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Cuerpos rotos como disonancias grunge

Cuerpos rotos como disonancias grunge
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Este fin de semana se presenta en la Sala Lazaroff Este mundo frágil e idiota tiene ganas de llorar, obra de potencia grunge que difumina los límites entre lo público y lo privado.
Hay varios momentos del espectáculo en que las guitarras se alimentan de acoples para construir sonoridades que bien podrían habitar garajes de los años noventa. No son los únicos sonidos, pero imponen una estética muy poderosa en un galpón habitado por un puñado de personajes solitarios, rotos, en los que sangran heridas que no logran ocultar. Analía Torres, autora y directora, cuenta que la inspiración inicial de la obra fue una versión que Patti Smith hiciera de Smells like teen spirit de Nirvana, la banda grunge que mejor expresaba el desencanto adolescente de los noventa. La primera escena de la obra es retomada un tiempo después, cuando apareció el título Este mundo frágil e idiota tiene ganas de llorar. “Yo me había separado del papá de mis hijos, se me había roto mi proyecto familiar y quería hablar sobre eso. Sobre la rotura de los cuerpos, sobre la rotura de los paradigmas familiares que tenemos. Y estando muy rota en ese momento conecté mucho con mi rotura de la adolescencia, que era muy grunge y muy Patti Smith. Y entonces sentí que tenía que escribir una obra sobre esta idea de que estamos todos un poco rotos y de todo lo que nos cuesta poder mostrar esa fragilidad. Y que todos nuestros traumas tienen que ver con nuestro padre y con nuestra madre pero también con nuestro cuerpo, con nuestro género, con nuestras prácticas. Sobre todo los traumas contemporáneos que tenemos en relación a poder mostrarnos como somos. Entonces la metáfora de lo roto empezó a cuadrar como leitmotiv de la pulsión de la obra. Con el título, con esta cosa de la rotura de los cuerpos literal y metafóricamente. Y cuando entendí eso me di cuenta que la estética principal con la que quería atravesar la obra era el grunge, que es como una estética del roto. Y eso le fue dando todo el sentido a la puesta en escena, esta cosa del galpón, la marginación, la exclusión, los bordes, lo que no es hegemónico, la disidencia. Ahí la metáfora empezó a cuadrar en todos los sentidos”.
Definida la pulsión, la autora se puso a trabajar en los personajes “Empecé a armar este circuito coral de personajes en donde sabía que cada uno iba a ocupar un lugar distinto en relación a su moral y su disidencia respecto a lo hegemónico, y que a su vez todos juntos iban a formar como una unidad familiar alternativa. Entonces bueno, para Meechum, que es el director de cine frustrado, me inspiré mucho en Hugh Hefner, que es el director de Playboy. Hice una investigación a partir de Pornotopía, que es un libro de Paul Preciado que analiza el fenómeno Playboy y el fenómeno pornográfico en relación al cuerpo, al género y a las prácticas sexuales. Ahí sale el personaje de Meechum, con elementos como la cama que para Hefner era el lugar de trabajo y de disfrute, del sexo y de las entrevistas. Un poco lo que quise que pasara en esta obra es que todo pasara en un solo espacio, que lo doméstico fuera lo público. Después vino Carla, que es una chica trans. Después vino Jorge, que es el stripper. Y después Raúl, este personaje que tiene mucho humor y que intentando resolver problemas técnicos del cine porno también hace referencia a las dificultades en ese aspecto que tenemos en el teatro. Y para contrastar tenía que poner una menor de edad, para tensar el lugar que ocupa la moral en las prácticas sexuales. Y ahí surgió la idea de esta adolescente que los espía y que quiere trabajar con ellos. La idea era explorar ese universo en el que el cuerpo es como una cosificación que se vende y es explotado. Y a su vez mostrar a estos personajes en una doble dimensión, ver que por debajo de todas esa práctica sórdida en realidad lo que quieren es tener a alguien que los sostenga y los cuide. Entonces, a pesar de todo, forman una especie de familia, sin jerarquías ni roles heteronormados, intentando sobrevivir al mundo que les toca”
El trabajo con el texto se desarrolló hasta la mitad de lo que hoy es el espectáculo, luego fue necesario trabajar junto al elenco. “Cuando armé el equipo de trabajo empezamos a investigar. A partir de la premisa de la herida en relación al cuerpo, al sexo y al género ellos fueron trayendo sus inquietudes, y con ese material desarrollé desde la mitad hasta el final de la obra. De hecho todos los monólogos que hay a público en la obra, esos cortes en donde se habla más desde los actores que desde el personaje, tienen que ver con lo que a ellos les inquietaba y les perturbaba. Entonces hay mucha verdad en ese texto. No solo la verdad de mi rotura, que es una rotura espiritual, sino de la rotura de los actores y de sus inquietudes”.
En el transcurso de la historia la obra pasa del desarrollo anecdótico, un equipo con intenciones de “hacer arte” a partir del cine porno, a indagar en la subjetividad de los personajes. “La obra comienza en un plano muy “superficial”, al nivel del aquí y ahora de cualquier ser humano, y va descendiendo hacia las profundidades del inconsciente. Y quien les hace descender hacia ese inconsciente donde está la herida es la chiquilina, que es como la que trae la luz, la medicina que les permite drenar el dolor e ir descendiendo al inconsciente y compartir con el espectador esos agujeros negros que tienen”.
Un aspecto clave para la estética global del espectáculo es el espacio. “Yo estaba buscando un galpón, porque ellos estaban en el fondo de una casa y no podía ser una sala. Y cuando encontré este galpón en Villa Dolores (donde se estrenó la obra el año pasado) que recién estaba abriendo y era una rotura absoluta dije “es acá”. Y armé toda la puesta en escena y el diseño en función del galpón, usándolo como escenografía. De hecho no tenemos escenografía, solo utilería, la escenografía es el espacio y su poética”. Respecto a cómo se adaptó el concepto a la Lazaroff Torres señala: “la puesta no cambió porque en la Lazaroff trabajo con toda la mampostería al descubierto, se ve toda la estructura del teatro tal cual. Conceptualmente es la misma idea, trabajar con el espacio real”
Este mundo frágil e idiota tiene ganas de llorar. Dramaturgia y dirección: Analía Torres. Elenco: Serena Araújo, Martín García, Luis Musetti, Fernando Oliveri y Germán Weinberg. Funciones: viernes 28 y sábado 29 a las 20:30, domingo 30 a las 19:00. Sala Lazaroff (Intercambiador Belloni, primer piso).

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Leonardo Flamia Periodista, ejerce la crítica teatral en el semanario Voces y la docencia en educación media. Cursa Economía y Filosofía en la UDELAR y Matemáticas en el IPA. Ha realizado cursos y talleres de crítica cinematográfica y teatral con Manuel Martínez Carril, Miguel Lagorio, Guillermo Zapiola, Javier Porta Fouz y Jorge Dubatti. También ha participado en seminarios y conferencias sobre teatro, música y artes visuales coordinados por gente como Hans-Thies Lehmann, Coriún Aharonián, Gabriel Peluffo, Luis Ferreira y Lucía Pittaluga. Entre 1998 y 2005 forma parte del colectivo que gestiona la radio comunitaria Alternativa FM y es colaborador del suplemento Puro Rock del diario La República y de la revista Bonus Track. Entre 2006 y 2010 se desempeña como editor de la revista Guía del Ocio. Desde el 2010 hasta la actualidad es colaborador del semanario Voces. En 2016 y 2017 ha dado participado dando charlas sobre crítica teatral y dramaturgia uruguaya contemporánea en la Especialización en Historia del Arte y Patrimonio realizado en el Instituto Universitario CLAEH.