A prepo, sí

Allá por los noventa en una reunión de padres de la escuela
Paraguay, discutíamos con sus maestros sobre la educación.
Varios pensando en nuestros hijos exigíamos: Más reforma.
Hoy muchos dirigentes frentistas que entonces militaron contra
Rama, reconocen que varias de sus iniciativas eran correctas.
La educación es una vaca sagrada que nadie se anima a carnear.
Y todos los intentos de cambios fueron duramente enfrentados y
frenados por estos auto proclamados “guardianes del templo”.
La corporación docente es hincha a muerte del: No toquen nada.
En ese campo fracasaron todos los gobiernos desde la dictadura.
No pudo Tabaré ni Mujica a pesar de la supuesta afinidad política.
Porque la izquierda nunca tuvo un proyecto único sobre educación.
Se visualizaba una esperanza con el grupo EDUY21 que logró
nuclear expertos de todo el espectro ideológico con su proyecto.
Y las nuevas autoridades parecían sintonizar con sus propuestas.
Luego vino la pandemia, todo se complicó y por supuesto
enlenteció la puesta en funcionamiento de los cambios esperados.
Ahora empiezan a dar algunos pasos, pero como la oposición es
grande, y los ruidosos se hacen oír, avanzan como con muletas.
Ni siquiera se animaron a imponer a nivel nacional la elección de
horas de los docentes por más de un año, tampoco logran eso.
¿Se imagina como puede funcionar una organización, una empresa,
un sindicato, si todos los años le hacen rotar todo el personal?
Bueno, parece que los liceos públicos no tienen otra alternativa.
Hace tiempo Juan Grompone nos decía que la reforma no se hace
conversando, hay que hacerlo por la fuerza, hay que meter fierro.
Y se remite a la historia para demostrar que desde Varela hasta hoy
fue así, o la alternativa de hacerlo por fuera como se hizo el Ceibal.
Las autoridades actuales de la enseñanza son unos blanditos, como
se dice vulgarmente en el barrio: “menos huevo que flan de boliche”
Llevamos décadas diagnosticando los problemas y hay caminos de
salidas que no pueden seguir siendo bloqueados por mandos
medios o funcionarios que solo dicen ¡NO!, trancando los cambios.
La causa de nuestros gurises no admite la menor demora.
Alfredo García