No es fácil esta dura vida que llevamos. Pero existe un mandato superior que nos exige el sacrificio. Otrora, fuimos dos esbeltos mancebos a quienes la tarea que se les había impuesto, cuidar la puerta de este sagrado recinto donde se imparte justicia, les llenaba el alma de ilusiones. Hoy, al cabo de largos años de servicio, nuestro trabajo nos transformó en lo que somos. Sin embargo, no nos arrepentimos de nada. Son gajes del oficio. A cualquiera que, igual que nosotros, fuera testigo durante tanto tiempo de cómo una multitud de mujeres, niños y hombres “soporta apenas la dura ley” le hubiese acontecido lo mismo.
(Ubicación: Rondeau 1726)