Había, tiempo atrás, una suerte de ironía a la que se apelaba cada vez que algún casual interlocutor argumentaba sin sustento y con vehemencia, alguna insensatez: “si mi análisis no coincide con la realidad, ¡qué se joda la realidad!”
A pocos meses de haber asumido como presidente de la República Argentina, Milei está dispuesto a forzar la paciencia de la sociedad argentina mientras vive en una realidad paralela, inventando datos, proyecciones y fanfarronadas. Por momentos, uno se queda con la sensación de que el único propósito de esta figura es exponer el grado de servilismo e indignidad de un conjunto de personajes que ya en el pasado fracasaron (¡hasta Milei los denunciaba!) y que hundieron a la Argentina, que una vez más ha mostrado y demostrado que siempre se puede ir un escalón más abajo.
Milei no es un tonto parlanchín, sino otra cosa. Elaboró, a partir de un personaje algo simpático y torpe (ver los videos de sus “actuaciones” como arquero, son la reproducción sin creatividad de Benny Hill), con cuidados descuidos estéticos que lo hacían fácilmente recordable. No sólo su aspecto personal, también algunas explicaciones: “Por la situación económica del país, abandonó el club (Chacaritas Juniors, de 1983 a 1989, y llego a cuarta división) y armó una banda de rock, Everest, en la cual tocaban canciones de The Rolling Stones en bares del barrio de Palermo, siendo cantante y compositor de temas propios”.
Defensor del amor libre y confeso partícipe en tríos, se le conocen tres publicitados “romances” breves. Además, también por confesión, “instructor de tantra”, “capaz de permanecer tres meses sin eyacular”. Todo tan singular e intrascendente como sus enigmáticos e insignificantes cuatro o cinco o ninguno “hijos de cuatro patas”. El primer perro, Conan, que falleció y fue clonado cinco veces…que nadie ha visto y que el “portavoz” de la presidencia, como si se tratara de una sátira de Swift, con gesto adusto y como si se tratara del teléfono rojo de Batman y el comisionado, se niega a confirmar ¿cuántos perros son? Pero Miguel Adorni, “vocero” presidencial, boxea con las noticias y corrige la realidad…qué se joda la realidad!
La furia
El naufragio que provocaron las pésimas gestiones de Macri y Fernández, allanaron el camino a Milei que, sin pasado político conocido, supo interpretar el estado de ánimo de una sociedad desilusionada y empobrecida, abandonada a la violencia urbana y a merced de la corrupción del sistema político.
Así como para el ascenso de Adolfo Hitler fue necesario un terrible deterioro de las condiciones de vida de la sociedad alemana, también en Argentina se vivió un proceso similar. Las denuncias de corrupción relacionadas a las últimas administraciones se fueron acumulando y la credibilidad de los staff partidarios se derrumbó. Era el momento para una aventura basada en el rencor y los reproches. También en promesas de rápidas soluciones que, a medida que prendían en la población, se iban rectificando, hasta llegar hoy al olvido.
En 2023, la economía argentina sufrió un derrape extraordinario. Todos los indicadores macro con pésimos números. El descontrol se apoderó de la gestión de Aníbal Fernández. Una despolítica cambiaria y una inflación que trepó al 25.5% en diciembre: Luego, con decisiones contractivas, fue enlenteciendo.
Así, el fenómeno Milei encontró facilitado su camino. En cada ocasión que tuvo, el economista que decía aspirar a un cambio cultural para regenerar la cosa pública, expresaba la misma furia que el soberano que se sentía estafado. Así, directo, con una pasión cercana al odio, llamaba corruptos a todos los actores del sistema político. Gritaba su odio al estado y proclamaba el cierre del Banco Central. Anunciaba el cierre de zonas del estado y miles de despidos de “burócratas parasitarios”.
La construcción de ese discurso identifica, sin rodeos, a los enemigos del pasado luminoso que alude con referencias inexactas o simplemente mentirosas. Las contradicciones técnicas y políticas, en asuntos centrales, han sido ignoradas por una corte de medios que le daban pantalla. A la usanza de los últimos diez años, los programas de entretenimiento, devenidos en políticos, invadieron la programación de las radios y la televisión, dando participación al líder de la Libertad Avanza. Así, a su ministro de Economía, Luis Caputo, antes ministro de Macri, lo acusó de haberse “fumado” más de 15 mil millones de dólares en 2021. Según Milei, Caputo fue responsable “del desastre financiero del 28 de diciembre de 2017”. Hoy es su ministro.
Más o menos lo mismo con Patricia Bullrich. En octubre de 2023, en el programa de Mirtha Legrand, se refirió a la exministra de Seguridad de Macri como “una montonera tira bombas que tiene las manos manchadas de sangre”. Y hoy es su ministra de Seguridad. Se reconciliaron en enero de 2022, cuando al coincidir en una marcha contra el gobierno de entonces, sorpresivamente Milei se le aproximó y le dijo. “Vamos contra estos hijos de puta”.
A semanas de…
Milei ha encarado la gestión legislativa con muchos contra tiempos, pero también con astucia y violencia verbal. Al público les recuerda que el enfrentamiento “con los corruptos” tiene en el parlamento su más difícil batalla, sin precisar que apenas cuenta con algo más del 10% de legisladores propios. Necesita siempre de sus aliados: Pero opta por tensionar, ir al choque, al hostigamiento verbal, a la exageración y a la mentira. Algo así es su relación política con los gobernadores, confrontativa y con pocos resultados positivos. Nada hace pensar que ello vaya a cambiar. Cada asunto deberá ser negociado y el clima hostil y agresivo serán herramientas recurrentes.
Ha minado el ámbito de las relaciones internacionales. Con Colombia, con Brasil, con México, con Inglaterra, con China y con España. Incluso con el Papa, aunque después la emparchó. Sólo vinculado con las fuerzas ultraderechistas, que reivindican a Franco y a las unidades militares españolas que lucharon junto a Hitler, la División Azul.
Ciertamente, las cosas no se ven mejores que hace unos meses. No se sabe cuál es el diagnóstico de coyuntura de Milei, más allá de destilar hiel. Pero parece coincidir con aquello de que “si mi diagnóstico no coincide con la realidad, ¡qué se joda la realidad!”.
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