Hace unos días trascendió que se va a realizar en Punta del Este un congreso por la vida y la
familia organizado por el pastor Márquez y que participarían varios diputados blancos.
Los organizadores solicitaron la declaración de interés departamental y ministerial y de
acuerdo a las normas vigentes obtuvieron sin mayores inconvenientes los dos auspicios.
Algunos grupos LGTB comenzaron a protestar y la ministra Kechichian fundamentó las
razones del Ministerio de Turismo para otorgar como tantas otras veces ese apoyo.
Aclaremos que la resolución lo único que hace es eximir del pago del IVA al congreso.
Las presiones fueron en aumento y llevó a que el Ministerio diera marcha atrás en su decisión.
Caben aquí algunas consideraciones personales sobre el pensamiento de los promotores del
evento en cuestión, porque es bueno evitar confusiones en el mundo diverso de los lobbies.
Creo que tanto Márquez, como Dastugue, Amarilla y Lajes son profundamente retrógrados.
Es más, sus ideas están destinadas al basurero de la historia y la gran mayoría del pueblo
uruguayo les dio la espalda cuando intentaron derogar la ley que legalizó el aborto.
Pero considero que la libertad de expresión en una verdadera democracia debe ser irrestricta
y que las normas y las leyes vigentes son para todos por igual, por encima de su ideología.
¿Qué pasaría si una organización de refugiados palestinos quiere reunirse en Uruguay?
¿Se cedería a las presiones de la colectividad judía para que no se les apoye?
¿O al revés, si el interesado en armar un evento fuera el Consejo Judío Mundial?
¿Cuánto pesaría la protesta de los movimientos antisionistas en contra de ese congreso?
¿O si el Foro de San Pablo o la Asociación Nacional del Rifle decide reunirse en nuestro país?
Creo que hay una doble moral a la hora de juzgar organizaciones y se cede a la influencia de
colectivos organizados y corporaciones para favorecer o penar según el sello ideológico.
Cuando las convicciones son fuertes no existe el temor a la confrontación de ideas.
Y las cabezas se ganan con argumentos fundados y no con prohibiciones o censuras.
Creo que en este caso el ministerio le erró como a las peras e igual que en tantas otras
oportunidades, otras jerarquías gubernamentales fueron víctimas de la corrección política.
Alfredo García
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