El receso veraniego sirve para observar la realidad desde una cierta distancia y analizar desde otra perspectiva los hechos que se suceden en nuestra esfera pública. Los relatos mentirosos y los discursos medio pelo están a la orden del día. El vale todo se adueñó de muchas cabecitas y campea la falta de escrúpulos.
Mi vieja mula
Últimamente escuchamos por parte de los voceros oficialistas que el país se enfrentará en este proceso electoral al peor Frente Amplio de la historia, ya que está dominado por tupamaros y comunistas. Un día sí y otro también hablan de la izquierda dominada por los sectores más radicales y el peligro que eso conlleva para la institucionalidad y la democracia. Se repiten viejas cantinelas de otras épocas para asustar gente. Antes eran los tanques rusos ahora es Venezuela o Cuba. Ignoran la realidad y se olvidan de lo que ha sido la historia en la interna frenteamplista.
La guardia vieja
En su primera elección en 1971 el Frente obtuvo el 18% de los votos y los comunistas fueron la fuerza mayoritaria con el FIDEL. En 1984 el Partido por el Gobierno del Pueblo, (PGP) de Hugo Batalla fue el sector más votado. En las elecciones de 1989, el grupo Democracia Avanzada impulsado por el PCU alcanzó el 47% del electorado frenteamplista. Y de acuerdo a un arreglo entre los partidos de la coalición, entró por sus votos al senado, Danilo Astori que era candidato común de todas las listas. En el siguiente comicio, en 1994, la recién fundada Asamblea Uruguay obtuvo la mayoría de los votos frentistas, y cinco años después el Partido Socialista se convierte en la lista favorita del FA, alcanzando en 1999 el 28% de total de sufragios. Desde el año 2004 en adelante el Movimiento de Participación Popular, (MPP) ha sido el grupo más votado dentro del Frente, que incluyó los tres periodos de gobierno frentista.
La nueva milonga
Pero vamos a las cifras más recientes para ver si los datos postulados por la sinfónica oficialista tienen algún sustento en la realidad. Y si analizamos los resultados de las elecciones de octubre de 2019 vemos que los votos frentistas se distribuyeron de la siguiente manera. El grupo mayoritario fue el MPP y sus aliados que alcanzaron 299.258 votos. Lo sigue la alianza que realizaron el grupo de Mario Bergara y la Vertiente Artiguista con 235.484 sufragios. El tercer grupo más votado fue el partido Comunista que llegó a la cifra de 164.560 electores. Luego viene el partido Socialista que obtuvo 106.518 voluntades. Danilo Astori con Asamblea Uruguay logró el apoyo de 93.620 ciudadanos. Y por último Rafael Michelini con sus alianzas juntaron 38.814 votantes. Como se puede apreciar, estuvo bastante repartida la baraja frentista entre las diferentes opciones que se presentaron. O sea que lo del Frente Amplio dominado por los radicales suena a discurso berreta, que tiene muy poco fundamento.
Cayó la cabra
Otra sanata que escuchamos con frecuencia es la simbiosis existente entre la organización sindical y el Frente. De acuerdo a lo que convenga en cada coyuntura, a veces se sostiene que mandan los sindicalistas al partido político mientras que otras el PIT-CNT es un instrumento del Frente Amplio. Que muchas veces hay sintonía es innegable, pero de ahí a afirmar que uno es la polea de trasmisión del otro, es una burrada mayúscula. Sobran ejemplos de enfrentamientos entre los sindicatos y el gobierno, durante los quince años del Frente. Sin ir más lejos, ahora se muestran las diferencias de importantes sectores frentistas con el plebiscito por la seguridad social impulsada por la organización sindical. Otro discurso que cae por su propio peso es que ahora el partido Comunista copó el PIT-CNT, que alguna joven sindicalista sostiene. Desde su fundación el peso de los bolches fue muy importante, casi hegemónico, mientras que en la actualidad se manifiestan diversas corrientes en su seno. A veces es bueno ver la historia del movimiento sindical uruguayo.
Curtidores de hongos
El auge del narcotráfico en nuestro país es utilizado a mansalva por tirios y troyanos para atacar a los adversarios. Y vemos a conspicuas figuras parlamentarias oficialistas endilgarle connivencia a la izquierda con los narcos. Y largan suspicacias sobre el financiamiento del FA, inundado por narco dólares desde los carteles colombianos a la Ndrangheta calabresa de Morabito. Por el otro lado, se afirma que vivimos bajo un narco gobierno y se presenta como evidencia el envío 400 kilos de pescado árabe hasta el pasaporte a Marset, o las toneladas de cocaína que llegan a Europa desde Montevideo. El debate de ideas ha quedado de lado y parece más redituable enchastrar al otro diciendo cualquier disparate. Da la impresión que muchos políticos y “militontos” de redes sociales alucinan feo. ¿Estarán abusando del té de cucumelos?
Doña bastarda
Las elecciones internas están a la vuelta de la esquina y la gente de la coalición apuesta todos los boletos a que la intendente de Montevideo sea la candidata, ya que de esa manera se garantizan un triunfo para Álvaro Delgado. Confunden deseos con realidades y hasta algún politólogo amigo deja entrever que es factible que eso suceda. Veamos la historia reciente. En 2019 el Frente también tuvo cuatro candidatos y los resultados en votos fueron los siguientes:
Daniel Martínez: 107.023
Carolina Cosse: 65.035
Oscar Andrade: 58.817
Mario Bergara: 23.688
El Frente obtuvo un total de 255.072 votos, mientras que el Partido Nacional logró 448.132 votos de los cuales Lacalle Pou reunió 240.943. No olvidemos que en esa oportunidad el MPP impulsó la candidatura de Cosse, votos que en el 2024 irán para Yamandú Orsi.
También podemos incluir los resultados de las elecciones departamentales de 2020 para hacer un poco más claro el cuadro.
Carolina Cosse: 184.364 votos.
Álvaro Villar: 162.657 votos.
Daniel Martínez: 105.050 votos.
Total de votos del lema:456.695
En definitiva, es muy difícil que, con las alianzas actuales en torno a las candidaturas frentistas, tenga verdaderas chances la intendente. Y los frentistas no mascan vidrio, para llevar adelante a una candidata que sería inexorablemente derrotada en el balotaje.
Asaltantes con patente
Otro síntoma de la mediocridad existente es una serie de figuras mediáticas que aspiran a ser formadores de opinión y tienen veleidades de influencers. Dan su opinión sobre todo y sobre todos, faltando muchas veces a la verdad y con cualquier chicana. Se sienten cómodos en el barro y convierten a las redes en un verdadero chiquero. Pululan en todo el espectro ideológico sin excepciones, y con su fundamentalismo están en guerra con todos los que piensan distinto. Creen modificar la realidad con sus ofídicos comentarios por el aplauso de los integrantes de sus propias burbujas. Pobres, confunden el ser conocidos con ser populares.
Queso magro
El nivel del debate anda por los zócalos. No importa el tema, pero enseguida de un lado te tiran con Venezuela y Cuba y del otro te lanzan Milei y Trump. Ahora la derecha descubrió a Gramsci y todos los males parecen provenir de los Cuadernos de la Cárcel del famoso sardo. En la izquierda están lo que se ataron al mástil del imperialismo yanqui y el neoliberalismo, como causa última de todas las desgracias de la humanidad. Todo se reduce a lugares comunes, muletillas y clichés. La dialéctica brilla por su ausencia y no hay discusión que llegue a síntesis alguna. Poca elaboración, ninguna lectura, campea el culto a la ignorancia. Campea la guerrilla de consignas. El pensamiento profundo falta con aviso.
Diablos verdes
La política parece tener el encanto del flautista de Hamelin y por todos lados saltan candidatos. Hay más aspirantes a presidente que nunca y la mayoría al cuete porque no llegan ni a presidir una comisión de fomento de una escuela. ¿Qué buscan? Ser conocidos, lograr los quince minutos de fama o ubicarse en un cargo, quizás. Algunos son candidatos temáticos y otros ni eso. Patético el nivel de alguno de estos políticos del siglo XXI. Después están los tránsfugas que buscan acomodarse en otro partido. Y los conversos son infumables, porque buscando hacer buena letra con sus nuevos compañeros de ruta, son más papistas que el Papa. No olvidemos los que saltan a la política partidaria, después de hacerse relativamente conocidos en otra actividad, llámese sindicato o fiscalía. Se hace cuesta arriba creer que tengan firmes convicciones ideológicas, se vendieron al mejor postor. Y hay ingenuos que los compran como buenos.
Nos obligan a salir
No soy de los que añora el pasado, con esa visión idílica de que siempre antes fue mejor. Es un gran verso. Había dirigentes de fuste con verdadera vocación de servicio y también un montón de burros o ambiciosos que buscaban hacer la suya a costa de la política. Pero se mantenía un nivel de discusión mucho más profundo y los argumentos livianos eran despreciados. Se polemizaba sobre proyectos y no sobre individuos. La academia era escuchada y el peso intelectual primaba en todos los partidos. ¿Es posible recuperar eso? Yo creo que sobra gente pensante que muchas veces está por fuera de la esfera política. Existen centros como Ceres, Ágora, Ced o Siembra que apuntan a crear insumos. Hay opiniones como las de Ignacio de Posadas, Esteban Valenti, Pedro Bordaberry, Gabriel Oddone, Danilo Arbilla o Claudio Invernizzi que mueven neuronas y generan calenturas a diestra y siniestra. Encontramos muchísima gente joven que en diferentes ámbitos ha estudiado y tiene mucho para aportar. Lo que no podemos permitir es que una noble actividad como la política quede en manos de arribistas y mediocres. Hace unos pocos días perdimos a Ricardo Pascale, intelectual de fuste, que anteponía el bienestar común por encima del interés partidario. Y dejó una idea central para el futuro de nuestro país: la economía del conocimiento. ¿Nos atrevemos a encarar ese desafío?
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