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Cambios: demanda aquí y allá  por Ruben Montedonico

Cambios: demanda aquí y allá  por Ruben Montedonico
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En el transcurso de la semana pasada, a pesar de que otras cuestiones siguen estremeciendo al mundo, hubo actos electorales en diversos territorios, aunque existen hechos que persisten en  descomponer al mundo con noticias sobresaltantes para la paz a través de algún acuerdo o armisticio que pudiese detener el enfrentamiento intercapitalista Rusia vs. Ucrania-OTAN-Washington: EE.UU contribuyó con mil millones de dólares en materiales de guerra para mantener la conflagración, al tiempo que alentó (en lenguaje de dominante a dominado, “exigió”) a sus socios militares efectuar “aportaciones” a Kiev.

Una conmoción más llegó de EE.UU. cuando incrementó las tasas de interés, provocando desestabilización en economías occidentales, intentando paliar la inflación creciente que se abate sobre el país: según esto, a causa de la guerra en Europa.

Todo ocurre mientras subsiste la pandemia de Covid, algunos otros males endémicos amenazan con pasar a ser pestes mundiales y el cambio climático sigue avanzando sobre el planeta sin que sus aceleradores humanos tomen alguna medida que atenúe o difiera los azotones.

 En medio de datos y malos augurios hubo elecciones en varios lugares de los cuales destaco dos: el de Francia y el de Colombia. Los franceses -tal como predecían las encuestas- terminaron produciendo la mayor abstención en un balotaje legislativo y quienes concurrieron a sufragar zamarrearon electoralmente al ejecutivo de Emmanuel Macron, reelecto en abril pasado.

Los comicios del pasado domingo 19 de junio significaron un cambio radical en la composición de la Asamblea Nacional que pasó a revitalizar polos ideológicos distantes: el de la oposición por izquierda –liderada por Jean-Luc Mélenchon- y el de la derecha de Marine Le Pen. En el primer caso, se trata de la conjunción de diversos partidos y grupos, donde subsisten europeístas y euroescépticos, y aunque se intentó asemejarlo a un “rinascimento” es evidente la falta del común denominador ideológico que le proporcione una vida que supere lo efímero de un coyuntural balotaje. Aun pensando que sus acciones condujeran -salvando las distancias- a un cierto “manierismo” que dé paso a otra cosa, de todas formas su actuación principal en la Asamblea será conducida por Mélenchon. En el otro extremo, Rassemblement National, el partido liderado por Marine Le Pen dio un salto de cantidad que le permite tener en la Asamblea un considerable número de diputados que se adjudicaron la categoría de “grupo propio” y alinear tras de sí a ciertas expresiones conservadoras menores (los electos en el extremismo derechista de Eric Zemmour y los no tenidos en cuenta por alianzas oficialistas).

La debacle oficialista le obligará a buscar entre derechistas de su mismo signo, como Los Republicanos, los votos que le faltan para construir una mayoría necesaria para gobernar. Aunque la primera ministro Élizabeth Borne retuvo su banca, fracasaron en el intento varios cercanos al presidente, como Brigitte Bourguignon y Bruno La Marie.

Por ahora, habrá un descanso electoral hasta 2024 en que se escogerán diputados al europarlamento (705), donde Francia cuenta con el 11,2% de la integración (readecuación “post brexit”).

Más allá del cobro que Los Republicanos le impongan a Macron, la Asamblea intentará innovar en los salarios, la edad legal de jubilación, la fiscalidad, los servicios públicos, la educación, la planificación ecológica y sobre la UE, donde casi todo las opone a las corrientes socialdemócratas y de izquierda.  Sin embargo, el hecho más sobresaliente para los latinoamericanos fue el triunfo incuestionable de Gustavo Petro -que me causa profunda alegría- y quiebra la alternancia tradicional en el Ejecutivo (entre conservadores y liberales corruptos) al servicio de algo más de una cincuentena de familias de la oligarquía. A pesar de que se quiso denostar al candidato del cambio con determinados adjetivos descalificantes -verdaderos o falsos- como ex guerrillero, comunista, castrista, chavista y varios más que integraron el conjunto de la “petrofobia”, el candidato continuista, Rodolfo Hernández -acusado de nepotismo corrupto como alcalde de Bucaramanga- con su modalidad de campaña se mostró incapaz, con intentos de ideas oportunistas, que concitaron la sanción de muchos. El ingeniero Hernández habló de implantar una ley de 10 horas de trabajo; dijo que las mujeres en política tenían un papel invasivo que desplazaba a los hombres; entreveró -en un país de mayoría católica- a la virgen María con las prostitutas y se declaró admirador de Adolf Hitler.

Como tantos otros, Petro escogió en su momento la vía extraparlamentaria, clandestina y armada; no distinta a las opciones escogidas por algunos expresidentes sudamericanos como Dilma Rousseff o José Mujica, aunque en sus casos lo hicieron contra manifiestas dictaduras. Pero el régimen liberticida colombiano, también recurrió a los mismos métodos dictatoriales, enfrentados a pacientes construcciones democráticas que en sus diferentes tránsitos por lo menos acabaron dirigidos bajo cánones capitalistas, lo cual -en cierta medida- supera los largos tramos de inestabilidad institucional que el modelo explotador (que en algunos casos amenaza volver) implantó.

Ante el paso dado en Colombia, se declaró que “ese cambio por el que miles y miles de compatriotas ofrendaron sus vidas” -recordaron los del Común- también llegó para los presos, los torturados, los desaparecidos, los muertos en las masacres y los falsos positivos en palabras de Francia Márquez, mujer negra electa vice de Petro: “gracias por haber sembrado la semilla de la resistencia y de la esperanza”.

En dos superficies, en unos meses, la Casa Blanca vio hipotecada su influencia: Honduras, en Centroamérica, y Colombia, en Sudamérica. Es momento de recordar que la ausencia del uribismo en el balotaje no significa su desaparición: estará presente en el Parlamento haciendo de zapa y continúa siendo una expresión peligrosa de cara a los cambios que sobrevendrán luego del 7 de agosto.

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