Seregni fue hombre de diálogo. De formar equipos. De escuchar. Y, como buen militar, también formado en la planificación y la estrategia. Siempre fue así. Ya cuando salió de la cárcel reafirmó más aún ese concepto. Buscar acuerdos. Entendiendo a la vez que no por ello se perdía perfil.
A 50 años del Frente, está bueno rescatar todo lo bien hecho. Frente como oposición y Frente como gobierno. A nivel nacional y departamental. 50 años que sí te dan derecho a usar pantalones largos. A salir de lo teórico. A mostrarse. Nacimos en febrero del 1971. En las elecciones de noviembre el Frente obtuvo un 13.5 % del electorado nacional. Y pasó a ser ya la segunda fuerza más importante de Montevideo. Luego nos agarró la dictadura. Y arrasó con todo. Con persecuciones, cárcel, destierro, torturas, desaparecidos y muertos.
Saliendo de esa larga y triste noche, el Frente siguió firme. Creciendo. Hasta que se llegó al gobierno. 30 años seguidos en Montevideo. 15 años a nivel nacional. Y HOY seguimos siendo la fuerza política más importante del país.
Nos llaman chuecos y feos. En crisis. Con problemas internos. Sin ideas. Sin liderazgos. Y bla, bla, bla. Nosotros nos debemos sentir orgullosos de ser frenteamplistas. Progresistas de izquierda. Y como tales, claro, nos llenamos de nuevos desafíos. El primero: seguir siendo fuertes. Y unidos. Y fraternos. Y compañeros. Y comprometidos con los grandes problemas nacionales. Sin esto, nada tiene sentido. Segundo: reconociendo los grandes logros alcanzados. Sin el Frente no hubiesen existido fuertes políticas sociales. Dignificación del trabajo. Saneamiento, agua, luz eléctrica, conectividad…
¿Alcanza? NO. Nunca alcanza. Está en el ser de izquierda. Los sueños, las utopías, los grandes proyectos sirven para caminar. Para seguir avanzando. Siempre con sed de más. Reafirmando lo bien hecho. Y mejorándolo. Y generando nuevos desafíos.
¿Y cómo seguimos? ¿A los tumbos…a puro corazón? NO. Seguir con bases sólidas. Firmes. Serias y científicas. Concertando. Buscando acuerdos y presencia de técnicos, especialistas, estudiosos, instituciones reconocidas. Y respaldadas por las bases. Por la militancia. Con las comunidades.
Con o sin pandemia, estamos en real crisis nacional. Económico y social. Las cifras lo demuestran. Y hay que salir con PLANIFICACION.
Uruguay tiene una tremenda experiencia con el Plan CIDE de 1968, coordinado por el Contador Iglesias, y con grandes aportes de Astori, Wilson Ferreira, Faroppa, Couriel, entre otros. Tomando al Uruguay como una unidad integral y coordinada. En eso debemos volver. Y a la vez, sin perder de vista que cambiamos de siglo y de milenio. Este Uruguay ya no es el de aquel lejano 1968. Hoy mucho de aquello ya no se reconoce.
Debemos re pensarnos. Como país. En educación, vivienda, trabajo y producción.
Educación La enseñanza pública debe repensarse. Su estructura, su dinámica y sus contenidos educativos. Solo dos adelantos: los programas son obsoletos; y los alumnos no participan con entusiasmo del proceso educativo. Y nada se aprende si los diferentes agentes involucrados no asumen un activo y responsable rol protagónico.
Vivienda. Poner fuerte énfasis en el movimiento cooperativo de vivienda. Por ayuda mutua. Sin intermediarios. La vivienda no es una mercancía. Es un derecho. Y debemos entender y reconocer que hay 100 mil viviendas vacías endémicas, conviviendo con una demanda de miles de familias sin vivienda, o viviendo en situaciones muy precarias. Situación incomprensible y vergonzante.
Trabajo. En el Estado hay miles de empleos innecesarios e improductivos, mientras que otros miles de personas trabajan en demasía. Los salarios marcan tremendas inequidades. En empleos privados, a pesar de muchos esfuerzos de los consejos de salario, se siguen dando situaciones de franca explotación. Faltaría modernizar formatos laborales. Relacionarnos mejor. Producir más y ganar más. ¿Es tan difícil de entender y aceptar?
Producción. Vivimos grandes esquemas obsoletos. Conviviendo con otros ejemplos productivos que responden a intereses de las multinacionales, grupos financieros y poderosas familias oligarcas. También acá el cooperativismo y la unidad deben ser la real salida. Superando situaciones de miles de débiles y aisladas empresas unipersonales o muy pequeñas. Entender, además, que Latinoamérica tiene que ser continente productor de alimentos para el mundo. Uruguay tiene que apostar mucho más a la granja. Y al mar. Tenemos un espacio marítimo tremendo. Duplicando el espacio territorial. Con una gran riqueza pesquera sin aprovechar.
Y, para finalizar falta conciencia de pueblo. Entender que las grandes causas populares no permiten ni justifican demoras.
Ser de izquierda es sentir vergüenza. Por todo lo que queda por hacer. Por los niños, las madres y nuestros ancianos que tienen carencias de todo tipo. Allí hay que meter coraje, esfuerzo y responsabilidad.
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