Anoche andaba sin tema para escribir el “poema” semanal y
buscando algo de inspiración le pedí letra a un amigo insonme.
Al ratito recibo el siguiente mensaje en la pantalla del celular:
“Los que no están en las redes”. La mayoría social. Integrada, con preocupaciones,
pero sin estridencia. ¿Quién la escucha e interpreta?
Y buscando datos, encontré que el 93% de los uruguayos usa
internet y el promedio de tiempo de conexión es 5,8 horas por día.
No es mi caso ni el de muchos que vivimos enchufados a las redes.
Los tipos como yo hacemos subir ese promedio varios puntos.
Quedé pistoneando, y de una apagué el teléfono tan adictivo.
Traté de pensar fuera de la caja digital que me tiene atrapado.
La mayoría de la gente usa redes sociales para comunicarse con
amigos y familias, escuchar música o divertirse viendo videos.
No viven pendiente de su dispositivo móvil y la gran mayoría no
tiene twitter que solo logra un 27% de usuarios en nuestro país.
Y esto lleva también a que hay una enorme cantidad de uruguayos
que no se expresa digitalmente, no opina, no insulta ni ataca.
Pero la minoría que integramos el famoso “círculo rojo”, creemos
que la realidad se reduce a lo que vemos en el celular o la Tablet.
Parecería que el comentario procaz o la agresión conmueve a toda
la sociedad y nos encargamos de difundirlo, comentarlo y darlo
como lo más relevante de todo lo sucedido en la jornada.
Le erramos feo.
La gente vive sus preocupaciones diarias sin difundirlas en redes.
La comunicación se sigue realizando en el mano a mano, con
compañeros de laburo, vecinos o simplemente familiares.
A la inmensa mayoría le importa más la felicidad de sus hijos que la
discusión bizantina entre dos políticos, o el show casero de un
pelotudo que se cree importante porque lo siguen algunos miles.
A los que no gritan ni se hacen notar en redes, ¿los escuchamos?
A los que no apuestan a la polarización, ¿quién le da pelota?
¿Los dirigentes y opinólogos conocen la cotidiana de la gente?
A veces da la impresión que muchos caminan por el desierto y
confunden la crudeza de la vida real con un oasis digital en el que
siempre tienen razón y resultan eternos ganadores de polémicas.
Parafraseando una vieja canción: ¡A desenredar, a desenredar!
Alfredo García
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