¿Al Maestro con cariño?
Ha llegado a su fin la fiesta mundialista; la euforia decae lentamente y permite abrirse paso a las evaluaciones un poco más desapasionadas. Y como en nuestro país es imposible lograr unanimidades, así se trate de juzgar los beneficios de la luz solar, surgen voces que llegan para cuestionar el estado de “beatificación” de que goza el Maestro Tabárez en la prensa y gran parte de la opinión pública.
¿Es tan determinante el denominado “proceso” para la figuración que ha tenido nuestra selección en los últimos tiempos o es simplemente otra chantada de las que periódicamente nos ha nutrido el fútbol uruguayo? ¿Por qué países sin “proceso” obtienen mejores resultados? ¿Sin la afortunada irrupción de figuras de talla mundial como Forlan, Godín, Suárez o Cavani, tendría las mismas posibilidades de prender ese mensaje? ¿Por qué somos tan afectos los uruguayos al discurso del sacrificio y la parábola del David enfrentado los Goliaths que se complotan para vencernos? ¿Logramos los éxitos que potencialmente podríamos alcanzar o los pintamos de inalcanzables para conformarnos con menos? Si como se dice habitualmente, el fútbol representa la idiosincrasia de un país, ¿somos tan timoratos los orientales? ¿Pierden significado las explicaciones que nos hacemos acerca de nuestras posibilidades por ser un pequeño país de solo tres millones y medio de habitantes, cuando vemos a Croacia con cuatro en la final mundialista? ¿Debe Tabárez continuar al frente de la conducción técnica celeste o dedicarse a gerenciar la selección, tarea en la que parece haber más consenso en cuanto a sus logros?
Orden con progreso, pero… ¿el fútbol? por Benjamín Nahoum
Pasó para nosotros el Mundial de Rusia, y Uruguay quedó entre los ocho finalistas. Entre los cuatro en Sudáfrica, entre los dieciséis en Brasil, ahora entre los ocho. Nada mal para un país de tres millones de habitantes (aunque Croacia con cuatro fue vicecampeona, e Islandia con sólo trescientos mil, llegó a cuartos de final de la Eurocopa), que en un muy futbolístico continente sigue estando entre los tres o cuatro mejores. Poco para un país que todavía con menos habitantes supo ser cuatro veces campeón en justas ecuménicas, esas cuatro estrellitas de la camiseta: el Uruguay. Claro que en Sudáfrica nos faltó Suárez en el final, en Brasil volvió a faltarnos en el principio y el final, y ahora en la culminación nos faltó Cavani. Pero a los demás también les faltan a veces sus jugadores más destacados y eso no es ni debería ser excusa.
Los resultados aparecen indudablemente asociados a la segunda “Era Tabárez” (segunda, porque hubo una primera, en los noventa, que fue caótica y en la que el papel del Empresario fue más importante que el del técnico. los dirigentes y hasta los jugadores).
Asociados, claro, para bien y para mal. Seguimos ahí arriba, pero muy pocas veces llegamos arriba-arriba. Y contando con algunos muy buenos jugadores, el fútbol que jugamos no es digno de merecerlos. Ahora parecía que con la renovación del medio campo las cosas podían cambiar, pero no cambiaron demasiado, quizá porque la renovación tampoco fue demasiada.
Y porque seguimos extrañando un “10” que meta pases profundos, como hace Modric, aunque ahora se juega sin 10 y el equipo que tiene uno de los mejores del mundo (Iniesta) lo deja en el banco hasta que todo está perdido.
En favor de esta segunda Era Tabárez, hay que decir que indudablemente se ha avanzado en ordenamiento, en planificación y en tranquilidad y eso se refleja también indudablemente en los resultados. Lo que no se refleja, porque no los hay, es en la audacia, la inspiración, el vértigo, que ha dejado su lugar a apostar todo a la “pelota quieta” y al error del rival, al estilo francés.
Entonces, ¿seguimos con el Maestro? Hay un dicho que se atribuye a Einstein, que expresa más o menos que si siempre hacemos lo mismo, siempre obtendremos los mismos resultados. Aunque no lo haya dicho Einstein igual parece muy sensato. Entonces, ¿no será hora, cuando se cierra una etapa y hasta la biología parece recomendarlo, de agradecer los grandes servicios prestados y cambiar el rumbo? Quizá el riesgo sea quedar fuera de Qatar 2022 o volver al “matemáticamente tenemos chance”, pero el premio puede ser jugar a otra cosa más entusiasmante y quizá ¿por qué no? con resultados aún mejores.
Al que no sabe dónde va, cualquier camino lo lleva por David Rabinovich
Las competencias deportivas de élite son un show con reglas propias, un negocio multimillonario y por supuesto, pasión de multitudes. Pueden ser las carreras de autos, el tenis, el golf… Cada deporte tiene su público y maneja sus propios intereses económicos. O se podría pensar que los intereses económicos manejan los diferentes espacios deportivos. Quizá por eso se habla de “el mundo del deporte” en sus muchas disciplinas. Las olimpíadas o los mundiales de fútbol son la frutilla del postre en materia de justas deportivas que concitan el interés masivo de la población del mundo. La FIFA, que surge y se desarrolla como una Asociación de Federaciones Nacionales, es hoy una multinacional poderosa que maneja el negocio del fútbol.
La historia del ‘más popular de los deportes’ es parte de la de un mundo globalizado, super conectado, mercantilizado al máximo donde la subjetividad se construye paralelamente a relatos, casi siempre funcionales a no muy santos intereses.
A pesar de todo lo anterior, como a todos y todas, el mundial me atrapó y lo seguí con atención hasta que Francia nos eliminó. Después miré los partidos definitorios pero ya sin tanto entusiasmo. Fue un muy lindo mundial, tuvo varias sorpresas y permitió ver la realidad de Rusia actual con otra mirada. ¡Hasta para el Toto Da Silveira dio la cosa! No era el oso como se lo pintaron y lo reconoció. Bastante pasado sí, pero confesó que la realidad no era como creía.
¿Qué puedo decir? Uruguay hizo un muy buen papel. La selección, bajo la orientación del maestro Wáshington Tabárez, ha trabajado de forma coherente y con un estilo diferente al de épocas anteriores. El ‘proceso’ arrancó definiendo una serie de principios y objetivos que se cumplieron en gran medida. Sabíamos qué se proponía en materia de resultados, cómo se pensaba obtenerlos, qué cultura deportiva se intentaba desarrollar. Hoy la selección es un ejemplo positivo en un mundo demasiado lleno de violencia incomprensible. Se reconoce el valor del esfuerzo colectivo al tiempo que se alienta la superación individual. Se relativiza los resultados, se respeta a los rivales, a los compañeros, a los compatriotas.
Martín Aguirre, editorialista de El País, puso en Twitter que hubiera preferido que Josema le rompiera la rótula a Mbappe en vez de llorar. Más allá de aclaraciones y disculpas, la condena social fue unánime. Hoy el fútbol uruguayo no es eso y nadie quiere que vuelva a serlo. Sí,“el camino es la recompensa”. Por eso de las divisiones juveniles, que tan buen papel juegan en el concierto internacional, salen naturalmente los recambios necesarios. Por eso nuestros jugadores no rompen rótulas y se emocionan hasta las lágrimas. Algo tiene que ver el trabajo de Tabárez en estos años.
Hay un rescate, una construcción minuciosa de valores positivos e importantes. A muchos de quienes dicen preocuparse por la pérdida de valores de nuestra sociedad los escucho, con asombró, intentar desacreditar el mentado ‘proceso’. “¡Qué lástima, qué lástima que la gente sea tan pobre!”
A veces, frente a una conferencia de prensa me sorprendo. No con el DT, del que sé lo que puedo esperar y lo mucho que puede ensañar con sus palabras. Ni con sus posibles recambios generacionales. Me sorprendo porque los jugadores se expresan con claridad, con convicción y con corrección. No es poca cosa. Ahora para jugar al futbol los pibes deben seguir estudiando, deben cultivarse como personas, mejorarse como seres humanos. Y el deporte todo se ha beneficiado enormemente de este ‘proceso’. En un país tan necesitado de un cambio cultural positivo, la selección de Washington Tabárez y su equipo es un ejemplo exitoso de lo que se puede hacer y de cómo hacerlo. No es poca cosa. De las humanas miserias no quiero ocuparme hoy.
No politizar al Maestro por Martín Guerra
El Maestro debe continuar como último responsable de las selecciones nacionales, no sé si como entrenador o director general.
A mí me gustaría que Fabián Coito asumiera como entrenador del seleccionado mayor, ya que ha demostrado tener la misma filosofía que Tabárez, y además me he convencido que ser técnico de un seleccionado requiere habilidades, competencias y conocimientos, distintos a los entrenadores de clubes, además de la tan mentada continuidad.
Pero lo que me parece más interesante de recalcar, son las virtudes de Tabárez mas allá de los excelentes resultados futbolísticos que ha logrado.
En este mundial se lo ha visto superado a sí mismo, a pesar de que su salud parece más deteriorada, la transferencia de valores a la sociedad en momentos donde estamos observando que estamos cambiando para muy mal, son muy contributivas.
A pesar de verlo físicamente peor que en el mundial anterior, sus conferencias de prensa lo muestran más afable y conversador que en el pasado , donde se enojaba casi siempre , seguro este cambio le exigió una valoración propia que lo ayudo a superarse.
Los detalles que se conocieron sobre las reglas de funcionamiento de la selección en la vida cotidiana, y el respeto de sus dirigidos, son también un gran aporte para el momento que vivimos.
Politizar al Maestro, y su continuidad creo que no está bueno, es un riesgo en el comienzo de la campaña electoral, ojalá podamos valorarlo más allá de sus afinidades electorales.
Tabárez y su filosofía, hoy representan lo que la gran mayoría de uruguayos aspiramos a alcanzar como sociedad.
Resultados, tendencias, causas, azares y lo que no viví por Gonzalo Perera
1. Azar. En los deportes de bajo tanteador como el fútbol, el resultado de un partido aislado, o de pocos partidos, es bastante aleatorio. Un gol azaroso fruto de un golpe de inusual buena o mala fortuna, puede decidir la contienda. Ejemplos sobran. En deportes de alto tanteador o en torneos largos, la ley de los grandes números hace que el azar sea menos relevante, pues se reparte la buena y mala suerte. A la larga, no hay suerte, hay lógica.
- Resultados y tendencias. Croacia salió segundo en el mundial. Lo logró con grandes méritos. Ahora bien, no sé si Croacia pueda volver a estar entre los 16 mejores en el próximo mundial. Uruguay fue cuarto en 2010, décimosegundo en 2014 (dejando por el camino a Inglaterra e Italia) y quinto en 2018, eliminando al Portugal de CR7, rompiendo varios records colectivos e individuales. Tres mundiales seguidos del lugar 12 para arriba. En los últimos tiempos, un Uruguay que reconozco que no juega » lindo» se ha vuelto un equipo sólido, al que nadie quiere de rival. Y fuera de los mundiales, en 2011 conquistó la copa América tras 16 años sin poder hacerlo, ha tenido destacadas actuaciones en diversas categorías juveniles, etc. Eso no es un resultado o dos, es una tendencia sostenida.
- Causas. Grandes jugadores por sí solos no hacen grandes equipos. Recuerdo la eliminatoria de Argentina 78 con un Uruguay que ẗenía en su plantel a Morena, Carrasco, Darío Pereyra, etc., eliminado por Bolivia en un triangular que completaba la Venezuela donde aún el fútbol no había recalado. Ese triangular debía ser casi un trámite, pero un empate en Caracas y la altura de La Paz hicieron que en febrero de 1977 nos quedáramos increíblemente lejos de Argentina. ¿Exceso de confianza? ¿Error de planificación? No lo sé, pero sé que jugadores no faltaban y que no alcanzaron. Como tantas otras veces. Las causas de victorias o derrotas trascienden la nómina de jugadores.
- Lo que no viví. Tabárez a lo largo de 12 años ha logrado generar una tendencia, marcada por una sucesión de resultados de diverso destaque y en diversos ámbitos. Ha trabajado mucho la imagen de Uruguay fuera de la cancha, en las actitudes propias y de los jugadores, en el manifiesto amor a la camiseta dentro de la cancha y en las declaraciones serias fuera de ella, que no alientan al chovinismo , que recuerdan que la valentía y el talento no son privilegio de ningún pueblo. Tabárez no es un gerente, es un DT y conductor de grupos y debe seguir cumpliendo esa función, haciendo disfrutar a generaciones de escolares lo que yo no viví en su momento: alegrías deportivas unidas al estímulo a las conductas (deportivas y humanas) sanas y dignas.
Proceso sí, pero renovado por Perla Lucarelli
Doce años de Proceso Tabárez en la Selección uruguaya. Doce años y un Mundial 2018 en el que grandes, muy grandes y chicos nos ilusionamos. Era EL MUNDIAL. Por muchas razones: Fue la Eliminatoria en la que se clasificó mejor después de años, directo, sin repechaje. Varios jugadores muy queridos, seguramente, estén jugando su último Mundial con la Selección. Todos vimos una Selección madura y, después de semejante PROCESO, nos imaginamos un Mundial exitoso y con final feliz.
En su Proceso, Tabárez ha refrescado a sus pupilos las enseñanzas originales de la escuela uruguaya, logrando una corrección de actitud, humildad, respeto, sentido de equipo, buena conducta y amor por la Selección. Como buen Maestro de escuela primaria, aplica Didáctica, busca ser claro y sencillo en lo difícil y tiene con sus jugadores una relación que va más allá de la de un estratega de Fútbol.
Los logros en la educación de los jugadores son notorios y el mundo entero está al tanto de ellos. Los seleccionados orientales tienen gestos que no dejan de llamar la atención en el entorno del fútbol, con los egos y desplantes de figuras que ganan millones de dólares, y genera de inmediato una sensación de civilidad que trasciende el deporte.
Sin embargo, esta correcta y querida Selección uruguaya siempre queda por el camino y no se llega a resultados deportivos coherentes con un proceso tan largo y serio. ¿Por qué? ¿Qué falta? En mi opinión, después de tantos años, se necesita otro discurso, otra metodología de trabajo. El planteo de estrategias de fútbol netamente ofensivas, para aprovechar al máximo a nuestros delanteros, dos de los mejores del mundo. A la Selección uruguaya se la ve en la cancha como se la ve comportarse en una reunión o conferencia de prensa: mesurada, esperando no se sabe qué, sin estridencias… Con la personalidad del Maestro, con la impronta que el Maestro le ha marcado. Y el fútbol es de los que salen a la cancha a atacar, a hacer daño, hay que ser ofensivo siempre, todo el partido. Fue lo que vimos en los equipos que llegaron más alto en este Mundial. El fútbol cambia, evoluciona. Y las Selecciones deben acompañar ese cambio.
No hay que dramatizar tanto. Es más simple de lo que parece. Las etapas se terminan y hay que saber cuándo cambiar. Yo imagino en este momento el comienzo de otro ciclo: con el Maestro Tabárez como Asesor (para que continúe su importante tarea educativa con los jugadores, que mucho les hace falta y todos hemos visto el cambio), el Maestro como figura educativa, imponiendo respeto, buena conducta, espíritu de equipo, en fin… Todo lo que él sabe hacer muy bien, y un Entrenador más joven, otra cabeza, otro método deportivo, más exigente, más agiornado, compatible con el mundo futbolístico de hoy. No es terminar el proceso. Es MEJORARLO. El proceso debe evolucionar y para eso hay que renovar, no estancarse en él.
Una victoria cultural por Mauro Mego
Primero, es necesario destruir el mito de la “generación única”. Si uno revisa correctamente, y compara con los equipos de primera figuración, nuestro proceso de selecciones al día de hoy tiene solamente tres jugadores que pelean palmo a palmo con las estrellas globales: Godín, Suárez y Cavani. Lo que ha permitido figuraciones altas es la construcción de un grupo sólido, un sentido de pertenencia y una maximización de recursos y esfuerzos colectivos y no se debe, como dicen los detractores, a una camada de estrellas, ya que si uno coteja con las naciones más poderosas puede ver con claridad que esto no es así. Piénsese cuánto ha sufrido Uruguay la ausencia de un jugador-mucho más si se trata de los más relevantes-ya que no le es tan sencillo encontrar un relevo para tal función.
Segundo: si uno pasa 1950, y se posiciona en el régimen de eliminatorias, la realidad aplasta. La gran mayoría de las veces hemos llegado a los mundiales de manera agónica. Súmese que el régimen de eliminatorias actual, de todos contra todos, es mucho más complejo, resonando aún el tropiezo enorme de 1977 quedando afuera con Bolivia y Venezuela. Las mejores figuraciones uruguayas posteriores a 1950 (considérese que entre 1924 y 1950 la realidad del mundo y el papel del Uruguay eran bien distintos a los actuales) son 1954 (sin eliminatorias), el 4to puesto de 1970 y recién hay que encontrar algo similar en 2010, con el 4to puesto oriental en Sudáfrica. En todas las etapas en conducción de Tabárez no sólo se clasificó, sino que se pasó siempre la primera fase (1990, 2010, 2014 y 2018), llegando a la marca histórica de clasificar a tres mundiales seguidos, al último sin necesidad de repechaje.
Tercero: nadie en el mundo puede discutir la importancia de los trabajos planificados a largo plazo, ya que, un golpe de suerte se puede tener en cualquier momento, pero cuando se alcanzan logros de manera regular y sostenida, estos sólo son posibles con trabajos de ese tipo. Discutir esto hoy, en pleno 2018, pareciera más una discusión provocada por los detractores de Tabárez, que por cualquier observador serio del deporte contemporáneo. El factor demográfico es clave, ya lo han estudiado las ciencias sociales. El único caso que escapa a la regla es el Uruguay, pero adquiere mayor brillo una vez que maximizamos los esfuerzos para lograr ser competitivos en un mundo que no es el de 1930.
Por último, la era Tabárez es una “victoria cultural”, ojalá irreversible. Ha convencido y ha construido un nuevo sentido común, que trasciende la pelota de cuero. Y ese es el más grande logro de esta época única, mírese como se mire. Los números abruman, el mundo lo halaga. Disfrutemos.-
El complejo celeste por Leo Pintos
La ironía quiso que el símbolo institucional del llamado «proceso Tabárez» sea el Complejo Celeste. Es allí donde se muestra la mejor cara del fútbol uruguayo, el lugar en el que la planificación y el trabajo es la norma. Y es también un complejo lo que hace que cada vez que asistimos a una justa futbolística afloren una cantidad de sentimientos que dejan al descubierto la inmensa contradicción entre la realidad del fútbol uruguayo y de la selección nacional. Lo cierto es que resulta harto difícil entender ese complejo sin repasar la historia misma del fútbol uruguayo. Historia que comienzacon dos medallas olímpicas obtenidas en el entretiempo de la guerra mundial y sigue con dos campeonatos del mundo con 13 selecciones invitadas en los que disputamos cuatro partidos en cada uno de ellos. En resumen: cuatro vueltas olímpicas entre los restos aún humeantes de la tragedia bélica. Luego casi 70 años en el que alcanzamos tres cuartos puestos: 1954, dicen que jugando bien; 1970, ganando un solo partido; y 2010, con un cuadro eliminatorio relativamente sencillo. El resto solo sabe de eliminaciones tempranas y seis mundiales ausentes. Durante décadas la selección ha sido la tumba de cracks enormes y también de ilusiones. Así fue que el caos organizativo dio paso al desastre deportivo en 1974; la ausencia de un técnico con personalidad nos llevó al desastre en 1986; la influencia de los contratistas pesó en 1990; el caos institucional y la indisciplina en 2002. Sin pretender entrar en un análisis del tipo sociológico, analizar el proceso Tabárez iniciado en 2007 implica enfrentarnos a nuestra realidad como país. Incapaces de proyectar a futuro, enemigos de la organización y detractores del trabajo sistemático, el proceso de selección de Tabárez ha sido el infierno para una dirigencia inoperante (en el mejor de los casos), poco productivo para periodistas adeptos a los mandados e inentendible para los políticos improvisadores de siempre. Sin embargo para la mayoría de los uruguayos la selección se convirtió en un símbolo de sacrificio y compromiso. Compromiso que se plasma en el siempre querer estar y sacrificio que nos permitió volver a ser competitivos. Oscar WashingtonTabárez hoy es el antisistema, porque su trabajo está cimentado en la planificación. Los jugadores son antisistema, porque exigen transparencia en la gestión de los recursos que generan. Los hinchas de la selección son antisistema, porque no piden poner huevos, simplemente alientan. Y pese a todo lo bueno del proceso Tabárez, también hay margen para la crítica al estilo de juego,a las convocatorias y especialmente para ciertas actitudes y el estilo de comunicación del técnico. Pero en eso consiste un proceso, reconocer y discrepar, agradecer y exigir, pero siempre desde la lealtad y el respeto.
Gris Man por Jorge Pasculli
(De nuestras agencias) Un escándalo de inimaginables consecuencias podría desatarse por el Mundial de Rusia, considerado hasta ahora como el mejor organizado de los disputados. Al parecer, han surgido voces en Uruguay afirmando que Antoine Griezmann no habría nacido en Francia sino en Tacuarembó y que su verdadero apellido es Gris Man. Fundamentan para ello su público afecto por dichos país y sus costumbres. A saber: su adicción al mate, su hermandad con otros futbolistas uruguayos, el no haber gritado el gol que le hizo a ese país tras un tirito por compromiso que por accidente entró al arco. Pero hay más: sostienen que fue el único de los franco-afrodescendientes que lloró ante la consagración, mientras los demás reían, cantaban y festejaban, lo cual demostraría que sus verdaderas raíces anímico-psicológicas provienen de su paisito. Otros sostienen que lloró además porque no pudo obtener el lauro con su verdadero país y que por lo tanto se puso la bandera uruguaya nada menos que en la conferencia de prensa tras la final, gritando “¡¡¡Uruguay nomaaaa´!!!”. Ese mismo sector de denunciantes arremeten contra el Maestro Tabárez a quien acusan de no haber citado a Gris Man por no haber sido parte del “proceso” y por no haber terminado su ciclo escolar en Uruguay. Según ellos, otro podría haber sido el resultado si Gris Man hubiera jugado por la celeste. Los indignados aseguran que no se habrían tenido que contentar con ser quintos entre los 211 países que disputaron el Mundial en sus distintas fases. Tampoco les importa que potencias mundiales como Alemania, Brasil, España, Argentina, Portugal, se hayan tenido que venir antes, mientras que otros como Italia, Holanda, EEUU, ni siquiera llegaron a estar entre los 32 finalistas. Se espera de un momento a otro la interpelación al ministro Bonomi en el parlamento, sobre este tema. (Fin del informe de nuestras agencias).
Ultimo Momento (y en serio). La empresa Factum acaba de dar a conocer su informe final sobre el Monitor Celeste que siguió partido a partido las reacciones del pueblo uruguayo sobre su selección.
Tras comprobar un categórico apoyo a la Selección y a su entrenador concluye: (Textual)”Las asociaciones libres con la Selección muestran un panorama de apropiación e identificación de los hinchas, no sólo con el equipo, sino también con un conjunto de valores que los jugadores y el técnico han comunicado con su propio ejemplo.
Los viejos valores siguen presentes, pero la garra y el esfuerzo ya no aparecen tan asociados al sufrimiento, como lo están a la alegría, la pasión y al agradecimiento de los hinchas.”
Me quedo tranquilo, la alegría, el “se puede”, el espíritu celeste que por un rato nos unió a la enorme mayoría, no fue una broma. El celeste va arrinconando al gris.
Un discurso de izquierda por Roberto Elissalde
“Está muy bien festejar partidos ganados, festejar triunfos. Pero quizás lo que demuestran ustedes, y yo me quiero hacer eco con el mensaje que habría que dejar: no nos quedemos solo con los resultados para valorar lo que se hace, el éxito no son solo los resultados, sino las dificultades que se pasan para obtenerlos y la lucha permanente y el espíritu de plantearse desafíos, y también la valentía para superarlos. El camino es la recompensa.”
La conferencia de prensa de Washington Tabárez el día del retorno de Sudáfrica fue una pieza discursiva del más puro izquierdismo ético. No que el Maestro haya querido hacer política partidaria; ha demostrado que su aporte a la sociedad no pasa por embanderarse con una parte de la población sino por hablar a todos los uruguayos.
Es probable que haya muchos técnicos buenos para el seleccionado uruguayo de fútbol, pero difícilmente haya un mejor portador de los valores progresistas de nuestra sociedad que Tabárez.
Basta recordar las declaraciones de periodistas o anteriores técnicos celestes: “el fútbol no es para señoritas”, “a estos macacos hay que arrimarle los tapones y vas a ver cómo se van al mazo”, “tenemos que jugarles con la viveza criolla, porque los europeos son unos angelitos: así los pasamos para la cueva…”. Ése era el ambiente en el pasado. Y el estilo aconsejado no había dado frutos desde al menos 1970.
Tabárez fue capaz de dejar afuera de Sudáfrica a Cristian Rodríguez en 2010 por haber sido expulsado en la última fecha por un piñazo a un jugador argentino. El “Cebolla” estaba jugando en el Porto y era un destacadísimo titular de la selección. Pero Tabárez dio el ejemplo: no es ése el tipo de “compromiso” que necesitamos.
Como uruguayo, quiero que Uruguay gane ,que no falte a ningún mundial, y que alegre el corazón de nosotros sus hinchas. Pero más me importa que el cuadro sea un ejemplo para todos, que no dé vergüenza pegando a mansalva cuando las cosas no se dan, como fue el caso de algunos partidos de la selección y muchos partidos de los cuadros grandes…
Como izquierdista, quiero que la gente sea honesta, que trabaje, que vaya de frente, que sea solidaria, que sude la camiseta, que festeje cuando gane y que esté tranquila cuando pierda (sin romper vidrieras ni pernas de nadie). Y ese logro fue de esta conducción técnica y ética. Espero de todo corazón que esto no sea una temporada en la vida de la celeste sino que se convierta en una característica del cuadro y en un símbolo que sea entendido por todos. Para que esto sea realidad, sería conveniente que Tabárez se entenga cerca del seleccionado. Tal vez algo de su sabiduría y su calidad humana impregne el ambiente del fútbol.
Sin que tuviera injerencia local, durante estos últimos 12 años el paisaje ha variado mucho: ya no hay monopolios de jugadores, no hay contratistas en las concentraciones, no hay sindicatos amarillos en el fútbol. Si él sigue en la vuelta, es probable que el ambiente siga mejorando. En una de esas vemos que el deporte que se practica en nuestras canchas sábados y domingos comienza a parecerse un poco más al deporte llamado fútbol.
El despertar de un sueño por Rodrigo da Oliveira
Y un día la fiesta acabó. La fiesta de los sueños tercerizados llegó a su fin casi, casi sin darse cuenta por parte de los asistentes.
Como otras tantas ambiciones (a punto estoy de decir socializadas) el sabor amargo de los resultados puso en entredicho, de forma más o menos solapada, que la confianza pública en el llamado “proceso” -nombre de dudoso buen gusto, dicho sea de paso, dadas su connotaciones histórico— políticas- había caído poco menos que en la picota de la desilusión.
Alineaciones masivas del lado del Maestro Tabárez, otras no menos numerosas del lado contrario. Mayoría de casos con la tristeza de no haber conseguido resultados tangibles.
Por parte de los defensores del Maestro, el reconocimiento de haber conseguido algo importante luego de muchos años y el grito en el cielo frente a cualquier tipo de cuestionamiento. Se puede reconocer lo alcanzado; en el mundo real no se festejan 5tos o 6tos puestos.
Apareció Croacia en medio de la disputa, mundialista ella pero vista desde fuera.
Lo que faltaba. La prueba palmaria de que peleábamos por la nada misma y de que el proyecto, a fuer de ser correcto y válido en sí mismo, era insuficiente.
En un artículo anterior referíamos a este hecho, al exitismo rampante, a esa necesidad de colocar a otros por encima nuestro y socializar sus éxitos pero dejando en claro que el fracaso iba exclusivamente a su cuenta personal, en una peculiar manera de aplicar el más feroz de los capitalismos que tanto amamos golpear, así como aprovechar lo que de bueno pueda traernos.
¿Nos vendieron un proceso o compramos lo que queríamos incorporar? Hubo algunos minutos de un atronador silencio, suavizado por las sí conmovedoras lágrimas de Giménez, luego vinieron las explicaciones, las justificaciones y el castigo desmedido, por parte de unos y otros.
El fútbol tiene para estos lares esa cosa de bendición envenenada, que permite unir en momentos en los cuáles hubiera venido bien una alegría generalizada pero que tiene un amarguísimo sabor cuando no llena las expectativas. El problema es que era ajena, aunque se la vistiera de celeste, el problema es que “ganamos, ganamos”…hasta que “perdieron”. Ellos. Los otros. Los ídolos, los líderes, los semidioses a los cuales acudimos para cargarle el fardo propio, sin hacernos demasiado cargo de lo que a cada uno cabe. Responsabilidad individual, ¿vio?
Solapada pero claramente se veía triunfalismo, el ahora sí, esa especie de revancha largamente esperada, sobretodo luego de las actuaciones en los últimos mundiales.
Tal vez la peor parte es la de los niños. El llanto de muchos de ellos mostraba el desasosiego que los adultos no se permitieron mostrar. Oportunidad perdida para enseñarles cosas fundamentales, que el esfuerzo individual y la entrega son suficiente premio, atado ello a que sí debemos buscar los resultados para cada uno, sin por ello sentirnos menos ni más que los demás, que los procesos son medios y no fines.
El poder aprender a frustrarnos y desde ahí fue el gran derrotado en este mundial.
Mientras sigamos tercerizando las expectativas seguiremos jugando partidos de potrero, individual y colectivamente.
Todo esto dicho desde la distancia que da el no pertenecer al mundo de los hinchas, de los embanderados en los días de partido de selección ni al del fútbol mismo.
Dejemos un rato rodar la pelotita impulsada por piernas ajenas, mientras estamos cómodos y sentaditos en el living mirando partidos que, en definitiva, juegan otros.
La base está por Fernando Pioli
Un proceso es un encadenamiento de pasos en búsqueda de la obtención de un determinado fin. El famoso proceso Tabárez hace referencia a un trabajo sistemático de búsqueda de jugadores que puedan desempeñarse de modo eficiente en la alta competencia de selecciones. En paralelo con esto se trabaja en la construcción de una identidad y un estilo de juego que le dé carácter colectivo a los aportes individuales. El objetivo final de estos dos aspectos es el éxito deportivo, la victoria.
Es en esto en lo que Tabárez ha sido exitoso. Ha logrado una continuidad de resultados que ha permitido que la selección uruguaya de fútbol mantenga un nivel competitivo a lo largo del tiempo, haciendo más probable la obtención de títulos internacionales.
Este éxito, sin embargo, no significa que el trabajo realizado sea perfecto. Todo lo que es humano siempre es perfectible, y el proceso Tabárez también. Sin embargo son los propios conductores del mismo quienes lo asumen y han realizado correcciones a lo largo de los 12 años que se llevan acumulados.
Se ha puesto de moda en estos días comparar la actuación de Croacia con la de Uruguay, pero es necesario recordar que en estos casos el azar también juega su partido. Croacia no solo contó con una selección con jugadores de primer nivel (como la nuestra), sino con una dosis de suerte que le permitió seguir avanzando en el campeonato enfrentándose con selecciones más débiles que las que competían por el otro lado del cuadro eliminatorio. En este otro lado del cuadro eliminatorio estaba Uruguay enfrentándose con selecciones claramente más difíciles, Portugal primero, Francia después y Bélgica de haber pasado.Todos estos rivales son superiores a los que debió dejar por el camino la selección de camiseta ajedrezada. Esto no debería extrañarnos tanto, en Sudáfrica avanzamos dejando por el camino a Corea del Sur y a Ghana, lejos de ser selecciones plagadas de estrellas, sin embargo eran rivales exigentes. Recién en semifinales nos enfrentamos a una selección europea de primer nivel.
Pero en todo caso, y esto es lo importante, Uruguay logró mantener una constante de rendimiento en la década que tiene cada vez menos altibajos. El éxito puntual en una competencia puede depender de muchos factores, incluso la suerte. La permanencia en un esquema competitivo es lo que es difícil de lograr y es, en definitiva, lo que cimenta la base que acerca a la posibilidad del éxito. y por supuesto que esto no garantiza nada, ya deberíamos saberlo, es la vida misma. Esta base, este cimiento es la auténtico aporte del proceso.
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