En un numero anterior de VOCES me referí a los resultados que había obtenido Chile con los TLC que ha firmado en las últimas dos décadas, en cuanto a la exportación de bienes. Dije entonces que los TLC no habían contribuido a reducir la dependencia de la exportación de bienes primarios sino que, más bien, la habían acentuado. “Solo así se explica que nuestros hermanos chilenos, los reyes de los TLC desde hace mucho tiempo, sean exportadores principalmente de cobre y cada vez menos procesado. En 2002 los minerales y metales significaban 43.2% de las exportaciones totales de bienes; en 2013 llegaban a 60.7% y en 2015 alcanzaban 55.1%. Sin duda Chile habría conocido el boom exportador de cobre sin necesidad de TLC alguno. Y entonces vale preguntar si la suya fue una buena apuesta” ( VOCES, ”Las apuestas del presente”)
Más de un amigo me comentó que eso podía ser cierto respecto a los destinos tradicionales pero en cuanto a los nuevos mercados (y es cierto que Chile ha diversificado los destinos) los resultados, en cuanto a diversificación de productos, eran mejores. El principal nuevo mercado para las exportaciones chilenas ha sido China, que ha incrementado vertiginosamente su participación en las exportaciones chilenas de bienes, al tiempo que la UE y Japón la reducían.
El cuadro que se incluye a continuación, con datos publicados por El Mercurio de Santiago, pone en evidencia que los resultados no son, por cierto, nada mejores.
Destino exportaciones chilenas por regiones 1991 y 2018 (en % del total).
| Región | 1991 | 2018 | % de cobre 2018 |
| Unión Europe | 34.3 | 11.4 | |
| Estados Unidos | 15.4 | 14.2 | |
| Resto de América | 14.8 | 14.4 | |
| Japón | 18.7 | 8.8 | |
| China | 1.5 | 32.4 | 76.0 |
| Resto | 15.3 | 18.6 | |
| Total | 100.0 | 100.0 |
Fuente DIRECON del MRREE de Chile. El Mercurio 13/4/2019
Frente a estos resultados el exembajador de Chile en China, Fernando Reyes Matta, ha comentado: “A Chile le conviene sobremanera tener muchos tratados de libre comercio (TLC), y somos el país que tiene más tratados en el mundo; lo que importa es que vayamos diversificando los productos que exportamos, para que no sea solo cobre” (Fuente El Mercurio 13/4/2019) Quizá sería bueno que el exembajador (y quienes han aplaudido e impulsado la firma de los TLC “de nueva generación”), se pregunten por qué razón los TLC no han contribuido, en los últimos 20 años, a reducir la dependencia de la exportación de primarios sino que, más bien, la han acentuado. De todas las preguntas que corresponde formular para abordar los temas del desarrollo económico, esta es una de las centrales.
Pero no todo se queda ahí. Es interesante seguir de cerca la relación de Chile con China país que, como se ha visto, es consumidor creciente de cobre transandino. En un arrebato muy del estilo “trumpiano”, Mike Pompeo la planteó a los chilenos que no deben hacer negocios con la empresa china Huawei. China es el principal socio comercial de Chile. Con la visita prevista para este año, para asistir a la cumbre de APEC, el presidente Xi pisará por cuarta vez el piso chileno. ¿Se están metiendo los chinos en el patio trasero de EEUU?
En noviembre pasado el canciller Ampuero firmó un acuerdo de cooperación con el gran proyecto de política exterior de Xi : la Iniciativa de la Franja y de la Ruta al cual se han incorporado 126 países. “Lo que China propone es mejorar la conectividad internacional por medio de grandes proyectos de infraestructura, física y digital(…) Para todo país exportador es clave” (Jorge Heine, La tercera 23/4/19).
Y dos grandes iniciativas están en barbecho: el ingreso de Chile como miembro pleno al Banco Asiático de Inversión e Infraestructura (BAII) donde, hasta el momento, solo es “miembro prospectivo” y el cable submarino de fibra óptica Chile-China (propuesto por Chile en 2016) que transformaría al país transandino en el corredor digital entre Asia y Sudamérica (JH:La tercera, op cit)
Lo que parece demostrar la relación Chile-China es que – más allá de los resultados no muy alentadores en el terreno comercial – los chilenos están demostrando una capacidad de iniciativa y negociación que no se percibe en otros países sudamericanos. Ya no se trata de la firma de un contrato de adhesión impuesto por una superpotencia (acuerdos para “el patio trasero”) sino de acuerdos propuestos por el país más débil, focalizados en objetivos estratégicos, de gran potencial para el país sudamericano. Sin duda, esto sugiere que estamos ante un escenario nuevo. ¿Se traducirá también en una relación de nuevo tipos en el intercambio comercial?
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