Biden dirigió un mensaje al Congreso, a sus conciudadanos y por obra y gracia de las cadenas de información, al resto del mundo. Lo hizo desde el Capitolio -asaltado 14 meses antes por una turba ultraconservadora- en que se refirió al conflicto en Ucrania, pero no mencionó su orden de retiro de tropas de Afganistán, considerada la más equivocada decisión de su régimen. Desde allí amenazó al invasor con volverlo un paria económico internacional.
Hay gente en el mundo que escucha los mensajes inspirados en Occidente y cree -pese a las evidencias en contrario- que desde 1945 existe paz mundial, olvidando o no considerando las guerras del sudeste asiático; los choques balcánicos y el fin de Yugoslavia -con el bombardeo a Serbia-; dos guerras contra Irak, o las presentes en Yemen, Libia y Siria, además de invasiones y golpes “blandos” influidos por la Casa Blanca.
Los actuales sucesos en Ucrania llevaron a numerosos países a condenar de forma unilateral a Rusia y hubo quienes procedieron a imponerle sanciones financieras, económicas y comerciales. Por otra parte, ninguna nación latinoamericana se solidarizó con el Kremlin, más bien, unánimemente, enderezaron su opinión para que hubiese un entendimiento diplomático, darle curso pacífico al contencioso -algo que comparto- con garantías a las partes sobre seguridad y soberanía, paz y estabilidad.
Eso no coartó opiniones como la del escritor pakistaní Tariq Alí: “Los políticos y los traficantes de armas que respaldan las guerras no lo hacen para mejorar la democracia, sino para servir los intereses hegemónicos de la potencia imperial más grande del mundo”. Hay que decir que Ucrania -empujada por la OTAN y EEUU a la provocación que desembocó en la invasión y como tal corresponsable de la situación- recibió decenas de miles de dólares en toneladas de armas antes y durante el conflicto, enriqueciendo más a los accionistas de Raytheon, Lookhead Martin, Northrop y BAE Systems.
A estas alturas, cuando nos proponemos convocar a esta página algunas voces de la izquierda con las que coincidimos, vale que reiteremos que consideramos que la OTAN es la primera responsable del conflicto y, puestos a aclarar, deploramos aquello que entendemos como una ‘dictadura mediática mundial’; como Martín Fierro desconfiamos de la “renguera del perro” (fake news y fotos trucadas). Nuestro paisano Jorge Majfud se pregunta: “¿Por qué cuatro o cinco poderosos CEO de megaempresas, elegidos por nadie, aparte de su minúsculo concilio de cardenales, se autoproclaman guardianes de la verdad?” Agrega Majfud: “La objetividad mediática no existe y la neutralidad es mera cobardía, cuando no cinismo. Lo que existe y debería apreciarse es la honestidad, reconocer de una buena vez a qué visión del mundo apoyamos y si esa visión depende de nuestros intereses personales, de clase o a algo más amplio llamado humanidad”.
La historia de esta postguerra con guerra fría termina siendo la de invasiones y anexiones de Estados Unidos, bombardeos con millones de armas de destrucción masiva, como el Agente Naranja; crímenes contra la humanidad en Irak, involucrando a terceros y terceras partes, donde la OTAN, como uno de sus instrumentos, tiene como fin principal el hostigamiento de Europa oriental y de Rusia (competidor militar) en particular.
David Torres (publico.es), respondón e incisivo, manifiesta la contrastante actitud acogedora hacia los refugiados ucranios: “Lo que ya no resulta tan admirable es la tibieza que la UE ha mostrado con docenas de miles de refugiados de otras guerras y de otros continentes, la tranquilidad con que bostezan ante los repetidos naufragios de las embarcaciones que se atreven a cruzar el Mediterráneo, la pachorra con que plantean indescifrables telarañas burocráticas a los afortunados que logran poner pie en Europa, la indiferencia con que asisten al infierno helado de los campamentos turcos y griegos donde los niños mueren de hambre y frío”.
El paisano Alberto Grille, rusófilo declarado, da su opinión: “Estoy en contra de todas las guerras, las de Napoleón, las de los nazis, la que se disputa en Yemen con la intervención de Arabia Saudita, la que se pelea en los territorios ocupados del Golán, la que Estados Unidos llevó a Vietnam, a Irak, a Libia, la de los Balcanes para desmembrar Yugoslavia.”
Marcelo Colussi (argentino que escribe desde Guatemala), destaca, que “la actual Federación Rusa no es la Unión Soviética. (…) Es una nación capitalista, con un fuerte capitalismo de Estado y con grupos empresariales privados similares a los de cualquier otro país capitalista. (…) El socialismo, de momento, debe seguir esperando”.
En tanto, el ecuatoriano Juan Paz y Miño Cepeda apunta que “no hay unidad de criterios entre las izquierdas y las elites empresariales solo consideran el perjuicio o beneficio a sus negocios. Entre las derechas es tradicional la rusofobia”, mientras el guatemalteco Rafael Cuevas Molina nos pide: “Mantengamos la cordura y tratemos de hacernos escuchar en medio del griterío que prevalece. Eso es lo verdaderamente humano en nuestros días”.
Tres cosas de final: primero, que si bien el leitmotiv invasor fueron áreas de Donetsk y Luhansk (5% del territorio y 9% de la población), deben sumársele otras regiones del sur de Ucrania y la de Transnitria en Moldavia.
Si Occidente persiste en presionar a Rusia, países y empresas recurrirán a instrumentos intermediarios de Eurasia, favoreciendo un tejido económico de nuevo tipo, sin usar el Swift ni el dólar, lo que cambiaría el centro de gravedad de las finanzas y la economía. |
Asimismo, considerar que los presidentes de Rusia y Francia mantuvieron una larga comunicación estos días (el galo en campaña por su reelección), al cabo de la cual Macron declaró: “Lo peor (para Ucrania) está por venir”. ¿Aludía a una confesión rusa de apurar el embate bélico y emplear armamento atómico táctico incorporando ojivas nucleares (pequeñas) a su cohetería de campo y antiaérea?
Súmese la contribución de Juan Pablo Duch
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