“Anatomía de una caida” una vida según los otros Por: Martín Imer

La noticia de las cinco nominaciones al Oscar del film francés Anatomía de una caída, película 100% producida y realizada fuera de Estados Unidos, seguro cayeron como un baldazo de agua fría en su país, que decidió enviar otra cinta a representarlos en la ceremonia de premios más importante del cine. Independientemente del nivel de la enviadala decisión sorprendió a todo el mundo, ya que la cinta dirigida por Justine Triet causó un gran impacto en su estreno en Cannes, llevándose la Palma de Oro, y prometía hacer el ruido que finalmente terminó causando en Hollywood.
Algunos adjudicaron la decisión a la fuerte opinión política que expresó la directora en su discurso de agradecimiento en Cannes, criticando las decisiones sobre la cultura del gobierno del actual presidente Macron, y si bien no hay ninguna confirmación (ni la habrá) al respecto, es interesante como este evento no está tan alejado a lo que, en definitiva, presenta la película: la historia de una mujer cuyo éxito solo la pone en un lugar de juicio microscópico a pesar de su indiscutible talento. Anatomía de una caída cuenta la historia de Sandra, una exitosa escritora cuya vida cambia rotundamente cuando su marido muere al caerse del último piso de su casa en los Alpes. Lo que al principio parece un accidente resulta mucho más complejo, y la esposa es acusada de asesinato. El único testigo que puede aclarar un poco la situación es el hijo de la pareja, pero es ciego, lo que dificulta aún más la compleja situación judicial de la protagonista, quien se verá sometida a un juicio no solo por el crimen sino también por sus decisiones de vida.
En esta oportunidad, la realizadora orquesta un complejo drama judicial que aprovecha la complicada relación marital central para condimentar de suspenso su metraje, tomando las ambigüedades del personaje principal para aportar matices y giros en la narrativa. Como fue expresado por la misma Triet, Anatomía de una caída parte de una escena climática de Historia de un matrimonio, y a partir de ver esa secuencia y sentirse fascinada por ella, junto con su co-guionista (ambos nominados al Oscar y ganadores del Globo de Oro por esta labor) comenzaron a tejer más hilos en relación a una pareja que se encuentre en ese límite. Es así que la cinta resulta un punto medio entre Historia de un matrimonio y Anatomía de un asesinato, clásico del cine con James Stewart, tomando lo mejor de cada una: de la primera, un enfoque doloroso y cortante de la descomposición de un vínculo afectivo, y de la segunda, un análisis minucioso de los trucos y giros que aplican los abogados para dar vuelta un juicio a su favor.
Ambas partes son interesantes, y revelan facetas mucho más complejas de las que podrían advertirse en una primera lectura. El punto más exitoso de Triet, como libretista y directora, es volver al juicio un análisis de la vida de la protagonista, poniendo el reflector en sus actos privados y su propio cuerpo artístico, poniendo preguntas incómodas: por un lado, ¿Por qué una mujer sigue siendo cuestionada por su éxito y lo que decide hacer con su libertad y su vida, dentro de una sociedad que aún se revela machista en sus pequeños detalles? Y por el otro, ¿Es posible, judicial y socialmente, separar al artista de su obra? Y si es así ¿Por qué con algunos se hace más fácilmente que con otros? El espejo que pone la directora no solo cuestiona a sus personajes, sino también a los espectadores, y los obliga a tomar estas consideraciones con un personaje difícil, complejo y con quien no siempre se es fácil empatizar, encontrando así una compleja realidad sobre el concepto mismo de la verdad: en un juicio, tanto social como penal, lo que importa no es tanto la imparcialidad de los hechos sino la forma de presentarlos, y por esto mismo, la verdad en sí resulta algo relativo.
El guion y la dirección son de primer nivel, y eso se completa con una interpretación poderosa de Sandra Hüller, una fantástica actriz que el cinéfilo ya conoce gracias a la recordada Toni Erdmann. Hüller ofrece un trabajo intenso y a su vez distante, aportando con su lejanía inicial la posibilidad de que el espectador también emita un juicio en torno al personaje, para después sumergirlo en los sentimientos desesperados que, de a poco, comienza a exhibir, resquebrajando su propia máscara. El elenco secundario brilla a su lado, destacándose la labor del joven Milo Machado Graner como el angustiado hijo de la protagonista, y no hay fisuras en este complejo y fascinante drama que puede sorprender durante la noche de premios.
VOCES tuvo acceso exclusivo a una conferencia de prensa con la actriz Sandra Hüller, y pudimos preguntarle qué es lo primero que hace para tratar de entender a sus personajes y como se aproximó a este. La actriz fue contundente: “No hago mucho. Cuando decido estar con un proyecto, es un proceso largo, el de decidir si quiero pasar tiempo con un personaje por un largo tiempo, y no tengo una rutina o algo para acercarme a un personaje, se siente como que entran en mi vida, en ese momento que decido pasar tiempo con ellos, y luego están en todos lados, mi percepción de la realidad cambia en cierta forma y pienso mucho en ellos. Es como estar enamorado, en el sentido de que te obsesionas con alguien y fantaseas con ellos, eso es algo que me pasa. Y cuando es gente que vivió en la vida real y que quiero ayudar a que sean entendidos, tengo que hacer, por supuesto, un montón de investigación y saber de ellos.”