COMPROMISO.
Este documento expresa la preocupación de varios militantes de izquierda. Aspira a mancomunar esfuerzos en pos de los históricos objetivos socialistas y de defensa de la clase trabajadora y de las clases y sectores del bloque popular, con independencia de la concepción de la naturaleza y de la sociedad que tengamos o de la pertenencia partidaria.
Los que proponemos transformaciones profundas recogemos un variado legado del pasado. En 2017 se conmemoran cien años de la Revolución Rusa. Las revoluciones son, por regla general, transformaciones profundas de las estructuras económicas, sociales, políticas, culturales, etcétera, que se realizan por vías violentas. Esa revolución es precedida por la de 1905 cuando nacen los Soviets, y retomada por las masas en marzo de 1917, hasta que la reorientan los bolcheviques el 7 de noviembre con las consigna de “paz, pan, tierra” y “todo el poder a los Soviets” , continuación histórica, en manos de obreros y campesinos, de la lucha emancipatoria de la Revolución Francesa (1789), la de la “libertad, igualdad, fraternidad”. Ningún protagonista de estas grandes revoluciones como de otras de los últimos siglos, o aún de gestas anteriores -victoriosas o vencidas- en el mundo, en la región y en el país, estará plenamente satisfecho de sus resultados. Y, sin embargo, las conquistas parciales e importantes recogidas por los pueblos no serían tales, de no haber mediado esos procesos. Es por eso que no aceptamos que el fin del intento de construcción del socialismo en la URSS, sea utilizado para cuestionar la validez del socialismo como objetivo. Pero, para comprender esa diferencia, hace falta el compromiso autocrítico y la reflexión profunda sobre las épocas de transición.
Con la crisis del sistema capitalista mundializado, los bandos se realinean, muchas veces con sorpresas, con pronunciamientos imprevistos. “ […] las múltiples exclusiones e injusticias son tantas y tan diversas [que obliga a preguntarse] si somos capaces de reconocer que esas realidades destructoras responden a un sistema que se ha hecho global [y que] ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza” […] los explotados, los pobres y excluidos pueden y hacen mucho […] el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas […] me gusta la imagen del proceso […] donde la pasión por sembrar, por regar serenamente lo que otros verán florecer, reemplaza la ansiedad por ocupar todos los espacios de poder disponibles y ver resultados inmediatos” (Francisco I, Santa Cruz, Bolivia, 9/7/2015). La serenidad para regar hacia el futuro, no excluye que presionemos para que las cosas se hagan, para tratar de hacer más de lo que se puede, como ha expuesto Fidel Castro, en tanto el sistema es día tras día criminal, capaz de fabricar enfermedades para vender tratamientos y remedios, ocultar o desvirtuar la información, etc., pues la ganancia lo justifica todo.
Diversos pensadores y actores sociales, buscan profundizar acerca de la crisis actual del modo de producción capitalista. Por otra parte, el desarrollo capitalista, hace que su estado mayor gerencial pasa de los Estados a los conglomerados empresariales multinacionales, que mantienen la pelea por la tasa de ganancia, cuestionando la soberanía de los Estados Nacionales. De allí que, ningún propósito de reconstrucción de la izquierda, pueda limitarse a los marcos de los Estados Nacionales.
Ahora bien, entre los militantes de las últimas décadas encontramos desencanto y apartamiento de la acción. Los comprendemos, pero, a la vez, combatimos esa inacción, extendiendo la mano fraterna para los descreídos. No es ensimismándonos en nuestros asuntos particulares, que contribuiremos a legar un mundo, una región, y un país mejor. El compromiso con el qué hacer actual, es lo que continúa la gesta emancipadora de tantas y tantos que murieron en pos de luchas contra el sistema capitalista y la dominación imperialista. Por eso, llamamos a la reflexión y a la acción, a los militantes de las diversas generaciones, en tiempos de contra ofensiva reaccionaria. La conexión y el intercambio inter generacional se vuelve urgente.
CRÍTICA
Para orientar dicho quehacer es imprescindible partir de la crítica de la realidad social, política, económica e ideológica actual.
Los objetivos centrales de cualquier gobierno que se precie de izquierda deberían tener relación con el desarrollo inclusivo con justicia social, la redistribución y desconcentración de la riqueza y del ingreso, la independencia económica del exterior y del poder de unos pocos, todo ello enmarcado en el cambio social, en el de las estructuras productivas y en un Estado necesariamente fuerte, con participación activa en la vida económica.
Entendemos que los militantes de izquierda uruguayos se han dispersado crecientemente, y hay en ellos un profundo desencanto. Parte de las legítimas expectativas que existían respecto a la existencia de un gobierno de izquierda se han visto defraudadas, en la medida que se ha acentuado la dependencia económica del capital externo, no se ha intentado modificar las estructuras productivas, tenemos más concentración y extranjerización de la tierra, las políticas tienen como centro medular la inversión extranjera directa, básicamente extractivista, y recogen los fracasados esquemas neoliberales en materia fiscal, de precios, de ingresos, de comercio exterior y de desregulación estatal. Tampoco ha mejorado la distribución del ingreso pese a condiciones externas muy propicias, si consideramos la participación de la masa salarial, que si bien ha crecido, su peso en el total del ingreso nacional sigue siendo incambiado.
Si bien visualizamos que hubo en el segundo gobierno electo por el Frente Amplio esfuerzos por cambiarle las reglas del juego al gran capital caso Ley de Medios, que atenta directamente contra los intereses del bloque de poder o el impuesto al agro, consideramos que estos han sido diluidos. Destacamos pues que el no haber hecho transformaciones estructurales no significa que haya habido continuismo pleno. Se ha desarrollado un rol más activo del Estado en la economía, una política de transferencia monetaria hacia los sectores más pobres de la sociedad, la convocatoria a la negociación colectiva luego de quince años de desregulación laboral y la orientación tendente a recuperar salario perdido durante la crisis de 2002. El incremento del salario mínimo (aún muy insuficiente), la aprobación de la ley de 8 horas para el trabajador rural, la aprobación en 2005 de la ley 17.940 de libertad sindical que facilita la sindicalización en particular en el ámbito privado, la aprobación de una nueva ley de negociación colectiva, la ley de responsabilidad empresarial, el inicio de la reforma en el sistema de salud hacia un sistema único nacional, son algunas de las conquistas.
Los intentos de ir hacia una política de apertura unilateral en materia de comercio exterior serán funestos para el desarrollo y la independencia nacional. Una posición de izquierda debería plantear tratados de complementación productiva, más que comerciales, para el fortalecimiento mutuo entre países.
Queda así configurado en los hechos un modelo de crecimiento con incorporación de tecnología sólo para la producción extensiva y para el sector servicios, que genera ciertos cambios en la estructura productiva, pero no del signo que en la izquierda pregonábamos y que tiene como consecuencia, la concentración y el consiguiente desplazamiento de los pequeños productores y de la economía familiar. Es un modelo a favor del gran capital, considerado como benefactor, en tanto que al obtener alta rentabilidad genera más empleo; de inserción en la distribución internacional del trabajo como productores de materias primas, con lo que perdemos capacidad autónoma de producir manufacturas y de tener un tejido social complejo, echando a la agricultura familiar del campo. Es así que se desestimulan experiencias autogestionarias por no tener capacidad de auto-sostenerse, mientras se favorecen emprendimientos que se sostienen gracias a las exoneraciones que se les conceden. Como consecuencia, Uruguay ha crecido pero no ha avanzado hacia un desarrollo sustentable con justicia social. Pasó a ser más dependiente que antes del ingreso de capital externo y de los grandes inversores en el sector extractivo, que dinamizan escasamente otros sectores, concentran ingresos y en gran medida sacan las ganancias del país. No hay un modelo de desarrollo generado en el país y apoyado en los trabajadores y pequeños y medianos productores, sino uno determinado por los intereses coyunturales del capital trasnacional, que acentúa el extractivismo. El resultado es que se ha vendido naturaleza pero no se obtuvieron capitales a cambio, debido a la renuncia fiscal, las zonas francas que no pagan impuestos, etc.
Ha habido una menor participación en el crecimiento del producto del país de los sectores populares. Entendemos que desde una posición de izquierda se debe abatir el endeudamiento, en lugar de tener reservas excesivas, para tener menor déficit fiscal, y en vez de pagar intereses al exterior, se financie el gasto social necesario.
En la medida en que se aplica una política económica que tiende a desregular, que concibe la libertad de mercados como un ideal (desconociendo relaciones de poder en el mercado, como si no existiera un zorro en el gallinero), se tiene como resultado que predomine la competencia a la cooperación, el consumismo individual al consumo colectivo responsable y que, en consecuencia, la sustentabilidad de la vida y el ambiente en que se desarrolla pasen a ser secundarios ante la rentabilidad del capital. Aunque mejoren los indicadores de pobreza y de indigencia, persisten problemas serios como la fragmentación social, el desempleo juvenil, la dificultad de acceso a la vivienda, falta de abordaje serio a la complejidad de los problemas del sistema educativo y el alto porcentaje de trabajadores que ganan menos de media canasta básica.
Entre otras cosas habría que pensar en desestimular el consumo suntuario; volver a un sistema previsional solidario (derogando el fracasado invento neoliberal de las AFAP); encarar seriamente políticas de mayor respeto al medio ambiente. Pero, además, debería basarse en la promoción y estímulo de las experiencias de organización y cooperación de trabajadores y productores (economía social y solidaria, que busca objetivos productivos en base a otros valores, que toma distancia del afán de lucro), ante todo para satisfacer las necesidades básicas de toda la población y garantizar un acceso universal al trabajo, a la salud, la vivienda y la educación de calidad, tomados como derechos fundamentales y no como mercancías basadas en oportunidades de ganancia de los capitalistas. Son esas experiencias las que fortalecen la conciencia popular y garantizan la defensa de lo conquistado ante la inevitable reacción de quienes detentan el poder.
En relación a los derechos humanos y la lucha contra la impunidad, los primeros años de gobierno del FA han significado avances en la búsqueda de restos de desaparecidos, pero con el paso del tiempo el proceso se ha enlentecido, y en el debe continúa la ausencia de castigo a todos los violadores de los derechos humanos.
Es más, la democracia -instalada a la salida de la dictadura de la Doctrina de la Seguridad Nacional- como lo muestran los últimos archivos descubiertos, se ha convertido en una democracia bajo vigilancia y control social hacia hacia todos los partidos políticos y organizaciones sociales.
CONSTRUCCIÓN
El llamado al compromiso con el quehacer, a superar el desencanto y el descreimiento para transformarlos en reflexión y acción, suponen una perspectiva de construcción que en el marco de la amplitud de concepciones y pertenencias partidarias, debe sostenerse en bases sólidas en pos del horizonte socialista y en la defensa de los intereses de la clase trabajadora.
Los militantes de izquierda que suscribimos este documento nos empeñamos, sin pretensiones de exclusividad en la tarea ni de agotarla, en colaborar sin sectarismos a la articulación y el robustecimiento del conjunto de las fuerzas políticas y sociales dispuestas a enfrentar al sistema capitalista y a las políticas que desde sus centros de poder se pretenden imponer sobre los pueblos explotados. La tarea historico-politica de la izquierda no se reduce al mero control y conservación del gobierno; su tarea es representar a los de abajo, impulsar desde la sociedad las transformaciones; esto no se logrará solamente con medidas de gobierno o impulsos parlamentarios, sino con la presencia activa en las organizaciones sociales.
El enfrentamiento al sistema capitalista conlleva de manera inexorable a oponerse a su potencia hegemónica tanto a nivel mundial como regional y al poder de las grandes empresas trasnacionales. Defendemos el internacionalismo de los trabajadores y simultáneamente el concepto de Patria Grande, el ideal nuestro-americano, como pasos que faciliten la igualdad de las naciones y de los pueblos.
El anti-capitalismo indefectiblemente debe traducirse en anti-imperialismo. Desde la perspectiva de la región, especialmente Uruguay, significa una férrea oposición al imperialismo norteamericano y a los tratados que éste promueve, a las “Misiones de Paz”, a la supuesta “lucha contra el terrorismo” del que Estados Unidos, sus socios principales de la Unión Europea y sus satélites Israel, Arabia Saudita, Colombia, etc., son los principales responsables. Significa nuestra oposición a los golpes de estado, a los intentos de desestabilización y al intervencionismo que se desata para desarticular procesos políticos que han avanzado en mejorar las condiciones de vida de las grandes mayorías, extender derechos y reforzar la soberanía nacional (Venezuela, Brasil, Honduras y Paraguay). Este reconocimiento de enemigo principal, no excluye que observemos que la penetración hacia el sur de la Unión Europea, Rusia o China, puedan tener características similares.
Nuestra práctica y acción anti-capitalista y anti-imperialista no pueden reducirse a un puñado de militantes políticos y sociales, ser un asunto de cúpulas sino de masas. Nuestra lucha se inscribe en las luchas de los de abajo, de todos los explotados y oprimidos que se rebelan ante sus explotadores y opresores. La solidaridad con los que luchan y nuestro compromiso con la organización y la formación de la clase trabajadora y del bloque popular por todos los medios al alcance, son faros que guían nuestra acción. Suscribimos la lucha por la igualdad de género, de razas, de etnias, de las minorías por su orientación sexual, aunque advertimos que “la nueva agenda de derechos” es utilizada para relegar la lucha contra el sistema; somos conscientes que el capitalismo puede reconocer igualdades y derechos siempre que no afecten la tasa de ganancia y el derecho a la propiedad privada de los medios de producción y de cambio.
La construcción no puede quedarse solo en el terreno de las ideas. Es necesario crear lazos entre los luchadores sociales de diferentes frentes, para construir un espacio y un programa de horizonte socialista, con propuestas y medidas que no queden en reformas y mejoras aisladas del sistema actual, sino que lo cuestionen a los efectos de superarlo. Sin negar la importancia de las mejoras de las condiciones materiales y los avances culturales de los sectores más sumergidos, es necesario enmarcarlas en propuestas generales hacia un cambio radical y sustentable de la sociedad.
En tal sentido, nos disponemos a contribuir al fortalecimiento de las organizaciones de masas de trabajadores, estudiantes y jubilados (PIT-CNT, FEUU, ONAPJU, etc.), así como de las cooperativas y demás expresiones organizadas de nuestro pueblo. Se avanza con experiencias de economía solidaria, con cooperativas de vivienda, de consumo y de producción, con experiencias diversas que no se rijan por la lógica de la propiedad, organización del trabajo y la producción capitalista, ganando conciencias, gestando hegemonías, bases que prefiguran nuevas relaciones sociales. Estas organizaciones de masas han impulsado avances y sostenido en el tiempo la resistencia a las fuerzas del sistema expresadas en las patronales, las cámaras empresariales, los sectores oligárquicos y las fuerzas políticas representantes de los intereses de la clase dominante. Han enfrentado también los intentos divisionistas que buscan resquebrajarlas desde supuestas posturas clasistas.
Por último, llamamos a una construcción que defienda y reivindique la ética de la clase trabajadora, que se oponga al individualismo, la competencia y el consumismo, lastres que el sistema capitalista ha expandido en la conciencia de grandes masas de explotados y oprimidos y a las que sólo podemos contrarrestar a través del ejercicio de la solidaridad, la fraternidad y la búsqueda de organizaciones colectivas como respuesta a las dificultades comunes.
Con tales fines nos dirigimos a organizaciones y grupos políticos anticapitalistas y antiimperialistas, a militantes sociales, sindicales y políticos, convocando a reflexionar y actuar con vistas a una impostergable reconstrucción de una agenda socialista, prestando atención al escenario internacional, regional y nacional. Debe ser un esfuerzo unitario, pero evitando que la idea de unidad (válida para combatir al sistema) se utilice para entrampar a los militantes y luchadores sociales en una disciplina acrítica con respecto a la política institucional, y limitando el avance en el programa, en la organización, en el estilo y los métodos de lucha.
Es preciso acordar que hoy por hoy la tarea principal es contribuir al desarrollo político-organizativo y metodológico de la clase trabajadora, para convertirla en el eje que nuclee al conjunto del pueblo, y que tenga la amplitud suficiente para acordar alianzas tácticas coyunturales. No trabajar solamente en función de instancias electorales ni con el objetivo de conservar a cualquier precio el gobierno. Sin desconocer el valor político de la competencia electoral y la acción parlamentaria, que ofrecen la posibilidad de desarrollar la lucha de ideas en torno a ellas, debemos mantener una actitud vigilante ante su mal uso para favorecer apetencias individuales de prestigio y poder, condiciones fatalmente unidas a la reproducción hegemónica- cultural y material- del capital.
Esta táctica corresponde a una estrategia anticapitalista y socialista mundial, porque no habrá definitiva victoria mientras no sea internacional. Mientras ello no suceda, el combate permanente contra el bloque del gran capital permitirá que el bloque popular avance, y prepare las condiciones para la construcción de una nueva sociedad sin explotados ni explotadores.
FIRMANTES: Eduardo Aparicio, Pedro Balbi, Carlos Coitiño, Ernesto Domínguez, Roque Faraone, Elsa Gatti, Jorge Hernández, Julio A. Louis, Enrique Martí, Raúl Martí (militante, residente en España),Fiorella Peña (Profesora de Literatura, militante),Juan Quevedo, Jorge Ramada, Ángel Rodríguez, Alejandro Sosa, Jorge Stagnaro, Carlos Viera.
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