uruguay tenga dos plantas de celulosa funcionando, y un capital forestal que de otra forma estaba muy desestimulado. Si bien la forestación llegó a tierras agrícolas, creo que es un complemento importante a la producción nacional.
Hubo posturas fundamentalistas, que poco menos que auguraban la desertificación y el fin del acuífero Guaraní.
El secado de las aguas superficiales. Sí, muy exagerado y con poco fundamento científico. Son cosas que nunca se demostraron por la investigación o la academia. Y la prueba está en que hasta el día de hoy nada de eso ha ocurrido. Se podrá discutir si se deben poner recursos públicos para las empresas extranjeras, pero ese es otro tema. Se puede discutir la autorización para forestar en zonas agrícolas. En aquel momento no te daban el subsidio pero te dejaban. Hoy las medidas son restrictivas, lo cual está bien.
Trabajaste en el Ministerio y también como agrónomo.
En el Ministerio estuve desde el 70 al 90, y en simultáneo integré la consultora SERAGRO, con un planteo muy moderno de la visión multidisciplinaria del agro.Durante veinticinco años hicimos El Agropecuario con El País.
Ahí estabas con Héctor Luna.
Claro, a Héctor lo contratamos cuando hicimos el acuerdo con El País. Era el alma mater del proyecto, un tipo con una enorme trayectoria periodística y profesional.
Era un ladilla. No te perdonaba nada.
Pero eso te mantenía un nivel profesional. Humanamente era un fenómeno. Era un maniático, pero con una metodología de trabajo envidiable. Siempre fue el director operativo. Se integró muy bien humanamente.
El que te saca de la agronomía al periodismo fue NéberAraújo.
Exactamente. En realidad, no fue a mí. Cuando Néber se va de Sarandí en el año 93 y arma su nueva radio con Traverso se acordó de SERAGRO cuando tenía un programa a las seis de la mañana, entonces nos convocó. Ahí con Jorge Jauri, que era un poco el ideólogo de toda esa locura, armamos Agroeconomía.
El padre de los madrugones fue Néber.
Fue Néber. A las seis estábamos al aire. Estábamos Juan Andrés Elhordoy, Jorge Jauri y yo. Y después había un equipo bárbaro de colaboradores. Ahí empezaron Nicolás Lussich, Eduardo Blasina, Gabriel Oddone y una barra bárbara. Renovamos muchísimo la comunicación agropecuaria.
¿Competían con Rural, más que nada?
Sí, pero Rural siempre nos mató porque tiene una llegada brutal en el interior, y nosotros siempre fuimos una radio más urbana. De todas formas, anduvo bastante bien. La primera nota periodística que hice fue con el presidente de la República Lacalle Herrera. Queríamos una nota de impacto, algo que hiciera ruido, porque nadie nos conocía en ese tema. Fuimos en patota, y tuvimos una larga entrevista. Claro, le ganamos a Néber, con una nota a las cinco de la mañana con el presidente de la República. Pero fue un maestro, tuvo mucha paciencia. Me saco el sombrero con lo que aprendí y disfruté de trabajar con Néber.
Era un profesional de fuste.
Es el referente. Si hay un periodista, fue Néber Araújo. Tenía un tono de voz espectacular, era entretenido, nunca subía el tono ni se peleaba con nadie. Pero en la controversia era durísimo.Era de cuchillo afilado. La gente sudaba, porque no se la ponía fácil.
Ahí empezaste.
Ahora estoy por cumplir casi treinta años ininterrumpidos de radio. Empezamos en el 93 y en el 95, por un tema de audiencia, Néber nos pidió pasar a la tarde con un programa más empresarial. Comenzamos a hacer Cierre de Jornada, que se hizo un clásico de las seis de la tarde. Al poco tiempo, Néber se fue y ya el proyecto no fue lo mismo, entonces negociamos al pase a Sarandí, y en el 98 nos fuimos con Cierre de Jornada. Iván Kirichenko era mi compañero de aire. Estuve ahí hasta el 2000. Entonces me ofrecieron si quería agarrar la mañana con En Vivo y en Directo, que iba de siete a doce. Dije que sí, pero con la condición de que Dayna Rodríguez se quedase. Articulábamos una serie de columnistas y espacios, y más o menos la llevábamos. Hasta que en 2001 hice Diario Sarandí, y Nacho Álvarez empezó Las Cosas en su Sitio, con Gustavo Escanlar y con Darwin. En ese horario estuve hasta que me fui. En ese horario de siete a nueve estoy desde 2001, o sea que me he mantenido bastante.
Sos un sobreviviente.
Soy como un corcho.
Fue una conmoción cuando te fuiste de Sarandí. Eras una institución.
Nunca me sentí así. Manejo un perfil bajo, y no tengo mucha percepción de lo que significa. Sé lo que es llegar a las casas todos los días a la misma hora, sí. Es una cosa muy íntima. Pero había cumplido un ciclo, y después de veinte años dije: “Hasta acá llegué”, y me vi en la posibilidad de mudarme más cerca de casa, además. La verdad es que estoy contento, con estos tres años que voy a cumplir ahora. Implicó un cambio total. Es como trabajar con mi hijo, también.
De tener profesionales como Dayna a trabajar con el “incoherente” de Juanchi habla muy bien de vos.
Con Sotelo trabajamos quince años. Fue la dupla más exitosa que tuvimos.Como decía Gerardo, fue la pareja que más tiempo le duró. Trabajamos juntos quince años, desde el 2002 hasta que se fue a Carve en el 2017.
¿Juanchi te da pelota?
Poca. Nos conocimos en Séptimo Día. No lo conocía, sino de escucharlo en Suena Tremendo. Generamos buena química. Un día le dije para hacer algo juntos en radio de mañana, y me dijo que sí. Ahí empezamos a armar el proyecto.
¿Querías tener a ese engendro al lado tuyo?
Era muy contrastante con lo que yo hacía y hago, entonces me parecía una fórmula entretenida.
No te veo rockero heavy metal.
Para nada. Pero parte del trabajo ha sido pulirlo un poco a él para que dejara al niño fatal de la tarde y la tele de otrora para ser un periodista más serio. Sin duda que ha hecho un esfuerzo por seguirme. No soy fácil. Soy cuadriculado. El programa tiene que salir a las siete, y tenés que cumplir las tandas. Eso lo hago yo. Juanchi es el anarco del programa.
Y las preguntas cortas las hacés vos.
Las hago yo, y con eso compensamos. Aparte del juego de contrastes, creo que hemos funcionado bien. A veces la gente dice que qué paciencia tengo para bancar a Juanchi. Es cierto.
Él dice lo mismo.
La vamos llevando. Pero es un complemento. Juanchi es una persona que lee mucho, está muy bien informado. En el programa de la tarde tiene un ensayo de intercambio permanente de temas con sus compañeros en Fácil Desviarse. Siempre está informado, y si no lo está, se informa al toque, tecnológicamente.
¿Sigue vigente la radio como medio periodístico?
Cada día más, te diría. La radio tiene inmediatez. Arranco muy temprano, me levanto cuatro y media de la mañana, y empiezo a mirar la computadora. Me pongo los auriculares y ando por la casa. Claro, son las cinco de la mañana. Si hago ruido, me matan. La radio siempre te acompaña. Llego al auto y prendo la radio. Ahora la tenés en el celular, y podés escuchar on demand lo que no hayas escuchado. Creo que es un medio imbatible. Me cuesta mucho escribir, soy demasiado lento. Y tampoco de la televisión, que lleva mucha preparación. La radio la hacés al toque. Prendés el micrófono y estás haciendo radio.
Los tiempos son diferentes en la radio y la televisión.
La televisión no te permite profundizar. También los tiempos son distintos ahora, porque las nuevas generaciones no tienen demasiada paciencia.
¿Escuchan radio?
Es el gran dilema.
Televisión no miran.
No miran. En los últimos tiempos ha habido una caída de audiencia importante. Hay una sustitución evidente. Y hay una oferta de streaming impresionante. Es como el cable cuando llegó, se vive haciendo zapping. Pero creo que la radio sí se sigue escuchando. Se ha segmentado mucho. El que escucha un informativo capaz no escucha un programa como Petinatti o La Mesa de los Galanes. El que escucha a Nacho tiene un perfil determinado. Las audiencias no se mezclan mucho, excepto quizás en los informativos. Me da esa sensación. La música también sigue siendo un componente fundamental, aunque ahora con Spotify vos mismo te programás lo que querés escuchar. Lo que tiene la radio es que con muy pocos componentes técnicos podés hacer cualquier cosa. Generás un ambiente, y, creo, una intimidad. Vos hablás y el oyente cree que le estás hablando a él.
¿Qué pasa con la televisación de los programas radiales?
No me gusta. A nosotros nos ofrecieron hacerlo y yo me opuse. Prefiero mantener la magia de que no me vean, de que no vean si hago morisquetas, si puteo al otro o el otro me putea a mí. Prefiero que eso quede en la intimidad y que salga lo que queremos que salga. Y que la gente se imagine. Esa es parte de la magia de la radio.
Te hacés una idea de la persona solo por la voz.
Absolutamente. La gente pensaba que con Gerardo teníamos un libreto escrito, cuando en verdad todo era como nos iba saliendo naturalmente. Era algo de mucha atracción para la gente. Creo que en radio es importante tener un compañero que te la devuelva rápido. Es lo que intento decirle a Juanchi a veces, que tiene que jugar más corto. Tuya y mía, tuya y mía, y así vas avanzando más rápido que si corrés todo el tiempo solo.
¿Te queda algo pendiente en radio que quieras hacer?
Algo que no sea esto. Si te digo la verdad, estoy un poco podrido de hacer informativos periodísticos, de estar siempre en la agenda del día. Estoy harto. Me gustaría hacer lo que hacés vos, hacer entrevistas en profundidad. Tomar un tema y profundizar, conversarla, incorporando música, anécdotas, derivando para otros lados. Pero no sé si tiene mercado.
¿No te dan bola?
Capaz hay que encontrar un segmento que se sienta compenetrado con eso. Hay un segmento en Del Sol, Abran Cancha, que juega a eso. Quizás demasiado…
Demasiados mensajitos de familiares, amigos.
Pero hay historias de vida que son súper interesantes. Incluso sacaron un libro. Yo me engancho, aunque a veces es demasiado sensible, como ellos mismos lo dicen cuando dicen “abran llanto”. Pero está bueno. Me gustaría hacer algo así pero más apacible.
Pero no de mañana.
No, tiene que ser en una FM, sin demasiadas pretensiones de audiencias grandes, con gente de tu generación. Con el profe Piñeyrúa tenemos un proyecto, para hacer un programa juntos cuando nos retiremos. Si querés te podemos integrar, si te interesa trabajar en radio y tenés alguna hora libre.
No sé nada de fútbol.
La idea no es hablar de fútbol sino de la vida, de música, de recuerdos.
Querés una Mesa de los Galanes de viejos. Hablar más de cultura y no del refuerzo que me comí hoy.
No sé si lo llegaré a hacer, pero no bajo los brazos. Lo tengo que hablar con la gente de la radio, a ver si tengo un espacio en alguna FM.
Magnolio es la NBA.
Es. Yo siempre jugué ahí, porque también en mi época Sarandí era la NBA.
Lo tuyo es siempre arriba. Se llevaron todos los tipos con rating. Les faltaba Petinatti y lo metieron para adentro.
Las circunstancias los ayudaron. En mi caso aprovecharon el fin de un ciclo. Así han ido armando.
Las tres radios compiten entre sí.
Es cierto. Nacho compite con Joel y con Darwin. Es un complemento. En ese aspecto me parece que la cosa está bien armada. Y si faltaba algo, ahora tenés Búsqueda para pichulear.
Uno lo mira y no se entiende mucho cuál es el negocio.
Nosotros tampoco lo entendemos demasiado. A veces nos enteramos por la prensa de los proyectos nuevos. No sé si es una estrategia o es una cosa que va surgiendo.
¿Es bueno para el sistema democrático que haya tanta concentración de medios?
El mercado uruguayo es tan chico que, si no generás economías de escala, marchás. Radios que eran emblemáticas, como lo fue El Espectador…
Eran Soler y Angenscheidt.
Como la Onda, que en un momento se complicó. A Sarandí le pasó lo mismo. A partir de la búsqueda de socios y capitales empezaron a aparecer estas cosas. Creo que hay un tema de economía de escala. El mercado y la torta publicitaria son muy competitivos y no da para todos. Lo que han encontrado es una administración común, con departamentos comerciales que integran varias radios con perfiles distintos. Eso les da fortaleza. Desde el punto de vista de los contenidos solo puedo hablar bien desde mi experiencia, tanto en Grupo Sarandí como en Magnolio. Nunca tuve ningún problema, ninguna sugerencia. Nada. Soy absolutamente libre. Y compiten distintas cabezas e ideologías, desde Nacho hasta Joel o Blanca. En ese sentido hay complemento, totalmente. En la medida en que el grupo económico no juegue cartas fuertes frente al gobierno o las empresas me parece que es una realidad del país. Obviamente que lo ideal sería que la competencia estuviera mucho más atomizada, sin duda. Pero es bravo. Creo que tienen algunas ventajas positivas. Son empresas que trabajan todas en blanco, que están muy controladas. En Sarandí trabajaban ciento veinte personas cuando yo estaba, todas en planilla o con facturación, todo en blanco. Había un control estricto de los impuestos. Y supongo que acá es lo mismo, con el mismo criterio. Si metés la pata, es muy grave; entonces, no te lo podés permitir. En ese aspecto han consolidado fuentes de trabajo importantes. Vamos a ver qué pasa con la ley de medios.
Si la derogan o no.
Hay restricciones que hoy no se están cumpliendo, en cuanto al número de radios o de empresas de comunicación. Eso está sobre la mesa. Por ahora todo el mundo mira para arriba. Creo que hay multas, pero no pasa de eso.
¿El periodismo ha variado de acuerdo a los diferentes gobiernos?
Sí, creo que hubo un cambio importante en los gobiernos del Frente. Periodistas que antes se cuidaban de emitir opinión, en el sentido de cómo encarar las noticias, empezaron a jugar mucho con la opinión en los programas periodísticos. Hacías una entrevista pero no opinabas, no dabas tu punto de vista ni discutías con el entrevistado. Incluso nosotros en el programa que teníamos con Gerardo la publicidad que hacíamos era “información y opinión”, para que se supiera que íbamos a opinar de las noticias. Hoy eso es mucho más común. Me parece que el Frente generó un ámbito más seguro y muchos de los colegas se animaron a mostrar más su punto de vista personal. No haciendo un sesgo, pero sí haciendo valer el propio punto de vista. En ese aspecto creo que cambió mucho, y me parece que para bien.
¿Antes había temor?
Se era más cuidadoso, los medios eran más estrictos. Todo el mundo se cuidaba, nadie mostraba su camiseta. Era como en el fútbol, cuando los periodistas no decían de qué cuadro eran.
Con los gobiernos de Sanguinetti y Lacalle hubo roces varios, pero con el de Jorge no los hubo tanto.
No. Pero quizás ese cambio lo percibí más en los quince años de gobiernos del Frente. Es para bien, no es una crítica.
Es relativo. Tabaré habló del eje del mal.
Ah, bueno, sí. Y nosotros fuimos incorporados en ese eje, y bastante que lo puteamos a Tabaré varias veces por las cosas que decía. Después él cambió. Pero lo decía de frente, no fuera de cámara, lo cual no cambia la gravedad de que increpara de esa forma. Y acordate las veces que Mujica se enojaba con los periodistas. A Batlle le costó con Bloomberg y demás. Pero creo que hay más libertad para expresarse. Es una percepción.
¿No hay blindaje mediático?
No, creo que no. Si hablás con El País, siempre vas a pensar que es un diario oficialista, más ligado a los partidos tradicionales, en su historia. También con los canales, que históricamente respondían a sus familias. A veces me llegaban cuentos de los informativos de televisión, sobre todo del Canal 4, acerca de cosas que “no salen”. Yo nunca viví esa situación. No lo habría tolerado, pero soy un iluso, porque me formé en una libertad que a veces no existe en los medios. Sobre todo, en los canales de televisión o en los diarios de mayor tiraje, que eran los más complicados y te podían condicionar. Yo no lo he sentido nunca, pero no soy un frutillita, sé que existió, existe y existirá. Blindaje político no veo como tal. No veo al Ejecutivo presionando. El presidente te encara y te putea derecho si te tiene que decir algo. También hay cosas que no me gustan. La intendencia de Carolina Cosse no te permite tomar contacto con la información. Tiene un dominio total de la información. Durante los treinta y cinco años de intendencia de Frente hablabas con cualquiera, de las calles, del transporte. Ahora tenés que hacer un trámite burocrático, y no te dan bola si específicamente no les interesa que se hable de ese tema. Y yo tengo el derecho de hablar de si hay muchos o pocos pozos. Pero no te dan acceso, y eso es muy peligroso, ese cierre al acceso informativo y esa desconfianza.
Muchas veces los asesores de prensa a nivel político son los más difíciles de pasar.
Son más realistas que el rey.
Ese pasaje del periodismo a la asesoría, ¿está bien o está mal?
¡Qué tema! Creo que es un camino sin retorno. Luego podés volver como periodista partidario, o si te dedicás a la cultura. Lo otro es que si sos comunicador y hacés una función técnica, podés volver, pero tampoco hay mercado que te permita retornar muy fácil. Si sos muy sesgado, es difícil que vuelvas.
El periodismo en Uruguay era partidario y después empezó la cuestión del periodismo objetivo, con la escuela norteamericana, y ahora el péndulo está yendo para otro lado.
Creo que los periodistas perdieron el pudor de mostrar sus convicciones, y las hacen jugar todo el tiempo. Cuando yo selecciono las noticias para los titulares hay subjetividad, no política o partidaria, pero la hay. Todos los días tenés un sesgo. Lo partidario es poco. Si lo hay, es un caso aislado. Pero lo ves en la televisión, con gente que tiene una clara postura política. Vos, por ejemplo, no estás alineado con nadie pero decís lo que pensás y en función de eso discutís. Se perdió el pudor de mostrar la convicción personal. La información pura y dura cada vez existe menos. La gente demanda una opinión, al haber tanta información.
El rol del periodismo ha cambiado, por el cúmulo de información que tenemos.
Las historias, los nombres y los medios juegan mucho. Cuáles son los columnistas que leo, los medios a los que me suscribo.
Ahí pesa la credibilidad.
Parece que sí. La seriedad. No tener intereses creados. Me parece que es clave para que la gente te lea, te mire o te escuche.
¿Por qué se da que la gente presta atención a los que piensan igual que ellos?
Ocurre más en las redes sociales, en Twitter. Yo estoy cada vez más lejos de eso.
¿No manejás redes sociales?
Tengo Twitter, pero no tuiteo, lo utilizo para informarme, pero cada vez menos sobre opiniones locales y más sobre acceso a información objetiva. No me interesan las opiniones y las polémicas. Que digan lo que digan. No lo leo incluso cuando me putean o me involucran. No me importa. Ese mundo no existe para mí. Me llevaría demasiado tiempo y preocupación. Como me lo tomo en serio, prefiero ni saber.
¿Sos susceptible a eso todavía?
Que piensen que tenés mala intención y que sos operador me rompe las pelotas. A esta altura de mi vida creo haber demostrado que no opero para nadie. Podré equivocarme como cualquiera, pero nunca sesgado para operar. Me dicen tanto “bajá la bandera del Frente” como “bajá la celeste y blanca”. Yo ni siquiera promuevo los mensajes de los oyentes. El que me quiera escuchar que me escuche, y el que no quiera que cambie. La libertad es libre. ¿No te gusta? Cambiá el dial. No hay obligación ninguna. Pero no tengo la paciencia ni el tiempo para escuchar los comentarios de cada persona que opina.
¿No hay en muchos colegas una obsesión con eso?
Absolutamente. Pero es parte de cómo armás el programa.
A veces un tuit de una persona marca la agenda en todos los medios.
Y qué le contestó, y qué le dijo. Con eso llenás páginas, y la gente lo mira. Aparece en las páginas de las noticias más leídas. A la gente le gusta lo que tiene barro.
La vieja discusión de si se le da a la gente lo que quiere o es lo que la gente no tiene más remedio.
Trato de dar lo que considero que es importante que la gente sepa. Por mi propio encuadre de la información. Capaz si estuviera trabajando en un medio de prensa y tuviera que justificar visualizaciones y eso, entonces tendría un enganche. Hablando con Pepe Irazábal, que está en Subrayado, me dijo que el informativo no es un lugar donde la información política excesiva convoque audiencia. Me cuesta entenderlo.
Lo policial convoca.
Otros temas, pero la discusión política más bien aburre. El otro día leí por arriba un artículo de Durán Barba, que comentaba lo de Cristina. Ellos en simultáneo estaban haciendo una serie de encuestas con un grupo de científicos y técnicos, sobre cómo la gente veía sus problemas. Era un seguimiento cotidiano. Cuando llegó lo de Cristina dudaron en seguirlo, porque pensaron que el sesgo de atención iba a ser brutal. Igualmente lo hicieron, y resultó que la problemática de la gente no era si habían intentado matar a Cristina o era una farsa, sino que iba por otro lado. Las audiencias de los programas son segmentadas. El que me escucha a mí es un profesional, un empresario o un trabajador, o una ama de casa, que tiene cierto interés en escuchar un tipo de información porque sabe que va a escuchar un poco de todo lo que yo, con estos años de trabajo, entiendo puede ser relevante para poner en la agenda.En Uruguay todo se politiza, todos salen a pelear por todo, por el tabaco, por el hombre al que violentaron en el hospital de Rivera. Salen los senadores a denunciar eso. Está bien, es relevante y alguien se tiene que ocupar, y las autoridades de ASSE lo van a hacer. ¿Pero dos senadores se tienen que estar preocupando de eso? Me parece que es una excesiva politización.
El tema es la búsqueda de protagonismo.
Si comparás el nivel actual de los parlamentarios con el de hace veinte años, es un abismo. Capaz tengo muchos años y estoy un poco saturado. Me gustaría ver otra discusión. La prueba está en los horrores que hay en las leyes que se aprueban sin un control básico de redacción y contenido. En el tema de la reforma educativa no logramos entrar en la esencia de lo que hay que hablar. Y mientras tanto los chiquilines no egresan, se van, y la educación es cada vez más injusta y despareja.
O la reforma de la seguridad social, que es imprescindible hacer.
El Uruguay es bárbaro como sociedad libre, formada y política, pero a veces es excesivamente politizada. Todo lo politizamos. Eso te impide avanzar. Como decía Pablo Cayota sobre la educación, ¿no podemos ponernos de acuerdo al menos en un común denominador? Es brutal. Rama, al que tanto habían combatido, termina siendo el referente de las escuelas de tiempo completo, cuando en su momento le discutían hasta las bandejas de comida.
¿Alguna vez te censuraron?
No. Una vez, en la época de Batlle, me llamó un jerarca para hacerme un comentario, creo que a raíz de lo de Bloomberg. Le pregunté si me estaba sugiriendo algo y me dijo: “No, no, no, para nada”. Alguna otra vez un encargado de prensa me echó en cara que la entrevista que le había hecho a un expresidente había sido una traición, cuando en verdad había sido una entrevista soberbia. El entrevistado se había manejado como gato entre la leña, se defendió y fundamentó, y la entrevista había sido dura. Ya ni siquiera era jerarca de gobierno, era un exjerarca. Pero nunca me censuraron. Ni siquiera en la época de la crisis bancaria.
¿Se ha perdido libertad de prensa con este gobierno?
Cambió la metodología y hoy valoran otras cosas que antes no se valoraban. Pero desde el punto de vista real de la libertad de prensa, no se perdió. Hay una concentración de medios, sí. ¿Eso juega en contra? Quizás hay menos diversidad. La prensa del interior está liquidada, no tiene forma de bancarse, si no es con las intendencias o algún comerciante grande. No hay publicidad como para hacer una selección y un análisis libre de las noticas. En ese aspecto creo que hemos perdido grados de libertad en el sentido de que no tenés mucho margen de movimiento. No porque el sistema político te reprima, sino porque tu propio desempeño comercial y empresarial está muy restringido.
Ha pasado en el mundo.
Por supuesto, y más con todos los cambios de paradigma. Con la prensa escrita es terrible. ¡Vamos Voces, todavía!
¿La prensa escrita va a morir?
Tiene que cambiar la modalidad. Es lo que está pasando en Uruguay, ¿o no? El País prácticamente es un diario que no tiene demasiado contenido, en cantidad de hojas. El Observador desapareció. La República prácticamente también. Queda La diaria.
Que logró un nicho.
La diaria la tuvo clara en lograr segmentar sus seguidores. Lo hablábamos con Marcelo Pereira. Armaron su propia distribución. Tiene dificultades, va y viene, pero se mantienen allí, vivos y coleando, y marcando agenda en su sector de forma importante.
¿Quién marca agenda hoy?
¡Qué buena pregunta! Creo que se retroalimenta. Sin duda los portales son los que marcan mucha cosa. El País, El Observador, Montevideo. Todo se maneja a través de los portales de los medios de comunicación. Diarios, canales y radios, todo se mixtura. Todos estamos parejos. Hoy no hay nada como Búsqueda, que salía los jueves y te la clavaba en el ángulo.
Y si tenías al Pepe de informante… Así cualquiera.
Era una papa. Hoy la generación de agenda está más mixturada. No hay un solo lugar donde se marque la agenda. Todos aportamos un poquito, algunos más, otros menos. Un colega tuvo las bolas de mirar la versión taquigráfica de la comisión y encontró declaraciones de ministros, de esto y lo otro, lo tituló y sobre eso se marca la agenda. El tema es que los medios tampoco tienen demasiada gente para investigar. El periodismo de investigación tiende a desaparecer, si no ha desaparecido ya.
¿Por qué hay tan pocos programas periodísticos en el Uruguay con respecto a la Argentina?
Es un tema de mercado. Somos mucho más chicos y no hay plata, no se sustenta. Es un tema económico.
¿No funcionaba Séptimo Día, por ejemplo?
El canal decidió hacer una apuesta muy corta durante el año electoral y un par de meses después de la asunción de gobierno, y un poco más con la pandemia. Pero no les interesa. Los niveles de la audiencia son bajos, si bien llegamos a picos altos cuando tuvimos a todos los candidatos. Hoy hay muy poca cosa. Hoy el canal periodístico es el 4, que tiene a Santo y Seña y Todas las Voces, y no sé si sigue Lessa con el periodístico de los viernes. Creo que lo cerraron. Increíblemente hoy Canal 4 es el que tiene perfil periodístico en la televisión. El resto, nada.
¿Qué ves en televisión?
Muy poca cosa. Algo de informativos, pero más que nada acompañando a mi mujer. A la hora del informativo ya terminé de trabajar. Me gusta Europa Europa. Veo alguna serie o película europea. Es lo que me engancha. Pero no miro televisión, excepto películas o series.
¿Mirás Netflix?
Fui de los primeros, pero cada vez menos. Me aburrí. Hoy soy usuario de un canal español, Film In, un streaming catalán que tiene gran nivel de películas y series europeas. Me lo paga mi hijo. No es fácil, porque tenés que tener una cuenta en España para que te lo habiliten, pero es buenísimo. Tenés series y películas de todo tipo, sobre todo europeas, a las que acá tenemos poco acceso.
Acá ese cine llegaba, históricamente. Ahora es todo yanqui.
Y ahora nos hicimos socios de Teatrix, un espacio argentino que graba obras de teatro, en HD y con muy buen sonido. Ahí podés ver una cantidad de obras de teatro que te quedaron pendientes.
¿Sos de ir al teatro?
Mi mujer sí, pero a mí me cuesta más. Al cine no voy más. Dejé de ir cuando apareció el pop. Me fastidia la mala educación de la gente, el ruido. Hablan, prenden los celulares.
Estás hecho un viejo cascarrabias.
Absolutamente. Dejé de ir y me compré una televisión más grande.
¿Qué estás leyendo?
Acabo de terminar el libro de Leo Haberkorn, el del Liberaij. Lo tenía pendiente, No había leído la primera edición ni había visto la película, Plata quemada. Yo me acuerdo de ese hecho, cuando era chico. Leo tuvo la gentileza de invitarme a la presentación de la nueva edición. Fui, le compré un libro y lo terminé. Lo otro que empecé hoy es un libro que tenía pendiente hace muchos años, de Pepe Eliaschev: Los hombres del juicio. Lo tenía en la biblioteca. No soy gran lector de papel porque estoy operado de cataratas y preciso mucha luz para leer.
¿Sos de Kindle?
Hace años. Con mi mujer, cuando nos íbamos de vacaciones, nos llevábamos una valija llena de libros. Cuando apareció la tecnología de los libros digitales me compré uno, hace muchos años, de los primeros. Fui feliz con eso, porque ahí tenés miles de libros, y me fui acostumbrando, y más a medida que el Kindle fue mejorando la luz. Aparte tiene otra inmediatez. Estaba leyendo El País de Madrid y había un comentario de Felipe González sobre un libro que estaba leyendo. Lo busqué y a los diez minutos lo tenía en el Kindle. También acumulás más de lo que podés leer, y en eso soy medio glotón. Hay que regular la compra. Pero ahora estoy con el papel, con el libro de Atchugarry, que me llegó ayer, y de Sanguinetti, el último, que generó una polémica. Tengo varios libros en espera. Pero estoy todo el día leyendo portales y diarios, y llega un momento en que decís basta. Leo bastantes novelas policiales, a pesar de lo que dice Dolina, que dice que de joven leyó más de quinientas y fue una pérdida de tiempo. Es mentira, las sigue leyendo.
¿Quién te faltó entrevistar?
En serio, Tabaré Vázquez. Marginalmente tuve algún acceso, pero era desconfiado, no daba muchas entrevistas. Nunca pude llegar francamente a él. Lo intenté, desde el año 2001, cuando estaba en la presidencia del Frente y desde La Mañana de Sarandí fui y le presenté el proyecto. Era muy desconfiado. Nunca logré traspasar esa desconfianza natural que Tabaré tenía con los periodistas y los medios. Solo marginalmente pude hacer con él alguna cosa acotada. Recién pude hacer algo más cuando Gabriel Pereira fue a La Mañana de Sarandí. Él tenía acceso directo, tenía confianza, y con Sergio Silvestri le hicimos una entrevista larga. Fue la vez que estuve más tiempo con Tabaré, ya al final de su mandato. Increíblemente fue su última entrevista. A Mujica, Sanguinetti, Lacalle y Batlle los entrevisté muchas veces. A nivel político creo que no me quedó nada.
¿A quién admirás desde el punto de vista profesional?
Néber Araújo es una de mis referencias históricas en el periodismo. A pesar de los años y de los estilos, creo que es un tipo que marcó una historia y un gran aporte al periodismo. Pero no tengo grandes ídolos.
¿Qué le aconsejarías a la gente joven que está en el periodismo?
El hábito de la lectura es una condición básica. Abrir cabezas. Tratar de leer y entender todo lo que se te ponga adelante. Formarte. Y tener experiencia, tratar de arrimarte a los medios, estar cerca de los programas o las redacciones. Más allá de la formación teórica, que es básica, la práctica y el desarrollo son un elemento sustancial. El idioma. Hoy ves faltas de ortografía que te horrorizan, en los carteles de la televisión o la prensa. La rigurosidad en el manejo de la información. El otro día se decía en un medio que OSE tira entre cuarenta y cincuenta mil toneladas de barro por día en Aguas Corrientes. ¿Cómo van a poner esa cifra? No es real, en dos días colmarían el Río Santa Lucía. Podrían ser cuarenta mil kilos, como efectivamente era. No hay rigurosidad en las cifras, confunden kilos con toneladas, como le pasó el ministro Heber. Es fundamental la seriedad en el trabajo que presentás. Estar seguro de lo que vas a decir y no payar. Hoy son mil medios, imaginate cuando nosotros empezamos a hacer periodismo, lo que era ir a las fuentes y a la bibliografía. Era un parto. Hoy con internet tenés mil fuentes donde consultar. La cita es fundamental en el desarrollo periodístico, es lo más honesto, cuando se toma algo que dijo otro colega porque te sirve para tu análisis. Nadie es demasiado original, y citar es una práctica ética fundamental. Darle el crédito que se merece a quien generó la noticia o el número.
¿Cómo ves al gobierno actual?
En esta coyuntura lo veo un poco desorientado. El tema del tabaco me pareció innecesario. Se expuso a la crítica y le dieron palo por todos lados. Lacalle fundamentó mal, no lo vi bien. Estuvo lo de Delgado. Veo que en la segunda parte de su gobierno está medio perdido con el tema de la seguridad, con el que lo vienen castigando duramente. El tema de los homicidios es un tema dramático que no saben cómo parar. O el tema del pasaporte. Veo desorientado al gobierno. Me parece que perdió las marcas, que las tuvo muy bien armadas en la primera mitad. Ahora lo veo como que perdió la pelota en la mitad de la cancha. Y ahora va a tener que exhibir algunas cosas. Como dijo Salgado, yo le diría que tome una o dos cosas y trate de concentrarse. No tiene mucho tiempo. El último año está perdido. Tenés lo que queda de este, que no es nada, y el 2023. Y en el tema de la seguridad social, que parece ser uno de los emblemas, la coalición no se la hace fácil. No parece que vaya a salir algo muy distinto a un Frankenstein, por cómo viene la mano. Como decía Pablo Mieres, le podés agregar agua a la leche, pero llega un momento en que deja de ser leche. Es lo mismo con la reforma de la seguridad social.
¿Y qué más tiene por hacer?
La reforma educativa no es un tema fácil, sobre todo cuando Robert Silva tiene dudas sobre si va a seguir en el CODICEN o va a ser candidato por el Partido Colorado. No le encuentran la vuelta a tratar de bajar la pelota al piso y lograr acordar básicamente con los docentes y los estudiantes. Un mínimo se tiene que acordar. ¿Para dónde vamos? La cosa hay que cambiarla. ¿Por dónde podemos acordar transitar para empezar a cambiar eso? Y no le encuentran la vuelta. Es cierto que los sindicatos de la educación son bravos.
¿Nos gobernó o nos gobierna una agencia de publicidad?
No creo.
Comunicacionalmente fueron muy buenos. Ahora están tecleando un poco.
Pero entonces cambiaría la agencia, porque todas estas declaraciones de Álvaro Delgado con la periodista de TV Ciudad, esa metida de pata, o esto de Lacalle con el tema del tabaco me parece que no son declaraciones buenas ni sólidas, presentan grietas y flancos para que la academia se haga un festín. Me parece que no hay un buen asesoramiento, si es que fuera una agencia. Que hay hombres cercanos que todo el tiempo le están marcando cosas a favor o en contra es cierto. Pero tampoco se la han hecho fácil, lo cual era esperable. Si antes de la elección pensabas que después de quince años de gobierno del Frente con mayorías y generaciones de jóvenes del PIT-CNT que nunca perdieron un conflicto no iba a haber choques, te ibas a frustrar. Y eso es lo que está empezando a pasar ahora, después de la pandemia, que adormeció los conflictos. Pero es natural que ocurriera, iba a pasar y hay que saber convivir con las diferencias. Por suerte en el Uruguay somos bebés de pecho con respecto a lo que pasa en la región. Hoy hablábamos de la década del setenta. Ahí sí que había enfrentamientos, no solo entre izquierda y gobierno sino adentro de la izquierda y en todos lados. No le quito la gravedad, pero lo de Robert Silva fue una pintadita.
Antes te ponían una bomba.
Creo que todos aprendimos. La prueba está con la reunión convocada por Fernando Pereira, bajando la pelota al piso, más allá que después se verá si se logra algo o no. Pero es una señal en cuanto a bajar el perfil de rispidez que va entrando en lo personal y saliendo de lo político.
¿Esperabas a un Lacalle Pou con este perfil como presidente?
Para nada. Yo era de los que pensaba que el cargo le quedaba grande, honestamente. Me sorprendió cómo fue articulando la coalición. Jugó más arriba de lo que yo esperaba. Y creo que, como yo, mucha gente se sorprendió. La prueba está en que cuenta con apoyo. Está entre los más altos desde la recuperación democrática. Él concentró mucho el poder.
Es muy presidencialista.
Demasiado. Y a veces es muy desconfiado.Es difícil. Lo otro que me sorprendió mucho, y a más de uno, fue Arbeleche. No le tenían fe. Pensaban que las agencias de calificación se la iban a llevar puestas. Y con mucha personalidad, solvencia y un buen equipo se paró en la cancha, más allá de las discrepancias que puedas tener con su enfoque.
Se veía frágil.
Sí, pero como dijo Lacalle el otro día en el Prado, el verdadero poder está acá. Y tiene razón.
Él no hace nada sin que ella le diga.
El otro día me relataban que había problemas con un ente al que Alfie le recortaba y le recortaba. Le llevaron el problema a la ministra y fue ella quien terminó laudando.
Alfie es el hombre manos de tijera.
No entiende nada que no sea recortar. Esa es su función. Bueno, para eso lo pusieron.
¿Cómo ves la perspectiva para 2024? ¿Va a estar peleado?
Sí, creo que es un cabeza a cabeza.
El tema es que no hay candidatos.
Los podés contar con los dedos de una mano. En la coalición el que emerge con más claridad es Álvaro Delgado. Las cosas por su nombre. El Partido Colorado no tiene candidatos, no los tiene en Ciudadanos ni en el batllismo. ¿Y quién puede competir en el Partido Nacional con Álvaro Delgado? Además, tengo entendido que es el candidato del presidente, porque no hay otro. Y en el Frente están Carolina Cosse y Orsi. Creo que los dos están empezando a jugar. Carolina Cosse está jugando todos los días haciendo campaña. Orsi lo hace a otro nivel, con otro oficio, con otro jeito. De ahí sale el presidente, según sea la interna. Y del otro lado Álvaro Delgado.
Hoy es medio imprevisible definir cuál de los dos gana, si el Frente o la coalición.
Es cabeza a cabeza. El resultado de la LUC es prácticamente la segunda vuelta, treinta mil votos. Una metida de pata en los dos últimos meses de campaña te puede hacer perder.
¿Cómo ves a Cabildo?
Las encuestas nunca lo posicionaron de nuevo con los votos que tuvo. En la coyuntura le sacó gran parte de votos a Mujica y al MPP, pero son votos que no lograron consolidar. Lo de Cabildo es muy variable, cada diputado se maneja en un mundo aparte. No hay organicidad. Los senadores están más organizados, pero los diputados son más díscolos. Creo que es un complemento importante. La noche del referéndum Manini dijo que cualquier error los podía hacer perder, y es cierto. Pueden discrepar y separarse un ratito, pero tiene que volver al redil. Los une el horror y no el amor. No tienen más remedio que seguir juntos. Si no, el Frente les gana, a pesar de que no hay grandes candidatos. Algún día este país va a reconocer a Danilo Astori para hacerle un monumento, quizás no tanto por lo que hizo sino por lo que evitó que se hiciera. Y la izquierda lo ha ninguneado permanentemente. Me parece que se merece un trato distinto. Fue un gran ministro de Economía y un mal político.
Fue el factótum de la política económica del Frente, pero como político…
Fe un desastre, no logró consolidar nada.

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Alfredo Garcia Nació en Montevideo el 9 de agosto de 1954. Es Licenciado en Historia por la Universidad de Estocolmo, Suecia; que fue su lugar de residencia entre 1975 y 1983. Hizo un postgrado en Marketing y realizó los cursos del Master de Marketing en la Universidad Católica de Montevideo. Trabajó durante veinte años en la industria farmacéutica en el área privada. Su labor como periodista comenzó en los semanarios Opinar y Opción a principios de los ochenta. Participó en 1984 en el periódico Cinco Días clausurado por la dictadura. Miembro del grupo fundador del diario La Hora, integró luego el staff de los semanarios Las Bases y Mate Amargo. Escribió también en las revistas Mediomundo y Latitud 3035. Es el impulsor y Redactor Responsable del Semanario Voces. Publicó el libro Voces junto con Jorge Lauro en el año 2006 y el libro PEPE Coloquios en el año 2009. En el año 2012 publica con Rodolfo Ungerfeld: Ciencia.uy- Charlas con investigadores. En 2014 publica el libro Charlas con Pedro y en 2019 Once Rounds con Lacalle Pou. Todos editados por Editorial Fin de Siglo.