Vamos por partes. El Presidente Vázquez cometió un grueso error, que se puede explicar sólo por estar mal asesorado, o porque, para él, la cuestión militar es sólo una referencia del pasado. En lugar de retirarle la confianza al general Manini Ríos, lo obligó a cumplir arresto en una unidad militar, con la tropa. ¿Cómo una vez cumplido el arresto, se lo puede reintegrar al mismo puesto de Comandante en Jefe del Ejército, para dirigir a 25 mil militares, que se solidarizaron con el jefe agraviado? No hay forma. Esa falta de tacto para manejar su relación con las Fuerzas Armadas provocó, finalmente, que Manini se transformara en un líder político que, de entrada, va a contar con la adhesión de unos 50 mil votos cuasi cautivos. Las otras vertientes de su electorado proceden del senador Sanguinetti, del empresario Edgardo Novick, y de una parte de los productores agropecuarios, que se han sentido incomprendidos por los gobiernos del Frente Amplio. Manini no representa al gorila con que se suele ilustrar a los mandos con aspiraciones políticas, al precio que sea. Habla 4 idiomas, es licenciado en Historia, condecorado por las Naciones Unidas. El problema de Manini será encontrar un tono que sintonice con el ámbito civil, y que no tropiece con las cuestiones pendientes de la dictadura. Por ahora la tiene fácil, pero pensando en la convivencia parlamentaria, con alianzas transitorias, habrá que ver cómo se las arregla para romper el techo, por lo general bajo, de los partidos corporativos.
El Partido Independiente, por su parte, está viviendo, para definirlo de alguna manera, la crisis de la pubertad. Rumbo a la cuarta legislatura desde su formación, no ha podido pasar el límite del 3%, y tampoco articular sus dos vertientes fundacionales dentro del sistema político. Se presenta como algo nuevo, sin ataduras con el pasado, a pesar de que su origen está vinculado al Partido Colorado, a la Democracia Cristiana y al Frente Amplio. Con la lógica del partido único, no ha abierto el abanico electoral a una pluralidad de intereses políticos, que coincidan en una estrategia en común, cuando hasta la izquierda más ortodoxa hace rato que entendió era lo mejor para pescar en varias peceras. Buscó aliados para darse un perfil socialdemócrata, pero esos sectores afines acabaron aferrándose a lo que le prometían sus propios partidos: pan para hoy. El buen desempeño de sus parlamentarios es un activo importante, sin embargo, hará falta algo más para crecer numéricamente como bancada. A juzgar por las encuestas tendrá que repensarse. Tal vez dentro de un gobierno de coalición pueda encontrar la respuesta, aunque corra el riesgo de que le recuerden aquel eslogan con el que buscó su nueva identidad: “Ni los unos ni los otros”.
En el Partido Colorado, Sanguinetti parece haber tomado en serio la apuesta de Mujica: “Si Sanguinetti se larga, capaz que me da energías para ser candidato a presidente”, y se tragó el anzuelo que le tiraba el otro octogenario. Esa decisión volvió a cortar las posibilidades de que el Partido Colorado propiciara, de forma natural, la renovación de sus liderazgos. Lo inesperado fue la aparición de Ernesto Talvi, que puede correr la misma suerte que todos los “renovadores” anteriores. Sólo que Talvi parece avanzar a pesar de, y con más claridad desde que fue coprotagonista de un hecho nuevo. El debate en Todas las Voces concitó el interés de la inmensa mayoría de los televidentes. Un debate respetuoso. Dos hombres de una nueva generación de políticos, que mostraron estar al alcance de lo que el Uruguay espera de sus políticos. Se lo viene haciendo a pulso, con una propuesta clara: Crear 156 nuevos liceos a tiempo completo, de la mejor calidad, ubicados en los barrios más carenciados. Junto al proyecto educativo, y entre otras propuestas, igualmente concretas, aparece la de apostar por un país agro inteligente, ¡al fin alguien lo propone! donde se ponga todo el esfuerzo para apuntalar lo que el agro le entrega al Uruguay: el 65% de los ingresos que recibe el país. Habrá que ver si en este choque entre una estrella que palidece, y otra que empieza a brillar, le dan los tiempos a la renovación para hacerse con la candidatura para pelear por todo lo que falta.
Pero la verdadera crisis, la que puede provocar una enorme inestabilidad, es la que está viviendo el Partido Nacional, que se perfilaba y se perfila como el eje de un gobierno de coalición.
Como de la nada aparece Juan Sartori, que cumple con los requisitos legales de tener residencia en el país, incluso con lo que el Partido le exige, para pelear la Presidencia de la República. Es incomprensible que un partido democrático no se dé cuenta el riesgo que corre la democracia con la aceptación de Juan Sartori como candidato a la Presidencia. Nadie lo conoce, ni él conoce el país. Todo lo de Sartori se parece a una puesta en escena para atrapar incautos o avispados, los dos extremos. Aparte de lo improvisadas que parecen sus propuestas no opina de otra cosa que no sea de sus propios compañeros de partido, y siempre en términos de reproche. ¿Estaría Sartori en la coalición que se forme, o se tomará el avión al día siguiente para atender sus negocios? Es por lo menos triste ver cómo la plata ha podido comprar tantas conciencias en el país, al menos las que sugieren las encuestas, y, peor aún, comprobar que el sistema político no tenga los mecanismos que garanticen lo que la ciudadanía quiso dar entender en dos oportunidades. Sartori no conoce el país y nadie conoce a Sartori. Está aquí, pero está afuera de todo, como un sapo de otro pozo.
Al Frente Amplio se lo ve unido, exhibiendo la esperada renovación después de haber fracasado la de Sendic. Si gana va a tener que enfrentar una crisis similar a la que tuvo que enfrentar Jorge Batlle, a menos que rompa con su propia política económica. Sería malísimo para el país, pero no es, ni más ni menos, que la propia herencia maldita.
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