El fin de semana pasado lo pasé en Flores rodeado de blancos.
Por cuarto año consecutivo concurrí al congreso del grupo Todos
que lidera el dirigente de la oposición Luis Lacalle Pou y sobreviví.
Seamos claros, allí se juntaron los que van a desafiar con chances
reales, al Frente Amplio en las próximas elecciones nacionales.
Repiten con frecuencia la frase: “Pensamos como si estuviéramos
ganando y todos trabajamos como si estuviéramos perdiendo”.
Doy fe que se lo toman muy en serio. Laburan a cara de perro.
Asumen que gobernar es una tarea colectiva y han armado equipos
de técnicos capaces, poco mediáticos que saben de qué hablan.
Su máximo dirigente, es una esponja y ha madurado con el tiempo.
Quien compre a Lacalle Pou como el pituco de Carrasco, con poco
conocimiento y menos boliche, está tirando la plata al santo botón.
El hombre ha recorrido el país de arriba abajo, tiene contacto con la
gente común y corriente, y maneja un discurso llano y heterodoxo.
Posee además otro punto a favor, por su edad llega a las nuevas
generaciones que lo ven como alguien que maneja sus códigos.
No es un adversario fácil, por el contrario, es un hueso duro de roer.
Ahora bien, ¿cómo se puede plantar la izquierda ante este reto?
Sin dudas, descartando las campañas negativas porque ellos tienen
muy claro que no van a entrar en la política de agravios personales.
Dejando de lado el cuco de la restauración de la derecha y citando
todo el tiempo lo que sucede con nuestros vecinos, no corre más.
Asumiendo los muchos errores cometidos, que es una actitud que
muestra más fortaleza que debilidad, la gente no masca vidrio.
Proponiendo planes concretos para que la gente apueste a un
cuarto gobierno frenteamplista, aflojen con las estadísticas.
Tomando distancia de la corrupción, que es cruel y es mucha,
y del amiguismo, clientelismo, nepotismo y otros ismos similares.
No alcanza con un puñado de candidatos “catch all” en las internas.
El partido se juega en las nacionales y convencer a los indignados,
decepcionados e indecisos, no se hace con consignas o jingles.
El gobierno es un medio para lograr un cambio, no un fin en sí
mismo, y muchos dirigentes frentistas parecen haberlo olvidado.
Al borracho de soberbia, el susto no le saca la resaca del poder.
Y hoy muchos se plantean si la vuelta al llano no es imprescindible.
Yo creo que no, el Frente Amplio tiene ideas, proyectos y reservas
morales como para seguir construyendo un futuro mejor para todos.
Hay que separar la paja del trigo y recuperar la mística perdida.
Pero sobre todo laburar mucho y no subestimar al adversario.
Hay tiempo, y como dicen los viejos: “No digas que no te avise”
Alfredo García
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