“No pasarán, no serán poder político jamás en la vida. Mientras exista una Fuerza Armada como la que hoy tenemos, antiimperialista, revolucionaria, bolivariana nunca podrán ejercer el poder político en Venezuela. Yo creo que es bueno que lo entiendan.”
El pasado 5 de julio, se realizó el tradicional acto de ascenso de los mandos superiores en las Fuerzas Armadas Bolivarianas de Venezuela, y el pase a retiro de los oficiales que hubieran cumplido 33 años de servicio. Este año fue una excepción. Con la excusa de la pandemia ha sido imposible movilizar tropas y equipo militar como cada año, para que a nadie se le olvide el peso que tienen las FANB en la vida del país. El acto tuvo una duración de apenas 1 hora y 2 minutos, eso sí, sobrevolado por un puñado de aviones de combate Sukhoi 30, las perlas de la corona del chavismo.
Ese día, Vladimir Padrino López, realizó unas declaraciones públicas con palabras muy claras hacia el sistema político, acusándolo de estar integrado por “maleantes y politiqueros”. Conviene recordar que el ministro de las Fuerzas Armadas Bolivarianas tiene, entre sus tareas, el llamado “Plan República”, que debe dar garantía constitucional a las elecciones, plagadas de denuncias por sucesivas violaciones. Bajo su mando está el garantizar, a juzgar por sus claras palabras que, por siempre, los resultados electorales seguirán acompañando a Maduro: “Nunca podrán ejercer el poder político en Venezuela”, refiriéndose a los partidos de oposición, que, sistemáticamente, viene recibiendo proscripción tras proscripción, preparando el buen trabajo que se espera del general Padrino López.
En este contexto, ¿qué tipo de diálogo puede haber en Venezuela que abra el camino a elecciones libres y con garantías, si quien ejerce el mando sobre lo único que funciona bien en Venezuela, sus Fuerzas Armadas, asegura que mientras existan las FANB nunca entregarán el poder, agregando un lúgubre presagio: “Tiempos de guerra vendrán, de incalculables pérdidas humanas, de augustos sacrificios, de luchas encarnizadas, de batallas perdidas y destierros, de renacimientos quiméricos, de hazañas prodigiosas de voluntad y amor patriótico para alcanzar el anhelo ineludible de la independencia”.
Quienes han alimentado la cándida esperanza en cada intento de diálogo que, tanto la oposición como las instituciones, gobernantes y personajes internacionales, han mantenido con el régimen chavista, olvidan cómo finalizaron. Sólo han atornillado más al poder a los personeros de un régimen sobre el que sobran los testimonios de su vinculación con el narcotráfico, y el vaciamiento económico del que fue objeto el país con mayores recursos naturales de América Latina.
¿Uruguay promoverá otra iniciativa de diálogo, como lo había anunciado Talvi? Bustillo, en su primer día como Canciller, como respuesta a la pregunta de un periodista en referencia a Venezuela, afirmó que él era un hombre del Presidente. No quiso ni hizo falta escuchar de sus palabras, algo más claro para ver las diferencias que pudieran haber entre una Cancillería bajo la responsabilidad de Talvi, con lo que Bustillo propone como política hacia Venezuela.
Pero la falta de diálogo lleva a deducir que lo único que se debe esperar es una guerra como la que vaticina Padrino López. El pasado 1° de abril, el presidente Trump dio la orden al Comando Sur de Estados Unidos, con sede en Miami, Florida, de establecer un control de todos los movimientos de los medios de guerra de Venezuela. La excusa es el control sobre el tráfico de estupefacientes de ese país, pero la razón última es sumar a la asfixia económica de todos los jerarcas del gobierno, un cerco militar, con tropas sofisticadas listas para entrar en combate tan pronto las condiciones se den. ¿Se darán esas condiciones? Es posible que existan cortafuegos que hoy no son visibles, como esos intentos de diálogo que el chavismo ha aceptado sistemáticamente, y que han fracasado, también sistemáticamente.
Al fin de cuentas hay que recordar que Venezuela tiene una dependencia notoria del Estado de Cuba, y que este país depende económicamente de Venezuela hasta que de sus pozos salga la última gota de petróleo. Si hay alguien capaz de producir alguna fisura en el régimen que, nominalmente, responde a Maduro, es Cuba. El presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, promueve la formación de un gobierno de salvación nacional que, con las cartas que hay sobre la mesa, suena a más de lo mismo. El país está completamente controlado por los servicios de Inteligencia y Contrainteligencia cubanos. Ellos son expertos en poner y sacar hombres de paja, lo han hecho en Cuba a lo largo de 61 años, y el único gobierno que puede sustituir a éste es algo parecido al de Díaz Canel, en Cuba, parecido a aquel de Osvaldo Dorticós.
El único momento en que algo pareció cambiar fue durante la presidencia de Obama, que no dudó en subirse a su avión con rumbo a La Habana, para dar un giro radical a la situación regional. Obama había comprendido que el precio de Cuba eran 5 mil millones de dólares anuales, ha sido un precio invariable para mantener la máquina funcionando. Cuba se salva, moralmente, con las camisetas del Che Urbi et Orbi, y con el cogollo revolucionario, que todavía vive, poniéndolo a salvo de la cárcel y la pobreza. Eso suaviza todo, porque está técnicamente en condiciones de moverse en un mundo más competitivo, pero esa alternativa no puede caber en la mente infantil de Trump, ni en el rencor hereditario del exilio en Miami. Si la política internacional de Estados Unidos aceptase a una Cuba que ya no tiene el poder militar que tenía en los años soviéticos, y mantuviese con ella una política de buen vecino, entonces otro gallo cantaría, y a Padrino López no le quedaría otra alternativa que dejar caer a Maduro, total, donde dije digo digo Diego.
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