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¿Alonso debe seguir?

¿Alonso debe seguir?
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Tras el rotundo fracaso de la selección en Catar vence el contrato que mantenía como orientador técnico de la selección al “Tornado” Diego Alonso.
Pese a que la mayoría de la afición deportiva de nuestro país considera que sus planteos ultradefensivos en los primeros dos partidos de la fase de grupos llevaron a la temprana eliminación de Uruguay, el presidente de la AUF manifestó su intención de renovar el vínculo.
Pero el fútbol no da respiro y en marzo ya deberemos afrontar el inicio de una nueva eliminatoria.
¿Debe renovársele el contrato para continuar al mando del representativo nacional? ¿Por qué fracasó? ¿Se debe apostar a un cambio de conductor? ¿Es mejor intentar con un técnico extranjero o hay entrenadores uruguayos calificados para la tarea? ¿Qué nombres pueden ser adecuados y cuál sería el mejor proyecto, para un nuevo proceso, que ya no contará con muchos de los futbolistas que fueron símbolos de la Celeste en los últimos años?

Silencio por Jorge Pasculli
Silencio es lo primero. Muchas veces intentamos tapar los dolores o los errores gritando o tomando rápidas determinaciones que entierren el problema. Banquemos callados. No fue lo que todos queríamos, está claro. Tampoco nadie avisó que esto era posible, que todo era muy parejo y que nosotros ya no éramos los mismos. Le dimos canilla libre a la ilusión, juntamos el álbum, y nos empachamos de tandas celestes…cocktail bravo si te eliminan de entrada. Silencio, que las aguas se calmen para poder ver más claro. Por lo pronto hay algo sí que podemos hacer ya: dar por cerrado este ciclo de 17 años, con la conducción de Tabárez. Y mirar qué fue lo que se hizo en ese período en muchos planos importantes. De ahí hay mucho para rescatar antes de salir a buscar como locos cualquier técnico “que nos renueve la ilusión…” como dice la canción. Es decir, pensar lo que se va a hacer con todo lo que se ha construido en estos años, que no es poca cosa. Lo principal para mi: credibilidad en la selección, identificación de la gente con ella, aún la no futbolera. Y en un mundo del fútbol invadido por el dinero y los “business”, la selección fue seria, responsable, capacitada, trabajadora y con buenos resultados. Fue ejemplo en muchas cosas importantes hoy y no solo dentro de la cancha. La gente la apoyó y la quiso. Un ejemplo de buen trabajo individual y colectivo que no deberíamos desperdiciar para determinar qué queremos. ¿Sabemos qué queremos?
Empecemos por ahí. ¿Qué queremos? ¿Qué podemos? ¿Cuáles son las cosas que hemos hecho bien, cuales las que tenemos que cambiar? Por eso, para que algunas de estas preguntas puedan empezar a ser analizadas hay que hacer silencio. Cerrar un poco el pico. Respetar la inocencia de mucha gente y de muchos jóvenes y niños que quieren a su selección y les duele una eliminación para la que nadie los preparó. Se merecen que el futuro de la celeste sea encarado con la mayor responsabilidad y conciencia. ¿Será? A todos los que han formado parte de este extenso y saludable ciclo celeste que ha finalizado -incluyo a los que integraron la selección que quedó eliminada del Mundial 2006 por penales en Australia- el respeto, afecto y agradecimiento que se han sabido ganar.

No, y algo distinto por Rodolfo Ungerfeld
Me llega la pregunta de la semana, y antes de seguir, tengo que decir que me gusta el fútbol, soy futbolero, pero no me considero alguien con elementos para proyectar dentro del fútbol. Me gusta la tribuna, pero de ahí a entender las reglas internas de los que deciden, la incidencia de grupos e intereses, etc… no, ni idea, así que lo mío es de “aficionado primario” nomás.
La primera pregunta es si debe seguir Alonso, pero quizás la pregunta anterior debería ser si debería haber estado Alonso. En su momento, entendí que era razonable sustituir a Tabárez, aunque no como se lo hizo. Sus logros son indiscutibles, tanto como que se veía un desgaste muy grande en el juego, y sobre todo, en el relacionamiento, incluyendo el suyo y sus estilos cada vez más inadecuados de responder a todo el que cuestionara cualquier decisión suya. Por supuesto, tenía que responderle así a los operadores, sí, pero también tenía años construyendo algo distinto. Ahora, que lo destituyeran sin un plan B, y estuvieran un mes dando vueltas sin saber qué hacer, demostró que lo más amateur del fútbol uruguayo estaba en la AUF. Qué Alonso estuviera entre los nombres, también nos sorprendió a unos cuántos, porque su única experiencia cómo DT en el fútbol uruguayo no fue precisamente exitosa, y en otros países sus resultados tampoco eran muy destacados, así que asumo que hubo demasiados operadores que pusieron su nombre arriba de la mesa. Tuvo algunas cosas buenas, hasta que la selección volvió a lo de siempre… Volvió la celeste de antes, con un DT que creyó que gritando y alentando fuerte de afuera alcanzaba para jugar bien y ganar partidos.
¿Quién debe venir? Creo que lo primero, que es casi imposible que pase, es que eso se defina en función de saber donde y cómo se quiere que funcione la selección de aquí a 10 años, hacia donde construir, y, por tanto, definir los pasos en función de eso. Asumiendo que eso no va a pasar, pensaría en algunas premisas importantes a considerar: 1) el nuevo DT tiene que ser alguien que no tenga vínculos claros con ninguna de todas las camarillas y roscas que hay alrededor de la selección, incluyendo las que forman algunos dirigentes de la AUF, de los clubes, periodistas, representantes de jugadores, o de derechos de transmisión, o los propios jugadores. Obviamente, esto es lo más difícil, porque implica que sea designado alguien a quien los que lo designan no puedan presionar; 2) que no sea de la eterna rosca de nombres. Ya probaron con Fossatti y Carrasco, y no funcionaron, ya se improvisó antes mucho, y eso nunca resultó, así que sería bueno pegar un salto en la mirada. Esto implica traer a alguien que no esté en la interna de acá, que no sea de la eterna rosca de nombres, pero que al mismo tiempo esté dispuesto a venir a un lugar complicado, donde tendría que “blindar” su trabajo; 3) que sirva para dirigir jugadores uruguayos, es decir, a muchos que están en el primer lugar en el mundo, pero que están ahí porque les marcan los límites. Qué ahí juegan muy bien, pero porque no juegan a lo que se juega acá, pero cuando se los junta y los dirige alguien que dirige como acá, vuelven a lo de antes; 4) al mismo tiempo, debería ser alguien que entienda la cabeza de los jugadores uruguayos, que entienda que no somos el mejor equipo del mundo, ni de América, y entonces sepa dirigir en ese contexto.
Seguramente haya muchos a los que no conozco, pero trato de entender porque algunos nombres nunca suenan a pesar de cumplir sobradamente, e iría por ahí, porque significa que no son del “entorno”. Entonces, siguiendo, pensaría en cuál es el DT uruguayo que hace más tiempo dirige en Europa, que ha sacado clubes del fondo de la tabla, evitando el descenso, y hasta los llevó hasta la UEFA, o que logró ascensos con varios clubes que podrían ser similares a lo que puede ser Uruguay a nivel mundial. Qué nadie en la rosca del fútbol uruguayo lo considere, que no tenga sus estructuras de marketing puestas acá, y que ningún periodista lo maneje como alternativa son las mejores cartas de presentación. Pablo Correa, que dirige desde hace 20 años en Francia y Bélgica. Si es cierto, puedo no tener idea de fútbol, pero está claro que los que tienen idea tampoco le embocan mucho…
Que no vuelva la Celeste de antes por Gerardo Tagliaferro
Pocos días después de la dura derrota de Uruguay frente a Argentina en Buenos Aires por la eliminatoria, en octubre de 2021, escribí en Voces una columna titulada “El niño y el agua de la bañera”. En ella opiné en contra de la continuidad de Tabárez al frente de la selección nacional, con el argumento de que su modelo de juego –que jamás me gustó- estaba absolutamente desgastado y caduco.
Pero en esa oportunidad advertí que el riesgo mayor que aparejaba la tozudez del Maestro de aferrarse a su cargo luego de Rusia 2018, y la incapacidad de los dirigentes de habilitar una era “post Tabárez” que salvara lo muy bueno que el entrenador había construido en 15 años, era que los malos resultados dieran pasto a las fieras que, junto con el agua sucia de la bañera, querían tirar al niño.
Con esto aludía a este detalle: en aquel partido contra Argentina, varios periodistas de peso en el medio y tras ellos algún sector de la opinión pública, pusieron énfasis no en lo mal que jugaba el equipo, sino en que solo había cometido 5 faltas en un partido en el que “nos pintaron la cara”. Es decir, el problema no era que no jugamos nada, sino que pegamos muy poco.
Escribí entonces: “Tabárez lideró un cambio cultural en el deporte uruguayo, pero que está prendido con alfileres. Nos convenció de que se podía jugar al fútbol sin pegar, sin intentar dañar al adversario, respetándolo, tendiéndole la mano cuando se cae, sin protestas violentas, sin enojos desmedidos, sin deslealtades, sin “piñatas” cuando perdemos, sin “viveza criolla”. De la mano de esa prédica se consiguieron cosas y la mayoría de la sociedad uruguaya se alineó tras ella”.
Esta exitosa prédica de Tabárez, la de los valores que aglutinaron a una nación detrás, corría riesgo por aquella característica bien uruguaya que se aplica al fútbol, pero no solo a él: si algo no funciona, hay que hacer lo contrario. Y entonces el problema era que no pegamos, que nos dejamos pasar por arriba sin por lo menos “hacernos respetar”. Como dice el gran Sebastián Chittadini: “Que vuelva la celeste de antes”.
Y esa celeste de antes fue la que asomó en Catar, sobre todo luego de la dolorosa eliminación en el último partido: la no aceptación de la derrota, el insulto y la agresión, el escándalo. Pero ya había mostrado alguna cosita antes: cuando Mathías Olivera le pegó un patadón a un portugués con el juego detenido, o cuando Valverde le gritó al árbitro en la cara el penal atajado por Rochet, arriesgando hasta su expulsión.
No creo que Valverde haga algo así en Real Madrid. Y me animo a decir –aunque obviamente no lo puedo probar- que no lo hubiera hecho tampoco con Tabárez a un costado de la cancha. Ojo, porque esas muestras que dejó la participación celeste en este mundial están diciendo algo. Dicen que la conducción actual de la selección aflojó la cincha –por lo menos- en eso tan importante que es el mayor mérito de Tabárez: ser respetados no por matones, sino por buenos.
Ese es el legado a preservar del proceso de 15 años que lideró el Maestro. Ojalá quienes están al frente del fútbol uruguayo estén a la altura. Ojalá veamos en el futuro a una celeste jugando mejor al fútbol. Y ojalá que nunca vuelva la de antes.

El fútbol y las gestas heroicas por Fernando Barboza El fútbol, en nuestro país, suple la falta de gestas heroicas que unen a los nacidos en su territorio. Aunque en Uruguay se ha regado mucha sangre a lo largo de su historia, pero no puede exhibir como heroicos los enfrentamientos fratricidas, a veces a cuenta de los vecinos, y siempre por asuntos de tierras o poder. Menos aún podemos enorgullecernos de la guerra contra Paraguay, con los auspicios del imperio de turno. Los triunfos de la selección nacional han logrado que la población del país se aúne bajo la bandera, se identifique y se reconozca. En el siglo anterior llegaron contingentes que huían de guerras o hambrunas del mundo. Y también llegaban a la capital las víctimas de los desplazamientos internos, del vacío que provocaba el latifundio. Toda esa masa humana necesitaba agruparse, y el fútbol fue la forma. El triunfo de la selección uruguaya en el campeonato del mundo de 1950 — “los de afuera son de palo”, la pelota bajo el brazo del Negro Jefe, el golazo de Chiggia, y demás—, vino a poner la “cereza de la torta” en el país en que la bonanza exportadora como consecuencia de la segunda guerra tenía los días contados. Pero en el imaginario colectivo quedó impresa toda esa cuestión de la “garra charrúa” y la mitología que nos llega hasta hoy. En 2010 vivimos la última satisfacción nacional con el cuarto puesto en Sudáfrica, producto de una generación de futbolistas que estaban en su mejor momento, como Diego Forlán, o que iban en ese camino; Luis Suárez es el mejor ejemplo. A eso se le sumaba una correcta conducción técnica y una serie de factores tales como el “hambre” de arco contrario. El “hambre de arco contrario” faltó a la cita en el desempeño de la selección uruguaya en el 2022. Durante los 270 minutos reglamentarios que disputó, apenas en dos ocasiones logró traspasar la línea de meta rival, y en el último partido. En los dos anteriores apenas había conseguido un par de rebotes en los palos. Y dos goles en contra. Después, los penales, el VAR, y los berrinches. Las preguntas que se formulan podrían ser buenos insumos en un programa televisivo donde los periodistas hagan mirar hacia otro lado, para que no veamos a las aristocracias dirigentes del fútbol y sus maniobras financieras, repartos de prebendas, de poder y riquezas en complicidad con estructuras autoritarias globales que usan y abusan del mundial para sus nuevonormaloides intereses; el “no gol” que festejó el insufrible Cristiano Ronaldo con su brazalete de “save the planet”, es muestra de esa realidad virtual. El fútbol, que es otra cosa, está a la vuelta de cualquier domingo, y en los pies de cualquier botija.

Depende por Oscar Licandro
El periodismo deportivo ha sido casi unánime en indicar al director técnico de la selección como el principal responsable de la eliminación de Uruguay en el mundial de Qatar, por haber adoptado una actitud conservadora en los dos primeros partidos, particularmente en el partido contra Korea. En cambio, las declaraciones del propio entrenador, las del presidente de la AUF y las de algunos dirigentes atribuyen la eliminación a decisiones arbitrales que perjudicaron a nuestra selección, omitiéndose cualquier autocrítica. Los jugadores, en caliente, han sido muy duros con el arbitraje, pero también algunas declaraciones posteriores al partido contra Portugal denotaron cierto desacuerdo con la forma como el técnico planteó ese partido y el primero contra Korea. Resulta sugerente el hecho de que ninguno de los jugadores haya salido a defender al técnico ante las críticas que se le han hecho. A Tabárez siempre lo defendieron.
Alonso asumió su cargo con Uruguay casi eliminado, un plantel desorientado y un clima general de pesimismo entre los uruguayos. El novel técnico colocó nuevos jugadores como titulares y presentó desde el primer partido una propuesta táctica ganadora. Su actitud fue inteligente y valiente. Los cambios que introdujo dieron resultado: los jugadores recuperaron la confianza, Uruguay jugó mejor respecto de cómo lo venía haciendo, ganó los cuatro partidos que quedaban y finalmente clasificó tercero. Por todo esto es que su propuesta táctica contra Korea, absolutamente cauta y defensiva, nos sorprendió a todos. Tampoco se entendió la conformación que dio al equipo titular en ese partido: jugadores que no debieron estar, otros que sí debieron estar pero no estuvieron, y otros que jugaron en posiciones inverosímiles (Pellistri hizo prácticamente de lateral derecho y Darwin jugó de puntero izquierdo). Pareció que la táctica y la integración estaban más focalizadas en proteger el desempeño del capitán (que venía de un largo período de casi nula actividad) que en ganarle a una selección de medio pelo a la que siempre le hemos ganado (Brasil le clavó 4 goles en los primeros 35 minutos). Su falta de confianza en De Arrascaeta nos trajo a la memoria la necia actitud de Omar Borrás hacia Ruben Paz en México 86. La valentía de las eliminatorias se convirtió en una propuesta timorata y conservadora. Un meme, que en segundos convertía la cara de Alonso en la de Tabárez, representó con irónica claridad la involución del entrenador.
Un director técnico es ante todo el líder de un grupo y un estratega. Diego Alonso fue un tipo de líder en las eliminatorias y otro en Qatar. El gran Jorge Valdano describió, en su libro “Los 11 poderes del líder”, las cualidades de un director técnico exitoso; cualidades que él mismo desarrolló en su brillante carrera como entrenador durante la cual, entre otras cosas, sacó campeón de la liga española al humilde Tenerife. En las eliminatorias Alonso desplegó con claridad dos de esos poderes: el de la esperanza (los grandes líderes generan en su equipo la fe en un futuro posible) y el de la pasión (desarrollar en el equipo la motivación para luchar por el éxito). Ninguno de estos poderes se vio en Qatar. Peor aún, otros poderes claves se ejercieron en sentido inverso. El técnico renunció a su idea original ganadora, con lo cual falló en el poder del estilo (ser auténtico y fiel a sí mismo) y perdió el poder de la credibilidad (el crédito reputacional que se ganó en las eliminatorias). En particular, su fracaso táctico y estratégico en el mundial genera un manto de dudas sobre su capacidad como estratega. Su falta de autocrítica y el no reconocimiento público de sus errores sugieren cierto grado de soberbia, lo que pone en duda que posea el poder de la humildad (el espíritu crítico que asegura la capacidad de aprender de los errores).
Voces nos pregunta: “¿Alonso debe seguir?”. Solamente tengo una respuesta de tipo condicional: depende. Depende de cuál de los dos Alonsos se compromete a ser el entrenador en el futuro: el técnico valiente e inteligente que devolvió la esperanza al equipo y que lo dotó de pasión, o el técnico timorato y poco inteligente que no fue auténtico con su propuesta original y que careció de humildad a la hora de reconocer sus errores. Para merecer el puesto Alonso necesita recuperar la credibilidad que construyó durante los cuatro últimos partidos de la eliminatoria, y que muy rápidamente dinamitó en el partido contra Korea. Para ello deberá comenzar por demostrar que posee el poder de la humidad, reconociendo que él fue el principal factor que precipitó la salida de Uruguay del mundial. Los buenos estrategas también se equivocan a veces. Alonso se equivocó en los dos primeros partidos de Qatar, pero acertó en los cuatro partidos de las eliminatorias y en buena parte del partido contra Ghana (hasta que sacó en forma incomprensible a Suárez y a De Arrascaeta). Sus éxitos en las eliminatorias sugieren que merece una nueva oportunidad. Pero tiene que demostrar que es un líder humilde, capaz de aprender de sus errores. De soberbios ya tuvimos una cuota suficiente (y no solamente me refiero al maestro).
Al momento de escribir esta nota, las noticias que llegan desde Qatar señalan que la directiva de la Asociación Uruguaya de Fútbol se inclina por renovar el contrato al director técnico de la selección. Las decisiones que se toman en la AUF suelen estar determinadas por múltiples factores, muchos de los cuales son ajenos al factor verdaderamente importante, que en este caso es la capacidad estratégica y de liderazgo del entrenador. Los distintos lobbies ya están jugando sus cartas. Si la AUF finalmente renueva al entrenador sin que éste haya realizado públicamente su autocrítica, estaremos nuevamente en problemas.

Es hora de darle un nuevo rumbo por Max Sapolinski
En el prólogo del libro de Franklin Morales “Maracaná, los laberintos del carácter”, Gerardo Caetano expresa: “Aunque parezca mentira, los brasileños han narrado mucho más lo que pasó en Maracaná que nosotros. Tal vez por ello no sea osado decir que ellos supieron elaborar mejor su duelo que nosotros nuestro orgullo”.
Tan mal elaboramos nuestro triunfo que vivimos de su recuerdo borroso y otra vez lamentablemente, vimos frustradas las esperanzas deportivas de nuestro país.
Siempre se ha dicho que los resultados mandan en el fútbol. Me animaría a decir que en esta ocasión los resultados deportivos convergen con el sentimiento de prácticamente la unanimidad de la afición deportiva. Es difícil encontrar alguien que no atribuya la responsabilidad del fracaso a la Dirección Técnica del combinado.
Las decisiones técnicas y estratégicas dieron de bruces contra las aspiraciones de una Selección que había despertado las esperanzas de todo un pueblo cimentadas en un proceso inédito en la historia del fútbol uruguayo.
El epílogo de este proceso se escribió en el último año en forma poco clara. Llamó la atención la inexistencia de comentarios sobre las incomprensibles decisiones de las organizaciones responsables de cambiar el orden preestablecido cuando se pudo lograr reencauzar la disputa al menguar la pandemia que aquejó a toda la humanidad. Una insólita decisión rehízo el fixture preestablecido y nos obligó a disputar una seguidilla de partidos contra Argentina y Brasil -previsiblemente de resultados adversos – que generó la desvinculación de Tabárez. Pareciera que el Director Técnico que se constituyó en el principal responsable del exitoso proceso pasó a constituirse en el chivo expiatorio de erróneas decisiones y nulos reclamos.
En ese marco asumió la actual conducción de nuestra Selección, enfrentando selecciones más débiles o ya eliminadas. El éxito inicial, festejado, pero no por eso menos previsible, abrió una nueva cuota de optimismo.
La esperanza y el optimismo sobrevivió apenas una semana al inicio del Mundial. Errores técnicos y estratégicos, sumados a una notoria desconfianza en las propias fuerzas, que provocaron planteos timoratos y alineaciones equivocadas, fueron nefastos para la suerte celeste.
Parece que es hora de darle un nuevo rumbo a la conducción técnica de la Selección Nacional. No fue posible terminar el ciclo con el brillo que la generación que se está retirando merecía. Es hora de planificar y comenzar una nueva etapa con una conducción que confíe en el buen material que nuestra cantera de jugadores aporta, en la calidad y rebeldía de nuestros deportistas y en la confianza en las propias fuerzas.
Para ello no sería descabellado recurrir a técnicos extranjeros. No a cualquiera. La Selección Uruguaya no es para cualquier técnico extranjero. Como tampoco lo es para cualquier técnico nacional. Se debe recurrir a quienes demuestren tener credenciales para tan importante tarea. Capacidad, experiencia, valor para afrontar las adversidades y capacidad de liderazgo son condiciones excluyentes.
Este Mundial ya es historia para Uruguay. Fuimos testigos de selecciones aparentemente de segunda o tercera categoría supieron brillar y obtener resultados favorables. Tales son los casos de Senegal, Australia, Japón, Marruecos y Corea del Sur entre otros. Nosotros, lamentablemente volvimos a vivir instancias que creíamos que pertenecían al pasado.
Es tiempo de aplicar sentido común y tomar las decisiones más acertadas para posicionar nuevamente a nuestra Selección Nacional en lugares de vanguardia como la rica historia del fútbol se merece, aunque no hayamos sabido procesar correctamente nuestros triunfos del pasado. Sería de justicia para el ciclo que ha llegado a su fin, que logró en los últimos años unir a las familias, volver a hacernos sentir orgullosos de nuestro país futbolero y el nada despreciable hecho de que los niños uruguayos volvieran a vestir las camisetas de sus ídolos y no la de estrellas extranjeras
La hora impone sentido común, inteligencia y decisión para tomar resoluciones.

Cortoplacismo por Juan Pablo Grandal

Creo que para la mayoría de hinchas de la Selección Nacional es bastante difícil ejercer un pensamiento racional y sensato sobre las decisiones que se deben tomar en estas situaciones. El hincha es una criatura emocional por definición, y está muy bien que así sea.
Digo esto porque además en mi caso en particular se me puede acusar de “haberme dado vuelta” muchas veces en lo que refiere al respaldo a ciertos procesos. En este seminario he hablado positivamente del proceso Tabárez a mediados del año pasado, para pasar a vilipendiarlo de forma completamente injusta tanto en mi vida personal como en mis redes sociales.
Obviamente me arrepiento de muchas de las cosas más equivocadas que dije, reducir la importancia del proceso Tabárez por sus últimos resultados es una barbaridad. Como también reconozco que llegado el momento debió dar el paso al costado, y el no hacerlo terminó llevando a que tras una seguidilla de desempeños francamente vergonzantes se debiera renovar el cuerpo técnico de forma apresurada. Lo cual llevó a que se contratara a Diego Alonso como DT de la selección, un hombre con una trayectoria limitada como director técnico pero que aún así inspiró cierta esperanza en muchos, dentro de quienes me incluyo.
Pero la mayor confianza la logró inspirar mediante los resultados obtenidos. La era Tabárez finalizó con Uruguay en el 7mo lugar y con nuestra clasificación en serias dudas, y tras la llegada de Alonso logramos clasificar de forma directa tras ganar 4 partidos al hilo de forma convincente. Esto sumado al fuerte plantel que presentaría Uruguay en el Mundial, generó expectativas en muchos.
Lamentablemente como sabemos, no se cumplieron. En muy buena parte porque la forma en que se planteó el equipo en los 2 primeros partidos fue equivocada. Y ahí la responsabilidad es del Director Técnico, no puede caber ninguna duda. Se puede especular todo lo que se quiera sobre los arbitrajes o las conspiraciones reales o imaginadas (me inclino por la segunda) de la FIFA en nuestra contra, pero la realidad es que no planteamos el equipo de forma adecuada, lo cual es visible con las mejorías que disfrutamos en el último partido, pero que lamentablemente llegaron demasiado tarde.
Todo esto parece suficiente justificación para no renovar el contrato de Alonso, y entiendo perfectamente a aquellos que así lo creen. Pero en mi opinión, corremos el riesgo de entrar en una espiral de alta rotatividad de los cuerpos técnicos que no es positiva para ningún equipo de fútbol y tampoco, quizás menos aún, para una selección nacional.

Tabárez tuvo la oportunidad de dirigir a la selección por poco más de 15 años, suficiente para construir un proyecto deportivo a largo plazo, lo cual sabemos supo dar resultados, más allá de los comentarios absurdos que cualquiera de nosotros pueda haber dicho en caliente. Esto acabó con una remoción poco planificada del Maestro y su reemplazo por Alonso. Alonso ha sabido demostrar que puede obtener buenos resultados, lo cual hizo en las eliminatorias, así como también demostró errores importantes de juicio en este Mundial, que pagamos caros.
Yo tiendo a creer, cuando pienso racionalmente y no me comporto como un hincha completamente irracional, en la importancia de plantear procesos a largo plazo, tanto en el fútbol como en otras esferas de la vida. El enojo de la gente con Alonso, si bien justificado, no creo sea razón suficiente para no renovarlo en su cargo. Claramente, por lo que trasciende en los medios la decisión final es suya, supuestamente la AUF busca su permanencia. Espero que así sea y al menos tenga la oportunidad de construir un liderazgo a largo plazo.
Una alta rotatividad en la dirección técnica sería un quiebre muy importante con los últimos 15 años y nuestra permanencia relativamente estable en el alto nivel del futbol mundial. Teniendo más años en el cargo se puede juzgar de forma adecuada a Diego Alonso, no se lo puede juzgar basándose en 4 partidos de eliminatorias y 3 del mundial, más un par de amistosos. La desconfianza y poca permanencia de los directores técnicos es algo común en el futbol local y mucho bien no nos ha hecho, tratemos de no trasladarlo a la selección nacional. Pero espero que si Alonso es reemplazado, esta vez sí sea reemplazado por alguien con la intención y el respaldo para encarar un proceso a largo plazo que pueda aprovechar el infinito potencial que posee la generación más joven de estrellas de nuestra selección, cosa que aún no se ha podido hacer.

Todos pidiendo el VAR por Camilo Márquez

Uruguay tuvo un pasaje fugaz por la copa del mundo. El fracaso es algo en lo que todos los observadores, comentaristas y participantes principales, coinciden. Lo más repetido hasta ahora, y en lo que parece existir consenso, es en la falta de pericia del entrenador Diego Alonso para conformar la oncena titular en los primeros dos partidos. Un partido excesivamente mezquino contra una Corea ordenada, pero casi inofensiva; y una reacción tardía contra una Portugal seria, pero con limitaciones a la hora de defender. Los arbitrajes no se pueden dejar de lado. Es evidente que el seleccionado fue perjudicado en el partido contra Ghana, con dos penales sin cobrar. Sobre esto hay diferentes referentes que señalan el error de los árbitros: por ejemplo, el ex referí, Javier Castrilli, que desde su cuenta en Twitter escribió que la falta sobre Cavani debió sancionarse. Otro tanto pasa con el penal cobrado en el partido anterior contra el conjunto lusitano, que el juez iraní desestimó, y luego a instancias del VAR, sancionó por mano de José María Giménez. Si hay que creer en los trascendidos, Pierluigi Colina, presidente de la Comisión de árbitros de FIFA, habría reconocido que ese penal estaba fuera de lugar. Por si no alcanzara, el reglamento IFAB deja claro que: “Una mano apoyada o que se dirige al punto de apoyo en el suelo no es sancionable”. Este señalamiento es relevante, es verdad que la responsabilidad primero cae sobre un planteo táctico timorato, y que Alonso en 180 minutos no dio pie con bola, pero por jugar mal no hay que permitir que a uno le metan la mano en el bolsillo.
El “Tornado” estaba desorientado y desorientó a sus dirigidos. Esto lo expresó claramente Josema Giménez en una entrevista luego del partido con Portugal. Se desaprovechó un capital precioso, incurriendo en demasiados experimentos. Darwin Núñez, por nombrar los casos más incomprensibles, nunca jugó en su puesto, sino más bien de extremo. Le tocó el juego sucio y chocar con los defensas contrarios lejos del arco. Valverde, un jugador“box-to-box” como llaman los ingleses, al despliegue de área a área se desgastó, sin pelota, auxiliando a la defensa; el traslado y la creación se le hizo muy cuesta arriba. Finalmente, el incompresible caso de De Arrascaeta, un jugador dotado técnicamente para hacer la pausa y filtrar pelotas, que vegetó en el banco hasta ya bien entrado el segundo match. Rompía los ojos que el jugador del Flamengo debía entrar en el primer partido y que debía ser titular en el segundo. En los balances, Alonso se mostró esquivo y flojo de papeles. Otro dato: debutamos en el mundial con Suarez, Godin y Cáceres de titulares, los cuales sumados acumulan más de cien años de edad. En resumen, un combo para la cachetada.
La prensa de pacotilla, esa misma que torpedeó a Tabarez y levantó a Alonso hace unos meses, le armó una crisis al DT antes de terminada la participación de la celeste en el mundial y cuando aún teníamos chances reales de avanzar. Manipularon las declaraciones de jugadores luego del partido con Portugal, y luego de la eliminación, daban como asegurado el fin del “ciclo” Alonso, incluso confirmaban a su eventual sustituto.
Este torneo es el reflejo fiel de la época en el que se desarrolla. Surgido entre coimas y corruptelas de todos los colores y dimensiones, el gasto obsceno en infraestructura levantada sobre miles de muertos y presumiblemente otros miles de mutilados. Desvincular el mundial del marco histórico no es otra cosa que cercenar la realidad. El fútbol no gira en el vacío como pretende la cúpula de la FIFA y sus alcahuetes. El intento de maquillar las tensiones políticas tiene resultados más bien pobres, de una u otra forma, las contradicciones se expresan, dentro o fuera del campo de juego.
Viniendo más acá, Lacalle no podrá cubrirse con las ropas de una participación exitosa del combinado celeste. La burguesía es consciente del poder propagandístico del fútbol y mucho más en esta parte del mundo. Agobiado por casos de corrupción y una imagen en declive la gloria deportiva significaba una preciosa bocanada de aire. El mundial no actuó ni siquiera como somnífero. En esto también la suerte le es esquiva al gobierno.
Se vienen un 2023 que se las trae. En política, como en el fútbol, es fundamental defenderse, pero hay un tiempo para ser osados e ir al frente. Hay que prepararse para tirar abajo este sistema podrido.

¿Alonso? por supuesto que sí. por Tonisandro Bruno
¿Alonso debe seguir? Esta es la pregunta que en estos momentos está alternando en nuestras charlas futboleras con los relatos de pencas mal heridas y especulaciones sobre quienes pueden quedarse con la Copa del Mundo en disputa.
¿Alonso? Por supuesto que si el cabezazo de Godín, el cañonazo de Valverde o el tiro de Maxi Gómez en vez de dar en el palo entraban al arco, hoy en vez de su continuidad estaríamos hablando del partido que hicimos frente a Brasil.
Pero no, los octavos ya los vimos desde afuera y no solo como consecuencia de errores arbitrales. Los números fríos dirán que después de Alemania ´74, con solo un gol convertido, este es uno de los mundial menos efectivo de Uruguay.
Números fríos que no se dan por si solos, siquiera los que dicen que en los tres partidos disputados en Qatar ninguno de los cuatros referentes de área citados por Alonso: Suárez, Cavani, Gómez y Núñez logró convertir siquiera un tanto.
Aquí es donde entra a tallar lo que solo los memoriosos recordaran en el futuro, el porqué de esos números. ¿Acaso todos tienen presente los motivos del magro desempeño de aquella selección que se hizo presente en Alemania ´74?
Aquí es donde hay que analizar porque la balanza se inclinó hacia el lado del fracaso a la hora de definir el derrotero celeste por Qatar. A mi parecer, hay un factor de peso en esto y es el desempeño de Diego Martín Alonso López.
Uno no fue parte del día a día Celeste, ergo, no sabe si hubo hechos deportivos o extra deportivos que llevaran al técnico a armar esas polémicas alineaciones con las que encaró los dos primeros partidos del torneo. Él tendrá sus justificaciones.
Yo me quedo con las reflexiones del post partido con Portugal en donde Josema explota denunciando la falta de convicción en un esquema de juego que se mostraba por demás conservador y sin variantes siquiera con los cambios.
Alonso se hizo trampa al solitario. Cambió aquel planteo que le dio el pasaje a Qatar por un juego demasiado magro en ofensiva. Planteo que desoyendo las críticas volvió a reiterar para el segundo partido cosechando un peor resultado.
No veo entonces porque seguir apostando a alguien que evidentemente no solo perdió la fe en su capacidad sino en las virtudes de un plantel cargado de jugadores con un presente brillante en alta competencia. A no perder el tiempo.
Qatar aún está en juego, pero en el horizonte ya asoman las eliminatorias para 2026. Y de no mediar cambios en la forma de disputa, en marzo ya comenzaríamos nuestro camino rumbo al torneo organizado por México, EE.UU. y Canadá.
El tiempo apremia, aunque CONMEBOL pediría posponer la primera fecha hasta Junio para no sobrecargar de partidos a los jugadores, en especial a quienes fueron partícipes del mundial y no han disfrutado de este parate mundialista.
Pero ya sea para dentro de tres meses o de seis la cuestión ahora es: ¿Quién conducirá el barco celeste? La postura oficial parece inclinarse por la continuidad de Alonso. De seguro ellos sabrán algo que nosotros no. Pero, ¿y si hay que cambiar?
Por estilo de juego hay varios nombres que seducen, locales y extranjeros, condición esta que a mi parecer es indiferente en un mundo híper conectado donde la base es el seguimiento de los jugadores sin importar en donde estén.
Desde mi punto de vista, un requisito excluyente y que reduce bastante el abanico de posibilidades, es que esa persona tenga vocación probada para dirigir una selección, alguien que luego no acuse la falta del día a día con los jugadores.
Otro requisito sería el de una propuesta de juego afín al plantel actual. Diferente a aquel de Tabárez, quien apañándose en un gran mediocampo combativo se supo abrir paso gracias a Suárez, Cavani y Forlán, el mejor trío ofensivo celeste en años.
Acá no se trata de salir a buscar a nadie, se trata de recibir propuestas. Propuestas serias que seduzcan por su contenido y no por coloridas promesas. Porque en esas manos quedará lo más preciado y representativo de nuestro fútbol. La Celeste.
La involución es rotunda. Por Martín Forischi
Estamos aquí para darles nuestra opinión de lo que ha sido un acontecimiento histórico, un acontecimiento imborrable, que será recordado como algo único; creo que no habrá algo parecido, algo similar, algo semejante, por toda la trastienda, por todo el backstage, por todas las especulaciones, por todos los meses que hace que se está jugando la previa de Uruguay en este mundial, y en particular el partido contra Ghana, y porque nunca mas definirán partidos como este, jugadores como Luis Suarez y Edinson Cavani. No pudo ser, lamentablemente el pasaje a octavos; como en las viejas épocas yendo a la última fecha con la calculadora para buscar la clasificación.
Y vino la última fecha; fue un final inédito, un mano a mano entre Uruguay y Corea inusitado, para ver quien acompañaba a Portugal en la clasificación del grupo. Pero vino el partido contra Ghana y se necesitaba una victoria e intentar clasificar, sí se pudo lo primero, ganar, no lo segundo. Los uruguayos nos merecíamos por lo menos ganar ese partido, y a lo último contra Ghana por más que se tuviera razón, no correspondían los reclamos violentos contra el árbitro, porque somos los uruguayos seres violentos, energúmenos, y todos entendíamos que el partido perdió valor al no alcanzar la victoria por más de dos goles de diferencia.
Ahora bien, había que analizar la victoria por más que no haya servido para nada; Pero la gente me dice, ¿vos no eras el que decía que no mirabas los partidos porque esta selección ya no es la de Tabarez, y que solo te mueve Peñarol? Sostengo todo lo dicho, el futbol uruguayo está muerto, el futbol uruguayo está en su peor estado, no veo un motivo por el cual creer que va a cambiar, no veo ningún motivo por el cual la dirigencia quisiese elegir un buen entrenador para la selección, no veo a la gente de la AUF capacitada para ello, sigo creyendo lo mismo, la involución es rotunda.
Dicho esto, una vez que el partido se juega (y me encanta esta columna y le agradezco al Semanario Voces que piense en mí para esta tarea), igualmente pienso que Alonso no es el responsable de la eliminación, sino de los dirigentes que lo pusieron allí.
Dicho esto, luego la pelota empezó a rodar, y cuando la pelota empezó a rodar, ni más ni menos lo que siempre dije, lo que siempre manifesté, que Uruguay juega mal, porque en realidad, a quien puede sorprenderle que Uruguay sea un equipo tan feo, a nadie, aunque recordando el tramo final de la eliminatoria, Uruguay metió una racha ganadora, ¿y los hinchas que decían en ese entonces?, ellos rápidamente reducían la historia a que ganaba, y yo dije, bueno va a llegar un día que no va a ganar, el tema es que las que no gano son mucho más pesadas que las que gano, las que no gano son mucho más fuertes que las que gano. Uruguay está obligado, por jugadores, por jerarquía de plantel, por erogaciones de entrenadores a pasar como mínimo la fase de grupos del mundial, y mucho mas clasificar en todas las eliminatorias. Una eliminatoria de cabotaje; ese torneo que lo tiene jugando contra selecciones sudamericanas que, sacando a Brasil y a Argentina, unas juegan condicionadas porque en sus países tienen guerrillas civiles que hacen que no puedan jugar en un cien por ciento.
Otros carecen de sentido de pertenencia y recurren a jugadores y entrenadores extranjeros para formar su selección; y otros apenas tienen infraestructura para sus selecciones. El tema es que ganen los otros partidos, los del mundial, que ganen los otros partidos con esos jugadores que son los mejores pagos del mundo, y no pueden, no están a la altura, porque juegan espantosamente mal, porque desde que asumió Alonso, uno no sabe a qué juega la selección uruguaya, ¿a qué juega Uruguay? ¿Cuál es la idea? ¿Cuál es la búsqueda? ¿Cuál es el estilo? ¿Cuál es el esquema? Cuál es el esquema… ¿Pelistri de lateral bis para que Godin no pase vergüenza en la marca como sucedió contra Corea?, Darwin Núñez de lateral bis como contra Portugal, en vez de ponerlo de delantero como jugó contra Ghana; o sea Pelistri en el primer partido más preocupado por ser auxiliar de Godin que preocuparse por atacar arriba, ¿eso es Uruguay? Un Uruguay que se ocupa de destruir con una austeridad espantosa, asombrosa que no deja de llamar la atención, que solamente dependíamos de una corrida larga de esos que se dedicaban a auxiliar a los defensores, o por una capacidad técnica individual como por ejemplo el tiro de Valverde contra Corea, ¿Qué más es Uruguay que eso? Defensores de medio pelo, de medio nivel; no voy a decir que son malos, yo creo que no están para jugar en la selección, los centrales solo rescato a Giménez, los laterales la verdad ninguno se ha destacado, no dan la talla, que en la línea de ataque Suárez en este mundial no ha demostrado gran cosa; por otro lado Valverde y Bentancur no desentonaron tanto, o en todo caso se destacaron por encima de los otros que tan mal jugaron, y ustedes podrían decir: pero para Martin, si en determinado momento ganaba Uruguay y Corea empataba; claro que ganaba Uruguay, ¿pero saben porque ganaba Uruguay?, porque Ghana mostro su peor versión, en donde Ghana mejorara un poquito desnudaba todo lo que es Uruguay, y ojo, yo creo que Alonso trabaja, porque es un tipo serio, pero no dio la talla.
Volvieron los 90 por Fernando Pioli

Definitivamente se ha demostrado que si la futurología es una ciencia o un arte no tengo
habilidad para ella en ninguno de los dos casos. Mi predicción de un buen mundial para la selección celeste se vio estrellada contra la pared de nuestra inviabilidad.
Existen explicaciones para tal afrenta, pero no justificaciones. Cuando Tabárez estaba en su época dorada y nadie discutía sus métodos, dijo algo que aún resuena: el mundial no te espera, te pasa por arriba. Las primeras sospechas de que esto último iba a pasar comenzaron con las decisiones de apariencia irracional del Director Técnico, un jugador lesionado que difícilmente pudiese jugar estaba en la convocatoria. Otros que casi no habían jugado en los últimos meses estaban confirmados y aparentemente eran candidatos a ser titulares. Los fundamentos de las decisiones solían partir más desde lo motivacional que desde lo racional, parecían difíciles de explicar con argumentos.
Cuando la pelota empezó a rodar nuestras peores sospechas comenzaron a confirmarse, el Director Técnico estaba obnubilado. Daba prioridad a aspectos no deportivos en detrimento de los deportivos. Los tres partidos fueron un cúmulo de decisiones mal tomadas, ausencia de lectura táctica y estratégica, falta de perspectiva y de manejo de las opciones y posibilidades de clasificación. El detalle final fue el último partido, en el que nadie a nivel de cancha se dio cuenta de lo que todos nos dábamos cuenta en nuestras casas, que la clasificación pendía de un hilo que se podía cortar en otra cancha y en un partido disputado por otras selecciones, que Uruguay tenía el partido dado para conseguir más goles que le pusieran a salvo de esa situación. Sin embargo el equipo se conformó con una victoria por 2 goles que nos exponía innecesariamente. Cuando el error se hizo evidente los mejores hombres para atacar al rival estaban en el banco por haber sido sustituidos.
En definitiva, Alonso logró lo impensado, que se extrañara a Tabárez. Porque Tabárez será conservador y reacio a correr riesgos, pero claramente rumiaba los motivos de sus decisiones. En este caso, desde la dirección técnica todo parece haberse hecho a fuerza de corazonadas e impulsos emocionales, y esto se remató con las actitudes del final del partido donde tampoco nadie de la dirección técnica apareció para contener a los jugadores y evitar que se expusieran a sanciones.
En fin, faltó intelecto. Volvió la celeste de antes, la de los años 90, la del primer Tabárez. Esperemos que al igual que hubo un segundo Tabárez con versión mejorada haya un segundo Alonso mejorado para el 2030. Honestamente, no le veo uñas para guitarrero, pero soy un pésimo futurólogo.

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