¿Despilfarro público y glotonería privada?
La noticia corrió como un reguero de pólvora, la planta de Ancap de Lavalleja tenía un montón de jardineros (40) que serían cesados por la nueva dirección del ente. A los pocos días se anuncia que 16 serían recontratados por tres meses a través de una empresa a un costo total de doscientos mil dólares. Las cuentas del almacenero dan que cada uno cortaría pasto por 4160 dólares por mes. ¿Tiene lógica esto? Equivale al sueldo de cinco maestros. ¿Se administra el dinero público con displicencia? ¿Se puede transar con esta situación por presión sindical? ¿No se debería usar ese dinero en la creación de empleo genuino? ¿Cuánto cobran las empresas que suministran personal al Estado? ¿No hay que auditar los gastos en tercerizaciones? ¿No sería más rentable rellenar los jardines con el portland sobrante que no se coloca por su alto precio? ¿Se ha convertido al empleo público en un seguro de paro encubierto?
La fiesta interminable
Por Alvaro J. Amoretti
Los jardineros de Ancap ganan sueldos gerenciales. Es perfectamente razonable. Después de todo, estamos hablando de la misma empresa de los uruguayos que perdió más de 800 millones de dólares de los contribuyentes mientras cobraba uno de los combustibles más caros del mundo en un régimen de monopolio. La misma empresa que era presidida por un licenciado que no era licenciado. La misma empresa que funcionó hasta hace algunos meses sin un gerente general. La misma que pagó publicidad para emitir en un noticiero inexistente de una radio inexistente. La misma que gastó cientos de miles de dólares en una opulenta fiesta en la que la presidenta argentina Cristina Kirchner se auto adjudicó una inversión que ella no había hecho.
Y Ancap es solo un botón de muestra. ¿Cuánto gastó Antel durante la gestión de la ingeniera Carolina Cosse? ¿Cuánto de eso fue inversión, necesaria y aplaudible, y cuánto no fue sino “gasto político” y no sólo pudo, sino que debió haberse evitado cuando el país necesita recursos para dar a los ciudadanos, que casualmente son también los contribuyentes, mejores servicios de salud, mayor educación y más seguridad?
¿Cuánto se gasta en cada empresa pública en vehículos para directores y gerentes? ¿Y en el combustible que mueve esos vehículos? Con los salarios que el Estado paga a esas personas con dinero de los contribuyentes, ¿no podrían ir a trabajar, como las demás personas, en su propio auto, o en transporte público?
¿Hacen falta tantas secretarias, asistentes, porteros y asesores? ¿Cuánto es el gasto público que efectivamente no se puede cortar y cuánto es el que no se quiere cortar, para mantener las cosas como están, mientras el país tiene un elevadísimo déficit fiscal que debe bajar antes que sea demasiado tarde?
Los que nos dicen que las empresas públicas son propiedad de los uruguayos son, curiosamente, los mismos que gastan el dinero de los uruguayos como si las empresas públicas y el Estado fueran de su propiedad. Cuando no alcanza, la solución es simple. Hay que recaudar más para seguir financiando la fiesta de algunos, que ya son unos cuantos. Y entonces el combustible se va a las nubes, porque hay que tapar los desastres de Ancap. La tarifa de UTE sube en lugar de bajar, porque hay que aportar a Rentas Generales para mejorar las cuentas públicas. La cuenta de OSE sube por encima de la inflación, aunque el agua de OSE ya no sea aquella agua de OSE.
El Uruguay es un país donde las personas se indignan porque el servicio de Whatsaapp deja de funcionar durante un par de horas, pero donde nadie se indigna al ver que el dinero que paga por concepto de impuestos se usa tan mal y se gasta con tanta alegría.
Pobre de aquel político que, en tres años, en ocho años o algún día, llegue al poder e intente poner orden en este desastre. Los invitados a la fiesta son tantos que, en cuanto llegue alguien e intente bajar la música y mandar a cada quien para su casa, se va a armar. Porque así somos.
SincérenseN
Por Francisco Faig
Hay una teoría que dice que mientras haya bonanza económica a nadie realmente le importa cómo se administran los dineros del Estado. Es recién cuando los bolsillos de las clases medias y acomodadas ya no están tan llenos que la mirada se hace más crítica y se empiezan a descubrir defectos que en verdad siempre estuvieron allí, a simple vista de quien quisiera verlos.
Parece que la teoría se confirma en el caso de esta década frenteamplista en el poder. Recién ahora, cuando el crecimiento se mantiene sí pero ya no es lo que era, las noticias de los despilfarros y malos manejos del Estado empiezan a tener cierta repercusión. Digo bien cierta repercusión, porque son temas que por ahora solo interesan a un pequeño grupo de unas decenas de miles de personas más politizadas que el resto de la población. A las grandes mayorías populares, francamente, les importa un pito el asunto de los jardineros de Ancap – si es que se enteran del asunto -.
Hay otra teoría que es más jodida para la sensibilidad de la izquierda. Dice que en realidad nunca importa nada cómo se manejen los dineros del Estado ya que, en última instancia, el que está al mando es un compañero de partido y siempre hay que abroquelarse tras los compañeros, así sea que parezca que no están haciendo las cosas del todo bien, porque lo más importante es enfrentar al enemigo que siempre acecha: la derechaneoliberalvendepatriaoligarcaputa. Por mucho que disguste esta teoría a mucha gente de izquierda que quiera conjugar cierta honestidad intelectual, la verdad es que alcanza con fijarse, por ejemplo, en los argumentos que han defendido los desmanes de Sendic en Ancap para darse cuenta de que ella está bien vigente.
Ya sea que se adhiera a una teoría o a la otra, la verdad es que durante muchos años de este período de bonanza el mal manejo de los dineros públicos fue siempre claro para quien quisiera verlo. Quizá el primer gran dato de repercusión semi- popular fue cuando la ministra Arismendi en el primer gobierno de Vázquez justificó el cargo público de su por entonces “aspirante a yerno”. Quizá lo más explícito antes de Ancap fue el remate trucho de Pluna cuyo desenlace conocía por adelantado el presidente Mujica.
¿Acaso a la mayoritaria izquierda dirigente y pensante se le movió algún pelo de su bigote seregnista por estos malos manejos de dineros públicos, o cuando llegó el momento primó abroquelarse en el esfuerzo conjunto para seguir ganando elecciones sin importar estos detalles? Todos sabemos la respuesta.
Lo que sí es interesante es que siga habiendo gente que cree que el asunto de la corrupción es un tema importante que puede llegar a perjudicar electoralmente a la izquierda. La ingenuidad con cruza de idealismo político vive y lucha en algunos discursos pequeñoburgueses acomodados. Y allí quedarán, en el asado del domingo en familia o en el café con los amigos. Pero nada más.
Hay que sincerarse: el Frente Amplio convive a gusto con la corrupción. Y al uruguayo le importa un pito. Mientras haiga, que le déan.
Los jardineros del Edén
Por José Manuel Quijano
El tema del empleo público, el clientelismo político y el seguro de desempleo encubierto viene de muy atrás en el Uruguay. No lo invento el FA. Fue uno de los pilares del largo predominio electoral del Partido Colorado. Pero el FA lo practicó con fruición durante sus tres gobiernos.
Las cifras indican que cuando asumió el primer gobierno frenteamplista había aproximadamente 240 empleados públicos y en 2015 la cifra había trepado casi a 300 mil. Es muy probable que muchos de esos nuevos empleos resultaran necesarios en educación, en seguridad, etc.) y, también, que en muchos casos la contratación implicara una simple (y justa) regularización de un contrato transitorio que se fue haciendo permanente. Aun así, el incremento de unos 60 mil empleos públicos (es decir de 25 por ciento respecto a la base) es, a todas luces, sorprendente y seguramente excesivo. Los 40 jardineros de una planta de ANCAP en Lavalleja es parte de ese movimiento hacia la protección de los conmilitones políticos y demuestra que el dinero público se ha administrado, en ese caso al menos, fuera de toda lógica y rigor administrativo.
Las nuevas autoridades de ANCAP, con buen criterio, decidieron cortar esa sangría. Pero como las decisiones de los jerarcas públicos suelen ser, en el presente, de permanencia inestable (sobre todo si hay amenaza de escandalete), resulta que 16 jardineros serían recontratados por tres meses a un costo de 200 mil dólares. De manera que se ha administrado mal y se ha corregido, con pulso tembloroso, a medias. Si las cifras que han trascendido son ciertas, cada uno de los 16 jardineros percibiría una cifra muy elevada, por mes y durante esos tres meses, lo cual parece un notorio dislate
El caso de ANCAP, una empresa pública que le ha permitido a Uruguay neutralizar las variaciones de precios (muy inestables) de los hidrocarburos y que, durante los años de buena administración, le ha otorgado al país margen de maniobra y autonomía relativa en un campo complejo, se ha ido convirtiendo en un tema complicado. Desde siempre una parte minoritaria de la población y del sistema político estuvo en contra de ésta empresa pública y su monopolio. Se ha argumentado, una y otra vez, que los monopolios traen serios problemas. Y la verdad, los traen. Pero también es cierto que en economías pequeñas, donde toda solución de libre competencia tiene peores resultados que el monopolio, el mejor camino es el monopolio público. Así lo ha creído la mayoría de la población y del sistema político.
Ahora bien, ocurre que para que esto sea verdad se requiere que se cumplan ciertas reglas básicas. Primero, que la empresa se dedique a sus objetivos específicos y se diversifique estrictamente para maximizar el objetivo principal. Segundo, que quede al margen del clientelismo político, generalmente muy voraz con los empleos en la administración central, y disponga de los trabajadores que le son estrictamente necesarios. Tercero, que al frente cuente con directores y gerentes profesionales capaces de practicar una política empresarial, y muy particularmente una política laboral, acorde con el óptimo funcionamiento de la empresa. Cuarto, que la empresa monopólica adquiera bienes y servicios por medio de licitaciones públicas transparentes y, de ser posible, apuntando al desarrollo de la actividad nacional. Quinto, que el gobierno central se abstenga de utilizar a la empresa como instrumento de recaudación, según las necesidades del presupuesto, y las tarifas reflejen los costos y las utilidades necesarias para la reinversión y modernización de la planta. Y si estas reglas básicas no se cumplen, el monopolio público se desvirtúa y empieza a ser un lastre para la competitividad de la economía.
Muchos, que hemos votado al FA en elecciones pasadas, teníamos la esperanza de que el gran desquicio del clientelismo político desapareciera o al menos se mitigara. La verdad, no ha desaparecido. Hasta se podría decir que con el auge del precio de las materias primas, se ha exacerbado. El primer signo de que algo andaba mal apareció cuando el Dr. Tabaré Vázquez asumió por primera vez en la IMM y, seguramente con la mejor intención, de un saque y con una enorme sonrisa, incrementó los sueldos y acortó la jornada laboral con lo cual reafirmó la creencia, de muchos uruguayos, de que el empleo público es el lugar más cercano al Edén. ¿Error de principiante? Lamentablemente, era más que eso. Lo que más bien ha predominado desde entonces, a lo largo de los tres gobiernos del FA, es el empleo para los correligionarios y una cierta blandenguería un poco para generar simpatía y otro poco para que no se arme lio. ¿Tendrá eso que ver con el buen gobierno?
Lograron la estafa del siglo
Por Alejandro Sciarra
“Podría dar diez referencias de cómo vamos a nutrir el fondo de promoción del empleo.” (…) “Se puede sacar plata dándole transparencia a la acción del gobierno y del Estado, terminando con algunos curros y algunos contratos de obra que no se justifican, o algunos acomodos para los amigos.”[1]
Los aplausos no se hicieron esperar… “transparencia”, “terminando”, “curros” y “acomodos” sonaban como música en los oídos de gente golpeada, que apenas comenzaba a levantar cabeza luego de una feroz crisis económica.
Sabiduría, rima y salvación, salían de la boca de ese “mesías” encantador que venía a regalarnos el gozo de vivir en un país modelo de ética, responsabilidad en el gasto de los dineros públicos, de transparencia en la contratación. En definitiva, de “dignidad arriba, y regocijo abajo”.
Pues, Bengoa (exdirector de Casinos Municipales) y cuatro más, procesados con prisión por delito continuado de fraude; PLUNA, “el caballero de la derecha”, representante de COSMO que resultó amigo de López Mena, que resultó con un Escribano, Campiani, Calloia y Lorenzo procesados; Nicolini, ex senador del MPP, utilizaba el “carné de asistencia gratuita” para atenderse gratis en el Pasteur; el Licenciado en Genética de la Mentira Raúl Sendic armó una fiesta de US$ 360.000 en ANCAP, nos hizo perder ochocientos millones de dólares y lo premiaron con la Vice Presidencia de la República; Clanider, la empresa de limpieza de la esposa de Fernández Huidobro y la sobrefacturación demencial en el Maciel; los negocios con Venezuela, el Fondo Bolívar, la valija de Antonini Wilson y la campaña del Frente Amplio; la corrupción en ASSE destapada por el Diputado Lema; el Director del hospital de Cerro Largo investigado por corrupción pero ASSE lo asciende a Coordinador de Subregional Este. Todo esto y mucho más. Sin haber entrado siquiera a analizar los familiares y amigos colocados bien a dedo en reparticiones existentes e inventadas a los efectos. Y eso sin contar los más de sesenta mil empleados públicos contratados en los últimos doce años.
Malgastan, incineran y sustraen nuestro dinero. Ese que ponemos día a día para que nuestro país crezca y desarrolle su potencial. Se ríen en la cara del contribuyente mientras tiran a la basura el trabajo de quienes (cada vez menos) deciden quedarse y seguir llenándoles la bolsa que van a reventarse en la próxima campaña electoral. Felicitaciones. Lograron la estafa del siglo. Mi compasión a los que con humildad y confianza creyeron el cuento. A los que el 1º de marzo de 2005 gritaban entre lágrimas que ya no habría gente en la calle, que volveríamos a distinguirnos por nuestra educación, que se acababa la corrupción.
Ya lo decía Serafín J. García:
“Porque no m’enyenan con cuatro mentiras
los maracanases que vienen del pueblo
a elogiar divisas ya desmerecidas
y’hacernos promesas que nunca cumplieron.”
Festejen uruguayos, festejen.
[1] 20 de junio de 2004. Discurso de Tabaré Vázquez en cierre de campaña de las elecciones internas
Desde El Jardín
Por Andrés Copelmayer
Peter Seller inmortalizó en el cine esta exquisita novela de Jerzy Kosinki, centrada en el distónico personaje de Mr. Chance. Un hombre peculiar, semi analfabeto, cuasi autista, que dedica todas sus horas a cuidar el jardín de un veterano millonario que lo acogió en su hogar. El benefactor lo deja vestir sus elegantes atuendos y le ha brindado una rigurosa educación protocolar. Gardener vip, Mr. Chance ha vivido siempre sólo, en y desde el jardín. Su único hobby es ver TV, cambiando de canal permanentemente, sin reparar en los contenidos. Frisando los 50, su mecenas, el dueño de casa muere. Mr. Chance es despedido y se ve obligado a enfrentar un mundo real que desconoce. El azar de un accidente de tráfico con una dama glamourosa, su atildada presencia y las robóticas frases sobre el devenir de su jardín; permiten que el ermitaño Gardener se relacione velozmente con la “hy society” de Washington. Mr. Chance no sólo es capaz de sobrevivir al mundo real repitiendo monocordemente lo que sabe sobre las plantas de su jardín, sino que además la crema de la capital imperial, lo adopta como hijo pródigo. Sus decires son interpretados como icónicas sabias metáforas existenciales, resolutorias de todos los problemas universales. Seducidos por frases infantiles tales como «me encontrara a cualquier hora, dentro o fuera de mi jardín»; empresarios, políticos, artistas y medios de comunicación exitosos; transforman sus dichos horticolas en revelaciones divinas. No hay maldad ni engaño en Mr. Chance, que ni siquiera entiende lo que está pasando. Él sólo se muestra tal como es, mientras los demás lo ven como desean que fuese. Kosinski escribió una novela de final abierto, pero con una clara alegoría crítica sobre el autismo y la pérdida de sentido común que genera la vacua vanidad del poder. El episodio de Ancap y la recontratación de los 16 jardineros a un costo sideral, a través de una empresa tercerizada que opera como si fuese estatal; tomó de sorpresa a la propia Presidenta Marta Jara y a todo el Directorio. Luego de anunciar que cancelarían la totalidad del contrato, recibieron el cachetazo real del poder corporativo. En apenas horas, ese espíritu del bien común, la sintonía con el sentir ciudadano, los criterios de eficiencia en la gestión, y la intención de recortar gastos superfluos; cedieron ante la pulseada que sumó fuerzas entre el sindicato y la burocracia de la administración. Quien firmó el nuevo oneroso contrato es un Gerente de Abastecimiento suplente, suscribiendo el acuerdo alcanzado en el Ministerio de Trabajo entre la cementera y la Federación de Trabajadores de Ancap. Hay tanto ruido mediático y malestar ciudadano con el supuesto “despilfarro” de los Entes Autónomos, que desde el sentido común la gestión del nuevo Directorio de Ancap jerarquiza racionalizar todo gasto no estratégico para su funcionamiento. Pero desde el jardín de Lavalleja, la realidad del poder espejado, podó esa buena intención. Una vez más la brecha existente entre el poder real y la representación ciudadana, configuró el viejo problema de la doble contingencia. Allí donde dos sistemas se encuentran como si fuese la primera vez, distanciados por un precipicio de incertidumbres. Las disímiles expectativas de 2 mundos con necesidades diversas, suman complejidad a cada decisión. Cada parte espera prácticamente cualquier cosa del comportamiento de ese otro mundo foráneo. Ambos sistemas (decisores y ciudadanía), están a la espera de una señal del otro para poder actuar. El Sindicato quiso ganarle una a Ancap con la cementera y convergió con el deseo de los burócratas administradores de aplacar el conflicto. El gobierno quedó como testigo atónito y la gente de a pie, exasperada. Pero nadie está libre del trampero panóptico, persecutorio y estupidizante que teje el ejercicio ombliguista del poder representacional. Ilusión óptica de anticiparse a todas que termina contaminando las decisiones que se toman en cualquier ámbito, pero que se agravan cuando involucran el manejo de fondos públicos. Yo también supe atraparme hipnóticamente en ese forcejeo fantaseoso, que transforma al servidor público en una burda caricatura de Titanes en el Ring, donde el final de la pelea ya está cantado de antemano. Cuando el ciudadano queda fuera del foco de los decisores pierde el país. Gana el malhumor cívico y decae la cada vez más ingobernable credibilidad democrática. Esta ajenidad, empodera al luto popular por la república perdida. Pero siempre hay luces que nos rescatan de las sombras. Como la voz en off que se escucha al final de la película Desde El Jardín. En la última escena, mientras Mr. Chance camina casi flotando sobre un lago, usando el paraguas como bastón alado; la voz del escritor nos recuerda que la vida es un estado de ánimo. Los ciudadanos también.
Para aprender hay que tener tiempo; para cambiar, hay que animarse
Por Roberto Elissalde
Las noticias escandalosas tienen un no sé qué que me dejan tieso. Si es una portada de El País y acusa al gobierno de algo, la tiesura se me afloja. Pero si es un medio un poco más serio o creíble, la cosa se me mantiene así. Y si es en la televisión, tengo que hacerme cargo, sea cierto o no. Y tengo que actuar como si para la mayoría de la gente que veo a la mañana siguiente, la noticia escandalosa del día fuera cierta.
Leí la prensa (amiga y enemiga, si es que estas viejas definiciones todavía dicen algo) y no entendí mucho. Como no tengo amigos que puedan darme una versión de primera mano, no pude avanzar mucho más.
¿Con qué me quedé? Con los títulos: muchos jardineros, muy bien pagos, para tareas que no parecen imprescindibles. Realmente, esto puede ser la prueba de una terrible estafa. Pero también puede ser que no, que se trate de algunas de las situaciones complicadas en las que se ven los gobernantes cuando tienen que hacer que las cosas salgan, no tienen los mecanismos apropiados y terminan estirando las normativas para hacer cosas que no estaban previstas en la ley.
Esto también puede ser un delito. Pero la mayor parte de la veces es un acto de responsabilidad de los gobernantes intermedios, esos que tiene que lograr emparchar situaciones no previstas.
Voy a poner un ejemplo absurdo: una lluvia torrencial hace caer un terraplén en unas instalaciones industriales. Los responsables no tienen oportunidad de hacer una licitación ni un llamado para la recuperación del sitio, pero llaman a la empresa que se encarga de una tarea similar en el mismo organismo pero en otro lado. La empresa hace la tarea a satisfacción y sin pago adelantado. Los jerarcas de turno buscan una manera de pagar la tarea realizada pero no existe posibilidad legal de que aquel sea autorizado. ¿Qué hacen entonces? Contratan un servicio de jardinería, que sí estaba autorizado con un rubro presupuestal, y con eso pagan el trabajo ya realizado.
Se trata a todas luces de un acto no previsto en ninguna disposición. Tal vez sea un abuso de funciones en casos no especialmente previstos en la ley. Pero se hace y con razones: razones de buen servicio, para superar una situación de emergencia o porque el rubro «reparaciones de terraplenes» se agotó y sólo tengo disponible el rubro «trabajos de jardinería».
Si esta situación se diera, sería muy incómodo para un jerarca tener que explicar en cámaras que se trata de un emparche a una situación especial pero cotidiana. Sus palabras podrían hacerlo responsable de un delito, aún cuando no hubiera ni corrupción, ni beneficio propio, ni asociación para delinquir y se tratase apenas de un malabarismo contable para hacer funcionar su departamento o división.
Es que el verdadero problema está en el tipo de controles que tenemos, todos orientados a impedir que se produzcan delitos antes que a tener mecanismos de sanción posteriores. Tanto se intenta impedir el delito, que se impide la acción. Y si se impide la acción se imposibilita la gestión y se debilita la política.
Son pocos los cambios efectuados al TOCAF en los 12 años de gobiernos frenteamplistas. La mayoría de ellos son excepciones, flexibilizaciones. Pero así como hace años que se intenta cambiar el Código Penal, debería haberse empezado a cambiar las prácticas de gestión en el Estado, haciéndolas más flexibles, más capaces de reaccionar a los imprevistos y más rápidas. Y como corolario, con sanciones más duras para quienes defrauden o perjudiquen el bien común.
Otro tema vinculado con este, pero que es tabú eterno, es la conveniente eliminación de la inamovilidad de los funcionarios públicos, siendo sustituida por formas de contratación permanentes pero también a término, por tarea y por plazo. Si hubiéramos hecho algo de esto, no estaríamos pagando los costos de aparecer como benefactores de algunos “jardineros” eventuales que estarían cobrando mucho más que el 95% de la población.
La culpa no es del jardinero
Por Lucía Siola
La mala administración en ANCAP no es simplemente un problema de corrupción como lo pretende presentar la oposición, sino que se trata de una orientación política y social de los administradores `progresistas´ de un régimen social en descomposición. El esquema de «desarrollo» industrial en torno a ANCAP, tuvo como principal objetivo el impulso al empresariado nacional amigo, con una serie de negociados sustentados en las finanzas estatales. La red entorno a estos negociados es fenomenal, y vemos como abundan las contrataciones directas sin licitaciones por montos muy por encima del mercado. No se trata sin embargo, de un fenómeno uruguayo, el escandalo entorno a Petrobras en Brasil, del kirchnerismo en Argentina y de Maduro en Venezuela muestran el resultado de esta política; la quiebra de las finanzas del Estado en favor de una burguesía «nacional» parasitaria incapaz de industrializar el país y de transformar de fondo el régimen social en que vivimos. Este programa fue y es una política general de los gobiernos frenteamplistas, que con los recursos del Estado subsidian a los capitalistas «amigos», y exoneran a las grandes multinacionales, favoreciendo y garantizando así fabulosas ganancias tanto para el empresariado nacional, como para los grandes pulpos multinacionales. La bancarrota de las finanzas públicas que el gobierno pretende maquillar con ingresos de capitales golondrina y colocación de nueva deuda, es producto de esta política.
El caso del dueño de FRIPUR Alberto Fernández es paradigmático, luego de endeudarse en el BROU y vaciar Fripur dejando 900 trabajadoras en la calle a las que les adeudó salarios y despidos, invirtió en la Industria de Energía Eólica y ahora vende energía a UTE que la compra a precios elevados. Otro de la red de empresarios amigos que se beneficia con los subsidios estatales es el magnate del transporte Salgado – asesor del presidente Vázquez- que mantiene cuantiosas ganancias a costa de los trabajadores que pagan el precio del boleto más caro de América Latina por un servicio lamentable.
Los partidos de la oposición no cuestionan sin embargo esta orientación del gobierno, sino que su señalamiento es simplemente administrativo, de gestión, apuntando a la corrupción del vice presidente. La demagogia llega al tal punto que los que tienen los mayores antecedentes de corrupción y robo de las finanzas estatales en la historia de nuestro país ahora se presentan como defensores de una administración transparente. El punto medular de lo que plantea la oposición, es el ataque en regla a los trabajadores y fundamentalmente a sus organizaciones, se trata de un programa de profundización del ajuste que apunta a una reestructuración de las relaciones de clases en nuestro país. El ataque a los sindicatos, también se visualiza en las cámaras empresariales, con el planteo de la regulación de las ocupaciones de fábrica, y su reclamo de más represión a los sindicatos frente al decreto anti-piquetes. Es en esta perspectiva, que el planteo correcto del SUNCA de que los trabajadores no sean despedidos y queden sin trabajo, fue cuestionado por el alto costo que le implica al Ente los 16 jardineros. Allí comenzaron los cálculos de cuanto ganaría cada jardinero, presentando el problema de forma falaz contra los trabajadores. Pues NADIE – ni la oposición, ni el oficialismo- ha cuestionado las enormes ganancias de las empresas tercerizadas que se sustentan en salarios miserables y trabajo precario de un lado y en la sangría de los recursos públicos del otro. El Estado es el principal tercerizador del trabajo que afecta a miles de personas en nuestro país. Al igual que el impuesto al salario, la tercerización implica una transferencia enorme de ingresos de los trabajadores a las empresas, a través de la gestión estatal.
Para que lo de ANCAP no vuelva a suceder, es preciso el control obrero de los libros contables de las empresas del Estado, terminar con las tercerizaciones y el trabajo precario, y combatir todas las privatizaciones.
Barriles sin fondo
Por Gonzalo Maciel
Hace unos días nos encontramos con la noticia de que ANCAP cesó a 40 jardineros responsables de los espacios verdes, para recontratar a 16 de ellos a través de una empresa, que durante tres meses realizaría trabajos por un costo total de 200.000 dólares. A simple vista la cifra es difícil de digerir, y las cosas no parecen estar demasiado claras.
Según trascendió, la contratación se hizo a través de la modalidad de “compra directa”, esto quiere decir que no hubo licitación mediante, y la decisión se tomó en el ámbito administrativo de la empresa, por lo que no intervino el Directorio del ente. Esta práctica es muy común en las empresas públicas, ya que le da cierta libertad a las gerencias que prefieren no someter sus decisiones a las voluntades de los directivos, quienes muchas veces son representantes de distintos partidos o sectores políticos. La información llega como una “dada a cuenta” de las actuaciones de la gerencia correspondiente y ya no hay vuelta atrás.
Poco se conoce de la propuesta de la empresa a la que se le adjudicaron las tareas. Si bien se supone que el monto total implica otros gastos como uniformes y materiales de trabajo, en realidad no está claro cuánto cobrará cada trabajador y lo que es más importante: qué porcentaje de ese dinero se llevará la empresa.
En los años 60’, Theodore Lowi, un famoso cientista político de origen americano categorizó a las políticas públicas y describió la lógica de “barril sin fondo” de las políticas distributivas. Estas políticas distribuyen recursos, sin un criterio fijo, y no suelen generar conflicto ya que en el corto plazo no aparece un afectado directo. Los recursos son de todos y parecen no ser de nadie, por lo que esta práctica se repite como un círculo vicioso. La gestión en ANCAP es un claro ejemplo de esto, nunca están claros los criterios de adjudicación como tampoco en qué se gasta la plata rubro por rubro.
Un partido de supuesta izquierda que siempre reclamó por la transparencia en el manejo de los recursos públicos, hoy que es gobierno, no puede explicar casi nada de lo que hace. Repiten aquella práctica que tanto criticaron en los partidos tradicionales y de la que ellos creyeron estar inmunes. Gobernar no era tan fácil, cumplir con las promesas de campaña mucho menos y realizar las utopías de los 60’, carísimo.
Sueños de jardín
Por Fernando Pioli
La noticia de los jardineros la tomó por sorpresa cuando actualizó las novedades de la jornada en noticiero televisivo de la tarde. Se recostó en el sillón apoyando s suave cabellera rubia en el respaldo y observó la tibia luz del atardecer otoñal entrar por la ventana e iluminar los estantes fríos con expedientes andrajosos por el trasiego entre oficinas por firmar. Sintió la poética iluminación de aquel rincón de su alma que se regocija ante los simples e insignificantes placeres de la vida.
Entonces la sonrisa que se estaba dibujando en su rostro volvió a ceder terreno ante la sensación de fastidio que sintió nacer desde algún lugar de su estómago y volvió sus ojos hacia la pantalla de la TV para enfrentarse a la noticia. Ensayó en su mente una respuesta hacia la obvia pregunta de los periodistas requiriendo una postura ante la novedad. Sintió el fastidio duplicarse.
Se incorporó y se acercó a la ventana mirando hacia el pequeño parque que adornaba el acceso a la casa. Las hojas de los árboles se dejaban acariciar por la brisa suave de la tarde mientras los pétalos de las flores lucían sus colores llamativos para el solaz de los observadores y caminantes.
Fue entonces que los vio aparecer. Los jardineros llegaron con sus maquinarias y sus artes y comenzaron su tarea. Uno de ellos comenzó a cortar el césped con una especie de insecto zumbante que se quejaba con alaridos estremecedores cada vez que era acercado al piso para dejar los pastos tumbados contra el suelo. Otro tomaba una especie de escoba de alambres y reunía con obsesiva determinación todos los restos de hojas y ramas que caían en el acolchado terreno. Otro montaba en una especie de toro mecánico que arrastraba una dentadura metálica que dejaba la superficie verde con la suavidad de la piel de un ser viviente.
Asombrada ante la proeza de esos caballeros del jardín comenzó a comprender que el pequeño parque era una especie de pequeño mundo, repleto de pequeños equilibrios que garantizaban la unidad de la estructura. Comenzó a visualizar que esos caballeros del jardín eran responsables de las certezas ante las que se encontraban los caminantes que debían atravesarlo, y eso trascendía al parque. Comenzó a tomar cuerpo la idea de que sin esos jardineros no sólo el parque colapsaría sino toda la propiedad, y junto con ello quizá se iniciase una reacción en cadena que terminase por destruir el mundo. Claro que sí, ¡el mundo tal como lo conocemos corre riesgo sin los jardineros! ¿Quizás las moiras encargadas de tejer el destino resultarían ofendidas si faltasen los jardineros?
Presa de una angustia profunda despertó a la presidenta y se incorporó de su sillón. Suspiró aliviada, era solo un mal sueño. Se volvió a sentar y respiró profundo, tomo con más serenidad el diario de la mañana y comenzó a leer algo sobre unos jardineros de ANCAP.
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