Home Entrevista Central CAMILA RODRÍGUEZ, activista cubana: “La revolución no acabó con el racismo ni con el machismo”

CAMILA RODRÍGUEZ, activista cubana: “La revolución no acabó con el racismo ni con el machismo”

CAMILA RODRÍGUEZ, activista cubana: “La revolución no acabó con el racismo ni con el machismo”
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Estuvo de visita en nuestro país y aprovechamos para escuchar de primera mano su visión de la realidad cubana. Nacida y criada bajo la revolución es una exponente de las nuevas generaciones que han dicho basta y echado a andar por el camino de imponer en Cuba un régimen democrático.

Por Alfredo García / Fotos: Rodrigo López

¿Cuándo naciste?
El 9 de febrero de 1991. Tengo treinta y tres añitos. Soy de La Habana y siempre viví ahí, mientras viví en Cuba.
¿Qué hacían tus padres?
Mi mamá estudió contabilidad. Primero trabajó en un archivo de hospital, y luego fue asesora jurídica en una empresa de telecomunicaciones. De mi padre tengo muy pocas referencias. Sé que en algún momento perteneció al partido, y luego ya no. Estudió periodismo, y lo ejerció en algunas revistas empresariales. Pero no sé mucho más, no hemos tenido mucho vínculo.
¿Tenés hermanos?
Tengo dos hermanos, por parte de papá.
Ellos están en Cuba.
Mi hermana acaba de salir en abril. No lo hemos hecho público todavía, pero ya no regresa. Tenemos mucho temor de lo que pueda suceder si regresa al país, si la llevan a un interrogatorio a preguntarle cómo vivo y qué hago yo. No queremos exponernos a ese miedo. Ya salió, y no regresa por el momento.
¿Qué estudiaste en Cuba?
Literatura y Lingüística, en la Universidad de La Habana. Era la carrera de mis sueños. Lo estudié para poder pasarme la vida leyendo libros, que es lo que más me gusta. Aunque no es que me haya dedicado mucho tiempo a la literatura luego de graduarme. Más bien me pasé a estudiar el cine en Centroamérica, temática en la que hay muy pocos especialistas. Vi un espacio de oportunidad, más allá de lo que tiene que ver con los afectos y el lugar al que siento que pertenezco. Durante mucho tiempo lo estuve haciendo desde la Casa de las Américas, donde yo trabajaba en Cuba. Yo era la especialista de la biblioteca, y ahí estaba entre los libros, que eran mi trabajo, y el cine, que era mi pasión.
¿Llegaste a militar en la juventud comunista?
No, ni en la juventud ni en el partido. Nunca pertenecí a nada. Siempre fui muy buena estudiante, de los mejores de la clase. Cuando en el escalafón de estudiantes se impuso un lugar para pertenecer a la juventud, me negué. Era el alumno con mayores méritos académicos, pero me negué. En ese momento no tenía tan claras las ideas como las puedo tener ahora, pero estaba superclara que militar en el comunismo no era mi vocación. Más o menos veía lo que era el partido. Tenía el ejemplo de mi padre, al que sacaron del partido. Nunca quise, y lo dije públicamente.
¿Eso te condicionó?
Nunca. De hecho, en la Casa de las Américas me estaba preparando para asumir un puesto directivo en algún momento, y para eso es necesario militar en el partido, se reserva a los cuadros. Pero desde el principio dije que no iba a pertenecer al partido, como tampoco había pertenecido nunca a la juventud. Y no fue un tema. Ahí quedó. No sé si luego hubiera podido llegar al crecimiento profesional para el que se me estaba preparando, pero no fue un tema para mí. Por otra parte, fui la secretaria del sindicato de los trabajadores en la Casa de las Américas, y no había ningún tema ni contradicción, mientras desde ese puesto entendí que realmente podía hacer algo por los trabajadores. Luego fui sintiendo una decepción muy grande, cada vez que intentaba acercarme a alguna preocupación de los trabajadores, porque esas demandas se posponían. Necesidades básicas, como el transporte. Tenía acceso a información especial, porque al ser la secretaria formaba parte del consejo de dirección del sindicato. Cada lunes formaba parte de las reuniones, y tenía acceso a qué recursos tiene la Casa de las Américas para organizar viajes o ferias de libros. Yo veía las cifras y me preguntaba que cómo podía ser que no hubiera un poco de dinero para la guagua de los trabajadores. Para mí fue muy claro que no tenía mucho poder de decisión ni influencia. Decidí salir del puesto y también de la Casa de las Américas.
¿Los sindicatos tienen fuerza realmente?
No tienen ninguna fuerza. Los trabajadores no podíamos modificar directrices o puntos de vista sobre necesidades básicas de los trabajadores.
¿Y qué rol cumplen?
Son una caricatura, una estructura que se presenta como si funcionase democráticamente, para tratar de reforzar esa imagen de que la revolución sigue apostando por pequeñas células desde las cuales se puede ir construyendo los deseos del país. La realidad es que no funcionan. Todos los puestos de poder están predeterminados desde antes. Ya se sabe quién toma las decisiones y basado en qué criterios. Por un tiempo viví la ilusión de que los trabajadores sí teníamos una fuerza de opinión, pero la experiencia me demostró que no.
¿La Central de Trabajadores de Cuba (CTC) no tiene peso específico?
No. Si hay personas que desde ahí pueden ejercer algún tipo de peso o liderazgo es porque están afiliadas al Partido Comunista de Cuba, que es el que ejerce todos los poderes en Cuba. Lo dice hasta la propia Constitución en uno de sus artículos iniciales: el partido está por encima de todo, y en el país no hay nada por encima del partido. Y es lo que pasa desde otras células y organizaciones. Lo mismo pasa en la Federación de Mujeres Cubanas, en los Comités de Defensa de la Revolución o en la Central de Trabajadores. Lo importante, en realidad, es el partido. Y es lo único permitido.
¿Siguen funcionando los Comités de Defensa de la Revolución?
Siguen existiendo. Que funcionen, es otra cosa. El Comité de Defensa sí funciona como una fuerza de vigilancia y represión. Lo que antes se mostraba como la fuerza de la revolución desde el barrio, contra un enemigo externo, no es así. El CDR es el enemigo de las propias personas disidentes en las comunidades. Es quien se encarga de decir cuándo entra y sale la persona que se vigila, o quién puede reunirse con esa persona, o cuáles son sus lazos de confianza o sus redes de apoyo. Cuando llega el momento de la judicialización de los procesos penales contra un disidente, un opositor, un activista o defensor de los derechos humanos, son esas las personas que luego hablan del actuar en la comunidad, con un tono totalmente despectivo, muy politizado. Son personas que nunca se han afiliado al CDR, que no siguen la revolución. Se reúnen con una persona que tiene un delito común cualquiera. Los CDR son una entidad represiva.
Funcionales al Partido Comunista.
Responden directamente al Partido Comunista y a los órganos represivos de la Seguridad del Estado. Es la policía política la que le dice al presidente del CDR qué es lo que se debe averiguar y monitorear sobre tal persona o circunstancia. Desde el CDR se decía, por ejemplo, que yo pertenecía a las Damas de Blanco, e intentaban amedrentar al resto de los vecinos diciendo que yo formaba parte de una organización opositora, lo que no era real.
¿El sistema que se vive en la cotidiana es muy represivo?
Siempre ha estado muy controlado, y creo que en eso radica el peligro. A veces nos dicen que la dictadura de Cuba no mata, no desaparece gente, es más silenciosa, los métodos están más pensados para poder ganar más espacios entre la opinión pública internacional, como para no generar detractores. Pero sí es muy peligrosa, porque es desde la base, desde el vecino que tienen al lado, o desde las estructuras del sistema educativo si eres estudiante, tratando de vigilar, de modelar tu posicionamiento, o desde los centros de trabajo. Están las bases desde las raíces. Recordemos la película La vida de los otros: en Cuba se vive la misma realidad. Y como ellos no son tan a la vista, cuesta mucho trabajo ganar la simpatía de otras personas que no ven, que no están en el terreno, en el día a día. Y en ese sentido es también más fácil de denunciar, es más fácil quitarle la careta al régimen, por este tipo de funcionamiento.
¿Cuánta gente integra hoy el Partido Comunista?
No tengo idea, pero debe ser un número grande. Aunque estoy segura que la mayor parte de la militancia son personas que están allí por obligación, o porque lo entienden como tal. Muchas personas en Cuba todavía forman parte del partido porque lo entienden como un cierto amparo ante una vivencia generalizada de desprotección frente al Estado. Decir que eres del Partido Comunista puede ser un aval para que no seas el blanco de la vigilancia o el foco de la persecución, aunque se trate de una persona que no se dedique a ningún tipo de activismo, pero que quizás tiene un negocio o adquiere sus bienes en el mercado negro, como lo hace la mayoría de la población. Es un resguardo ante un inminente escenario de desprotección. Son muy pocas las personas que ahora mismo militan en el partido estando convencidas de por qué están y por qué lo hacen, más allá de una élite que sí tiene en el partido sus prebendas.
¿Ser miembro del partido no te da ningún beneficio?
Que yo entienda, no. Los que pertenecen a Ministerio del Interior o a la Seguridad del Estado sí tienen algún tipo compensación extra.
¿Qué rol juega el Ejército en el poder?
El Ejército cubano, me imagino, funciona como el resto de los ejércitos, por responder frente a un escenario de presión internacional. Esa debería ser la misión principal. Sin embargo, el Ejército cubano también ha hecho parte en la represión contra manifestantes, como en las protestas del 11 de julio, cuando vimos que hubo fuerzas del Ministerio y de las FAR en las calles, así como otras fuentes paramilitares. En estos momentos, cuando no hay un real escenario de política internacional que pueda poner en peligro la seguridad y la estabilidad de Cuba, el Ejército se ha vuelto otra arma más del Estado cubano, o del Gobierno, para acallar las voces disidentes y aplacar protestas. Sobre todo, para intimidar. Muchas veces no llega a suceder nada, no hay una protesta a la vista, pero el régimen teme que algo pueda suceder. Si hay apagones en un lugar determinado, o falta la corriente eléctrica, pone a sus fuerzas en la calle para que las personas teman salir a la vida diaria. Más recientemente, después de las protestas, ha habido mucho comentario dentro de la ciudadanía cubana porque hubo muchas muertes de altos funcionaros del Ejército después de las protestas. Las personas especulan sobre si fueron personas que en algún punto se rebelaron, dieron una opinión, o intentaron hacer alguna acción en apoyo al pueblo. Por el momento el Ejército es un aparato represivo más.
¿El Ejército tiene poder económico? ¿Maneja empresas?
Sí. Hay investigaciones de periodistas independientes cubanos que han intentado desmantelar esas estructuras detrás del Ministerio del Interior y de las FAR. Son grandes empresas que manejan alimentación y movimientos de turistas. Y lo hacen con dinero propio.
¿Existen periodistas independientes en Cuba?
Existen en Cuba, y existen fuera del país. Mayormente colaboran con medios independientes. En cualquier lugar del mundo decir periodismo independiente sería una redundancia. En Cuba toda la prensa está controlada por el Partido Comunista.
Siguen existiendo el Granma y Juventud Rebelde.
Y los periódicos provinciales y locales. Pero hay periodistas que ejercen su labor en modo independiente, y eso es, sencillamente, que no pertenecen a los medios oficiales de la propaganda. Porque lo que hacen esos medios es propaganda. Se afilian a revistas independientes de distintos medios más pequeños, que han surgido desde la década del noventa en adelante. Y publican información contestataria, con respuestas informadas a todo aquello que el régimen transmite diariamente en los periódicos. Hay medios que están radicados fuera de Cuba, en Madrid o en los Estados Unidos, y en México. Son revistas que generan reportajes, crónicas. Esos son nuestros periodistas. Los que permanecen dentro de Cuba cada vez son menos, porque la represión ha sido muy grande. Hay cuatro periodistas presos, o tres, porque el otro día sacaron a uno de la cárcel y no sé si lo han vuelto a poner en privación. Y muchas otras personas que colaboran con los medios, que comparten noticias, que están buscando los reportes en las comunidades. Y si no están presos, están fuera del país. Los que están viviendo dentro de Cuba están viviendo una situación de represión, con policías afuera de la casa, buscando información. Se les corta el servicio de internet y telefonía móvil.
¿Se controla mucho la internet?
Sí, es increíble. Se controla de persona a persona. Hay contextos de protesta, donde ha habido una evolución del régimen en cuanto a cómo aplicar las técnicas de represión. Durante las protestas de julio, el régimen cortó el acceso a varias plataformas. Facebook es, principalmente, la plataforma que se usa en Cuba para difundir información personal o no personal. En ese momento se cortó el acceso a Facebook, y es una técnica que se perfecciona, al punto que no se pueda denunciar una censura sino una disminución de la velocidad. El régimen es experto en buscar estrategias. Y luego están los cortes focalizados. Si una organización anuncia que va a hacer algún tipo de actividad, presencial o virtual, se le corta el internet a los miembros de esa organización. Hay cortes grupales, o a una familia que está denunciando una situación. Y luego sucede de persona a persona. Me lo pueden cortar a mí, en alguna fecha señalada en la que se prevé que va a pasar algo. O a un periodista, o a otra persona que hace cualquier otra cosa. Tienen una relación de personas a las que deben cortar el servicio. Los cortes son personalizados, y se sabe que la vigilancia es extrema. Hay recursos para vigilar a personas que están en distintos lugares del país.
¿Cuál es la realidad cotidiana de un cubano? La imagen que hay de afuera es que hay muchísimas carencias. ¿Qué tan real es eso?
Es muy real. No voy a hablar de mi experiencia, que entiendo que siempre ha sido privilegiada. Yo pude estudiar. Mi familia podía encargarse de mi educación y de todo lo que yo necesitara. Mi vida profesional fue exitosa. Tuve oportunidad de trabajar varios meses fuera de Cuba. Mi experiencia no es la de la mayor parte de la población, que no tiene servicio eléctrico. Mientras yo estoy acá, hablando en esta sala, hay personas que no han tomado agua fría por muchos días, que han perdido los alimentos que tenían en refrigeración. Hay comunidades donde la corriente ha faltado por más de veinticuatro horas. Las madres han empezado a anunciar que no van a llevar a los niños a las escuelas, si los niños no pueden dormir y no tienen alimentos al amanecer. Por otra parte, hay desabastecimiento de medicinas.
La industria farmacéutica cubana era muy fuerte.
Era. En estos momentos no hay medicinas, no se da abasto. Muchos cubanos que viven fuera del país se han articulado, y vamos juntando recursos y maneras para entrar medicinas al país. Esas son las medicinas que hay en Cuba, las que mandamos nosotros, los desafectos de la revolución. Es también la medicina que se encuentra dentro de los hospitales, porque la ayuda de persona a persona se ha institucionalizado. Sobre todo, son mujeres fuera de Cuba las que traen medicinas en sus maletas, que llevan directamente a los hospitales. Y con la alimentación sucede lo mismo, por consecuencia de la inflación tan grande.
¿Sigue existiendo la libreta de racionamiento?
Existe, no la han quitado. Lo que sucede es que ya no es suficiente para alimentar no ya a una familia sino a una persona. Los precios de los productos normados se han incrementado tanto, que una persona que vive de su jubilación necesita vender los productos de la libreta para poder vivir. En mi comunidad hay vecinos que se acercaban a mi madre y le decían que estaban vendiendo los mandados, porque la jubilación no les alcanza para comprar los productos de la libreta. La inflación es muy grande. Después de quitar el dólar como moneda oficial e inventar el CUC, ya el CUC quedó atrás también. Ahora lo que existe es el MLC, la Moneda Libremente Convertible, una moneda virtual con la que se puede comprar en las tiendas del Estado.
¿A cuánto equivale un MLC?
Debe estar por los trescientos pesos. Es muy caro tener un MLC. Y en la tienda lo que venden son productos gourmet. Una familia no necesita unas aceitunas, o una marca de vaya a saber dónde. Necesita arroz, azúcar, pollo. Y es muy difícil que esos productos lleguen. En Cuba hay momentos en los que no hay ni agua para los turistas.
Hay hambre, en definitiva.
Hay mucha hambre, y eso es lo que ha movido las protestas.
El 11 de julio, que no fue la primera, pero fue una fecha emblemática, ¿se produjo a título de qué?
La pandemia es fundamental. Todas las carencias en el ámbito de la salud se redoblaron. Con una economía que está en crisis y mal administrada desde hace sesenta años, todos los huecos ya no se pueden tapar. Había personas muriendo fuera de los hospitales, en carretillas de las que se usan para mover materiales de construcción. Era muy triste lo que se veía. No había nada. Y las personas empezaron a reaccionar en las redes sociales pidiendo ayuda humanitaria. Se creó una fuerte presión en las redes sociales a raíz de eso, y eso fue lo que provocó las salidas tan masivas en tantos lugares. A esto se suman las múltiples carencias del contexto. Y es muy importante, para que esto sucediera con esta magnitud, el precedente de los dos años anteriores, 2019 y 2020, en los que ya iba surgiendo un movimiento cívico más grande. En Cuba siempre ha habido mucha oposición.
Pero muy tapada.
Muy focalizada. Por eso la Limpia del Escambray cuando triunfó la revolución, y los múltiples fusilamientos. Siempre ha habido gente que se ha opuesto al régimen. La Primavera Negra también fue un momento crucial, en 2003, cuando fueron encarcelados setenta y cinco disidentes, entre periodistas y opositores, lo que hizo posible que se crearan otros movimientos disidentes como las Damas de blanco, que surgen en ese momento.
¿Qué tan fuertes son las Damas de Blanco?
Siguen saliendo, haciendo protestas y siendo el ejemplo de mucha gente. Eran el argumento que ponía la Seguridad del Estado para limitar mis movimientos y reprimirme, al decir que no iban a permitir otras Damas de Blanco, que Berta Soler había solo una y no era yo. Aun sin que se pueda percibir la fortaleza de las Damas de Blanco desde afuera, porque cada domingo salen y cada domingo las reprimen, el régimen les teme y no quiere más Damas de Blanco. Eso habla de que algún poder están ejerciendo. Las Damas de Blanco han sido premiadas internacionalmente. Su imagen es importante a nivel internacional, y las siguen invitando a foros públicos en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Se les sigue poniendo medidas cautelares, se sigue pidiendo información al régimen sobre la situación de ellas. Aunque no sea visible, tienen un peso simbólico. Eran un referente importante en las madres manifestantes del julio. Estoy segura que muchas madres no sabían quiénes eran. No es que en Cuba la oposición sea generalizada. Pero una vez que te encuentras en posición de víctima, te encuentras las personas que han estado antes en tu lugar. Y las Damas de Blanco son un muy buen referente para eso. Son las esposas y las madres de esta Primavera Negra, el otro gran momento en que se hace una oposición más evidente.
El 11 de julio trasciende a nivel internacional.
Desde 2019 y 2020 había habido un despertar de otros movimientos pequeños, muy focalizados, sobre todo en los movimientos de artistas, que estaban reclamando públicamente por el derecho a la libertad de expresión, contra la censura, por los derechos artísticos y culturales. Pero se generó un clima tal en las redes sociales que creo que, definitivamente, fue un factor importante para que se diera esa protesta tan masiva. Estaba el referente de Luis Manuel Otero, el referente de Maykel Castillos. Son artistas, que cantaron la canción “Patria y Vida”, que ganó un Grammy. Esto estaba muy instalado en el imaginario cubano, como la rebeldía, la protesta, la demanda, la denuncia. Eso, junto con el escenario crítico a raíz de la pandemia, resultó en que todo el mundo saliera a las calles a pedir libertad y a cantar “Patria y Vida”.
Hubo mucha represión, imagino.
Muchísima. Y es justamente lo que cuenta mi organización. Justicia 11J surge justo el 11 de julio. Yo participé de las protestas. Hay fotos mías en la protesta en La Habana, lo que, por supuesto, luego me puso en posición de riesgo. Y ese mismo día, junto a otras siete mujeres, algunas dentro y otras fuera del país, hicimos el recuento de las personas que habían sido detenidas durante esa protesta. Personas que yo vi que se las llevaban, y lo que veíamos en redes sociales. “Mi hijo fue detenido”. “No encuentro a mi sobrino”. “Mi vecino no aparece”. Con esa información dispersa empezamos a hacer la lista, un documento de Excel público, y ahí teníamos los nombres de las personas y la información sobre la última vez que habían sido vistas, y en qué circunstancias, como si se los llevaron luego de una golpiza, o si se vio que los habían tratado violentamente, o si se habían tratado de escapar. Cualquier detalle que nos pudiera dar una seña, sobre todo para evidenciar que teníamos información sobre la persona y que no lo estábamos inventando. Con esa información preliminar comenzó la base de datos. Realmente pensábamos que ese trabajo iba a durar un mes, que esas personas iban a ser liberadas, porque no tenía sentido que hubiesen sido detenidas en una protesta pacífica.
La protesta se dio en varias partes de Cuba.
En todas las localidades del país. Pero fue pasando el tiempo, y no pasaba nada.
¿Cuánta gente calculan que fue detenida?
Mil quinientas ochenta y tres. Ese es el registro que ahora mismo tiene mi organización. Casi setecientas permanecen en detención.
La mitad sigue presa.
Con sanciones cercanas a los veinte años de privación de libertad.
¿Por las protestas llegaron a dar veinte años?
Sí. Muchas personas fueron juzgadas y sancionadas por el delito de sedición, y en Cuba la sedición tiene un marco sancionador que llega hasta los treinta años de privación y hasta la pena de muerte. Más de un centenar y medio de personas fueron juzgadas por el delito de sedición.
Veinte años por una protesta pacífica en la que se pedía libertad.
Comenzó siendo pacífica, y en muchas localidades la violencia la comenzó el Estado. Yo fui testigo presencial de eso. No vi intención de que la protesta fuera violenta. Cuba no quiere un escenario violento de protesta. Estamos seguros de querer un tránsito pacífico. La violencia la empezó el Estado. Hubo desobediencia civil en muchas localidades, y sin embargo en los videos hemos visto que fueron reacciones a la propia violencia estatal. Cuando el régimen desata la violencia es que empieza la violencia del pueblo, en defensa propia o como un acto de desobediencia civil, ante eso que las fuerzas represoras estaban manifestando. Realmente las protestas son pacíficas y ahí están los videos. Las comunidades en donde hubo desobediencia civil son pocas.
¿Se dieron enfrentamientos armados?
No, porque el pueblo está desarmado. El pueblo no tiene armas desde que triunfó la revolución. Y por eso era tan desigual ese llamado a la guerra civil del propio presidente del país. En la televisión cubana la frase fue: “La orden de combate está dada: a defender la revolución”. Eso es un llamado a la guerra civil, a un enfrentamiento, y a un enfrentamiento desigual. El Ejército y las otras fuerzas del régimen sí están armados y dedican a ello mucho de su presupuesto, para comprar armamento fuera del país, para tener entrenamiento militar. Y el pueblo no. El pueblo tiene las piedras que se encuentra en el camino. Hubo personas muertas, porque hubo uso de balas, y no de goma sino reales.
Se habló de reformas cuando Raúl asumió el Gobierno. ¿Las hubo?
En alguna medida. Empezó a cambiar la fachada de la ciudad. Se vio que surgían nuevos emprendimientos. Se generalizó la internet. Y esos han sido los cambios. Todo lo otro que ha venido ha sido la creación de más estructuras para la represión. El propio uso de internet está generalizado, tenemos acceso a la información y creo que eso ha dado lugar a este surgimiento cívico. Cuando se tiene información se ve que la realidad no es como te la pintan. Pero a la vez la propia internet es uno de los mecanismos de represión y vigilancia más fuertes en Cuba. Los negocios y las Mipymes son posibles para las personas que no tienen cuestionamientos políticos hacia el régimen, o que son cercanas al régimen. No son todos los negocios, pero la mayoría. Los referentes de éxito de estos emprendimientos son con personas que están enchufadas, que pertenecen a la élite castrista. Raúl se fue, pero no se ha ido, porque está detrás de todas las decisiones que se toman en el Gobierno. Todas las grandes reformas son nominales, son fachada, no son realmente significativas. No todas las personas en Cuba pueden emprender, porque primero las personas necesitan sobrevivir. Y no hay condiciones para sobrevivir y para emprender.
Se habilitó más fácilmente la salida de Cuba.
Quitaron la carta blanca, un permiso que debía dar el régimen para poder salir.
Hoy un cubano que quiere irse lo puede hacer.
No. Tristemente, no todos. Depende de quién seas. En teoría, un cubano que quiera salir del país tiene que tener su visado y comprar su boleto y salir. Pero en Cuba hay una cantidad de personas reguladas por el ejercicio de la libertad de expresión o de asociación. Yo pude salir del país, pero en Cuba hay periodistas que no tienen permiso de salida, y es una medida discrecional del régimen, que se aplica sin que haya una regulación explícita.
¿Cómo un cubano promedio encuentra dinero para salir de Cuba?
O bien es alguien que tiene otro trabajo, que trabaja para el Estado o que tiene otra entrada. Esos son los menos. O es la familia la que ayuda desde el exterior.
¿Cuántos cubanos calculan que hay afuera?
No sé. Son muchísimos.
Es una población muy grande.
Suficiente para mantener a todos los que estamos adentro, o a una buena parte.
Acá mismo hay cerca de veinte mil cubanos. O sea que, en definitiva, el régimen no ha cambiado nada.
No. O ha cambiado para peor. Cada trimestre hay una nueva normativa jurídica, un decreto o una ley que, en definitiva, legaliza la represión y la vigilancia.
¿Cómo se mantiene ese régimen? En los últimos años el apoyo fue de Venezuela. Hoy no estaría en condiciones de apoyar demasiado.
Esta mañana leí un titular sobre que Rusia había aprobado una cantidad de dinero. El régimen no ha dejado de tener quién lo financie. México también coopera mucho. Se ha comprado piedra en Cuba para realizar el Tren Maya. Habiendo en México tanto desierto, se le compra piedra a Cuba. Y no ha dejado de haber exportación de servicios médicos.
Los médicos siguen siendo una entrada de divisas para Cuba.
Sigue siendo la principal entrada de divisas al país. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos de las Naciones Unidas lo entiende como una esclavitud moderna, por las condiciones en que trabajan los médicos, por los contratos tan rigurosos que deben firmar, por la manera en que el régimen se apropia de sus salarios y los hace vivir con una parte ínfima de lo que deberían estar percibiendo por sus servicios. Es esclavitud moderna, y sin embargo sigue siendo la entrada fundamental de dinero. Obviamente que el régimen cubano se ha encargado de hacer mucho lobby desde el 59 para acá, para ganarse muchos amigos y buscar quién lo ayude a sobrevivir en los períodos de más crisis.
Que han sido varios.
Han sido varios. Quien lo vivió, lo sabe. Se dice que ahora es peor que en el “Período Especial”. Está bien fuerte.
¿Qué futuro hay para Cuba? ¿Hacia qué modelo va? ¿Tiene posibilidad de ir hacia una transición pacífica hacia una democracia?
Es lo que quisiéramos, tener esa oportunidad. Creo que no hay otro camino para Cuba que no sea el de la protesta. Para una persona que dirige una asociación que cuenta las personas detenidas en protestas, debe ser un poco fuerte afirmar que no se vea otro final que no sea el de tomar las calles. La comunidad internacional, con algunos países democráticos más que otros, de algunas maneras o de otras. Pero no es suficiente. Y, como decía ahorita, Cuba ha logrado mucho éxito haciendo su trabajo de lobby a nivel mundial, y ha dedicado muchos recursos a eso. De la comunidad internacional no se puede esperar mucho, porque la libertad de Cuba no depende del posicionamiento de ningún Estado. La libertad y la democracia en Cuba la tenemos que ganar los cubanos, y no queda otra alternativa que salir a la calle. Eso puede significar esperar otra salida violenta como la del 11 de julio, pero no hay más alternativa. Antes de esa fecha se decía que lo que la comunidad necesitaba era salir a las calles. La gente salió a la calle, fue presa, y no conocemos las cifras reales de las personas que pueden haber resultado muertas, heridas o detenidas, porque no hay información estatal sobre eso. Y sin embargo la opinión pública internacional ha cambiado muy poco con respecto a Cuba. Acabamos de salir de la cuarta revisión de Cuba en el Examen Periódico Universal de la ONU, y hubo muchos Estados que apoyaron la demanda de la sociedad civil, como la libertad de los presos políticos, el respeto a la libertad de expresión, de asociación, o la entrada de mecanismos internacionales a las cárceles del país. Pero muchos otros Estados prefirieron callarse y hacerle la palmadita al régimen. Yo no esperaba eso.
¿Esperabas más apoyo?
Esperaba que, después del 11 de julio, hubiese habido más apoyo, una reacción en cadena, más fuerte, más directa. No pasó. Entonces tiene que ser a través de la protesta en las calles, la protesta masiva. No ha dejado de haber protestas luego del 11 de julio. Son casi cuatrocientas las que ha documentado mi organización desde 2022. Protestas de distinta magnitud, escala y tipología. Una protesta es una familia en la calle con un cartel pidiendo libertad para los presos, comida y medicina. Pero también salen barriadas enteras en pleno apagón a sonar calderos y a pedir comida y medicina, sí, pero también libertad, y a decir: “Abajo el comunismo”, “Abajo la dictadura”. No ha dejado de haber protestas. Tal vez pudiese suceder otro escenario de protestas masivas como el del 11 de julio, aunque no ahora. Pase o no pase, es el camino. No depende de nada más.
En la medida en que la presión internacional no es fuerte, la cuestión se tiene que resolver internamente.
Exacto. Y en la medida en que el régimen ha demostrado que no va a hacer nada por cambiar la situación del país. Y, además, no lo queremos, porque que ahora aprueben cuatro medidas no soluciona el problema en Cuba, que es el de la falta de libertad y de derechos, y el de la economía del país. Esas medidas podrán ayudar a veinte familias por tres años. ¿Y qué pasa con el resto de los problemas, que en realidad son la base de la vivencia en Cuba, con la falta de libertades económicas? Las mipymes y las pequeñas empresas que se han creado no solucionan el problema.
¿Cuánto pesa el exilio en Miami en la situación interna de Cuba?
Es otro agente de opinión e influencia, pero tampoco creo que sea de tanto peso interno, así como lo pinta el régimen cuando habla de la mafia miamense. Es importante, y lo es para un sector de la población, pero no tiene el gran peso en la opinión pública.
El argumento del Gobierno cubano es que el bloqueo es la causa de todos los males económicos. ¿Es así?
No, no es así. A estas alturas sostener ese tipo de afirmaciones habla de un desconocimiento de qué es en realidad el bloqueo. Muchos de los argumentos dicen que el bloqueo impide la entrada de alimentos y medicinas. Pero no es así. Ellos le dicen bloqueo pero en realidad es un embargo, y da facilidades para que el pueblo sobreviva. Y el régimen tiene sus conexiones, con las que se las ingenia para seguir sobreviviendo. No hay tal bloqueo. Lo humanitario no ha dejado de llegar al país. El bloqueo le sirve al régimen como una gran excusa para frenar las libertades, por lo que supone la presencia y la amenaza de los Estados Unidos. Pero que las personas vivamos vigiladas a nivel celular, en el barrio, la escuela y el trabajo, no es responsabilidad del bloqueo, como no es su responsabilidad que en Cuba no se puedan realizar elecciones democráticas. O que no exista la posibilidad de la existencia de un partido que no sea el Partido Comunista. Lo que tiene que ver con la democracia, las libertades y los derechos humanos no tiene que ver con el bloqueo, y esos son los principales problemas del país. Estoy segura de que, si a los cubanos el Gobierno nos diera la posibilidad de emprender realmente, el país sería próspero. Si todas esas pequeñas empresas tuvieran posibilidades reales de vender a quien se quisiera vender, de tener tantas licencias comerciales como se deseen, sería un país próspero. Y no haría falta intervención del Estado, porque el cubano es emprendedor por naturaleza. El cubano sale del país, atravesando toda Centroamérica y llega a los Estados Unidos a trabajar y sacar a su familia adelante. El cubano está preparado para eso, y es lo que quiere. Pero si nos quitan las posibilidades, no se puede hacer. El bloqueo es una excusa y ni los derechos, las libertades y la democracia se sostienen con ese argumento.
Uno de los logros que se planteaba en Cuba es el de la educación universal. ¿Se mantiene?
No, tampoco. No hay profesores en el país, desde hace mucho tiempo. Cuando yo estaba en el secundario empezaron a formar lo que se llamó profesores emergentes, grupos de muchachos de diecisiete o dieciocho años a los que colocan de un día para el otro después de una formación exprés, delante de un aula y a impartir cualquier materia. Ahí se podía ver que un estudiante de séptimo grado tenía más capacidades, habilidades, conocimientos y cultura que el profesor que tenía adelante. No había profesores en el país y había una crisis muy grande en el sistema educativo. Los mejores profesores son los que se formaron en la etapa previa a la revolución, que ya están mayores, o ya no viven o se fueron del país. O están decepcionados y decidieron no seguir en el sistema. Eso es lo que tiene que ver con la formación. Hoy la educación en Cuba está completamente ideologizada y politizada. La escuela en Cuba es otro mecanismo de propaganda del régimen. Vamos a la escuela a repetir el librito de que la revolución es lo más grande y que el Partido Comunista es inmortal.
Vos sos producto de la revolución. Naciste con la revolución hecha y tu generación fue educada en esa escuela. ¿Cómo es que tanta gente no fue ideologizada?
Yo fui una convencida, y fui ideologizada. Yo creía en el sindicato de los trabajadores. Yo creía que podía ser un factor del cambio. Hasta que choqué con la realidad. Yo estaba en mi burbuja de privilegio, porque mi familia tiene familia en el exterior, en los Estados Unidos, y yo crecí con lo que esa familia hacía llegar a mi casa, y así pude estudiar y tener la formación que me pudieron dar mi mamá y mi abuela, con los libritos en nuestra casa. Así fue como yo me pude formar. Viví engañada o parcialmente enterada de lo que estaba pasando a mi lado, hasta que comencé a hacer activismo. Los que terminamos haciendo defensa de derechos humanos o posicionamiento crítico en redes, terminamos metidos en esto por cuestiones de afecto. Me encantan los animales, los gatos. Llegué a tener veinte animales en algún momento, entre los míos, los de mi hermana y mi vecina. Cuando siento que seguir recogiendo gatos, desesperadamente, porque en la calle se van a morir, o cuando siento que tengo que llevarlos a un médico veterinario, es cuando salgo a la calle y me planto frente a una institución estatal, con un cartel, reclamando protección para los animales. Ese fue mi primer aspecto, mi primer empuje, el de la protección animal. Luego empecé a vivir los miedos de la represión, a formar parte de los movimientos activos de ciudadanos, y a estar en contacto con otros grupos que no necesariamente eran los míos. Cuando empecé a hacer activismo por los animales, me empecé a vincular con los miembros del Movimiento San Isidro, que estaban reclamando por los derechos de los artistas. Con esa colisión fue que se me abrió el mundo, y me pregunté que cómo había podido ser que yo no viera lo que tanto tiempo había estado delante de mí.
Estando en Casa de las Américas, incluso.
Todavía estaba en Casa de las Américas. En ese momento estaba de licencia, de permiso, porque ya estaba triste, decepcionada, y no quería ir. Mi mamá tenía alguna situación, y yo me agarré de ahí para no estar más. Estaba por presentar un libro, y no quería ir. No sentía que la persona que había escrito ese libro fuera yo. Mis amigos del Movimiento San Isidro, como Luis Manuel, que hoy está preso, me dijeron que yo no podía ceder espacios. Si yo no creía que ese libro fuese mío todavía, tenía que pararme con humildad y decirlo. Es un acto de valentía muy grande, con la represión que podía venir. Y yo, muy demente, lo hice, como mejor me salió. Me quedé en paz. Tuve la chance de hablar de todas las contradicciones que yo veía trabajando en esa institución, que había amparado a todos los perseguidos políticos de las dictaduras del Cono Sur y sin embargo no daba espacio a las personas que estaban en Cuba tratando de cambiar la realidad. Esos son otros afectos, los amigos. Cuando Luis Manuel hizo una huelga de hambre junto al Movimiento San Isidro, reclamando la libertad de otro artista preso, sentí la necesidad de salir a la calle y decir que había que apoyar a los huelguistas porque esas personas se iban a morir y era nuestra responsabilidad responder a sus demandas.
¿Qué hiciste?
Fui a la Casa de las Américas y entregué una carta, y dije que esa institución me había acogido, y que por favor me acompañaran en el reclamo para que ese caso fuera visible, y responder a las demandas del Movimiento San Isidro. Lo que vino después fue un tuit en redes sociales hablando pestes del Movimiento y de los que lo defendían, o sea, yo. También fui a la Presidencia, a la Asamblea Nacional. Todavía en ese momento yo creía en las instituciones estatales. Fui a la Fiscalía, y el fiscal que me atendió me dijo: “Que se mueran”. ¿Pero cómo? Si en Cuba tenemos como héroes a todas aquellas personas que en plena República usaban la huelga de hambre como método de denuncia, para llamar la atención, como una forma de protesta. “Eso fue antes, ahora no es importante, porque la revolución le da todo a esos muchachos y no tienen por qué reaccionar”. Hasta este punto yo todavía era una convencida de que mis gestos podían llevar a alguna parte. Y no. Nada pasó. Los muchachos de San Isidro fueron sacados de la sede por la fuerza, algunos llevados a hospitales, otros a casas particulares, y tuvieron que responder interrogatorios y luego sus vidas se volvieron un infierno. Algunos se fueron del país, y, los que no, están presos. Así me adentré, esa fue mi vivencia. Primero son los afectos los que te llevan a ver la vivencia, y la vivencia es la que te lleva a salirte de toda esa ideologización y politización de la educación en Cuba.
¿La juventud cubana es consciente de la realidad que vive?
Sí. Está muy consciente de lo que pasa, y es la juventud la que sale a protestar.
¿Hay un reclamo de libertad o de bienes materiales?
Hay un reclamo de libertad. Las protestas empiezan con reclamos económicos y sociales, pero el viraje hacia lo político es muy evidente y rápido. Ahí están las consignas y cada uno de los videos. “Abajo la dictadura”, “Abajo Díaz Canel”, “Abajo los Castro”, “Abajo el comunismo”. Son consignas puramente políticas. Ya el pueblo entiende que todos los problemas económicos y sociales tienen su raíz en la falta de libertad, de derechos y de democracia que hay en Cuba. No es el bloqueo, es el comunismo, es ese régimen, son los Castro.
¿Cuánto ayuda el turismo a sostener el sistema?
Por mucho tiempo fue uno de los pilares fundamentales de la economía. En cualquier parte el turismo es un sector económico importante. Pero últimamente no ha sido así, y eso tiene que ver con todas las carencias que hay en el país. No diría que se trate de una nueva imagen de Cuba que pueda haber en el imaginario internacional, sino que tiene que ver con que en el país no hay infraestructura para sostener el turismo. Un hotel en Varadero tiene problemas parecidos a los que tiene una casa en un buen barrio de La Habana: apagón, falta de alimentos, mesas que no están abastecidas. Nadie quiere pagar miles de pesos por algo que no vale la pena, ni para no tener lo que se necesita si se va a un hospital. El turismo no sostiene la economía, como sí la sostiene la exportación de servicios médicos.
Para muchos el interés por ir a Cuba estaba en el turismo sexual.
Me imagino que todavía es algo que se puede encontrar en las calles. Los movimientos feministas, enfocados en el género, hacen un seguimiento a estas circunstancias. Pero no creo que sea importante ya.
¿En Cuba hay movimiento feminista?
Sí, hay. No diría que son como los de otros contextos, como el de México, pero sí hay movimientos feministas. Es una suerte, porque ellas son las que están monitoreando qué es lo que pasa con las mujeres en Cuba. Las violencias al interior del hogar pero también las políticas, las del Estado.
Es una sociedad muy machista.
Sí.
¿Y cómo pesa el racismo?
También hay mucho racismo.
La población negra es muy grande en Cuba.
Son racismos y machismos institucionalizados. Las cuotas para formar parte de una asamblea o tener un puesto político son cuestiones nominales. La revolución no acabó con el racismo ni con el machismo. Y ahí están los índices de femicidios que llevan las activistas cubanas. Son números realmente alarmantes.
Decidís salir de Cuba por la persecución. Podías correr el riesgo de ir presa.
Tenía tres alternativas. Una de ellas era colaborar con la Seguridad del Estado. La otra era ir presa. Y la otra era irme del país. Muchos de los activistas, opositores y disidentes han tenido esas opciones, que son las que se ponen sobre la mesa. En mi caso se quería mi cooperación para que yo perdiera liderazgo, para que Justicia 11J no siguiera existiendo. Me pidieron expresamente que disolviera la organización.
Empezaron con siete mujeres.
Ocho, conmigo.
¿Y qué fuerza tienen ahora?
Justicia 11J es mucho más fuerte ahora que antes, desde que pude salir del país. Ahora sí pudimos institucionalizarnos y legalizar la organización en México. Justicia 11J se convirtió en un programa debajo de una organización, que por el momento maneja dos programas y está por fundar un tercero. 11J ha crecido. Y la iniciativa se ha abierto hacia otros ejes temáticos.
Una de las opciones era quedarte al servicio del Estado.
Disolver 11J y crear una organización nueva, a la que se le iba a permitir todo. Si yo quería ir a una marcha, ellos me lo iban a permitir. Si quería hacer un plantón o proponer una nueva ley, también. Tenía que ir una vez por semana a despachar con ellos, para contarles qué era lo que yo estaba viendo y cuáles eran las inquietudes de las personas. Y con eso me podía quedar en Cuba. Yo no me quería ir del país. Recién había vuelto de Panamá, donde trabajaba en el Archivo Fílmico de la Universidad de Panamá. Y ellos sabían el peso que la familia tiene para mí. La otra opción era estar presa, porque ellos sabían que desde mi organización se apoyaba a las familias con medicamentos y alimentos. En un momento una de las familias puso un cartel que decía: “Díaz Canel chingado”, y ellos dijeron que podían interpretar las ayudas que yo les daba a las familias como un acto de financiación de ese cartel. Entendían que yo nunca había puesto un cartel, y que si lo pusiese no sería ese, tal vez, por la elección de la frase. Pero ya con eso dijeron que habían hecho un careo entre dos madres y que una de ellas había dicho que yo había dado el dinero para poner el cartel. Claro, en una circunstancia de careo con la Seguridad del Estado detrás de ti y tu hijo preso. No tengo ningún rencor.
¿Usan esos métodos?
Es la estrategia de manipulación del régimen. Pero esa era la amenaza, el chantaje de que yo pudiera estar diez años presa por un delito de propaganda contra el orden institucional o desacato a la autoridad. La otra opción era irme del país, me proponen que yo saliera por Serbia, y yo dije que no, que yo iba a elegir mi modo de salir. Porque ir al lugar donde ellos te colocan es seguir viviendo en posición de temor. Mi vida no iba a cambiar si yo estaba en un lugar donde ellos tienen desplegado un aparato de vigilancia. En esa reunión me dijeron que me iban a dejar salir del país pero que yo tenía que soltar mi trabajo y desaparecer Justicia 11J. Dije que yo no iba a desaparecer nada, que yo no era quien para terminar con algo que yo no había creado sola. Estuve trabajando durante meses escondida en mi casa, con mucho temor de que me descubrieran. Tuve policías debajo de mi casa por mucho tiempo, o en una esquina, o en el lugar al que yo me desplazara. O podían tratar de intervenir mis comunicaciones con mis personas cercanas. Durante un tiempo estuve ermitaña, hablando con muy pocas personas, porque no quería crear fugas de seguridad. Esperando poder salir del país, sin firmar nada con mi nombre, sin dar entrevistas. Desaparecí casi por completo, hasta que pude salir del país, justo el mismo día en que entró en vigor el Código Penal. Era un plazo de salida, porque uno sabe que si viene un Código Penal que reprime mucho más, las condiciones de vida de los activistas y de los defensores de los derechos humanos y periodistas serán mucho peores. Fue el 1º de diciembre de 2022. Salí hacia España, y desde ahí a México.
Ahora estás instalada en México. Seguís con Justicia 11J. ¿Cómo se financia?
Accedemos a fondos concursables de Estados Unidos, de Europa, de distintas otras organizaciones más grandes, que son las que acceden a los grandes fondos. Y hay mucho trabajo voluntario, dedicándole muchas horas del día.
¿Quedó gente de la organización en Cuba?
De las fundadoras no quedó nadie. Fui la última en salir. Sí tenemos personas dentro de Cuba que son nuestros colaboradores, que siguen trabajando de manera anónima. Y tenemos el apoyo de las familias, que son nuestra principal fuente de información.
¿Sos optimista con respecto al futuro cubano en el mediano plazo?
En el mediano plazo, sí. Creo que falta poco. Siento que es mucha la presión que se pone sobre el pueblo cada día. Vivir cada día es un acto heroico. Es tanta la presión que, creo, puede pasar algo pronto. El pueblo va a tomar las calles de nuevo. No creo que exista otra solución. Lo que quiero es que cojan todo lo que quieran coger, que llenen sus maletas con todo lo que puedan y que se desaparezcan. Ese es el final feliz que veo, un final para empezar de cero.
¿El exilio cubano volvería?
Creo que sí, que muchas personas quieren volver. Muchas personas quizás ya no tienen ni familia, pero el cubano es de emociones, de pasiones, de recuerdos. Muchas personas tienen instalada esa imagen de volver a Cuba, de volver a donde una vez estuvieron. Creo que van a volver.
¿Cómo se puede ayudar a que haya una democratización en Cuba, desde el extranjero?
Creo que lo fundamental es ayudar a transmitir estas historias, sobre la vida real en Cuba, sobre la represión, sobre la falta de derechos y libertades. Y apoyar en la denuncia y en la visibilización para tratar de romper esa imagen idílica de la revolución que, todavía, muchas personas tienen. Una imagen que se sostiene sobre la base de nada. La realidad debería ser más fuerte que la nostalgia, el recuerdo y la añoranza de una cosa que nunca existió. Mientras más personas repliquen los mensajes sobre la vivencia en Cuba y sobre el deseo del pueblo cubano de ser libre, existen más posibilidades de que llegue la democracia al país. Se tiene que gestar desde adentro, pero el apoyo de fuera no deja de ser relevante. La comunidad internacional juega un papel fundamental.

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Alfredo Garcia Nació en Montevideo el 9 de agosto de 1954. Es Licenciado en Historia por la Universidad de Estocolmo, Suecia; que fue su lugar de residencia entre 1975 y 1983. Hizo un postgrado en Marketing y realizó los cursos del Master de Marketing en la Universidad Católica de Montevideo. Trabajó durante veinte años en la industria farmacéutica en el área privada. Su labor como periodista comenzó en los semanarios Opinar y Opción a principios de los ochenta. Participó en 1984 en el periódico Cinco Días clausurado por la dictadura. Miembro del grupo fundador del diario La Hora, integró luego el staff de los semanarios Las Bases y Mate Amargo. Escribió también en las revistas Mediomundo y Latitud 3035. Es el impulsor y Redactor Responsable del Semanario Voces. Publicó el libro Voces junto con Jorge Lauro en el año 2006 y el libro PEPE Coloquios en el año 2009. En el año 2012 publica con Rodolfo Ungerfeld: Ciencia.uy- Charlas con investigadores. En 2014 publica el libro Charlas con Pedro y en 2019 Once Rounds con Lacalle Pou. Todos editados por Editorial Fin de Siglo.