Género sobreexplotado por antonomasia, el terror sigue, empero, concitando una importante atención a nivel de taquilla. En una época en la cual un sinnúmero de atrocidades reales se encuentran a tan sólo un click de distancia, lo sobrenatural se presenta como una adecuada opción de esparcimiento para una sociedad sobresaturada de violencia verdadera. La película de reciente estreno “De noche con el Diablo”, es un elocuente testimonio de la vigencia del horror ficticio como escape social.
Confieso que no esperaba demasiado de esta película. La sinopsis, y alguna que otra imagen promocional, me hacían suponer que me encontraría con un filme ambientado claramente en los años setenta, en un show televisivo nocturno en los Estados Unidos y que, seguramente, en algún momento de la trama, degeneraría en el enésimo intento de subirse a la fama de “El exorcista”.
Sin embargo, si bien en la película pueden apreciarse algunos homenajes obvios, y conscientes, a los clásicos del género, la propuesta va mucho más allá de una mera imitación o recreación.
Para situarnos en contexto, primero debemos analizar y evocar en qué año y país se ambienta el relato: en 1977, en Estados Unidos. La historia de la convulsa nación del norte, en aquellos tiempos, abundaba en hechos políticos relevantes. La Guerra de Vietnam había culminado poco antes con la derrota estadounidense, en 1975, pero sus secuelas políticas, sociales y sobre todo sicológicos, se mantendrían en las décadas siguientes.
También algunos hechos ocurridos durante los años sesenta y la primera década del setenta del pasado siglo, como el asesinato del presidente John Kennedy, el del activista pastor bautista Martin Luther King, las disputas raciales, el escándalo de espionaje político de Watergate, el terror sembrado por la “Familia Manson” y el violento accionar de la secta creada por el fanático religioso Jim Jones, que culminó en el suicidio masivo de más de novecientos miembros, generaron en el ánimo del norteamericano promedio la sensación de que aquel acartonado “sueño americano” no era más que una mentira.
Aquella desencantada nación, ávida de distracciones, halló refugió en el cine, con clásicos como la ya mencionada “El exorcista”, el comienzo de la saga de “Star Wars” o “El padrino, y también en la televisión, verdadero objeto de culto en aquellos turbulentos años.
El show de Jhonny Carson, icónico comediante y presentador estadounidense, fue uno de los programas más vistos durante muchos años, y en aquel momento lideraba el ranking de audiencia en su franja horaria. En dicho marco temporal se ambienta “De noche con el Diablo”. La película, que comienza como una suerte de documental, narra la caída de un reconocido presentador televisivo -impactante David Dastmalchian en su primer papel protagónico- que procura salvar su programa nocturno de la cancelación mostrando un exorcismo en vivo.
Lo primero a destacar es la cuidada ambientación, incluso imitando la imagen de un filme de la época y la estética televisiva de aquellos míticos “talk shows” nocturnos, con sus bizarros invitados. Pero lo que propone esta película es algo más que un mero thriller de terror. Estamos ante una obra que analiza los límites de la codicia, hasta dónde es ético llegar para mantener el éxito, y el rol que cumplen los medios de comunicación en la manipulación de masas.
No faltan, por supuesto, las referencias a episodios sobrenaturales de la historia norteamericana, como la masacre de Amityville, adaptada al cine en más de una oportunidad, a la película más clásica sobre exorcismos, e incluso chistes políticos.
El terror, correctamente dosificado, demora en llegar pero cuando lo hace es crudo, sucio, incluso realista, más allá del encuadre sobrenatural dentro del cual se presenta. Las actuaciones son destacables, desde los papeles protagónicos hasta los secundarios. Los sustos más impactantes tienen una impecable resolución, mediante la apelación a un puñado de antiguos recursos del cine de terror clásico que, adecuadamente utilizados, aun funcionan.
“De noche con el Diablo” plantea una estética potente y removedora, concebida mediante un bien aceitado mecanismo y un par de inesperadas vueltas de tuerca en los minutos finales, que proponen más de un desenlace posible, todo lo cual coadyuva a redondear una propuesta artística impecable. Incluso, la música es magistralmente utilizada como un elemento más en la creación de climas tan opresivos como pesadillescos. En ese contexto, este largometraje es un brillante homenaje a una forma de hacer cine de terror, y de hacer cine en general, que, pese a su recurrencia, mantiene plena vigencia.
POR MÁS PERIODISMO, APOYÁ VOCES
Nunca negamos nuestra línea editorial, pero tenemos un dogma: la absoluta amplitud para publicar a todos los que piensan diferente. Mantuvimos la independencia de partidos o gobiernos y nunca respondimos a intereses corporativos de ningún tipo de ideología. Hablemos claro, como siempre: necesitamos ayuda para sobrevivir.
Todas las semanas imprimimos 2500 ejemplares y vamos colgando en nuestra web todas las notas que son de libre acceso sin límite. Decenas de miles, nos leen en forma digital cada semana. No vamos a hacer suscripciones ni restringir nuestros contenidos.
Pensamos que el periodismo igual que la libertad, debe ser libre. Y es por eso que lanzamos una campaña de apoyo financiero y esperamos tu aporte solidario.
Si alguna vez te hicimos pensar con una nota, apoyá a VOCES.
Si muchas veces te enojaste con una opinión, apoyá a VOCES.
Si en alguna ocasión te encantó una entrevista, apoyá a VOCES.
Si encontraste algo novedoso en nuestras páginas, apoyá a VOCES
Si creés que la información confiable y el debate de ideas son fundamentales para tener una democracia plena, contá con VOCES.
Sin ti, no es posible el periodismo independiente; contamos contigo.
Conozca aquí las opciones de apoyo.