Tenía uno de los míticos nueve apellidos que nos sabíamos de
memoria por la condición de rehenes a la que fueron sometidos.
Se destacaba por su altura, su larga cabellera y su mano fuerte.
Allá por los noventa cada vez que nos cruzábamos en la calle me
insistía para que volviera a escribir en el Mate Amargo que dirigía.
Siendo edil en 1997 se negó a votar la privatización del Hotel
Carrasco que impulsó Arana haciendo fracasar ese proyecto.
Yo estaba de acuerdo con que la intendencia se desprendiera de
ese elefante blanco y me calentó mucho su postura intransigente.
Pero reconozco que tuvo un efecto colateral circunstancialmente
beneficioso: provocó la renuncia de Tabaré a la presidencia del FA.
Recuerdo que presidiendo la Junta Departamental le cantó las 40
al presidente francés Chirac en la entrega de las llaves de la ciudad
Después se fue del Frente Amplio y siguió su derrotero personal.
Se instaló en Santa Catalina y se volvió el carnicero del barrio.
Protestó contra la remoción de la jueza Motta y los gorilas de
siempre quisieron volver a encerrarlo otra vez en un calabozo.
Escribió libros de historia y de política y mantuvo posturas con las
que discrepé radicalmente muchas veces, mejor dicho, casi siempre
Fue durísimo en la crítica con sus antiguos compañeros de armas.
Mantuvo su visión guevarista de la historia y trató de difundirla.
Si algo lo define, es que fue un peleador con todas sus fuerzas.
Y tuvo una profunda coherencia con su pensamiento, cosa poco
normal en estos tiempos de acomodos y salidas personales.
No fuimos amigos, pero su partida me causa profunda tristeza.
Voy a extrañar esos mails que dos por tres me llegaban al correo:
“Dire, tendrá lugar para un boniato que estoy escribiendo”
Siempre se lo dimos, y ahora solo nos queda el espacio vacío.
Chau Tambero…
Alfredo García
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