La pobreza, y más la pobreza extrema, distorsiona la realidad al punto de hacer ver lo que no existe, casi de forma real. Un país arruinado es un país indefenso y, en esas condiciones, a una gran cantidad de argentinos les pasa como a los sedientos viajeros que atraviesan un desierto.
Los gobernadores regionales adelantaron sus elecciones para no ser arrastrados por las PASO y generales de este último tercio del año. En esas elecciones adelantadas se dieron resultados desiguales pero la tendencia marcó una ventaja a favor de Juntos por el Cambio, el kirchnerismo en segundo lugar y La libertad Avanza, de Javier Milei en tercer lugar. Pero en las elecciones internas del 13 de agosto pasado, se dio el hecho inesperado de que LLA del excéntrico candidato Milei, sin tener contendiente interno y sin haber tenido casi presencia en las elecciones para gobernadores,, sacó una pequeña diferencia sobre Juntos por el Cambio y Unión por la Patria (kirchneristas). El panorama de cara a las elecciones generales del 22 de octubre próximo quedó conformado en tres tercios, con una diferencia de un 3% entre los tres partidos que competirán por el gobierno.
Tanto las empresas encuestadoras como los propios partidos, como en la opinión de varios analistas políticos, se vieron sorprendidos ante los resultados de las PASO. Se quebró la tendencia, y tanto en la opinión de los referentes políticos, como en la de quienes habían adelantado un desenlace, le atribuyeron la cantidad de votos de Milei al voto bronca, a la adhesión de los votantes a un candidato que reparte insultos y se planta frente al sistema político como uno más de esos ciudadanos agraviados.
La Argentina tiene, según el INDEC, a un 39,2% de su población bajo la línea nacional de pobreza, y eso representa el 29,6% de los hogares argentinos, unos 18 millones de personas. Más de la mitad de la gente dentro de ese rango son menores de 14 años. Más de 600 mil hogares argentinos se hunden bajo la línea de indigencia. Es un montón de vidas que se debaten como pueden para sobrevivir. En 1920, el PIB por habitante de Argentina se encontraba entre los 10 más altos del mundo, hoy está en el puesto 70.
En las elecciones para gobernador en la provincia de Santa Fe, del domingo pasado, fue electo Maximiliano Pullaro (Unidos para Cambiar Santa Fe), de Juntos por el Cambio, con el 58% de los votos; Marcelo Lewandosky, peronista, alcanzó el 30% de los votos, muy por detrás de JXC, que prácticamente consiguió el doble de los votos que el peronismo. Pero en esta oportunidad, cuando realmente competían por algo, la lista afín a Miley (La Libertad Avanza), apenas consiguió un 6.5%. ¿La espuma de las PASO comienza a bajar? El parecer, el espejismo Milei comienza a opacarse.
El resultado del voto de las PASO, donde Javier Milei no competía con nadie, tal vez haya mostrado un resultado engañoso. La población está harta del desgobierno y las causas judiciales en marcha. A eso hay que agregar que las elecciones internas debilitaron a Juntos por el Cambio, que sí tenía internas competitivas entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, actual intendente de la Ciudad de Buenos Aires. Los dos apuntaron a una estrategia de alianzas muy distintas. Patricia Bullrich se impuso con claridad, pero, al parecer, la ciudadanía no compartió el clima creado en una competencia interna, seguramente temerosa de que esas diferencias se expresaran, más tarde, en el gobierno. Desde entonces, Bullrich y Larreta, así como en distintos niveles de Juntos por el Cambio, se han mostrado unidos, y los equipos de gobierno de ambos candidatos trabajan por una propuesta de gobierno.
¿Se pudo haber evitado exteriorizar este clima de tensión interna para no interrumpir la tendencia creciente?
Tal vez, en un país normal, con una economía razonable, pero cuando las instituciones se rompen como consecuencia de una larga secuela de fracasos no se puede pedir resultados milagrosos. Aquella Argentina de un siglo atrás ya no existe. La sociedad civil todavía tiene grandes reservas, en todo sentido, pero a ese país rico, trabajador, de gente generosa y culta, las plagas le han hecho un mal casi irremediable. Ahora solo depende de que el espejismo se disipe para que un cambio profundo y rápido ponga las cosas en un lugar razonable.
Esa fue la estrategia que propuso Patricia Bullrich, que le permitió ganar de forma clara las internas de Juntos por el Cambio. Todavía hay tiempo para evitar el salto al vacío que propone Milei con su promesa de dinamitar el Banco Central, utilizar el dólar como moneda de curso corriente, y permitir la venta de órganos humanos, entre otros delirios dibujados en un papel. Del kirchnerismo ya se está encargando la justicia, que parece haber recobrado su propia voz.
También Uruguay necesita un país razonable como vecino y socio para sacar a la región de su postración endémica, cuando supo ser un faro para la gente que quedaba sin esperanzas en otras partes del mundo.
¿Algún uruguayo se puede imaginar lo que sería vivir al lado de un país como Venezuela? Tal vez a los amigos de los Kirchner, de este lado del río, la idea les atraiga, pero no al país que prefiere instituciones sanas, siempre factible de mejorar.
No nos olvidemos de la valija de Antonini Wilson, del avión venezolano al que no se le permitió aterrizar en Uruguay y que el gobierno actual de Argentina tuvo que detener en Ezeiza. No nos olvidemos del asesinato del juez Alberto Nisman, 48 horas antes de que fuera a presentar las pruebas contra Cristina Kirchner por el atentado contra la Amnia.
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