¿ARMAS O COMIDA?
La situación económica de mucha gente está sumamente complicada por el tema de la pandemia. Hay muchos trabajadores en seguro de paro, otros tantos que por ser informales no tienen ningún ingreso y los subsidios no llegan para todos. Las innumerables ollas populares empiezan a decaer por falta de suministros y agotamiento de los donantes, y el hambre es una realidad o una amenaza para muchas personas. Hace pocos días el ministro de Defensa anunció que se está gestionando la compra de diversos armamentos para la Armada y la Aviación por cifras millonarias en dólares. ¿Es en esta situación prioritaria la compra de insumos militares? ¿Qué mensaje se da cuando se apunta al recorte y la austeridad en la mayoría de las áreas y se exceptúa la defensa? ¿Los que criticaron la construcción del Antel Arena como un gasto innecesario defienden hoy invertir en armas? ¿No deberían dirigirse los recursos escasos a generar fuentes de empleo y ayudar a sobreponerse a los más vulnerables, al menos en estas circunstancias? ¿Esta “carrera armamentista” vernácula es una concesión a algún socio de la coalición? ¿Es más importante la defensa que el bienestar de la población?
El arma de la comida por Gonzalo Abella
Hablemos de comida. En el departamento de Canelones la superficie destinada a la pequeña agricultura bajo del 80% al 15% en 20 años. De ese 15%, el 33% es soja transgénica. En todo el país desaparecen los tambos familiares y los emprendimientos agrícolas pequeños. No parece que el actual Gobierno esté interesado en enmendar el desastre de los anteriores, porque las leyes del mercado y las trasnacionales orientan otra cosa. Si pudiéramos abastecer como antes a Montevideo en el rubro hortifrutícola por modestos camiones de feria, se gastaría menos en hisopados de frontera y el riesgo pandémico disminuiría. Además, no dependeríamos tanto del dólar. Pero los sucesivos gobiernos han hecho todo lo posible para privarnos de soberanía alimentaria.
Hablemos de distribución de recursos. Quizás la administración de Doña Carolina Antelarena de Cosse sea un simple grano de arena, valga la redundancia, al lado del drama de ANCAP protagonizado por Martínez & Sendic asociados. Tampoco es relevante para los dineros del Estado el doble sueldo del Dr. Villar, ya que uno de sus ingresos proviene de la esfera privada. Pero lo que ya es otra cosa es la exoneración de todo impuesto sobre ganancias a la banca privada y a las redes privadas de cobranza. Un 1% de impuesto a estos parásitos, más la abolición de las AFAPs sería la resolución definitiva del déficit fiscal y la respuesta a las necesidades sociales e investigativas de nuestra sociedad. Podía ayudar también que el FONASA no invirtiera dos tercios de su presupuesto en salvar mutualistas que tienen gerentes con sueldos de un millón de pesos. Y bueno, tenemos también las zonas francas, las trasnacionales saqueadoras y el Gran Capital especulativo. Daría para alimentos, subsidios, generación de empleos y el armamento que fuera necesario.
Hablemos del “armamento” necesario. El cuidado de nuestro mar territorial es una omisión suicida por falta de navíos adecuados. Al menos confiamos que sea por eso. El saqueo de los inmensos recursos marítimos que aún poseemos se ve incrementado por la pesca ilegal de grandes buques factorías y por la contaminación en régimen de total impunidad.
Sigamos. Helicópteros ambulancia ahorrarían colosales sumas de dinero en transporte médico terrestre Con tres helipuertos más como el de Santa Bernardina, ningún paciente grave estaría a más de dos horas de un CTI. Ojalá podamos emplear en eso lo que se saque por la venta del avión presidencial, otro símbolo “antelarenesco” de la soberbia gubernativa.
Sigamos con armamento. No queremos que las fuerzas represivas tengan un nivel de fuego inferior al narcotráfico, pero lo que más hace falta es capacitación humanista y un plan estratégico global contra la delincuencia organizada, que recupere la confianza de un pueblo hoy sumido en la decepción, la frustración y el miedo. En toda guerra moderna el apoyo de los pobladores es fundamental.
Entre los recursos que usan los gobiernos opresores (ellos mismos sometidos) contra el pueblo, el asistencialismo alimentario es un arma importante. También un minúsculo plan de viviendas que no resuelva el problema de fondo, puede operar como consolación y esperanza, del mismo modo que lo hacen esas falsas iglesias que organizan loterías fraudulentas de milagros. El asistencialismo, necesario en la emergencia, a mediano plazo genera dependencia e involucra horas de espera y gestión que se quitan a la posibilidad de un emprendimiento colectivo y soberano. Nacen generaciones que viven el “clientelismo mendicante” como el único oficio que ya ejercieron padres y abuelos (mejor dicho: madres y abuelas).
Sólo un cambio de enfoque radical puede resolver la falsa oposición entre invertir en comida o en armamento “protector”. Mientras tanto nos seguiremos moviendo para que todos coman, que todos puedan ganar su sustento, y que las armas de la represión sean frenadas en la dinámica interna entre los administradores del Poder y el pueblo trabajador.
La pirámide invertida por Mario Ferreira
Allá por 1943, el siquiatra y sicólogo Abraham Maslow, clasificó las necesidades humanas dentro de una pirámide. En su “Teoría de la motivación humana”, el crecimiento de la persona es un proceso que parte de las necesidades básicas (base de la pirámide) hasta llegar a la autorrealización. Para avanzar, se deben superar los niveles anteriores. Traducido al criollo, “lo primero es lo primero”. Históricamente, los gobiernos de todos los colores (ahora que está de moda clasificarlos cromáticamente) han comenzado por el vértice, satisfaciendo para su provecho, las necesidades “más elevadas”, a costas del resto de la sociedad. Como muestras de esa “autorrealización” egoísta, aparecen las obras faraónicas (vestigios de veleidades imperiales), los defensores ante peligros espantosos (resabios de súper héroes) y otras yerbas.
Pero la realidad es más terca que cualquier ser humano (y no solo que “el tuerto”). La gente necesita comer, educarse y vivir dignamente. ¿Para qué FFAA en nuestro país? A lo sumo, deberíamos tener una Guardia Nacional bien capacitada que tenga como objetivos, por ejemplo, atender situaciones de catástrofe, vigilar las fronteras y realizar tareas de prevención de desastres. Se podría diseñar planes de reubicación del personal militar, generando proyectos productivos donde seguramente un soldado encontrará mayor satisfacción personal.
Si el ministro está hablando de comprar elementos bélicos para defendernos, le está errando, ya que, si acaso alguno de nuestros vecinos decidiera invadirnos, siempre podemos pedirle al ex presidente que hable con sus amigos del Norte y nos manden algunos marines.
También le erra el gobierno al no aplicar la misma norma de reducción de personal que impulsa en otras áreas. ¿Es una forma de que el Estado siga funcionando como agencia de empleo? Nuestro país tiene una funesta tradición de pactos entre civiles y militares. No sería extraño que estas medidas sean el resultado de compromisos no escritos con la institución militar o sus representantes políticos y de los cuales, nunca sepamos sus detalles. La política debe tener como objetivo, la búsqueda incesante de instrumentos que permitan el desarrollo digno de los habitantes de un país o territorio. Lamentablemente asistimos muchas veces, al uso demagógico de la situación de los más necesitados como forma de legitimar la lucha por el poder en sí mismo y a la ausencia total de empatía con estos uruguayos que viven en condiciones de total desprotección. Ojalá el futuro no nos traiga más Anteles Arena ni compras de armas y que en su lugar, lleguen las acciones que permitan a todos por igual, avanzar por la pirámide hacia la realización personal.
Emergencia Alimentaria por Martín Forischi
Muchos temas para contar de estos últimos días, con porcentajes de una alta aprobación de gobierno que no existe, con una satisfacción popular que no es tal, pero la gente sabe, la gente analiza, y es por ello que estamos como todas las semanas para marcar la opinión semanal.
Me parece imprudente pensar en invertir en nueva logística para el Ministerio de Defensa en medio de la crisis alimentaria, y de una ola de despidos; y no vamos a compararnos con países primermundistas, vamos a compararnos con la región, que está en crisis alimentaria igual que nosotros, algunos un poco más, otros un poco menos, nosotros un poco más, Argentina parecido, Paraguay mal, Ecuador mal, Perú mal, Bolivia mal, y quiero elevarme a lo más sensible de cada país y con claridad, y nos vamos a sorprender cuales son las prioridades. La gente en su inercia diaria está viendo cómo hace para comer a la noche, y no sabe que está pasando en la región, y se van a sorprender ya que somos el único país que está pensando en comprar barcos y aviones para el MDN.
Habida cuenta de cuáles son las prioridades del Gobierno, y que sigue sin demostrar resultados tangibles, no seamos tan inocentes de pensar que todo está bárbaro. No hay diferencias sustanciales respecto al Gobierno anterior; la diferencia es que en éste, como en tantos otros temas, han recurrido a creativos publicitarios.
Comienza a admitirse en Uruguay el recurrir al Marketing publicitario. En publicidad se trabaja con la ilusión de felicidad, generar la sensación de satisfacción e insatisfacción, y que con determinado actuar del Gobierno nos sentiremos satisfechos, y bajo esa sensación de insatisfacción es que MDN piensa en compras de logística militar.
Lo que está pasando es preocupante, con un MIDES que necesita mejores políticas sociales para que la gente no pase hambre y frío en las calles, y ante la probabilidad de recortes, el dinero que se invertía en políticas sociales probablemente no vaya más. Pero INE muestra los números reales, un IPC que en Julio fue de 217,99 y en lo que va del año la variación del índice de precios al consumo suma 7,37 %, que la inflación en Uruguay es alarmante, se refleja en los elevados precios.
El problema es que el electorado los puso allí, y ahí yo creo que la culpa claramente la tenemos los uruguayos, la culpa claramente la tiene el número de indecisos que a semanas de las elecciones no tenían en claro que votar, la culpa claramente la tiene el FA que luego de Vázquez y Mujica no supo impulsar un nuevo líder político, y al final del día me di cuenta que le dimos la posibilidad de gobernar a individuos que no cuentan con las capacidades técnicas necesarias para administrar.
Preparándonos para la inminente guerra por Benjamín Nahoum
Es conocido que nuestro Uruguay es un país sometido a mil peligros. Todavía está fresca en la memoria de la población aquella casi guerra con Argentina, en la época de los puentes cortados, que obligó nada menos que al entonces presidente de la República, Dr. Tabaré Vázquez, a solicitar el auxilio nada menos que del presidente de los Estados Unidos de América, George Bush hijo, y de su Secretaria de Estado, la inolvidable Condoleezza Rice. Bastó que Bush hijo mirara hacia aquí para que la conflagración muriera sin nacer, pero finalmente quedó claro para todos que habíamos vivido en peligro y ni siquiera lo sabíamos.
Seguramente el actual presidente, Dr. Luis Lacalle Pou, conoce, también secretamente, la existencia de nuevas y terribles amenazas que nos acechan, y es por eso que ahora se procura renovar y reforzar el equipamiento de las Fuerzas Armadas del país, que según señala el ministro de Defensa, Dr. Javier García, en declaraciones a todos los medios, “necesita una Fuerza Aérea que vuele y una Armada que navegue”.
La afirmación del ministro es realmente incontrovertible, pero salvo que estemos nuevamente ante una guerra inminente, el momento no parece el más adecuado para pensar en barcos y aviones de guerra. Estamos todavía dentro de una pandemia que nos ha tratado con cierta benevolencia en lo sanitario, pero que ha sido feroz en lo económico, porque para evitar un colapso sanitario se paró el país. Ello llevó a la detención de numerosas actividades, a la pérdida de ingreso de miles de personas, al cierre de fábricas y comercios, y en definitiva a que mucha gente pasara, y esté pasando, hambre. Otra vez las angustias del 2002, pero esta vez no por las impudicias del sistema financiero, sino por el virus que trajeron los aviones.
Entonces uno piensa, aun
dándole la razón al ministro y a la preocupación del gobierno, si no habría que agregar a esas necesidades que el Dr. García señala con tanta claridad, que necesitamos también trabajadores que puedan trabajar, enfermos que puedan ser cuidados, estudiantes que puedan estudiar, niños, adultos y ancianos que puedan comer, viviendas dignas donde puedan vivir. Y que, necesitándose todo eso, y siendo las posibilidades limitadas, como no se cansan de señalar la Ministra de Economía y el Director de la OPP, pensar ahora en barcos y aviones de guerra sea una muestra de sensibilidad o de todo lo contrario.
¿O será que se piensa que los peligros no están afuera sino adentro? ¿Qué provienen de los reclamos de la gente y de las poderosas influencias que algunos sectores tienen en esta coalición que nos gobierna, unida con alfileres y en la que la gran coincidencia es el deseo de llegar al poder? Sólo así puede entenderse que, queriendo disminuir a toda costa el déficit fiscal, sin tocar el bolsillo de los que tienen los bolsillos llenos, estemos pensando en barcos y aviones de guerra.
Armas, Comida o Asentamientos por José Pedro Pollak
Nuestra sociedad habitualmente plantea dicotomías, siempre de segundo o tercer grado; Armas o comida es una de ellas
Dejando de lado la educación en su más amplio espectro, hay una categoría elemental que la sociedad nunca la contempla; los Asentamientos. La preocupación que casi un diez por ciento de nuestra sociedad viva en cantegriles, es un problema tan teórico que ni siquiera nos toca el alma.
Existen colectivos que defienden derechos de muchas minorías, mujeres, afrodescendientes, LGTB, religiosas, políticas, y hasta de animales.
Pero no existe un colectivo en serio que defienda a los marginados de la tierra que son aquellos que viven en condiciones infrahumanas.
Los colectivos, y población en general, muchos de posición acomodada, discutimos acaloradamente acerca de esos legítimos intereses, detrás de un vidrio en invierno, tomando un aperitivo y con la estufa prendida.
Pero de los intereses de esos más de 200. 000 habitantes, no están incorporados adecuadamente en las mentes de los uruguayos.
Por defensa entiendo, que, mucho más allá de un plato de comida, necesario hoy con la pandemia, pero igualmente necesario desde hace muchísimos años, es necesario fortalecer la impostergable necesidad de erradicar dicha situación.
Es la brecha más intensa, que por razones a veces misteriosas, el ser humando no la percibe. La brecha política, la cultural la de género y otras tantas quedan relegadas frente a la situación que día a día se vive en los Asentamientos.
Por eso creo que la amable consulta que me hizo el Semanario Voces solo sirve para tratar brechas de segundo o tercer nivel y es funcional a que el fenómeno de los Asentamientos continúe invisibilizado.
Por ello concluyo que es urgente desarrollar urgentemente mecanismos de concientización para que pueda visualizarse en la población de ese flagelo. Un día no muy lejano me gustaría ver cartelería o publicidad televisiva diciendo “Hay Hermanos nuestros viviendo en la mayor indignidad y no hacemos nada”
Ello va de la mano del armado de un Plan de forma que, en cinco años, la mayoría de ellos hayan desaparecido. Sin perjuicio de ello, dos lanchas rápidas entiendo necesarias para proteger los recursos pesqueros, así como el cuidado de las fronteras para evitar el tráfico de drogas.
Ideología por Roberto Elissalde
Meus heróis morreram de overdose
Eh, meus inimigos estão no poder
Ideologia
Eu quero uma pra viver
Ideologia
Eu quero uma pra viver
Fragmento de Ideologia, de Cazuza y Roberto Frejat
Cazuza se lamentaba en 1988 que todo el mundo necesita una ideología para vivir. El Partido Nacional y el Partido Colorado, a través de sus voceros, denostaron esta conclusión durante 15 años, al afirmar que el Frente Amplio gobernaba el país a instancias de “la ideología”. Prometían ellos un gobierno eficiente, práctico, que solucionara los verdaderos problemas del país sin la anteojera de la ideología.
Pues no.
La ideología liberal o la neoliberal, que promueve un Estado chico y prescindente, un déficit fiscal bajo o nulo y dejar actuar a los agentes del mercado es la ideología oficial no explícita de la coalición de todas las derechas que hoy gobierna. El peso del Estado debe ser disminuido, el déficit debe desaparecer, la inflación debe bajar y los agentes privados –los malla oro de la lucha de clases– no deben ser obstruidos con impuestos ni regulaciones. Los verdaderos culpables son los sindicatos, los gremios, las cooperativas y todos aquellos que los ideólogos de la izquierda, cuando ejercían el poder, se vieron “beneficiados” por el Frente Amplio.
Pero la ideología no es perfecta, tiene límites, no es capaz de interpretar todo ni de ocultar todo. Y las costillas y soldaduras del nuevo barco ideológico son visibles casi siempre y algunas veces chocan con la realidad.
Los nuevos pilares del poder político son los estancieros, los exportadores, los grandes comerciantes, el poder militar, la iglesia católica, la alianza occidental. Ya pasaron los tiempos de los sindicatos obreros y el PIT/CNT, los Familiares de presos y desaparecidos, los pobres e indigentes, la masonería, los empleados públicos.
Cada uno de los pilares tiene ahora un paladín, un defensor o un ejecutor dentro del Poder Ejecutivo, que expresa su ideología de manera franca. El ministro de Ganadería, Carlos María Uriarte, soñaba con un dólar alto, que generara excitación en los exportadores agropecuarios. Para él los crímenes de violencia de género son casi lo mismo que el robo de ganado. Estoy seguro que cree que es más o menos lo mismo (y que tal vez las vacas son inocentes de lo que les pasa, pero no todas puedan decir lo mismo). El Presidente de la República, hablando por su ministra y por su director de OPP, expresa que, si bien hay que obligar a los empleados públicos a recortar su sueldo, a los grandes capitalistas no se los puede apretar porque son los que llevan al pelotón a seguir pedaleando.
El ministro de Defensa Javier García hace años que es vocero en temas militares. Su trabajo no es fácil. Por la punta derecha hay un senador de su propia coalición que quiere actuar como líder de todo lo que sea militar, por encima o por el costado del poder institucional del Estado. Por otra parte, la ideología de su gobierno llama a achicar los gastos y la cantidad de funcionarios públicos. Según datos publicados hace un mes, Uruguay es el país que aporta menos parte de su PBI a la atención de los efectos sociales de la pandemia del covid.
Pero es necesario gobernar y mantener a todos los pilares adentro de la coalición. Tal vez sea cierto que se precisaban barcos y aviones, no hay por qué dudarlo. Pero la razón para anunciar la compra ahora es ideológica, política y estratégica para el gobierno, por más incomprensible que sea para el neoliberalismo. El poder militar debe sentir que el gobierno –y en especial el Partido Nacional–, es sensible a sus demandas. Para ellos es un juego de ganar o ganar: nos ayuda Javier o ya nos ayudará Guido. La ideología del caso no es la neoliberal, sino la de mantener el poder.
La reactivación y la defensa en la oficina por Oscar Mañán
Como decía Benedetti: “El Uruguay es un país de oficinistas. No importa que haya también algunos mozos de café, algunos peones de estancia, algunos changadores del puerto, algunos tímidos contrabandistas. Lo que verdaderamente importa es el estilo mental del uruguayo, y ese estilo es de oficinista” (El país de la cola de paja🙂. En fin, esa pequeña “oficina con status de país” no deja de sorprender.
Muchos se vanaglorian del impacto controlado de la pandemia, cuestión que merece relativizarse dado la baja densidad de población, la experiencia acumulada en otras latitudes, un sistema de salud relativamente integrado y de fácil acceso, una inmunización previa por generaciones con la BCG (Bacillus Calmette-Guerín, usada para la tuberculosis, pero con efectos indirectos en otros virus y bacterias), un sistema de investigación científico profesional y solidario a pesar de magros presupuestos. Claro, vale reconocer a las autoridades la clara comunicación y la humildad a la hora de escuchar a los especialistas.
La pandemia demostró la fragilidad de la economía, consecuencia de modelos neoliberales que atentaron contra los bienes públicos. Asimismo, los nombrados “cambios estructurales” de los gobiernos progresistas se desvanecieron en un trimestre recesivo. Las políticas asistencialistas, que cumplieron sí un papel necesario de “emergencia”, no lograron una incorporación de la población vulnerada a la actividad económica formal.
CEPAL y OIT estiman para la región un retroceso de tres lustros como impacto de la crisis pandémica. Para recuperar el empleo se necesita un esfuerzo de inversión pública, además de políticas que alienten la inversión privada y controlen a empresas que impulsan ajustes abusivos. Todos los sectores económicos piden apoyos fiscales, quizás créditos blandos (aprovechando las tasas internacionales bajas), las pequeñas y medianas empresas necesitan exoneraciones fiscales que pueden atarse al aumento del empleo. Los trabajadores reclaman una renta básica capaz de rescatar el consumo y por ende la actividad económica doméstica, apuntalar los sectores informales más vulnerados por la recesión. Las políticas públicas de atención a la pobreza y la indigencia deben también ser un punto de la agenda. El país está entre los que menos esfuerzos fiscales hicieron para afrontar la crisis, y el discurso gubernamental sigue siendo “el achique”. Achique del gasto público, incluso en educación e investigación, que demostraron su importancia y potencial en la coyuntura.
Bajo el panorama anterior, el gasto militar resulta un sin sentido, tanto como desprenderse a precio de remate de un avión “presidencial” que se había acondicionado para traslados médicos. Iniciativas improvisadas buscan marcar diferencias con políticas anteriores, si bien como reza el dicho popular, en ocasiones “deshacer es más costoso que hacer”. Los anuncios “con bombos y platillos” de la exportación de efectivos militares al Valle del Golán, abonan a resaltar la importancia de la fuerza y denotan la falta de debate informado sobre la cuestión militar rayano en una inmadurez política increíble.
Armas, y comida por Juan Pablo Grandal
Hace unos días escuché un par de entrevistas que le hicieron al entonces Ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, en el año 2016, poco antes de su fallecimiento. Habló de muchos temas, pero en lo que es pertinente a la temática de hoy, habló del prejuicio que existe en gran parte de la sociedad uruguaya, particularmente en la izquierda, hacia las Fuerzas Armadas. Afirmó incluso que existe una estigmatización hacia el “milico”, y la relacionó con los salarios sumergidos de la tropa, buena parte de quienes viven bajo la línea de pobreza y pasan graves necesidades (particularmente en esta coyuntura), y también al celo con el que se observa el gasto militar.
Y es notorio que esto último no se da en otras esferas de la gestión pública. ¿Qué opinan quienes están tan preocupados por el gasto militar de los aparentes sobrecostos en la construcción del Antel Arena? ¿Qué opinan de los millones y millones de dólares que el Estado uruguayo deberá gastar como parte del contrato ROU-UPM? Y podría seguir. En algunos de estos casos la utilidad de dichas inversiones puede ser discutida, pero solo un ciego no ve que quienes tienen un ojo muy crítico a la hora de observar el gasto militar, en el mejor de los casos se callan ante otros mucho más aberrantes derroches de fondos públicos, y en el peor de los casos se inmolan públicamente para defenderlos.
Entonces no queda otra cosa más que pensar, que no son las cuentas públicas las que importan, ni el bienestar de los más necesitados. Lo importante para muchos es cumplir con sus dogmas, sin importar lo que esto signifique para las perspectivas de desarrollo de nuestro país a futuro o para el manejo de la situación actual. Sin duda que cualquier inversión pública debe ser discutida, así que hagámoslo, discutámosla. ¿Tienen idea del rol que está cumpliendo y debe cumplir la Fuerza Aérea en el control y vigilancia de nuestras fronteras, particularmente importante en tiempos de pandemia? ¿Saben que el Uruguay tiene un Mar Territorial de 350 millas náuticas de extensión (648 kilómetros) cuyo cuidado por parte de la Armada es vital para proteger nuestra industria pesquera y evitar que nuestros recursos marítimos sean robados por potencias extranjeras, lo cual ya sucede tanto en nuestro país como también en Argentina?
Lo que pasa es que mucha gente en este país hace gárgaras de la importancia del desarrollo, pero quiere que todos sus pequeños prejuicios ideológicos tengan su espacio o sino no vale. No podemos pensar en tener un país desarrollado en el cuál la gran mayoría de nuestros compatriotas vivan materialmente satisfechos si no tenemos unas Fuerzas Armadas con la capacidad de proteger nuestros recursos y nuestras fronteras. Usar a los más pobres como excusa para defender políticas que los mantendría en la pobreza es muy triste, y más aún cuando es para satisfacer los caprichos de unos pocos, que sí que son pocos: según encuestas de opinión pública las Fuerzas Armadas son unas de las instituciones que gozan de mayor respeto por parte de la ciudadanía. Si queremos obtener recursos en lo inmediato para garantizar que todos nuestros compatriotas tengan sus necesidades básicas satisfechas en una crisis brutal como en la que estamos, hay muchos lugares de donde se puede sacar, y hay muchos sectores que hoy aportan poco o nada al fisco (como las redes privadas de cobranza) a quienes se les podría “pedir” amablemente un aporte a la sociedad que les permitió tener ganancias extraordinarias estos últimos años. Quizás sea menos políticamente agradable en algunos círculos de élite (hay muchos compromisos, se entiende), pero sería sin duda más agradable a la opinión pública mayoritaria, y también más sensato.
No, la Defensa no es más importante que el bienestar (aunque es vital para éste), pero mucho menos lo es tener cursos de lenguaje inclusivo en la Intendencia de Montevideo para satisfacer los caprichos de un par de “iluminados” o que la clase media alta pueda ir a ver espectáculos al Antel Arena, cuyo sobrecosto es financiado por la mayoría de la clase obrera y el pueblo que jamás lo va a pisar, que ya sabemos que las entradas no son gratis.
Pidan perdón por Andrea Bertino
Hay 147.000 personas en seguro de paro y es probable que miles no vuelvan a trabajar y que esos puestos de trabajo se pierdan definitivamente. Unas 50.000 personas (solo en Montevideo) comiendo en ollas populares que ya no dan abasto. Nos enteramos de que el gobierno uruguayo es el país latinoamericano que menos ha invertido para enfrentar los efectos económicos y sociales de la pandemia y además se destinan $6.500.000 en helicópteros, $1.400.000 en camionetas con nuevos preciosos pegotines y millones de dólares en la compra de diversos armamentos para la Armada y la Aviación. Durante los 15 años de gobierno del FA se cometieron muchos errores, pero no había miles comiendo gracias a la ayuda de otros. Entonces háganse cargo y pidan perdón. Háganse cargo de decidir gastar dinero en armas y ploteos de camionetas en vez de asistir a quienes seguramente muchos los votaron. Háganse cargo de no querer (si, es una decisión política el “no querer”) reducir las consecuencias de una pandemia que nos agarró por sorpresa pero que también tanto les sirvió para tapar grandes huecos internos. Háganse cargo de pedirles su voto a los pobres para ahora darle asistencia a la oligarquía rural. Háganse cargo de recortar y ajustar en medio de la peor crisis mundial de la historia moderna. Ayer leí esto de Washington Abdala: “Le tengo una fe a Arbeleche que no tienen idea. Cada día me doy cuenta -por detalles- que es la persona exacta para llevar los números. Y con Alfie jugando de Godin no puede andar mal ese binomio.” Me dio escalofríos. Tienen que siempre recordar quienes son los únicos privilegiados. Pobreza y desnutrición infantil tienen consecuencias a veces irreparables. Las ollas populares que calman el hambre a muchos deben ser una acción coyuntural, pero nunca una realidad permanente.
Hace unos días le preguntaron a Lacalle si pensaba contribuir con las ollas populares. ¿Saben que contestó? Esto: «Ya contribuimos entregando canastas a 600 mil personas.» Canastas de $1200 con los cuales una familia no come ni una semana.Háganse cargo de faltarle el respeto a la gente, de ser displicentes con quienes confiaron en “el cambio”. Háganse cargo por elegir atender los pedidos de los que más tienen y dejar de lado al pueblo. Por hacer de cuenta que acá no pasa nada y seguir repitiendo indignamente que es la herencia maldita del FA.
Háganse cargo de esta vergüenza y pidan perdón.
Sospecho por Esteban Pérez
La crisis crónica del capitalismo mundial adornada con la pandemia que le sirve para justificar muchas cosas, ha generado en los más vulnerables una situación de multiplicación de los padecimientos, a la vez que generó más acumulación de riquezas en pocas manos. Notamos el reverdecer de estados prepotentes que, con la justificación del virus, hacen implacables recortes de las conquistas populares sin siquiera rozar las arcas de los ricos, clase a la que representan. En nuestro país mientras el movimiento social impulsa ollas populares reclamando una renta para los damnificados y apoyo económico para ellas, el gobierno planifica gastar millones de dólares en armamento apremiado por la punta de los sables de nuestras antidemocráticas Fuerzas Armadas. El precio de la alianza electoral con el poder del fusil trajo como resultado que la balanza de la distribución de la riqueza abandone el platillo de los más infelices y se incline a favor de los más poderosos y privilegiados ¡qué lejos estamos del Artiguismo!
Una vez más es centro de la discusión si necesitamos o no fuerzas armadas tan desproporcionadas con respecto a la población y los recursos nacionales. ¿Necesitamos fuerzas armadas o necesitamos autodefensa nacional con milicias populares? Las fuerzas armadas clásicas, además de resultar carísimas, en el hipotético caso de una guerra contra otra nación, no resistirían ni 24 horas. Entonces, si se apuesta al gasto en armas y se apunta al recorte en muchas áreas sociales que vulneran a la población más débil y no se invierte esa millonada en generar empleo: ¿contra quién es la eventual guerra? ¿contra nuestro propio pueblo? ¿Se apuesta una vez más a la Doctrina de la Seguridad Nacional? ¿Se está fortaleciendo otra vez a un ejército de ocupación del propio país? Entonces, ¿usted no desconfiaría?…
¿Será tan sencillo el dilema? Por Gonzalo Pérez del Castillo
El gasto anual en armamentos a nivel mundial es de 3 trillones (millones de millones) de dólares; el comercio mundial de armas es de 200 billones de dólares (WMEAT report 2019 – Departamento de Estado USA). Desde hace décadas el arsenal de armamentos ha alcanzado tal magnitud que tiene la capacidad de destruir el planeta tierra entero, si fuera posible, múltiples veces. La incapacidad de los seres humanos del siglo XX (pos- guerra mundial) y XXI de llegar a un acuerdo para terminar con esta disparatada carrera armamentista quedará registrada en la historia como una de las más absurdas incongruencias de nuestra época. Además, este inútil despilfarro de recursos se desarrolla en un mundo de 7800 millones de habitantes de los cuales 820 millones pasan hambre a lo largo de sus vidas. Es bueno tener en cuenta esta desdichada realidad porque el tema ¿ARMAS O COMIDA? que nos plantea VOCES no se da en un vacío. Los economistas liberales ortodoxos me perdonarán si afirmo que el libre juego del mercado no ha aportado nada que se parezca a una solución en ninguno de estos dos temas. Sin embargo, ambos afectan decisivamente la economía mundial y la de las familias.
Pero la pregunta de VOCES no se refiere al funcionamiento del mercado sino a cómo el gobierno del Uruguay en esta coyuntura crítica distribuye sus escasos recursos. En este caso también la disyuntiva ¿ARMAS O COMIDA? no se da en un vacío. El presupuesto ejecutado en 2019 fue de USD 16,655 millones de los cuales USD 540 millones fueron a Defensa Nacional y otros USD 450 millones fueron transferidos al Servicio de Retiros y Pensiones de las Fuerzas Armadas. El gasto militar en Uruguay absorbe entonces unos USD 1000 millones anuales.
Parecería razonable que con ese nivel de gasto nuestras fuerzas armadas deberían estar bien equipadas para desempeñar la función que constitucionalmente les corresponde. De no ser así ¿Qué sentido tiene ese gasto? El Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea necesitan disponer del equipamiento necesario para desarrollar sus funciones. Es igualmente razonable que en un país que produce alimentos para 30 millones de personas a sus 3,5 millones de habitantes no les debería faltar alimentos.
En resumen, si la pregunta es: ¿ARMAS O COMIDA? tanto a nivel mundial como nacional la respuesta es “COMIDA”. Ahora cabe también preguntarse: ¿será tan sencillo el dilema que debemos resolver los uruguayos para racionalizar el gasto público? ¿No nos proporcionará esta crisis del COVID-19 la oportunidad de hacernos algunas otras preguntas?
Las Prioridades por José Franzini Batlle
“En estos meses de pandemia más de 500 uruguayos vinieron a bordo del Hércules, ya en edad de jubilación, y se reencontraron con sus familias en momentos difíciles. Vaya si vale la pena hacer este esfuerzo para tener un país más defendido” Con esa frase anunció y fundamentó el Ministro de Defensa, Javier García, la compra de armamento, barcos y aviones. Si bien no habló de cifras es claro que éstas serán millonarias. Ligar la defensa nacional y su futuro gasto al retorno de 500 uruguayos no parece suficiente, menos aún en este tiempo de emergencia social derivada de una economía detenida por una pandemia. Si bien la defensa nacional de nuestras aguas y espacios aéreos es importante al igual que el ejército nacional, no es menos cierto que nuestro país no puede plantearse jamás prepararse para cualquier defensa bélica de importancia. Cuidar nuestros límites tanto aéreos como marítimos no es prepararse ni invertir para una guerra. Estoy convencido que Uruguay no debe tener las estructuras de defensa nacional que hoy tiene, ni siquiera una caja jubilatoria paralela. Tal reforma es parte de una profunda reforma impostergable que Uruguay debe encarar en un futuro. Al fin y al cabo, las Fuerzas Armadas de Uruguay terminan siendo un bolsón de empleo para aquellos que carecen de especialidades. Con excepción de la oficialidad, claro. Hecha la aclaración de nuestra concepción acerca de la defensa en Uruguay, entendemos que el anuncio del Ministro, compra de aviones, barcos y armamento, no puede ser más inoportuno. Uruguay hoy vive una realidad que espeluzna, jamás en la historia se vivió una crisis tan importante de empleo. Los empresarios y emprendedores deben soportar, mediante impuestos, el alto presupuesto estatal además de enfrentar un contexto incierto que obliga a prescindir de mano de obra y achicar todo tipo de gastos. Aún así, la incertidumbre es de tal magnitud que los escenarios a prever son cuasi infinitos. Es muy posible que la crisis social se acentúe cada día y es bastante claro que el Estado, que ya ha bajado su recaudación, continúe disminuyendo sus ingresos. El esfuerzo estatal deberá estar dado en la condonación impositiva. Sí, condonación y no financiación. El Estado no puede darnos plazos de pago como si se tratare de una tarjeta de crédito, el Estado debe resignar el cobro de varias obligaciones que el emprendedor y/o empresario no podrán pagar. De lo contrario éstos no podrán mantener los empleos que crean y el problema será mayor. Hay que preparase para una temporada turística con magros ingresos y el impacto que se genera en una economía como la nuestra. La cosa no viene bien, el futuro inmediato y mediato parecen continuar así y el futuro a largo plazo es muy incierto. El mundo cambió, la libertad es muy frágil y las estructuras, todas, deben ser reconsideradas. El mundo cambió, para siempre. Prepararse para una economía de guerra, sí. Pero generar gastos estatales en armamento de guerra no es el camino. Menos aún justificando tal hecho porque 500 uruguayos retornaron en un avión militar.
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