Históricamente en nuestro país nadie se proclama de derecha.
Estaba mal visto y se enmascaraba autodefiniéndose demócrata.
Sin embargo, siempre tuvo fuerte representación política y social.
Nardone, Pacheco, Aguerrondo, Bordaberry además de algún otro.
No podemos olvidar el alto porcentaje que tuvo el SI en el 80.
O la cantidad de ciudadanos que apoyaron la ley de caducidad.
Pero siempre fue medio vergonzante asumirlo y se podría decir
que la izquierda logró imponer la hegemonía cultural de Gramsci.
Ahora bien, en los últimos tiempos mi amigo Connie Hughes dejó de
ser el único predicador de la derecha vernácula y hay otras voces.
Una semana sí y otra también se escuchan opiniones en medios
masivos y artículos de prensa marcando posturas conservadoras.
Y no hablamos de los dislates panfletarios de algunos editorialistas.
Ni apuntamos a los brulotes reaccionarios en las redes sociales.
Nos referimos a posturas fundamentadas con sólidos argumentos.
Se defiende a cara descubierta valores asociados con la derecha.
La familia, la propiedad privada, el honor son algunos ejemplos.
También están el rol del Estado, los empresarios y los sindicatos.
Bienvenidos al ruedo de la imprescindible y sana lucha ideológica.
Uruguay tiene una tradición centenaria de debate intelectual, que se
ha ido dejando de lado por falta de protagonistas a nivel político.
También se dio un paso al costado por parte de la academia local.
La corrección política parece haber inundado las neuronas y nadie
quiere ser señalado como transgresor por sus planteos teóricos.
Y muchas veces la discusión se reduce a chicanas de bajo nivel.
Está bueno que se confronten ideas y posturas antagónicas.
Es importante analizar los conceptos de libertad, igualdad, justicia,
democracia, responsabilidad, ciudadanía y republica entre otros.
No está mal pensar diferente y que haya cruces dialecticos.
Solo contrastando ideas, es que se logran nuevas síntesis.
Si logramos canalizar un debate intelectual de nivel entre
representantes ideológicos de derecha e izquierda, avanzamos
como sociedad y lograremos resolver diferencias civilizadamente.
Ojalá que cristalice esta tendencia y haya buenas discusiones.
Así que a no arrugar queridos “fachitos” y a ponerse las pilas.
Alfredo García
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