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Aniversario por Andrés Berterreche

Aniversario por Andrés Berterreche
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Creí que estaba solo y no era cierto
Si tengo con quién quedarme a festejar
No era cierto (No te va a gustar)

La camioneta avanza por el asfalto hirviente. Toma un camino rural y se cubre de polvo, a veces ocre, a veces rojizo. Al llegar se bajan y caminan sobre el pasto seco surcados por grietas donde se puede meter una lapicera sin que toque las paredes de las rajaduras. Crunch, crunch. Suenan las pisadas sobre el pasto reseco, como si caminara en el invierno sobre una helada. No es el amarillo vivo de Van Gogh sino un amarillo sin brillo. En ese fondo aparecen ganados flacos y cultivos mustios. Y sobre todo hombres y mujeres que pelean el inclemente sol que cae a pleno sin nubes en el horizonte. No es changa esta seca compañero, dice el hombre de manos callosas que los recibe.
Es difícil tener ánimo festivo en este escenario. Demasiada pena sobre los hombros de los más débiles, de los más humildes. Los otros tienen más espalda. Y hasta alguno, como siempre se aprovechará a su favor de esta situación. Pero los productores familiares y los asalariados rurales son víctimas dilectas de estos eventos extremos.
Sin embargo, este enero, se celebra el 75 aniversario de la proclamación de la ley 11.029 y por lo tanto de la creación del Instituto Nacional de Colonización. Historia viva de una formidable herramienta de desarrollo rural, tabla de salvamento para tantos paisanos que quieren mantenerse a flote en las procelosas aguas del capitalismo rural. Cuántas familias han podido quedarse en el medio, cuántas desarrollarse, cuántos hijos vuelven al pago para hacerse cargo en un mundo de jóvenes expulsados.
Me pregunto si habría lechería si no existiera el Instituto. Al menos, seguro que no, de una lechería nacional y basada en unidades de producción familiar sin los tambos de colonización, sus campos de recría, sus bancos de granos y forrajes. No es solo entonces el beneficio a algunas familias sino a todo un sistema, una cadena de producción que repercute en toda la sociedad, aunque su gente no tenga conciencia de ello.
Desde su creación tuvo el contrapeso de posiciones contrarias y miradas críticas. Por visiones ideológicas contrarias, por intereses particulares, por cuestionar con sus acciones el sistema, también por ignorancia, a veces humilde, a veces arrogante. Se le retaceó el presupuesto, conoció desviaciones, hasta se lo intentó cerrar. No es de ahora. Aunque desde hace unos años que arrecian visiones contrarias a su existencia, se instala un relato negativo en micrófonos y páginas, hasta algún editorialcillo de por aquí cerca hizo que su bardo tomara la lira para alimentar la visión negativa.
También los hubo desde adentro. Beneficiarios que no calzaron los puntos del honor que significa que el resto de la sociedad les confíe una parte de los recursos que son de todos, aquellos que se avergüenzan de ser merecedores de esta gracia, al decir del padre Artigas, y los peores, aquellos que se aprovechan para beneficio propio de haber llegado a tierras que son o que fueron del Estado.
Pero a pesar de estos “peores americanos”, la nave va. Cientos, un par de miles de familias honran la herramienta y demuestran que esto hace diferencia a favor de nuestro país. Hoy a pesar de las expropiantes quitas de los recursos para compra de tierras su acción continúa.
Entre el 2005 y el 2009 se compraron unos miles de hectáreas de tierras que supieron ser de la familia Gallinal. Durante ese período se planificó el uso de esa tierra y se realizaron las primeras adjudicaciones para familias jóvenes de lecheros. Se planificó una gran represa para el uso del agua para cuando se necesitara. Entre el 2010 y el 2013 tuve la suerte de ejecutar este proceso colonizador. Vi llegar e instalarse las familias con un épico sacrificio y determinación. Muchas veces desplazando las comodidades en favor de su afán productivo. Donde nunca había entrado el camión de la leche, de arranque, esas primeras familias, no más de 15, ya el primer año de su instalación estaban remitiendo más de un millón de litros de leche. Vi hacerse los caminos y llenarse la represa. Diez años después pude volver a ir. La enorme mayoría de las familias seguían allí, viviendo mejor, pero priorizando primero el tambo. Donde se producía algo más de un millón de litros de leche hoy se estaban remitiendo más de 10 millones a la planta de San Ramón. Hay un llamado para familias nuevas en una superficie ya recuperada del predio que había quedado para atrás. Algunos de los gurises, niños de entonces preparan su ida o ya están en la Universidad. La represa sigue llena. La colonia que como todo cambio cultural lleva su tiempo se conoce por el Timote, aunque lleva orgullosamente, como estandarte, el nombre de una de las primeras reformas agrarias de américa latina, que además fue oriental: Reglamento de Tierras de 1815.
Todo esto validaría por sí solo la proyección de la colonización en el tiempo. Pero, y siempre lo mantuvimos, la acción del Instituto trasciende a sus beneficiarios y se agiganta cuando es auxilio del conjunto de la sociedad.
Porque la referencia a la seca y a la represa no es vana. Recientemente, a solicitud de OSE y la DINAGUA, ante una situación crítica de la posibilidad de potabilizar el río Yí, poniendo en riesgo el acceso al agua para uso humano de Durazno, se pidió abrir las compuertas de la represa descargando millones de litros de agua a la cuenca de ese río. La propiedad social de la tierra convirtiéndose en la solución de esa misma sociedad de las que muchos desconocen la acción benéfica y generosa del INC por el bien común. La compuerta se abrió y el agua corre con generosidad
Por ello, y a pesar de todo, sigue valiendo la pena celebrar. En estos primeros 75 años, ¡salud! Y larga vida.

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