En el universo de la canción uruguaya hay pocas referencias al universo infantil. No hablo de canciones «para niños» (que sí existen en cantidad y variedad) sino de obras que involucren a la niñez directamente. Nuestra música popular ha sido reacia al tratamiento de algunos temas sociales, y quizá habría que estudiar más en profundidad por qué cuando se empezó a construir un cancionero uruguayo, estos temas no aparecieron en la agenda. Situaciones como la posición de la mujer, el amor romántico o la niñez fueron ignoradas por los diferentes autores. Pero aun dicho todo esto, algunos de los más importantes constructores de canciones de Uruguay dejaron buenos ejemplos de obras que retratan el momento de la niñez, y por más que fueran escasos, lograron llegar popularmente. La Gran canción que retrata la niñez (una en particular, de una determinada escala social y del interior del país) es «Chiquillada» de José Carbajal «el Sabalero». Aparece en su ópera prima «Canto Popular» de 1969. Su inocencia, luminosidad y calidad poética determinó que la canción explotara y fuera versionada por varios artistas de renombre, de aquí y de Argentina. «Con cinco medias hicimos la pelota/ Y aquella siesta/ Perdimos por un gol/ Una perrita que andaba abandonada/ Pasó a ser la mascota/ Del cuadro que ganó». El comienzo traza la escena: niños de condición humilde juegan, a la hora de la siesta, con una pelota hecha con medias. Una fotografía de cualquier lugar del interior de los años 60. Entonces el poeta, en el estribo, deja en claro de dónde proviene y qué significan estos recuerdos: «Pantalón cortito/ Bolsita de los recuerdos/ Pantalón cortito/ Con un solo tirador».
Pocos años antes, en 1962, Osiris Rodríguez Castillo en su LP «Poemas y canciones orientales» lanzaba al aire «Gurí Pescador». La canción que Osiris denominó en el disco «canción norteña» es muy sencilla, pero no lo es para nada su guitarrismo original, aunque alguien con escasas nociones del instrumento pueda interpretarla. El poema se sirve de una anécdota puntual. Un muchacho que intenta pescar tarariras en el interior de un arrozal y no lo logra, pues el pez es escurridizo. «Tararira, Tararira/ Qué arisca y sabia que estás/ Anzuelo que cae al agua/ Mojarra que te llevás// Pica, pica, tararira/ Plata viva del juncal/ Mientras no se corte el hilo/ Junto al agua me hallarás». La tozudez del «gurí» puede compararse con la del propio autor, pues Osiris persiguió a la tararira del poema toda su vida sin poder alcanzarla. La belleza poética tiene su regusto amargo. Pero en ningún momento de la canción aparece el drama. Hay deslumbramiento ante la naturaleza, descubrimiento vital del muchacho que sugiere el doble del poeta: «Y yo, que crecí en silencio/ Bajo los sauces del Yí/ Cobrizo de soles largos/ Comprendo bien al gurí…» La canción también tuvo repercusión y fue versionada por muchos artistas locales y extranjeros.
La ternura gana por goleada en la bella litoraleña «Nene Patudo» de Alfredo Zitarrosa, aparecida en 1970 en el álbum «Milonga Madre». Aunque ese «nene» venga sin un pan debajo del brazo: «Nene patudo vino a nacer/ pronto habrá que darle de comer/ y carne blanca no va a querer/ nene patudo// Rancho bien chico vino a tener/ la mar no quiso venirlo a ver/ tá alborotada desde anteayer/ manda saludos». El poeta habla con una ternura bordeando el reproche por cierto humor ácido de alguna gente del interior. Ese bebé llegó para alborotar el hogar y a su vez para llenarlo de luz, aunque Zitarrosa le cante con ironía. Al igual que Carbajal, el asunto de clase salta como las «trompas de cristal» que los pescadores persiguen. «Dice su mama que usté va a ir/ hasta «los cerros» lejos de aquí/ que tiene que aprender a escribir/ nunca se pudo». La crudeza se une con la delicadeza de un autor cerebral y pasional, y la inclemencia social se vislumbra en el «nunca se pudo» del analfabeto.
Según el propio Daniel Viglietti, compuso «Negrita Martina» esperando el transporte colectivo en las afueras de canal 5. Una canción de cuna (política) aparecida en «Canciones Chuecas» de 1971. Una bellísima canción que trata dos temas en uno. Martina es un bebé y un bebé negro. Que un músico de clase media, blanco, le cantara a una niña negra habrá sido removedor y subversivo en su tiempo. La obra es notable y lo curioso de ella es que perteneciendo a un corpus de canciones de gran politización en ningún momento aparece descolocada. En tonalidad menor, lo que le otorga cierto dramatismo, Viglietti escribe: «Escuche, negrita Martina/ la copla chiquita que el rey va a dejar/ y ponga motita en la almohada/ que usté está cansada de tanto esperar». Los reyes magos están por aparecer pero Martina no tendrá los regalos de rigor. «Martina, Melchor ya lo sabe/ «Tú no comes rosas; tú precisas pan»/ Rey mago de los niños pobres/ no te trajo harina, tan sólo canción». Melchor, el rey negro tampoco pudo ofrecerle sus dones y solo le ofrece un artefacto hecho de palabras y notas. Una hermosa cajita musical.
En el álbum “Musicación 4 ½” editado en 1971 aparece una canción interpretada por El Kinto Conjunto que con el trascurrir del tiempo se volvería un himno: “Príncipe Azul” con texto de Horacio Buscaglia y música de Eduardo Mateo. Mateo vivió un tiempo largo en la casa paterna de Buscaglia y esto dio como resultado la co-autoría de muchas canciones. La anécdota afirma que mientras los dos amigos divagaban con algo experimental la madre de Horacio les habría pedido que escribieran algo más infantil. Ahí surge como un pase de magia la canción entera. “Sueñas el príncipe azul/ Nena chiquita eres tú/ Luna de queso tendrás/ Donde la luna saldrá”. La música y el texto —de luminosa sencillez— van de la mano de una forma que solo se puede entender desde lo irracional, ya que fue casi improvisada por los autores. Una obra que trasciende las épocas y las “modas”. Sin dudas, la madre de Horacio tuvo razón.
Ilustración: Óscar Larroca
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