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1830, una constitución muy diferente por Ernesto Kreimerman

1830, una constitución muy diferente por Ernesto Kreimerman
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Una salva de 21 cañonazos del cañón del viejo Fuerte de San José anunciaba al pueblo que la “Constitución del Estado Oriental del Uruguay” había sido jurada solemnemente. Aquella primera constitución nos dio un estado unitario, republicano y confesional. La religión oficial era la católica. Y la ciudadanía quedaba restringida a los propietarios y alfabetos, excluyéndose a los asalariados y a los analfabetos.
Aquel 18 de julio, por la mañana, y dando cumplimiento al ceremonial decretado unos días antes, el 13 de julio, se realizó el tedeum, uno de los primeros himnos cristianos. Luego, ya en el Cabildo, en uno de sus salones acondicionados para la ocasión, se juraron la Constitución los miembros de la Asamblea General Constituyente y Legislativa, el gobernador y el capitán general provisorio Juan Antonio Lavalleja, además de otras autoridades.
Por la tarde, en la Plaza Mayor, hoy Matriz, con ceremonial de acatamiento de las tropas militares a la constitución, todos los civiles reunidos, desde el lugar dispuesto, prestaron juramento de fidelidad a la Constitución. Aunque hoy suene extraña, dada la tradición laica de nuestro país, éste era el texto del juramento que su utilizó en 1830: “¿Juráis a Dios y a la Patria cumplir y hacer cumplir en cuanto de Vos dependa, la Constitución del Estado Oriental del Uruguay sancionada el 10 de Setiembre de 1829 por los representantes de la Nación? ¿Juráis sostener y defender la forma de gobierno Representativo Republicano que establece la Constitución? Si así lo hiciéreis Dios os ayudará; si no, Él y la Patria os lo demandarán”.
La redacción de una constitución y, por consiguiente, la manifestación formal de su obediencia fue una de las condiciones impuesta por la Convención Preliminar de Paz para dar lugar a la independencia al nuevo estado.
La Convención Preliminar de Paz
Este es el nombre del tratado que cerró la Guerra del Brasil, y que consagró la independencia de un nuevo estado, cuyo nombre sufrió no pocas modificaciones. Estado de Montevideo, luego Estado Oriental del Uruguay, y algún que otro entrevero en el medio. La Convención entre el Imperio del Brasil y las Provincias Unidas del Río de la Plata, con la intensa mediación del Reino Unido, en particular, de Lord Ponsonby, se firmó el 27 de agosto de 1828 en Río de Janeiro, dejando formalmente establecido que las partes acordaban la independencia del nuevo estado, al que provisoriamente llamaron Estado de Montevideo.
Lo cierto, es que el contexto estaba enredado. La capacidad del ejército y la marina argentina era escasa. Una combinación de factores adversos, así como el enorme costo del bloqueo naval brasileño a Buenos Aires, sumado a la campaña de Fructuoso Rivera en las Misiones Orientales, y a un mal estar creciente entre los brasileños, facilitó el camino a la diplomacia inglesa, que además promovía una resolución pacífica del diferendo.
Nacería, con renuncias del gobierno de Bernardino Rivadavia, la Convención Preliminar de Paz de 1827. El borrador de ese documento sería calificado como de “tratado deshonroso” por el propio Rivadavia. Lo que más le irritó fue la cláusula que aceptaba que Brasil ocupara nuevamente las Misiones Orientales e incluso la totalidad del territorio de la Provincia Oriental, todo ello bajo domino del Imperio. Y no era todo; Argentina se desentendería de la Isla Martín García y le pagaría al Brasil una indemnización, entre otros conceptos, los actos de piratería.
La delegación que aceptó estas condiciones regresó a Buenos Aires el 20 de junio, y la indignación de todos fue tan grande que el día 26 Rivadavia renunció. Dorrego, designado sucesor, recién asumiría el 13 de agosto y la consigna era el rechazo al tratado, advirtiendo que estaba dispuesto a continuar con la guerra.
Los buenos oficios de la mediación inglesa, incentivada por promesas económicas, logró que el 20 de febrero de 1828 se volviera a negociar el alcance del Tratado. Lord John Ponsonby logra un acuerdo que parecía imposible, a tres bandas…bueno, si se quiere, a cuatro bandas: la independencia de la Provincia Oriental, las Misiones Orientales serían brasileras, la paz asegurada, y el comercio inglés también. En carta reservada Lord Ponsonby escribe a Londres: “Los intereses y la seguridad del comercio británico, serían grandemente aumentados en un Estado en que los gobernantes cultivaran una amistad por Inglaterra. La Banda Oriental contiene la llave del Plata y de Sud América, debemos perpetuar una división geográfica de Estados que beneficie a Inglaterra y la paz”.
Lo que vendría
Se consagra la independencia de la Provincia Oriental, en caso de guerra civil se asegura la intervención para garantizar la estabilidad del gobierno, se anuncia una constitución, que se juraría en 1830, que debería ser examinada, y se otorga la navegación del Río de la Plata en favor de Argentina y Brasil. Pero no se fijan límites territoriales.
Brasil se apropiaría de unos 70 mil kilómetros cuadrados, en los tratados de 1851, cuando el país aún estaba sometido a la barbarie de la guerra grande (1839-1852), y morirían en esos enfrentamientos unas 10 mil personas.
Fin…
Aquel texto recién sería modificado en 1918. En 1912 comenzó el debate. Por ejemplo, se discutió acerca de la instalación de un Poder Ejecutivo colegiado, de la descentralización y la autonomía municipal, de la laicización del Estado separándolo de la Iglesia, etc. Allí nació la denominación República Oriental del Uruguay.
Esta nueva constitución daría paso a la de 1934, cuando el país vivía otras tormentas, después del golpe de estado de Gabriel Terra. En 1932 el estado uruguayo caía en default por sexta vez en 67 años. El golpe de estado de corte fascista, ultraconservador, se abría camino.

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