Dentro de unos días se cumplirá otro año del golpe de Estado.
Y lejos de entrar en la liturgia que se practica de un lado y otro cada
vez que llega el 27 de junio, queremos rescatar el espíritu imperante
en la mayoría del pueblo uruguayo para combatir a la dictadura.
Desde aquel volante rechazando el golpe firmado por el Partido
Nacional y el Frente Amplio que distribuíamos en julio del 73.
Pasando por el plebiscito del 80 y las elecciones internas del 82.
Culminando con el acto sin exclusiones del Obelisco en 1983.
En la lucha contra el autoritarismo cívico militar, como bien dice la
canción: no se pedía nombre ni seña, solo éramos compañeros.
Y hacemos un rápido viaje en el tiempo de casi medio siglo al 2022.
Y acá nos encontramos con sembradores de odio que un día sí y
otro también, fogonean la división en forma muy malintencionada.
Algunas figuras que tratan de mostrar lealtad por su cambio de
divisa y son implacables jueces de sus antiguos compañeros.
Otros que no vacilan en atribuir maldad congénita al gobierno
buscando similitudes con sus antecesores de 30 años atrás.
Algún pichón vernáculo de Vargas Llosa o Le Pen que con retorica
intelectual, da chicote, demonizando todo lo que huela a izquierda.
También actúan los discípulos de Stalin que inventan mentiras de
los adversarios porque no tienen chance de mandarlos a un Gulag.
Hay gente que es irrecuperable de sus dogmas ideológicos, pero
otros que ocupan cargos de liderazgo no pueden caer en el barro.
No está bien que Fernando Pereira diga que fracasó el modelo del
gobierno, ni que Javier García atribuya deslealtad institucional al
Frente Amplio por las críticas que le plantea a la coalición.
No vale todo, ni desacreditar al otro, necesariamente te fortalece.
Por supuesto que hay intereses y proyectos diversos, por suerte.
Pero habría que recuperar aquella mística de los años 80 y ese tirar
todos juntos para cambiar la realidad, la patria y su gente lo precisa.
Alfredo García
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