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De la política a los juzgados, y a la tele por Ernesto Kreimerman

De la política a los juzgados, y a la tele  por Ernesto Kreimerman
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En los últimos años, comenzó un fenómeno que se convirtió de uso recurrente: la judicialización de la política. No es una invención criolla, sino una adaptación local. La judicialización de la política es el fenómeno en virtud del cual diversas prácticas políticas asumen la forma tribunal.
La judicialización de la política uruguaya comenzó hace unos años. Quizás aquella imagen de unos dirigentes, con sus gabardinas beiges, rumbo al juzgado, haciendo declaraciones a todos los medios, sea muy representativa de este fenómeno. Y aunque tiene sus raíces en otras geografías, esta situación constituye la expresión local, singular y específica de un fenómeno que, en sí mismo, tiene “virtudes”. Es eficaz: marca agenda, hasta de modo excluyente, y dados los tiempos judiciales, “rinde” por su proyección en el tiempo.
Más allá de su validez o no, son parte de la realidad. Por ello se advierte que la judicialización de la política, dicho en sentido amplio, es parte de una forma de hacer agenda, casi unilateral, expandida por todo el planeta.
Paolo Prodi, académico y político italiano (1932-2016), establece las coordenadas de este fenómeno advirtiendo que, en parte, se trata de una reacción frente a una época hipercodificadora de los estados ante la globalización de los siglos XX y XXI (Prodi, 2008:12-13). En esta búsqueda de precedentes, Michel Foucault (1926-1984) ubica antecedentes de estrategias de judicialización en el discurso político de los siglos XVII y XVIII. Y yendo al detalle, podemos detectar varios siglos atrás en el tiempo. Sin embargo, todas esas situaciones anteriores se dieron en sociedades muy diferentes, de menor desarrollo relativo, tanto económico, como cultural e institucional, y sin la adrenalina de la inmediatez con que se vive en la sociedad de la información.
No solo la política…
Guillermo O´Donnell (1936-2011) ha advertido que la judicialización de las prácticas políticas resulta una especie de fenómeno extendido, una modalidad cuasi gráfica, simplificada y simplificadora, de presentar un conflicto, donde las audiencias reciben un relato, y a partir de esa línea argumental, tomar partido.
Dicho de otra manera, la judicialización abarca un fenómeno de características variadas, que de alguna forma busca laudar anticipadamente. Así, tensiones y conflictos que se canalizaban siguiendo pautas dictadas por la costumbre, la confianza o la deferencia son inducidos a recorrer otras instancias, las judiciales, más confrontativas, pero muchas veces los estrados simplemente “archivan”, y frustran. Por tanto, la judicialización significa el pasaje de lo normal a la norma, esto es, de las pautas tradicionales de resolución de los conflictos sociales a pautas normativizadas y judicializables. El conflicto escala y se desnaturaliza la relación de origen, con la erosión de la esencia y la institucionalidad. A modo de síntesis, se entiende por judicialización de la política el efecto estratégico de la captura de las prácticas políticas por la forma judicial, con el propósito de instalar esa cuestión en la agenda política o, que es parecido, pero no igual, de la agenda de los medios masivos, los tradicionales y las redes.
Asimismo, la judicialización de los conflictos se fue extendiendo a otros ámbitos. Por ejemplo, a la relación médico-paciente, y a la creciente tendencia a denunciar toda supuesta mala praxis. Aunque más discretos, han aparecido casos de tensión de índole reglamentaria en instituciones educativas, que se han resuelto por la vía judicial, y extrajudicial.
Los actores públicos…
Los actores públicos han recurrido a este recurso con más o menos éxito. Se podría afirmar que fue una solución frente a la imposibilidad de continuar por la vía legislativa los cuestionamientos derivados del contralor político propio de las minorías respecto del gobierno. Luego fue sencillamente un recurso, una práctica abusiva plantando una sombra de duda inespecífica, sumado a un condimentado tufo conspirativo.
En principio, hasta ahora nuestros jueces no han ingresado al terreno político partidario, siguiendo el modelo de Sergio Moro en Brasil, amañando pruebas y procesos. Tampoco a la usanza Argentina. Algún intento de bajo vuelo, alguna exfiscal ha intentado, pero se ha enredado en su veneno, y la debilidad de sus fábulas ha sido tal, que ha quedado a la vera del camino.
Pero no es desconocido que tenemos problemas en el Poder Judicial y los servicios de seguridad. El caso Marset desnuda impúdicamente una realidad inaceptable que deberá ser revisada, más temprano que tarde, por una investigadora de alto nivel. Si no se hace en este período, se hará en el próximo.
De los juzgados a la tele…
Un recorrido diferente, pero promovido por el mismo impulso, de marcar agenda, de instalar relatos, es el de la mediatización de las causas judiciales. La aparición de los abogados en los medios no contribuyó a una labor didáctica, sino que ha servido para sembrar dudas sobre procesos y sentencias, en causas de alto impacto social y/o político.
Además de las causas relacionadas a derechos humanos, un lastre inaceptable de la salida de la dictadura, están las vinculadas a prostitución de menores, la Operación Océano y el caso Penadés. Ambas temáticas tuvieron espacios de televisión, radio, además de prensa y digital. Casi todos los abogados empezaron a desplegar estrategias defensivas en sus relatos para los medios. Lo concreto es que se instaló un escenario paralelo al judicial, el mediático, contribuyendo a la construcción de un relato alternativo.
Pero este domingo, con el reportaje al narcotraficante prófugo, Sebastián Marset, el periodismo de televisión se inició en un territorio al que no había ingresado hasta ahora. Ese es el hallazgo de Santo y Seña: ubicar semanalmente temas que incorpora a una agenda propia siempre atenta a la coyuntura, y que desarrolla con un estilo dinámico y polémico.
Quizás haya sido éste el primer programa con este perfil de entrevistados, delincuentes de éxito, millonarios, que se expresan como unos “empresarios” de éxito, repartiendo juicios de valor. La pregunta es cuál es su contribución al conocimiento de la cosa informada, si aporta “al porque todo se sabe” o deja, más allá de intenciones, simplemente una versión edulcorada de una historia propia donde la verdad no existe, sino que lo que existe es un relato.
No tengo la respuesta. Es un salto sin red, cuya respuesta estará en las sucesivas ediciones. Habrá que descubrir si fue un batacazo puntual o una nueva línea de trabajo para revitalizar el programa. La semana que viene, hay Marset 2. Cuando cierre la temporada 2023 y “todo lo sepamos”, quizás sea el momento para valorar qué ha aportado esta experiencia. Será el momento del balance.

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