¿Carestía, derrame y después?
La gente ve que los precios suben día a día. El combustible es esgrimido como una de las causas, pero también surgen otras: sequia, pandemia, y ahora la guerra. Hay pérdida del salario real y por ende de las jubilaciones. Y alarma en pequeños comerciantes y consumidores. Al mismo tiempo algunos sectores han sido muy privilegiados por el aumento del precio de los commodities: carne, soja, trigo, etc. No en vano hubo depósitos por más de tres mil millones de dólares en los bancos por parte de quienes han sido los ganadores del periodo durante 2021.
¿Cómo se puede afrontar esta situación? ¿Pueden soportar más aumentos de la canasta básica los sectores populares? ¿Congelación de precios? ¿Subsidios a la canasta básica y con qué? ¿Frenar el aumento del combustible y cómo? ¿Detracciones a los grandes exportadores sobre las ganancias extraordinarias que les genera el aumento de los precios internacionales de sus productos, para volcar lo obtenido a subsidios, a la vez de hacer que el mercado internacional no imponga sus precios en el local? ¿Apoyo a los sectores más humildes? ¿Qué hacer con los malla oro para que derramen? ¿Sirve de algo el acuerdo de precios que promueve el Gobierno?
Una suma que resta por Cristina De Armas
En 2016 *Roubini hablaba de una recesión mundial para 2020. Siendo una voz acreditada era inteligente prepararse, pero nadie podía prepararse para una pandemia antes y una guerra después.
La crisis fue real pero como ya hemos dicho pasó mucho tiempo soslayada por la pandemia, era lo prioritario salvar vidas. Creció la pobreza, se paralizó el mundo, afectó a todos, pero no había quejas, apoyo a los gobiernos para salir de ella. La pandemia de la mano de las vacunas fue cediendo, pero no termina, aún hay compatriotas muriendo, aunque lo hayan disminuido a un dato en el informativo.
La economía se reactivó, aumentaron las exportaciones, se recuperó el agro, la industria, la construcción y es verdad que aumentaron los depósitos de uruguayos en la banca Nacional e internacional. Toda crisis perjudica a algunos sectores como en este caso fue notorio el turismo y beneficia a otros como fue el agro, también es cierto que sumerge aún más al pobre, enriquece a aquel que posee activos para invertir cuando los precios bajan mientras la clase media pelea por sostenerse y no caer.
En eso estábamos cuando se anuncia una guerra. No es la única guerra que existe hoy en el mundo, pero, la que más nos afecta en términos económicos. A minutos del ataque ruso el barril de petróleo llegó a U$S 100, una commoditie, una materia prima de uso mundial que determina en gran medida el precio del resto.
Las consecuencias las estamos ya padeciendo aquí con costos en alimentos básicos como el trigo del que Ucrania es gran exportador. Las carnicerías dan la noticia de que trasladarán aumento a los cortes más caros liberando los de consumo popular y se habla de importar carne desde Paraguay pues la nuestra se exporta. Frutas y verduras suben por sequía y exceso de lluvias luego; el pollo que podría ser solución debe pagar por los miles que murieron en la ola de calor.
La inflación no cede así dejando a los asalariados con el mismo ingreso ante la suba constante de productos. El presidente Pou ha dicho en su discurso ante el Parlamento que «este es el año de la recuperación salarial». Ante esta inflación, no parece posible. Hace unos días declaraba que «se estudian mecanismos» para que el alza de precios no afecte la canasta básica, aunque no se fijarán precios; la pregunta es si la solución llegará antes de la votación del 27. Nuestra política se entretiene en una campaña costosa para ganar nada, pendiente de lo que dirá el presidente sobre lo que no soluciona en nada lo urgente. Algunos le llaman, gasto en democracia. Covid, recesión económica e inflación, pero tenemos campaña política y fútbol; que nunca nos falten.
Cuquito: Abajo hay hambre por Esteban Pérez
Según el Ministerio de Economía y Finanzas entre febrero de 2020 y marzo del presente año, los salarios crecieron en promedio un 13%, pero a la hora de concurrir al supermercado nos encontramos, por ejemplo, que el aceite subió un 67%, los huevos un 108%, el supergas un 29% y ni que hablar de acercarnos a la carnicería pues la carne subió un 75%. Todo esto sin mencionar las subas de las tarifas públicas que nos duelen mes a mes.
Está más que claro que se achica el bolsillo y se incrementan desmesuradamente los precios de la canasta familiar.
Mientras tanto el Presidente y su corte de pitucos multicolores fanfarronean con el aumento de los precios de los commodities y se pavonean con el incremento de las exportaciones con precios internacionales cada vez más altos.
Los “malla oro” tienen los bolsillos cada vez más inflados sin que nunca llegue el tan mentado derrame hacia el pueblo, más bien la tijera continuará cortando por abajo.
No sólo se recortan los salarios, también se recortó un 30% en vivienda, se achicó al extremo el presupuesto de la enseñanza y del sistema de salud precarizándolos. Solamente en Montevideo tenemos cerca de 100.000 compatriotas alimentándose en las ollas populares, fiel reflejo de lo que estamos expresando.
La policía, actuando sin bozal por obra de la LUC, incrementa día a día sus abusos llegando al extremo de violar a dos jóvenes en una camioneta de la Guardia Republicana. Por otro lado, también se estigmatiza al pobrerío acusándolo de “apariencia delictiva”.
En síntesis, no podemos esperar que esta burguesía, que viene por la vendetta contra su pueblo, grave a los grandes exportadores sobre sus ganancias más que extraordinarias, dando algo de alivio al pueblo.
Sólo podemos esperar que no se les moverá un pelo, salvo que el abajo se mueva y los de arriba se pongan nerviosos.
Por eso hay que tratar de darle un golpe duro a la oligarquía venciéndola en el referéndum, pero sea cual sea el escenario resultante, se podrá tambalear pero recuperará pronto su tranco antipopular.
Los trabajadores portuarios nos dieron un ejemplo de dignidad proletaria y nos señalaron el camino paralizando el puerto durante tres días, golpeando a los oligarcas donde les duele, haciéndoles ver peligrar sus suculentos negocios y demostrando que es posible, desde el pueblo trabajador, poner en jaque al gobierno.
La movilización contra la LUC aglutinó al movimiento popular y no sólo debemos evitar desmovilizarlo, sino que habrá que profundizar la organización desde abajo, desde la base, sostén de las futuras batallas contra este gobierno de empresarios, antipopular y vendepatria. ¡El presente es de lucha!
Todo sube, menos los salarios por Federico Kreimerman
En las últimas semanas los precios de los artículos de consumo cotidiano han tenido una fuerte suba.
Si bien la inflación ya venía en aumento y desde el gobierno se lo justificaba primero por la pandemia, y ahora por la guerra en Ucrania. Lo que realmente está ocurriendo es un fuerte ajuste salarial sobre la clase trabajadora uruguaya, dado que los salarios aumentan muy por debajo y tienen una fuerte perdida en términos reales
Es cierto que debido a la guerra en Ucrania aumentan por un lado los combustibles en todo el mundo y el Uruguay no es ajeno a ello. Y que eso se traslada al transporte de alimentos, de mercadería y de personas, así como también a los costos de producción que luego las cámaras empresariales no vacilan en trasladar al precio final.
Pero también es cierto que esta misma situación internacional está disparando el precio de los commoditties, y productos que el Uruguay exporta como trigo, arroz, soja o carne han multiplicado su valor en el mundo y quienes en nuestro país los venden están teniendo al día de hoy ingentes ganancias.
Por eso hoy no se cumple que si “al país le va bien a los trabajadores les va bien”, puesto que mientras las exportaciones reportan ganancias por varios millones de dólares, la mayoría de los uruguayos solo ve cómo puede comprar cada vez menos cosas y se le complica para llegar a fin de mes.
La pérdida de capacidad de compra de los trabajadores avanza, con fuerte impulso del gobierno y los empresarios, y con la complicidad de una oposición con la dirigencia sindical como socia, que oponen una resistencia solo discursiva, pero donde la lucha real brilla por su ausencia.
Esto no debe entenderse como incapacidad propia de los trabajadores, sino más bien como la política oportunista que solo está haciendo cuentas electorales para 2024 mientras desvía el foco de la lucha real. Este oportunismo es el mismo que tranza la paz social con el gobierno y los empresarios, mientras se acuerda la rebaja salarial.
Asimismo, debe entenderse que la ausencia de un movimiento político que ponga en el centro los reclamos de los trabajadores es otra de las razones que explican que la lucha de clases hoy la sigan ganando “los malla oro”.
En una coyuntura donde el gobierno tiene políticas abiertamente proempresariales, donde la oposición juega a posicionarse como la alternativa y el cambio, pero de fondo es garante de la paz social y el statu quo, es imperante que los trabajadores nos organicemos para luchar, y para ganar.
La situación económica está engrosando los bolsillos de los empresarios y la recaudación del estado, claro que se puede exigir una política de precios controlados, de subsidios directos. Que es posible, casi obligatorio, reclamar detracciones a los grandes exportadores sobre las ganancias extraordinarias que les genera el aumento de los precios internacionales, para financiar esos subsidios, y que en definitiva la torta se reparta de otra manera.
Pero los trabajadores no deben esperar que esto ocurra por sí solo, nadie nos va a regalar nada. Es necesario poner este debate sobre la mesa, y luchar en consecuencia.
Guerra, tarifazo y carestía, un coctel explosivo por Camilo Márquez
Mientras estas líneas se redactan, el gobierno anuncia un incremento del precio de la leche por medio de un decreto. Al aumento de combustibles se sumó el de las legumbres y hortalizas (20%) la carne acumula desde enero un alza del 25%, al que hay que agregar los gastos en enseñanza con el inicio de cursos. Este combo volvió a disparar la inflación en febrero que ya venía en ascenso en el mes de enero, cerrando en 8,85%. “El Índice de Precios al Consumo tuvo otro avance en el segundo mes del año y quedó lejos del rango meta del Banco Central” (Bloomberg 4/3)
Los medios informan que desde la cabeza del gobierno ya se analizan “mecanismos” para contener los aumentos de precios, aunque se descarta el control de los precios. Hace tan sólo una semana el presidente afirmaba en el parlamento, en su discurso de rendición de cuentas del 2021, que este año estaría pautado por la “recuperación” de la economía y el empleo. Este curioso tono triunfalista duro un suspiro. Las organizaciones de jubilados denuncian que dos meses vastaron para evaporar el 50% del ajuste a sus pasividades. “Uruguay tiene chance de abrirse al mundo y que le vaya bien”, resaltó el presidente sobre el final de su discurso. Los avatares políticos y económicos mandaron estos buenos deseos al demonio. En contrapartida Lacalle se ve en la obligación de atajar la suba de los alimentos de la canasta básica y de disipar temores sobre un hipotético control de precios. Los industriales reclaman por el aumento de los costos fijos (energía) y pretenden la exoneración de aportes patronales por un año, para evitar “trasladar” a precios. Fue el planteo de la Cámara Industrial de Alimentos Envasados que se reunió esta semana con autoridades del ministerio de economía y finanzas. En realidad, es una extorción y una amenaza ya consumada, porque el traslado ya se produjo a inicios de marzo.
La guerra en Ucrania a producido un aumento extraordinario del precio del trigo, que trepó casi un 50% en dos semanas, alcanzando los 475 dólares la tonelada en el mercado de referencia de Chicago. Panaderos prevén un aumento de 20% para los próximos días. Un incremento en carambola de precios no es un asunto menor, mucho menos si en la ecuación figuran el pan y la leche. Aludir a la guerra para justificarlos, en boca del presidente y ministros es un arma de doble filo. Sucede que para los países productores de alimentos de América Latina el conflicto que resumiremos como Ruso-Ucraniano supone también la perspectiva de nuevos beneficios. Un alza de los precios de las materias primas en los mercados internacionales favorecería a los exportadores, sobre todo a los de carne y soja.
El aumento desbocado de precios y la creciente inflación están horadando la capacidad del gobierno para satisfacer, no ya a quienes viven de un salario, sino incluso a su propia base social. La Confederación de Cámaras Empresariales, la estructura donde confluyen, con excepción de la Cámara de Comercio, todas las gremiales empresariales de peso emplazó esta semana al gobierno a salir del letargo. El Observador titula sin rodeos “Empresarios dicen que el país “está paralizado” por el referéndum y reclaman que el gobierno “acelere a fondo” en reformas” (14/03). El empantanamiento exaspera a todas las clases.
Los analistas privados califican la inflación proyectada por el BCU de entre 3% y 6% al cierre de 2022, de “dificultoso” a “imposible”. No se han reafirmado esas metas de inflación por parte del oficialismo, mientras los analistas ya establecieron que estará por encima del 8%. El silencio del gobierno recalca el impasse de las fuerzas gobernantes.
A todo lo antes señalado hay que incorporar la recta final de la campaña, que ha producido choques encendidos entre el oficialismo y el FA. Esta virulencia in crescendo refleja distorsionadamente la polarización social real que cobra mayor cuerpo por abajo. El triunfo del SI extendería un certificado prematuro de muerte al gobierno. La elección del 27 se encuentra cruzada, a su vez, por la crisis alimentaria que es una crisis internacional con diagnostico de malo a grave. La consigna es: salario que cubra el costo de la canasta familiar, indexado mensualmente, para ello, votar SI y preparar la huelga general.
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