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Un pequeño país modelo por Luis Nieto

Un pequeño país modelo por Luis Nieto
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Si algo interesante dejó el breve pasaje del economista Ernesto Talvi por la política activa fue la frase con que encabezamos este artículo. Resume de forma breve y clara el Uruguay que fue a lo largo de la mayor parte del siglo XX. Pero, además, apunta a lo que el Uruguay puede ser en un mundo de países grandes, con grandes problemas.

Basta seguir de cerca el proceso pre electoral de Estados Unidos para concluir que está frente a uno de los momentos más oscuros de su historia. Su partenaire de la Guerra Fría está políticamente aislado del mundo, a excepción de un puñado de regímenes tan corruptos como la propia Rusia, y sin que adopte la democracia, y todos sus instrumentos, para hacer de Rusia un país libre de corruptelas y con garantías para los partidos de oposición. China es un misterio, salvo que da señales de ir solo por el mundo. En 2017, China botó el barco Tian Kun Hao, cuyo cometido es dragar el fondo del mar con nuevo equipamiento, lleva a bordo la cortadora más grande de Asia, y desprender grandes trozos del fondo marino para transportarlos a 15 kilómetros de distancia con el fin de crear islas artificiales. Actualmente China está en litigio con Vietnam, Filipinas, Brunei, Malasia y Taiwán por la soberanía de esos territorios en el Mar de China Meridional. China actúa al margen de la diplomacia internacional y de las instituciones que intentan una salida negociada en distintas partes del mundo. Su programa de exploración espacial va en el mismo sentido. Después de un comienzo accidentado, por fin, ha conseguido éxitos en su exploración de la Luna y, el 23 de julio pasado elevó el cohete Tianwen 1 (Preguntas al cielo 1), con el fin de orbitar, aterrizar y explorar la superficie de Marte. China está en su derecho de hacerlo, aunque este sueño de país continente bien puede ser parte de una pesadilla para el futuro, de no prosperar el Derecho espacial, y la necesidad de coordinar acciones con otros países, de modo tal que tanto el acceso a los recursos naturales como el cuidado  del medio ambiente, y la explotación no se transforme en un acto más de pillaje, como sucede en el sur de Venezuela, donde China se beneficia de un régimen dictatorial y corrupto, que está saqueando el patrimonio de su pueblo. Tal vez tarde, pero a China todavía le falta por atravesar la revolución democrática, para ver qué queda después de los próximos 20 o 30 años.

¿Qué puede hacer un pequeño país como el nuestro para no caer en la ilusión de la autodeterminación de los pueblos, y ser un número más en la institucionalidad internacional, donde los lobbies y las burocracias son más poderosos que ese barco chino que fabrica islas?

Más allá de su notoria falta de pulmones para respirar en el ambiente político uruguayo, Talvi rescató una definición que produjo el encantamiento de no pocos uruguayos. Si Sanguinetti había conseguido agitar la modorra de la militancia colorada, Talvi, en muy poco tiempo, consiguió pasarlo, y atraer a una cantidad de ciudadanos ajenos al alicaído Partido Colorado. La frase de Talvi y el talante que demostró en aquel debate con el militante comunista Oscar Andrade, llamaron la atención de los telespectadores y creyeron que algo nuevo del viejo Uruguay arrojó un rayo de luz sobre la política uruguaya. Ya de paso, aquel debate demostró que no todo es un juego mediático, sino que, en un debate entre gente preparada, como deberían estar los candidatos de cualquier partido, el que gana es el elector. Hasta quien no votaría a Andrade por lo que representa, es capaz de valorar positivamente la preparación y el respeto con que puede llevar adelante un debate público frente a un candidato que, desde el punto de vista académico, puede manejarse con un margen de ventaja favorable.

Talvi tuvo la virtud de sacar del pasado una pequeña joyita que la mayoría de los uruguayos reconoce y, seguramente, valora como una de las fortalezas de nuestra historia democrática. Nuestro país se hizo con trabajo, nunca tuvimos ni explotamos riquezas naturales que se valorasen por el solo hecho de estar al alcance de la mano. La actividad agropecuaria, por ejemplo, es compleja y riesgosa. No basta con tirar al campo algunos puñados de maíz para cosechar, sin más, aceite, polenta o ración para el ganado. El propio desarrollo genético del ganado uruguayo no es un bien que nos regala la naturaleza. Uruguay ha conseguido plasmar en una institución (INIA) el conocimiento más avanzado, a nivel mundial, para beneficio del sector agropecuario. Para muchos, sobre todo para muchos desinformados, ven la forestación y el producto de la misma, como una amenaza para los sistemas agropecuarios uruguayos, incluso una amenaza ecológica importante. Basta recordar las afirmaciones catastróficas que se manejaban, en una ingenua alianza con los agitadores de Gualeguaychú.

Uruguay no tenía recursos económicos importantes cuando se construyó, en sólo un año, el estadio Centenario, vigente todavía. Lo mismo se podría decir de la rambla Sur, hecha con picos y carretillas, pero con mucha determinación. El sistema político puede entretenerse con las pequeñas zancadillas que le acaree algunos votos para la próxima elección, pero por ese camino seguiremos en la misma. Uruguay está para más. En todo el mundo se habla del caso uruguayo respecto a la pandemia, y cuando las aguas se calmen un poco, si es que se calman, mucho más mérito se verá en lo que consiguió la ciudadanía uruguaya en medio de los dos países más grandes de Sudamérica, que no pudieron darle garantías sanitarias a sus poblaciones. Nuestro país nació de esa asimetría y encontró su alma. Tal vez esa peculiaridad sea el gran mérito de Ernesto Talvi, más allá de que no entendiera el sistema político uruguayo, y eso es comprensible.

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