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BIBLIOTECA DE PENSAMIENTO CRÍTICO

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Propuestas ecofeministas para un planeta cargado de deudas *

Yayo Herrero López (Madrid, 1965) visitó Uruguay en julio 2017 para participar como invitada especial en el IV Debate Feminista en Montevideo organizado por Cotidiano Mujer. Es antropóloga, ingeniera, profesora y activista. Es profesora de la Universidad Nacional de Educación a Distancia y referente mundial del movimiento ecofeminista.

“En un modelo de crecimiento económico, como el imperante, que funciona de espaldas a la materialidad que sostiene, lo vivo se ha constituido en un motor acelerador de la destrucción de recursos finitos y, en apenas un par de siglos, el metabolismo agrourbano-industrial ha superado los límites biogeofísicos del conjunto del planeta.

Naredo (2006) señala que, hasta la llegada de la Revolución Industrial, los hombres y las mujeres, al igual que el resto del mundo vivo, vivieron de los recursos que proporcionaba la fotosíntesis y de los materiales que encontraban en su entorno más próximo. Los seres humanos aseguraban su supervivencia imitando el funcionamiento de la biosfera. La economía se basaba en el mantenimiento de la diversidad que existía. Todo era objeto de un uso posterior, en una cadena, un ciclo, que aseguraba la renovación de los materiales empleados. Los ritmos de vida eran los marcados por los ciclos de la naturaleza y estos eran dinamizados por la energía del sol.

Sin embargo, las sociedades se alejaron del funcionamiento de la biosfera al comenzar a utilizar la energía de origen fósil para acelerar las extracciones y las producciones. La disponibilidad, primero de carbón, y luego de gas natural y petróleo, posibilitó un cambio profundo en el metabolismo económico y la posibilidad de superar los límites del territorio en el que se vivía mediante un sistema de transporte que permitía obtener energía, materiales y alimentación procedente de territorios lejanos.

Este crecimiento masivo, sin consideración de límites, apoyado en el manejo a gran escala de los stocks de los materiales contenidos en la corteza terrestre, conduce al deterioro del patrimonio natural que ha legado la evolución, tanto por la extracción de recursos no renovables, como por la generación de residuos, resultando en el extremo globalmente inviable.

Pero, además, el modelo socioeconómico capitalista no se ha expandido sólo a costa de los sistemas naturales, sino también a partir de la incautación de los tiempos de las personas para ponerlos al servicio del mercado. Es evidente en el caso de las personas empleadas en el mercado laboral en el que venden su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Sin embargo, la apropiación ha sido menos visible o totalmente invisible en lo referente a los tiempos dedicados a la reproducción social y mantenimiento de la vida cotidiana.

El cuidado de los cuerpos vulnerables constituye un elemento profundamente material e insoslayable para la supervivencia humana. Desde que nacemos somos radicalmente interdependientes. En la infancia más temprana, durante los períodos de enfermedad o en la vejez, nuestras vidas dependen materialmente de una gran cantidad de trabajo que otras personas dedican a cuidar y mantener nuestros cuerpos. En realidad somos interdependientes a lo largo de todo el ciclo vital, aunque sea en estos períodos cuando lo advertimos con más claridad. Por el hecho de vivir en sociedades patriarcales, son las mujeres las que asumen en mucha mayor medida este trabajo y lo realizan mayoritariamente en el ámbito privado de los hogares. …

Podríamos definir trabajo de cuidados como aquellos destinados a satisfacer las necesidades del grupo, su supervivencia y reproducción. El trabajo de cuidados presenta una doble dimensión. Por una parte se centra en la materialidad de los cuerpos y en sus necesidades fisiológicas, y por otra, tiene un fuerte componente afectivo y relacional, en todo lo que se refiere al bienestar emocional. …

No sólo exigen apoyo los niños y niñas, sino también, las personas enfermas o ancianas o quienes viven con una determinada discapacidad. Existen, por tanto, una gran cantidad de “dependientes sociales”, personas adultas y sanas, mayoritariamente hombres, que no han desarrollado la capacidad cuidar de sí mismos, ni mucho menos de otros. La atención de estos dependientes sociales, también supone una importante carga que asumen las mujeres.

Todos y todas somos dependientes de los cuidados en algún momento de nuestra vida. Por ello, podemos decir que los cuidados son universales e inevitables.

Los economistas clásicos, aunque no concedieron a este esfuerzo ningún valor económico, al menos reconocieron la importancia del trabajo familiar doméstico y formularon el salario como el coste de reproducción histórico de la clase (Carrasco, 2009). Para ellos, existía una tensión al reconocer el valor del trabajo doméstico aunque no llegasen a incorporarlo en los marcos analíticos de la ciencia económica.

Esta contradicción desaparece, casi completamente, con la economía neoclásica que institucionaliza definitivamente la separación entre el espacio público y privado, entre la producción mercantil y la producción doméstica, quedando esta última marginada e invisibilizada.

Es esta segregación de roles la que ha permitido a los hombres ocuparse a tiempo completo del trabajo mercantil, sin las cortapisas que supone ocuparse de cuidar a las personas de la familia o de mantener decentes las condiciones higiénicas del hogar. Se apuntala así una noción de lo económico que no se ocupa de la división sexual del trabajo, ni reconoce el papel crucial del trabajo doméstico en relación con la reproducción del sistema capitalista.

El sistema capitalista no puede reproducir bajo sus propias relaciones de producción la fuerza de trabajo que necesita. La reproducción diaria, pero sobre todo la generacional, requiere una enorme cantidad de tiempo y energías que el sistema no podría remunerar. Entre la sostenibilidad de la vida humana y el beneficio económico, nuestras sociedades patriarcales capitalistas han optado por este último (Carrasco, 2009).

La actividad mercantil se sitúa en el centro de la estructura socioeconómica, pero no considera ningún tipo de responsabilidad social en el mantenimiento de la vida. Esta responsabilidad, que no puede dejar de ejercerse si se quiere que la vida continúe, ha sido relegada a las esferas invisibilizadas de la economía del cuidado, donde se absorben las tensiones y el conflicto permanece oculto (Pérez Orozco, 2006).”

En este ensayo Herrero propone ─ante el agotamiento de los recursos naturales, y las crisis social y de cuidados─ aprender de la lógica de la vida, cambiar el modelo de producción, poner límites a la creación de dinero, reconfigurar el modelo de trabajo, distribuir con justicia la riqueza y mimar las experiencias alternativas.

* Artículo completo: Revista de Economía Crítica, nº13, primer semestre 2011, http://revistaeconomiacritica.org/sites/default/files/revistas/n13/2_REC13_Articulo_Y_Herrero.pdf

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