El rezongo del presidente Luis Lacalle reclamando “mantener los modales” y “parar un poquito el tono”, afecta cualquier balance sobre el año 2023. Una evaluación que debe ser más amplia en el tiempo, ya que para los interesados en la marcha del país, además de finalizar el año también se cierra la fase centrada en la gestión que el actual gobierno inició en 2020, para dar paso a una etapa electoral.
Aquella reprimenda, desde el lenguaje empleado a que fuera dicho en público, con personas que lo grabaron y difundieron, es típico del modo de hacer y entender la política en este gobierno, enfocado en gestos y publicidad. Sin embargo, la exigencia por los “modales”, que tiene una larga historia que cristalizó en la modernización europea, de una manera u otra está asociada a las nociones de civilidad, respeto, igualdad y mutualidad. Entonces, si se toma el reclamo de Lacalle por los “modales” es apropiado observar el Uruguay que nos rodea, en este fin de año, para hurgar si se cumplen o no, esas aspiraciones de equidad, respeto y convivencia. Siguiendo esa mirada comparto algunas reflexiones desde la cotidianidad.
Alambre de púas
La primera vivencia es mi sorpresa al descubrir que la escuela pública a la que asistí está ahora rodeada de alambres de púas. Tal vez estuvieran allí desde hace tiempo, pero recién lo advertí un sábado reciente, en una tarde muy caliente, al observar que un hombre joven que andaba en bicicleta, se detuvo, caminó hasta la escuela, y allí, bajo el sol, orinó sobre su reja.
Es una escena que refleja las tensiones desgarradoras que cruzan la cotidianidad bajo este gobierno. En esa escuela seguramente se padecen los serios problemas que afectan a la enseñanza, los que no siempre se discuten racionalmente. En cambio, se impone una reforma que casi todos cuestionan. Las autoridades la defienden con titulares grandilocuentes pero vagos, y su principal ideólogo ya abandonó la tarea educativa para volverse precandidato. Tomando apenas el caso de las matemáticas, más de 800 docentes acaban de indicar que esa reforma reduce su carga horaria, cuando anunciaba lo contrario, lo que terminará agravando los rendimientos académicos.
Haciendo todo esto más triste, los centros educativos se tienen que rodear de alambres de púas, rejas o tener custodias policiales. También nuestros hogares. Son medidas que se volvieron comunes ante una violencia que es generalizada y sigue agravándose. Impacta que exista un consenso en el fracaso de la política pública en seguridad; es dicho claramente por la oposición y es aceptado, en silencio, por casi todos en la coalición de gobierno. Así como se naturalizó el fracaso escolar, la misma resignación tiñe a la seguridad. El país acaba de ser listado en el segundo puesto por asesinatos vinculados al crimen organizado, y tercero con la mayor tasa de aumento de homicidios en la región entre 2021 y 2022. Y no pasa nada.
Los litros y las toneladas de la inmundicia
Cuando se reclama por los buenos modales no puede evitarse observar que el año cierra con barrios repletos de personas en la calle. Unos duermen allí, otros caminan constantemente, estos se agolpan frente a los refugios, aquellos arman campamentos y fogatas. Muchas son situaciones desgarradoras donde la exclusión y pobreza exhiben la ausencia de mutualidad y civilidad. Esas personas son los reales indicadores de fracasos en varias políticas públicas, como pueden ser las educativas o laborales, y las incapacidades para lidiar con la violencia o las drogas. Se dirá que hay muchas reacciones estatales, repletas de denominaciones y siglas impactantes, pero en los hechos es un desastre que no deja de incrementarse, lo que deja al desnudo que esa gestión pública es insuficiente, inadecuada o inefectiva.
Seguramente la mayoría siente una mezcla de empatía y angustia por quienes viven en las calles, y son muchos los que ayudan a su modo, como puede ser en ollas barriales o donaciones a una parroquia. La ciudadanía espera que el Estado actúe, pero al mismo tiempo ellos también sufren el fracaso en la gestión. Los vecinos, especialmente las mujeres, y casi siempre las más veteranas, son frecuentemente hostigadas; hay que pensar dos veces si los niños pueden andar solos en las veredas; y muchos otros ejemplos se pueden citar.
Así como aquel ciclista orinaba como si nada frente a mi escuela, escenas similares se repiten todos los días, sumándose ahora los que defecan, especialmente entre los contenedores de basura. El dueño de uno de los kioscos del barrio me dice que consume un litro de agua jane por semana para limpiar, cada mañana, los orines y excrementos que dejan en su vereda o en su árbol. Un reciente relevamiento encontró 2758 personas en la calle; aproximadamente una mitad pasan la noche en refugios mientras la otra permanece a la intemperie. Si se asume que unos dos mil usan las aceras como baños, Montevideo recibe casi 8 toneladas de excrementos y unos 84 mil litros de orines cada mes.
Nosotros vivimos en la inmundicia, y lo toleramos. Ellos viven marginados en la calles, y lo aceptamos. Tal vez el prurito, la compasión o la tristeza ante esas situaciones hace que pocos lo discutan, y se naturalizan condiciones que no son dignas para ninguno, ni para el vecino, ni el kiosquero y, por supuesto, tampoco para quienes viven en las calles.
Todos estos son ejemplos de “malos modales”. Cuando el presidente rezonga reclamando buenos modales, lo mismo puede exigírsele a él, a sus ministros y al resto del gobierno, porque hasta ahora vienen fallando en aquel sentido original del concepto. Los modales no se resuelven con políticas más interesadas en los símbolos, en gestos y publicidad, con retóricas por momentos agresivas, irónicas e insultantes que apenas ocultan la debilidad tanto en los conceptos como en la gestión. Algo que la oposición también debería entender para no entreverarse en esa superficialidad.
Si vamos a hablar de buenos modales en serio, comencemos por la convivialidad y la equidad, atacando una pobreza intolerable, cortando los ciclos de reproducción de la violencia, o permitiendo que la ciudad sea caminable y habitable. ¿O esto es mucho pedir, y quien lo reclame será rezongado por no tener los modales apropiados?
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