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Después de la pandemia: lo que no cambia y aún debe cambiar Luis Pereyra

Después de la pandemia: lo que no cambia y aún debe cambiar  Luis Pereyra
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Es el tema del momento: ¿qué cosas van a cambiar y cuáles no, cuando la pandemia esté controlada?

LO QUE ESTÁ CAMBIANDO

El teletrabajo, la telemedicina y la robotización hoy han alcanzado un desarrollo y una generalización sin precedentes. Con el poder sustancial que asumen los servicios de tecnologías de la información, se profundiza la puja con China por la primacía en el dominio de la inteligencia artificial y el big data.

El problema de estos avances radica en su uso. El acceso a Internet es motivo de división social entre quienes tienen acceso y los más precarizados que no lo tienen. En Uruguay el problema ya emergió al detectarse un alto porcentaje de escolares que carecen de acceso. Por otra parte, con el incremento de datos recolectados con motivo de la pandemia, si ya era grave la manipulación internacional de datos personales, nadie garantizará en el futuro el respeto a los derechos individuales y la privacidad. El teletrabajo cambia la modalidad de venta de la fuerza de trabajo. Crece el riesgo de que las empresas impulsen la firma de contratos individuales y se desliguen de las obligaciones para con sus empleados. La nueva forma de trabajo que se presenta como más libre, flexible, creativa, innovadora, esconde la precarización del trabajo asalariado. Con el aumento del desempleo, el teletrabajo –que facilita la flexibilidad laboral- se convierte en una herramienta poderosa contra las organizaciones sindicales y por la desregulación del mercado de trabajo. Mientras a nivel mundial la pandemia revela los nefastos resultados de un desarrollo que considera los sistemas de salud como una mercancía más y lleva a cabo la degradación organizada de la salud pública, la oportunidad de la telemedicina se consolida en nuestro país gracias al desarrollo del Sistema Nacional Integrado de Salud. Por otra parte, hay países desarrollados que hoy plantean el retorno de eslabones de las cadenas de valor que habían deslocalizado en busca de mano de obra barata. Lo que no se menciona es que esto no significará necesariamente el retorno de los trabajadores a sus tareas sino la inclusión creciente de sistemas robotizados.  Mientras tanto la pandemia oculta la continuación de procesos que marcan el rumbo de la humanidad en este tiempo. La relación entre Estados Unidos y China continúa deteriorándose. En el Norte europeo se plantea nuevamente la continuación del tendido del gasoducto Nord Stream II. ¿Qué hacen los navíos de guerra de Estados Unidos y Reino Unido que navegan por el Mar de Barents, en el Ártico? ¿y los de Estados Unidos, Francia y Reino Unido en el Caribe?

 La guerra estratégica entre Estados Unidos y China

Estados Unidos ya no sabe cómo detener el desarrollo chino. Sus acusaciones contra el tratamiento chino de la pandemia parecen ser una nueva versión del chivo expiatorio, como en otros momentos fue el comunismo, los judíos, los musulmanes. La adopción de nuevas medidas para impedir a la empresa Huawei la adquisición de tecnología y software para la fabricación de semiconductores es otro paso en la lucha por la primacía tecnológica. China, con sus empresas Huawei y ZTE, es líder mundial en el desarrollo de redes de telecomunicaciones 5G, lo que Estados Unidos considera un problema de seguridad nacional. Lo mismo sucede con el desarrollo de la inteligencia artificial y el big data. Si bien en la prensa se pone el acento en diferencias comerciales, lo estratégico es la lucha por el dominio de la alta tecnología.

Las luchas por el control de los hidrocarburos

 Europa necesita importar gas para sus necesidades industriales, comerciales y residenciales. La posibilidad de menor costo es importarlo de Rusia. Alemania -que lidera la defensa por la construcción del nuevo gasoducto- manifiesta que la dependencia comercial con Rusia es mutua y que la compra-venta de gas es una necesidad para ambos. Los Estados Unidos y aliados alegan que esta situación profundiza la dependencia de Europa del gas ruso, pero la cuestión de fondo reside en la intención de Estados Unidos de colocar en su lugar el shale gas de sus empresas. Más allá de la viabilidad de la producción de shale gas de Estados Unidos, la situación mundial indica que Rusia ya se ha hecho lugar como potencia a tener en cuenta. Media Europa necesita el gas ruso para sobrevivir. Rusia se ha convertido en un interlocutor válido tanto para problemas económicos –en particular los energéticos-  como militares.

El otro gran tema subyacente, es que el gas que provee Rusia proviene de la región ártica, donde se encuentra una de las últimas grandes reservas de gas. Rusia goza de una posición privilegiada por el volumen de hidrocarburos que se encuentran en su mar territorial y es el único país que cuenta con una flota de rompehielos grande y poderosa, capaz de desplazarse sin problemas por la región. La explotación de los recursos del Ártico y la apertura de una nueva ruta marítima serán temas políticamente complicados en un futuro cercano. Asimismo, la apertura de la región tendrá consecuencias medioambientales aún difíciles de ponderar.

Barcos de guerra en el mar de Barents

 El pasado 4 de marzo la agencia rusa TASS informó que en el mar de Barents la Flota del Norte de Rusia había comenzado a vigilar a cuatro barcos de guerra de EE.UU. y una fragata británica, integrantes del grupo de ataque de las fuerzas navales combinadas de la OTAN. Según autoridades de la OTAN, los buques están llevando a cabo una operación conjunta con el objetivo de afirmar la libertad de navegación y demostrar una integración perfecta entre los aliados. Llama la atención que ahora irrumpan estas naves de superficie, cuando desde mediados de la década de 1980, en plena Guerra Fría ya no operaban en el Mar de Barents, a diferencia de los submarinos que regularmente transitan las aguas del Ártico. En febrero pasado el general norteamericano Tod Wolters, comandante supremo de la OTAN, había manifestado ante el Congreso de Estados Unidos que el Ártico sigue siendo de “gran preocupación” para la alianza, ya que Rusia y China habían ampliado su actividad militar en esa zona. Si se relacionan estas declaraciones, con las del mismo tenor realizadas por el Secretario de Estado Mike Pompeo, y las escasas inversiones norteamericanas en la región, queda de manifiesto que la estrategia tiene como objetivo prioritario privar a Rusia de las ventajas comparativas naturales que posee debido a su ubicación geográfica. En un futuro próximo el creciente deshielo hará posible explotar las enormes riquezas que encierra el Océano Ártico y, a su vez, viabilizar la ruta marítima del Norte –que bordea las costas rusas- como el camino más corto entre Europa y Asia.

¿Altruismo de la industria farmacéutica?

Necesitamos una vacuna contra el COVID 19. Si se cumple con la relación una persona-una vacuna, la totalidad de la humanidad pasa a ser un mercado cautivo.  Dependeremos de la ética de los laboratorios que primero la tengan disponible para ver cómo se resuelve la relación “negocio vs necesidad”. Las primeras posiciones ante ese dilema no se hicieron esperar: el pasado 13 de mayo el director general del grupo farmacéutico francés Sanofi declaró que si ellos desarrollaban la vacuna la entregarían en primer lugar a Estados Unidos, y en las cantidades que estos quisieran. “Así será porque han invertido para proteger a su población, para reactivar su economía”. Ante la reacción generalizada Sanofi se vio obligado a aclarar que se comprometía a producir una vacuna accesible para todos y que cuenta con capacidad productiva en Estados Unidos, Europa y otras regiones: “la producción de Estados Unidos será principalmente para dicho país, en tanto la producción del resto de las plantas será destinada a Europa y el resto del mundo”.         Por otra parte, en estos días en la asamblea de la O.M.S. se planteó la necesidad de que las posibles vacunas contra el coronavirus tuvieran patente libre. La intención es evitar el monopolio de la producción de la vacuna, evitar precios excesivos y asegurar una distribución justa y equitativa. La oposición -particularmente de Estados Unidos, Suiza y el Reino Unido-  se basa en que las empresas necesitan de la patente para recuperar lo invertido en investigación y desarrollo. Mas allá de que esto puede tener otro tipo de soluciones, el temor de fondo de las empresas es que esta resolución cree un precedente que dificulte sus negocios o alimente la posibilidad de que, aduciendo razones de salud pública, algún país quiera producir vacunas sin el aval del propietario de la patente. De acuerdo a la información existente, la resolución que se adopte será de una vaguedad tal que terminará favoreciendo a los países más ricos y a las empresas farmacéuticas.

EN CONCLUSION

Cambiarán las formas de organizar el trabajo individual y se reorganizarán las cadenas de valor. Cambiarán las formas, los procedimientos, los métodos, las tecnologías…pero lo esencial, una vez más, es invisible a los ojos. La seguridad nacional continuará siendo evaluada según la capacidad militar de los países; la medida del crecimiento de un país –no se habla de desarrollo- continuará siguiendo los indicadores  macroeconómicos; el mundo no se plantea seriamente la planificación del uso de recursos finitos como los combustibles fósiles y el agua; la robotización competirá con la actividad humana; el teletrabajo incrementará el individualismo; la obsolescencia planificada continuará estando en la base de los planes de producción de la mayor parte de la industria; la salud continuará siendo una mercancía. Son conceptos que, para los dueños del mundo, no están en el orden del día.

La siguiente imagen es bien ilustrativa: “Cuando ruge la tempestad, el capitán llama a la solidaridad. Una vez pasada la amenaza, la unión se esfuma: mientras unos se dejan la vida manteniendo el barco a flote, otros bailan despreocupadamente en cubierta”.

Sin embargo, hay países capaces de enviar sus médicos a colaborar con otros, más necesitados. Ni por suerte ni por casualidad, esos países existen. Potenciar estos valores es la tarea de la hora.

La pandemia hizo aflorar temas que es necesario convertir en objetivos: ha quedado demostrado el papel central del Estado; somos un país productor de alimentos, pero debemos redefinir nuestra inserción en la división internacional del trabajo en un mundo en el que la ciencia y tecnología juegan un rol de primer nivel; se ha comprobado una vez más la calidad de nuestra investigación científica y propuestas tecnológicas, pero es necesario acompañar los proyectos y promover su ejecución. Tenemos un desarrollo importante en las tecnologías de la información y contamos con infraestructura –fibra óptica, data center– para continuar avanzando; tenemos un movimiento sindical unificado capaz de aportar en muchos temas como hoy el teletrabajo; tenemos depósitos de dinero en el exterior que debieran ser canalizados hacia el desarrollo del país. A lo largo de nuestra historia hemos desarrollado la cooperación y solidaridad al punto de que son reconocidas internacionalmente.

Tenemos un déficit de estrategias a nivel político, lo que dificulta la salida. Tenemos un potencial enorme a nivel de pueblo, que hace posible -por ejemplo- congregar multitudes de todas las edades en reclamo de memoria y justicia, o que fue capaz de llevar adelante la Huelga General de 15 días contra el comienzo de la dictadura y toda la resistencia posterior. Tenemos lo esencial. La historia dirá si podremos estar a la altura de los desafíos. Todo dependerá de la capacidad que podamos desarrollar para organizarnos.

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