“Cuando los elefantes hacen el amor, la pradera sufre; cuando los elefantes pelean, la pradera sufre”. (Proverbio swahili mencionado por Julius Nyerere)
La sustitución de Theresa May por el neoyorquino-británico Boris Johnson debe adjudicarse como un inicial éxito internacional de Donald Trump: su indubitable apoyo principal colocó a un secesionista de la Unión Europea (UE) en la primera magistratura. Tras lograr la dislocación latinoamericana del BRICS al -presumiblemente- cortar el brazo al acceso pequinés a la región, complementado con el alineamiento automático -como un habitual exabrupto suyo- de Jair Bolsonaro; declararle la guerra comercial a China, aplicando gravámenes a sus exportaciones hacia Estados Unidos (EE.UU.), la desagregación del Reino Unido de la UE materializa la inaugural agresión comercial que desde tiempo atrás anuncia contra esa comunidad: los nombrados y otros se mezclan en una bolsa en la que son considerados enemigos comerciales por parte de Trump.
Cuando el estadunidense se enteró de la proclamación de su propulsado como premier, escribió: «Felicitaciones a Boris Johnson por convertirse en el nuevo primer ministro de Reino Unido. ¡Él será genial!» Con este paso Trump -junto con el británico- cree poder crear un eje de nuevas expectativas en su favor en el mundo comercial para poder competir con ventaja a sus rivales, derrotarlos y recuperar preeminencia -que sabe perdida- por la que culpa a la globalización. Confía, adicionalmente, en que sus alianzas militares y algunos instrumentos multinacionales que controla coadyuvarán para que ello suceda.
En su momento el estadunidense criticó acerbamente a May -“no hizo lo que le dijimos”- y anunció que un nuevo líder -que según él sería Johnson- enmendaría el “desastre” que dejaría la premier. Luego de la resolución de los torys, se permitió remarcar su satisfacción al declarar que «Es un tipo diferente, pero dicen que yo también lo soy. Nos llevamos bien. Creo que tendremos una muy buena relación”. Cuando declaró lo anterior ya había lanzado sus invectivas contra el embajador británico, haciéndolo echar al darse por enterado que Kim Darroch (cumplió con la formalidad de renunciar) lo había considerado en sus informes privados al Foreign and Commonwealth Office como un “inepto”.
De acuerdo con nuestra información de hace unos meses, cuando se dice que Gran Bretaña -si de antemano se prepara bien- no tendría contratiempos económicos para salir de la UE y el rompimiento sin acuerdo le resultaría “barato”, se contrapone con lo advertido por la Oficina Presupuestal de Responsabilidad que señala que el reino podría caer en una repentina y larga recesión.
Johnson emprendió su gestión reiterando dichos de su campaña llena de fanfarronerías en favor del brexit y utilizando fake news (noticias falsas) como aquellas que difundió en su trabajo como periodista a fines siglo pasado y en su andar como político, por las que debió ofrecer, en más de una oportunidad, disculpas. Por ahora, el premier se ha aferrado en sus propuestas en el pretexto de encontrar una alternativa a las cláusulas sobre salvaguarda irlandesa sustentadas por los negociadores de la UE y desaprobadas por la mayoría del parlamento británico, pero siempre manteniendo -con cualquier resultado de éstas- que el reino abandona la UE.
Asimismo, debe señalarse que subsidiariamente, como consecuencia de cierto “seguidismo” londinense a la Casa Blanca en el Pérsico a últimas fechas, Johnson enfrenta una situación militar difícil: luego que desde Gibraltar detuvieron a un petrolero de Teherán que supuestamente se dirigía a Siria (objeto de sanciones por la UE), barcos británicos fueron apresados en el golfo (en el estrecho de Ormuz) y llevados a puertos iraníes.
Al considerar el contencioso del brexit, hay que indicar el estado de ánimo y cómo lo toma un medio de prensa que en general expresa el pensamiento preponderante en la UE, como es el caso de la influyente publicación alemana Der Spiegel -considerada la principal revista de la UE-, la que haciéndose eco del divorcio, titula «Locos en Reino Unido», y refiriéndose a la nueva dirección política tory “Hacer a Gran Bretaña pequeña otra vez”.
De acuerdo con fuentes de la UE, la unidad de acción que asoma entre Trump y Johnson pasa por concretar un amplio acuerdo en el orden comercial y uno más militar. Estos habrían sido los temas de una conversación telefónica que sostuvieron ambos mandatarios el pasado 26 de julio, 48 horas después de asumir el cargo el premier. Según el tenor de dichas conversaciones, lo comercial sería tratado en noviembre próximo, una vez que Reino Unido esté formalmente desligado de la UE y sería tomado como base para un tratado de libre comercio.
En lo militar, ambos trabajarán de acuerdo -dando razón a aquello de la “relación especial”- en el apoyo político y práctico de sanciones contra el régimen chiíta de Teherán y sus consideraciones convergerán en involucrar a otros -mayoritariamente europeos de la OTAN- con la idea de que el régimen iraní debe caracterizarse como elemento desestabilizador en el Pérsico-Arábigo. Para esto no esperarán hasta noviembre y lo expondrán y tratarán, esperando resultados favorables, en Biarritz en la reunión del G-7.
Las apuestas de la UE acerca de la duración de la concordancia de acción Trump-Johnson está dividida entre quienes piensan que será duradera y aquellos que apuntan diferencias. Estos últimos adelantan que no se puede saber qué rumbo tomarán las cuestiones comerciales y financieras del Reino Unido tras el brexit, las que pueden generar tensiones entre Londres y Washington. Por otra parte, recuerdan que en mayo de 2018 Johnson fue en una misión a pedirle a Trump que mantuviera a EE.UU. en el acuerdo nuclear con Irán. Tratados como un par de maleducados en juego de niños, habrá que ver cuánta cuerda tiene el trompo Johnson para girar en la órbita de Trump al tratarse de sujetos de personalidades ególatras, incomprensibles e impredecibles.
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