El voraz incendio que días atrás asoló a la catedral de Notre Dame estuvo a punto de calcinar hasta los cimientos ese edificio. La rápida acción de los bomberos impidió que la iglesia colapsara, aunque no se pudo evitar el derrumbe del techo y la magnífica aguja gótica. Aún se investigan las causas del siniestro, pero se especula que un cortocircuito pudo haber sido el culpable de un holocausto que ni el odio de Hitler había logrado llevar a cabo. En efecto, la colosal ¿Arde París? de René Clément (1965) comunicaba ya desde su título la duda que asaltaba al Führer en Berlín, pero entre docenas de artistas famosos y múltiples peripecias la película mostraba que la catedral sobrevivió intacta a la barbarie nazi, pese a haber estado repleta de explosivos a la espera de una orden final que llegó de Berlín, pero fue felizmente desoída por el general Choltitz.
Tampoco dañaron al templo las andanzas de Quasimodo, personaje inventado por Víctor Hugo para la novela Notre Dame de París, adaptada al cine como El jorobado de Notre Dame, con memorables labores de Lon Chaney (1923), Charles Laughton (1939), Anthony Quinn (1956) y Anthony Hopkins (1982). La quinta adaptación, una animación de Disney (1996), fue la única en que un incendio afectó a la mítica catedral, mientras Quasimodo luchaba contra el villano Frollo para salvar de sus garras a la bella gitana Esmeralda.
Los estudios y salas de cine son imán para los incendios, sobre todo las instalaciones clásicas, llenas de materiales y celuloide que hacían combustión de sólo mirarlos. Es un tema del cual se habla poco, pero en 124 años de vida el cine sufrió varios holocaustos. En Montevideo aún se recuerdan los del cine Victoria (Fernández Crespo entre La Paz y Miguelete), el Auditorio del Sodre (Colonia y Andes) y la Empresa Glucksmann (18 de Julio y Río Branco), cuya falta de seguros arruinó al dueño. A nivel internacional, uno de los más recordados ocurrió en Hollywood en 1934: 61 km2 fueron devastados cuando el fuego avanzó contra los estudios Warner. Sin embargo la empresa reactivó los viejos platós de Sunset Boulevard mientras se arreglaban los destrozos, y en 1935 el estudio estaba de nuevo en actividad.
Los Estudios Burbank, fundados por Columbia en 1934, no padecieron una catástrofe sino tres. Las dos primeras ocurrieron en 1970, acabando con parte de las instalaciones más antiguas. Pero en 1974 un fallo en la instalación eléctrica causó un tercer incendio, que arrasó parte de los sets, las zonas de recepción de turistas y una gran colección de coches antiguos. Pese a todo, los estudios fueron reconstruidos y siguen activos.
La sección de los Estudios Pinewood conocida como Plató 007 fue creada en 1970 para la saga de James Bond. 12 metros de altura, 4 km2 de superficie y un tanque de agua de 22 metros de profundidad le convirtieron en el set sonorizado más grande del mundo. Pero en 1985 unos bidones de gasolina usados en el rodaje de Leyenda de Ridley Scott estallaron, acabando con todo. Reconstruido para En la mira de los asesinos, el set aguantó sin sobresaltos durante dos décadas, hasta que al terminar de rodarse Casino Royale (2006) unos bidones de gas explotaron al desmantelar los decorados. Hicieron falta ocho cuerpos de bomberos para extinguir el fuego, y el set se reinauguró en 2010.
De todas formas en este tipo de siniestros las palmas se las lleva la Universal, que sufrió ocho incendios en 104 años de vida. Los siete primeros redujeron a cenizas, entre otros, los decorados de Espartaco y Ben Hur, pero el más reciente sucedió en 2008, cuando el set ya se había convertido en parque temático. ¿Por qué este siniestro tiene especial importancia? Porque por mera estupidez humana (la insensata utilización de un soplete de acetileno) se perdieron una atracción dedicada a King Kong, la plaza de Volver al futuro y los archivos de video de la compañía. Esto último es una pérdida irreparable.
En la presente década los incendios estuvieron a la orden del día. Uno de ellos (el del set Hogwarts de Harry Potter en 2010) fue aparatoso pero no tan importante como se dijo: allí hubo más publicidad que desastre. En cambio los dos fuegos en Cinecittá (que había sobrevivido a la guerra sin mucho sobresalto) fueron terribles. En el de 2007 las llamas consumieron 3 km2, incluyendo los decorados de la serie Roma de HBO. El segundo tuvo lugar en 2012 y afectó al mítico Estudio 5, donde Federico Fellini rodó La Dolce Vita, Amarcord y Casanova. Y en el recuento tampoco hay que olvidar el devastador incendio del 2018 en California, que calcinó 6.700 viviendas, entre ellas las de Neil Young, Miley Cyrus y Gerard Butler, además del set donde se rodaron MASH y La mujer robada, western que sirvió para el debut en cine de Elvis Presley. También sucumbió el Rancho Paramount, donde se ubicaba el pueblo del Oeste en el que se rodó la serie de HBO Westworld.
No debería terminarse una reseña de este tipo sin mencionar los fuegos que se han visto en la pantalla, desde las míticas Sodoma y Gomorra arrasadas por los terribles ojos de Peter O’Toole en La Biblia, hasta las consecuencias de la hoguera nuclear que muestra la notable Lluvia negra de Shohei Imamura. También los dos fuegos más recordados del cine: el real, ocurrido en la Londres arrasada por los bombardeos nazis, registrado en el documental de Humphrey Jennings El fuego nos sobresalta, y el ficticio -pero no imposible- de Infierno en la torre de John Guillermin. Es que en el cine hay fuego para rato, incluso para que Quentin Tarantino pueda quemar una sala entera para Bastardos sin gloria…
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