¿No están hartos de todos los personajes que viven dando manija?
Puede ser que sea un tema personal, porque en mis redes sociales
sigo a todos los fachitos posmodernos y a los bolchecitos New Age
que aparezcan, para tratar de no vivir en una endogamia ideológica.
La cuestión es que hay muchos que buscando sus 15 minutos de
fama, son capaces de tirar cualquier cosa y hay fruta, mucha fruta.
Están los que apuestan a dividir y a satanizar a cualquier adversario
Creen que generando grieta y construyendo un enorme muro entre
“ellos” y “nosotros” van a lograr obtener mayor adhesión popular.
Por un lado, están los que hablan de que el Frente Amplio nos
quiere convertir en una nueva Cuba o Nicaragua y asustan con
tupas y comunistas, olvidando que es la mayor fuerza política del
país y que gobernó durante 15 años con una democracia plena.
Del otro rincón le atribuyen actitudes autoritarias y neo fascistas a
un gobierno que fue electo libremente y que al día de hoy goza con
un respaldo relativamente importante de una parte de la ciudadanía.
Ambos sectores muy minoritarios, cual zombies sobrevivientes de la
guerra fría, logran armar bochinche y se meten en la agenda diaria.
Lo embromado es cuando gente representativa entra en ese juego.
Alguno se siente en la Sierra Maestra tirando una bomba de humo
dentro de un edificio público, jugando infantilmente a la revolución.
Y luego derrapa fiero un subsecretario comparando ese hecho con
el golpe de Estado del 73 y que pone en peligro la institucionalidad.
¿Acaso creen que la política se debe practicar en un ring de boxeo?
Por suerte nuestro sistema político mayoritariamente tiene una
práctica de dialogo, debate y discusión que respeta las diferencias.
Caer en la concepción de la militancia política cual si fuera una
barra brava, más allá de la curiosidad ocasional que despierten
los enfrentamientos, termina alejando y hastiando a la gente.
Capaz que es hora de marcar el rechazo a esas prácticas fanáticas
que algunos mercaderes estimulan para ganar audiencia y unos
giles desarrollan, confundiendo ser conocidos con popularidad.
Alfredo García
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