Se acaba el año, parece conversación de viejos eso de que: “Se fue volando, cerrás y al abrir los ojos de nuevo ya estás en la Navidad siguiente”. Hasta los dieciocho años todo va lento, muchas batallas por la independencia, después la vida comienza a acelerar, lentamente. Hasta los treinta años hay tiempo de trabajar para el resto de la existencia, para el futuro. Es una frontera algo elástica, pero infranqueable para quienes no tuvieron la claridad familiar, o un Estado que ayude, o el azar; hasta un amor puede ayudar a que un/a joven pueda transformar los pasos inciertos de la juventud en una vida socialmente integrada, en tranquilidad, porque, más que nada, de eso se trata.
El país parece seguir ayudando a que más jóvenes tomen la decisión de alejarse sin remordimientos y sin que sus padres se mueran de tristeza. Desde comienzos de los sesenta los jóvenes uruguayos se van, y no lo para nadie. Jaime Roos lo resumió como sólo él puede hacerlo: “El que se fue no es tan vivo, el que se fue no es tan gil”. Linda consigna aquella del Frente del 71, que pedía a los jóvenes que no se fueran porque había nacido una esperanza. Esa esperanza ya lleva gobernando durante tres períodos y los jóvenes se siguen yendo a otros países para encontrar lo que no encuentran aquí. Sólo no ven esto los que justifican todo, porque admitir fracasos es dar argumentos al imperialismo.
El Frente Amplio tendría que explicar qué fue de aquella consigna tan efectista. ¿Le echará la culpa a que en todas partes pasa lo mismo? Amplias regiones del mundo están viviendo mejor, la esperanza se está instalando. Comienza a haber brotes verdes en varios países de África, explotada hasta el cansancio. Cuando el mundo se mataba entre sí, y las expectativas de vida eran la mitad de las que son ahora, el Uruguay atraía riadas de gente que estaba harta de sufrir. Las empresas de seguridad, los supermercados, los restaurantes se nutren de gente bien educada que viene de Cuba o Venezuela, huyendo del mal ambiente, de la falta de futuro. Cómo será ese fracaso que hasta recomenzar la vida en Uruguay es atractivo para ellos. De aquí los jóvenes se marchan, el vacío lo están llenando jóvenes que se alejan del socialismo, de lo se dio a llamar así pero que no es más que los estertores de las monarquías en su lenta retirada.
Hay deberes para todos nosotros. Todos, de una u otra forma, fallamos. Un día el Uruguay se puede volver a llenar de jóvenes furiosos a los que les dé lo mismo chicha que limonada, y entonces sí, habremos acabado con lo poco que queda del país liberal que construyó el estadio Centenario en poco más de un año, con palas y carretillas, con el empuje de nuestros antepasados, que le pusieron talento a todo, abanderados republicanos de una sociedad que se cansó de matarse entre sí durante el siglo XIX. El gobierno tiene que hacer sus deberes a la luz pública, como es su obligación. ¿Cuál es la deuda externa real? Las instituciones financieras internacionales ya lo saben, con más exactitud que Astori, pero los uruguayos no. El dato más conservador dice que son 36 mil millones de dólares. ¿Es más, todavía? ¿Se puede pagar eso, más los servicios, con el nivel de actividad que tenemos? ¿Y si se cae lo de UPM, cuál es el plan B?
Si las encuestas no se vuelven a equivocar, es posible que los blancos estén en el balotaje, y los demás partidos de la oposición entonces tendrán ante sí un gran dilema, sobre todo la Unidad Popular, el PERI y el Partido Independiente. Pero es de suponer que los blancos deban firmar un documento, escribano mediante, para asegurar a los eventuales socios que no va a estallar en rencillas internas que hagan inviable la coalición a poco de arrancar. En eso, los blancos parecen expertos. Quien parece ser el candidato con más chance de disputar, en segunda ronda, la Presidencia al Frente Amplio, lleva sobre sus hombros dos pesadas bolsas: una, ser el heredero de quien dejó la Presidencia bajo las sospechas que su propio exministro del Interior se encargó de sembrar. La otra, la de haber elegido un barrio cerrado al mundo para vivir y educar a sus hijos. No fue inevitable, fue una elección. Deberá entender esto, y deberá entender que esa es la imagen que dan los blancos, con algunas pocas excepciones. Si se propone gobernar a este difícil país estará siempre bajo sospechas, las ancestrales y las de ser tan joven.
Los colorados están donde están porque la gente se cansó de oír hablar de batllismo sin ver batllismo por ningún lado. Hoy parece la balsa de la Medusa. La amputación del brazo de Jorge Batlle fue un terrible episodio que hizo rememorar lo de la infidencia, pero en un clima de vendetta. Al fin y al cabo, Jorge Batlle resultó ser el presidente más corajudo que tuvo el Uruguay postdictadura, tuvo que lidiar con la peor crisis que soportó el país en los últimos 32 años. Cantó la justa en un país donde, al parecer, no se puede ser demasiado sincero. El Partido Colorado tiene su propio Saturno, que se dedica a comer a sus hijos. Si no es así, debería mostrar, en primera fila, a todos los que en otro momento mostró como la flor y nata de la intelectualidad política colorada, desde Flores Silva a Fernández Faingold, pasando por Marchesano, Rijo, y Elías Bluth. Muchos deberes para hacer antes de las elecciones de 2019.
Novick, o el Partido de la Gente, como una única persona, también tiene algo para hacer el próximo año, víspera del electoral: Aclarar quienes tomarán las decisiones en las áreas que les toque gobernar en un gobierno de coalición, si van a ser políticos que actúen como representantes populares, o ventanillas con una ranura donde los interesados hagan sus reclamos para que la máquina dé detalles públicos sobre la marcha de los diversos trámites que esté gestionando.
Otro de los partidos que tendrá que decidir rápido es el Independiente. ¿Independiente de qué? ¿Ni con los unos ni con los otros? ¿Con quién gobernaría en un hipotético Ejecutivo de coalición? ¿Con los socialdemócratas que encuentre en los sectores tradicionales? Demasiadas preguntas para tan pocos años de existencia. Hasta el buen desempeño parlamentario, y la cantidad de prensa que recoge a pesar de su tamaño, puede ser poco para crecer de verdad, y no al ritmo que lleva. Hay algo que ni explica ni se explica a sí mismo. Es hora de que empiece a ser un partido.
El país está esperando. El sistema político juega con fuego y ni cuenta se da que por mucho menos de lo que pasa hoy no hace tanto tiempo anduvimos a los tiros. La década del sesenta es, todavía, un escenario ilustrativo de cómo una sociedad se puede ir al carajo hasta sin darse cuenta. Cada día que pasa es tiempo que gana el que quiere hacer del Uruguay un país venal. Wilson y los Tupamaros querían una reforma agraria de 5 millones de hectáreas. Hoy, más de la mitad de la tierra está en manos de extranjeros y la izquierda sigue hablando de la oligarquía.
El legado intelectual de Wilson parece que lo acabó de pulir en sus últimos meses de vida. Sus propuestas tenían que ver con una serie de medidas para aplicar en el campo, su obsesión. Los golpes de puño de Seregni en el armario, esa figura poética que trazó cuando se despidió en su discurso de la Universidad, ya nadie parece oír. Ni la generación del 83, ni los que fueron al acto del Obelisco, ni los que votaron por el No, ni los que firmaron tantos acuerdos interpartidarios…
2018 será el último año para rectificar, o hacemos los deberes o este acabará siendo un país de burócratas y delincuentes, un país peleado con la vida.
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