Si hubo un momento en que el Mercosur, como proyecto regional que trascendiera el intercambio comercial, debió ser este, que los cuatro países fundadores han debido enfrentar una guerra que los atacó a los cuatro por igual, y que los agarró a cada uno por su lado. El único gesto que los hermanase pareció ser aquel ofrecimiento del presidente Alberto Fernández de hacer de nexo con los rusos para conseguir la vacuna Sputnik en cantidades suficientes. Qué ironía, después de hacer de agente viajero, porque hasta a López Obrador se la quiso colocar, acabó infectado de Covid 19 después de tener las dos dosis de la ]Sputnik y con tiempo suficiente como para generar inmunidad.
Pero ¿hubo otro momento más necesario que este donde la comunidad de países firmantes debió poner toda su capacidad científica en sintonía para frenar una catástrofe de este volumen? Nada más que en Brasil se ha cobrado 333 mil muertes, sólo superado por Estados Unidos. En Argentina, con una población de 44 millones, han muerto más de 56 mil personas, 1225 personas por millón de habitantes. La población de Uruguay es de 3.450.000. Con una cantidad de fallecidos por Covid de 1146 personas, un promedio de 337 personas cada millón de habitantes. Esas son nuestras asimetrías frente a este agente que ataca a los cuatro países del Mercosur. Brasil contabiliza 1405 por millón, y Paraguay 555. ¿Se pudo haber ensayado una estrategia común tras 30 años de balbuceos?
Según venga la discusión se toma como excusa la densidad poblacional para explicar estos diferentes resultados. Uruguay tiene un promedio de 20 habitantes por kilómetro cuadrado, Paraguay tiene 17, algo que puede haberlo favorecido al principio, para que el virus circulase más lentamente, pero con una densidad poblacional menor al Uruguay, y con una circulación de población externa al país también menor, tiene más del doble de muertos que nuestro país. ¿Hubo alguna otra aparte de la iniciativa de Alberto Fernández para hacernos una pierna con el laboratorio ruso Gamaleya, interesado en vender sus vacunas donde fuera, incluso haciendo correr el rumor que tenía interés en fabricarla en nuestro país?
En 30 años de institucionalización del Mercosur, Brasil hizo su acuerdo con el laboratorio chino Sinovac para producir la vacuna en cooperación con el Instituto de Butantán. Uruguay se integró al mecanismo COVAX que creo la OMS para la distribución de vacunas entre los países de menores recursos, pero no se quedó de brazos cruzados, sino que el gobierno también trabajó, paralelamente y discretamente, con Sinovac y Pfeizer. Paraguay, al parecer, le hizo caso al presidente Fernández y compró la Sputnik, y suscribió el mecanismo COVAX. Al 28 de marzo llevaba vacunadas 28.830 personas, Uruguay, por no seguir los consejos de Fernández, lleva vacunados a 727,680 de sus habitantes, y 95,957 con las dos dosis. Si esta situación no exigía que el Mercosur se comportase como un bloque, ¿en qué momento era más necesario? Al que demuestra hacer las cosas bien el socio grande lo manda a callar.
Lastre. El término fue mal utilizado y mal interpretado. ¿Qué es el lastre? Es el peso, puede ser plomo o hierro que se coloca en la quilla de un barco para aumentar su estabilidad. Como metáfora es común utilizarlo en un sentido contrario: lo que impide avanzar, un obstáculo: “Esa persona es un lastre”. En este sentido, el ancla puede ser considerada como lastre, pero no lo es en un sentido estricto. Tanto Lacalle Pou como Fernández utilizaron el término como les convenía, pero ninguno acertó con el significado correcto. Fernández desaprovechó la oportunidad de lucirse, en un país de grandes escritores y gente culta, de reivindicarse como lastre, para el Mercosur: equilibrio, solidez, firmeza de la nave que lleva un rumbo. Pero no, le salió la otra, la del ancla, pero, además, le salió el prepo de adentro. El chico no tiene nada que reclamarle al grande, y eso ha sido así a lo largo de nuestra historia en común.
El Mercosur tiene un antecedente funesto en la Triple Alianza, de la que todos debemos mantener buena memoria, sobre todo Argentina y Brasil, que tienen una marcada tendencia a ningunear a sus socios menores, y la seguidilla de declaraciones de Fernández continuando con la camorra demuestra que no hay nada peor para él que desafiar la autoridad implícita en el tamaño del país, aunque el prestigio que le ha dado buena parte de su maravillosa gente, caiga en picada como resultado de la endeblez institucional del país.
Pero lo más triste de este episodio, que no tendrá ninguna consecuencia, es la falta de solidaridad de una parte del sistema político uruguayo que se sumó a las pataletas del gobierno argentino con una serie de críticas genéricas a la política exterior uruguaya, a la falta de tacto para manejarse en el mundo diplomático, como si la Cancillería la hubiese inaugurado Nin Novoa.
El Frente Amplio debería tomar la correcta acepción de lastre para salir del bajón anímico que le causó haber perdido las elecciones. La nave necesita equilibrarse, la carga debe estar en su lugar, y la quilla lo suficientemente cargada (por que tiene con qué hacerlo) como para prepararse para la larga travesía hasta el próximo puerto, por lo menos hasta la próxima elección dentro de 4 años. No se puede pasar todo el tiempo haciendo el sabelotodo.
Todo esto es algo que Alberto Fernández parece no haber entendido. Si Uruguay se ve obligado a abandonar el Mercosur, el más dañado será el propio Mercosur. La fortaleza de Uruguay no está ni en su tamaño ni en su riqueza sino en la fuerza de sus instituciones, la que las grandes mayorías han cuidado siempre, y debemos perfeccionar de forma sostenida. La asimetría no está en los tamaños ni en la capacidad productiva de los cuatro países fundadores sino en la fortaleza de sus instituciones, donde está el lastre en su acepción correcta.
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