El domingo próximo son las elecciones presidenciales en Brasil.
A juzgar por las encuestas el fascista Bolsonaro encabeza las
preferencias y tiene posibilidades de pelear el balotaje con Haddad.
¿Cómo puede ocurrir que suceda esto en nuestro vecino norteño?
Brasil tiene más de la mitad de su población negra o mestiza y el
candidato favorito dice que los negros no sirven ni para reproducirse
Para no mencionar su extrema homofobia, misoginia o aporofobia.
Hace unos años el mundo se sorprendió con la elección de Trump.
La alternancia de la derecha chilena con Bachelet es una constante.
El fin del kirchnerismo y la victoria de Mauricio Macri es otro ejemplo
El ascenso y el ocaso de la “revolución bolivariana” y de la gesta
sandinista son otros iconos que pierde la izquierda continental.
¿Por qué fracasa la ola progresista que se había instalado?
¿Qué errores comete la izquierda para perder apoyo popular?
¿Alcanza solo con mejor distribución y el combate a la pobreza?
¿Se puede modificar el sistema manteniendo sus propias reglas?
¿Nos olvidamos de la autonomía relativa de la superestructura?
¿Se sigue apostando exclusivamente a la base material y al
desarrollo de las fuerzas productivas como motor del cambio social?
La testaruda vida nos muestra, que aquello de que: “si la realidad
no se adapta a mi teoría, la equivocada es la realidad”, es falso.
¿Y por casa cómo andamos? ¿Mal pero acostumbrados?
Nadie duda del crecimiento económico de nuestro país y del
combate a la pobreza e indigencia de los gobiernos frentistas.
Pero en un país de tres millones, no deberían existir pobres.
Pero el problema mayor es que no apostamos al cambio cultural
profundo, se apostó a generar consumidores en vez de ciudadanos.
Nos olvidamos en la urgencia gubernamental de la importancia de
lograr obtener la hegemonía en el pensamiento de la gente.
Los cambios no se imponen, se logran convenciendo y cuando se
hacen carne en la ciudadanía, no existe vuelta atrás posible.
Hay que pasar a la ofensiva en el imprescindible cambio cultural y
sería bueno releer los Cuadernos de la Cárcel del gran Antonio.
Alfredo García
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