Bill Gates, la carne sintética, los veganos, el latifundio y el fin de la industria cárnica por Ernesto Kreimerman
Bill Gates, todos lo sabemos aunque tan sólo sea leído como una noticia mientras hacemos tiempo en la peluquería o en el dentista, es el fundador de Microsoft, principal accionista y la cuarta persona más rica del mundo. Lo que la mayoría ignorábamos es que es el mayor o uno de los mayores propietarios de tierras agrícolas de los Estados Unidos.
La prensa estadounidense especializada en temas de la producción agrícola ha destacado en los últimos tiempos, desde que se ha instalado en la agenda pública la cuestión de la “carne sintética”, que Bill Gates es propietario de por lo menos 108 mil hectáreas.
The Land Report publica anualmente su informe acerca de “los 100 mayores terratenientes del país”. Según Eric O’Ḱeefe, las operaciones de compra de predios fueron muy discretas. Recién se advirtió la presencia de Gates en 2017 cuando la empresa de inversiones Cascade adquirió en el 2017 61 predios que hasta ese momento eran propiedad de un fondo de inversiones. Según O’Ḱleefe, la operación superó los 500 millones de dólares. Pero lo que llamaría más la atención, destaca el director de The Land Report, es que «podría decirse que fue en secreto. No hubo un anuncio público ni una notificación en la prensa de negocios». Recién en 2018, se sabría la identidad del comprador. Y ello debido a una investigación de la publicación Agri Investor.
Bill Gates, a través del área de marketing de su imperio Microsoft, había instalado la idea de que a partir de su retiro de la compañía se dedicaría a asuntos mundanos, a donaciones asociadas a beneficios fiscales, pero nada estresante. La realidad ha sido muy otra; ha permanecido activo e impulsando nuevas inversiones en zonas de alto potencial de transformación y también en opciones más convencionales.
La inversión en tierras del año 2017 no fue un hecho aislado, llamativo si para quienes habían asumido la idea de que BG haría una suerte de retiro temprano de la vida empresarial, pero no aislado. En realidad, parece formar parte de una estrategia más profunda, de más largo plazo.
En 2018 se informaba que una empresa irrelevante llamada Angelina Plantation pagó 171 millones de dólares por 5.800 hectáreas de tierras muy fértiles dedicadas al cultivo de maíz y trigo, ubicadas en el estado de Washington. Cuando los analistas de negocios agroindustriales buscaron los antecedentes de la compañía, descubrieron que se trataba de una empresa que apenas contaba con dos empleados y su flujo de caja era mínimo: apenas le ingresaban 300.000 dólares al año. La parte vendedora era John Hancock Life Insurance, una administradora de activos de gran escala con participaciones clave en todos los principales mercados de EE. UU., Canadá y Australia. Pero un periódico de la zona, el Tri-City Herald informaba que el comprador era un «inversionista de Louisiana», una compañía de responsabilidad limitada asociada con Angelina Agriculture de Monterey, Louisiana. Los radares de los analistas no llegaban hasta allí: no habían advertido que el accionista de esa pequeña compañía era Bill Gates.
Los analistas fueron sorprendidos pues solo los fondos soberanos y los inversores institucionales pueden cerrar acuerdos de ese porte. Ocurrió que les falló el olfato. Aqui y allá, la acumulación de tierras suele recoger reproches por sospechar que lo que motiva la operación no es un afán productivo, sino de especulación. Y si bien muchas veces suele ser una sospecha ratificada por los hechos posteriores, lo cierto es que casi todas las tierras adquiridas, bajo más de una forma jurídica, por Bill Gates, son tierras dedicadas a la producción agrícola. Tanto las que adquirió Cascade como Angelina Plantation, continúan abocadas a la misma labor productiva.
Cambio climático, revolución alimenticia
Bill Gates no se ha conformado con su imperio informático. Por el contrario, comenzó a explorar en los grandes desafíos de la humanidad: educación, salud, cambio climático y nuevo enfoque alimentario. A partir de este cruce de intereses, Bill Gates llega a abrir opinión en favor de la “carne sintética o cultivada” y en contra de la ganadería por su efecto negativo.
Hace estos días, Bill Gates presentó su último libro, “Cómo evitar un desastre climático”. Desde su perspectiva, ir en busca de respuestas al desafío del cambio climático significa dar un impulso a la innovación. Por ejemplo, dice Gates, “la creación de la vacuna ha sido más rápida de lo que hubiéramos esperado. Nuestra fundación había estado respaldando la tecnología del ARN mensajero, pero no se habían desarrollado vacunas. Así que, esa parte, al menos, es muy esperanzadora. Finalmente, eso es lo que terminará con esta pandemia”. Las vacunas de Pfizer y Moderna fueron desarrolladas con esta tecnología.
Gates entiende que el cambio climático afectará severamente la producción agrícola, especialmente la de subsistencia, lo que se traducirá en mayores problemas de malnutrición y nuevas oleadas migratorias. La mirada crítica de Gates sobre la ganadería se basa en que se trata de uno de los mayores factores de calentamiento de la atmósfera por su emisión de metano, un gas más nocivo que el CO2. Según el informe que sustenta esa posición, más del 60% del metano presente en la atmósfera terrestre está producido por el ser humano, y de ese 60%, un 27 proviene del ganado.
De hecho, se ha trabajado en este sentido, pero hay un límite biológico para la reducción de metano del ganado vacuno porque esas bacterias son vitales para procesar el alimento y extraer los elementos químicos que alimentan.
Así, Gates ha lanzado una idea que es disruptiva pero no radical. Es disruptiva, en tanto propone que se produzca una ruptura en el desarrollo de la actividad cárnica para propiciar una renovación radical. Aunque no se explicite todo lo que ello implica, en español antiguo significa el fin de la producción industrial ganadera, del rodeo, de la intermediación en sentido amplio, de los frigoríficos; en suma, del complejo industrial que concluye con la exportación en cortes de alto valor agregado.
Pero no es radical, en el sentido de que parece ir en el mismo sentido de unas tendencias que ya no son testimoniales. Por ejemplo, y adicional a lo ya anotada en la industria del calzado y la vestimenta, la creciente tendencia a la cocina vegetariana, y más radical aún, la vegana, cuestionan silenciosamente el futuro de la carne en la dieta. Que no será a corto plazo, pero sí en un horizonte no lejano. Algunas cuantificaciones hablan de un 5% de la población mundial ya definidas. ¿Y las nuevas generaciones? El veganismo ha entrado en el lenguaje de las familias, impulsado por la búsqueda de una forma de vida más saludable y menos agresiva con otras formas de vida animal.
Bill Gates parece querer saltar del mundo del software al de la alimentación. Y seguramente no será esto que llaman “carne sintética o cultivada” lo que nos cuestiona la industria que nos legó Hernandarias, sino los cambios culturales y las expectativas de una mejor calidad de vida. Lo que parece amenazarnos, no es Bill. Es la evolución de la condición humana. Y si te parece, también Bill el de Microsoft. Pero sobretodo, Bill el latifundista.
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