En una industria cinematográfica totalmente saturada de costosas superproducciones que se apoyan más en los efectos digitales, con los que se puede plasmarse casi cualquier fantasía imaginable, que en tramas inteligentes y narraciones originales, existen fórmulas que, pese a su longevidad, siguen resultando económicamente redituables. Tal es el caso de la saga de “Los indestructibles”, protagonizada por viejos astros del cine de acción de los años 80 y 90, que estrenará este mes su cuarta entrega.
Si se le pregunta a la mayoría de los cinéfilos sobre la definición de ese taquillero subgénero llamado “cine de acción”, casi seguramente aludirán a explosiones, peleas, tiroteos, y situarán sus orígenes entre fines de los años setenta y principios de los ochenta del pasado siglo. Y si bien no estarían mal encaminados, el cine de acción es mucho más longevo y, ciertamente, más rico en estilos y temáticas de lo que podría creerse a primera vista.
Cierto es que su auge, al menos en Occidente, se sitúa en las dos últimas décadas del siglo veinte, siendo su cuna los Estados Unidos de Norteamérica, en plena era de Ronald Reagan, dos veces presidente y otras tantas gobernador.
Bajo dicha denominación se cobijan filmes de distintos géneros, más allá de su temática, como por ejemplo westerns, películas de espionaje, suspenso, policiales, de desastres naturales, el llamado “cine catástrofe”, de terror, de artes marciales, bélicas, comedias, de aventuras y de ciencia ficción, entre otras propuestas.
Como suele suceder, los conocedores no se ponen de acuerdo en torno a los orígenes del subgénero, pero ya en obras como “El malvado Zaroff” ( Ernest B. Shoedsack, 1932) se encuentran algunos elementos característicos, como persecuciones y enfrentamientos a tiros. También emblemáticos directores como Sam Peckinpah, con filmes como “La pandilla salvaje”, (1969) y su espectacular tiroteo final, fueron marcando las pautas del cine de acción.
Incluso, obras de ciencia ficción o aventuras, como la primer trilogía de La guerra de las galaxias, (1977- 1980), creada por George Lucas, la pentalogía de aventuras protagonizada por el intrépido arqueólogo Indiana Jones (1981-2023) o la película dramática “La violencia está en nosotros” (“Deliverance”, de John Borman, 1972), entre otras tantas, entrarían dentro de dicha denominación.
Sin embargo, el cine de acción fue desarrollando con el tiempo determinados estilos narrativos y explotando un puñado de clichés que le otorgaron un sello propio y una estética fácilmente reconocible. Podríamos decir que, tal como lo conocemos hoy, comenzaría con “Rambo, primera sangre” (Ted Kotcheff, 1982), que es básicamente un policial, pero cuyo protagonista, que se presentó en aquella primera entrega como una suerte de antihéroe, marca alguna de las pautas definitorias de tan taquillero estilo. Este filme, sumado a la por entonces naciente saga del boxeador “Rocky” Balboa, cimentó la fama de Sylvester Stallone como una de las leyendas de esta vertiente narrativa.
En el cine de acción prima por sobre el argumento, generalmente lineal y predecible, el énfasis en las peleas, las explosiones varias, los enfrentamientos armados entre el o los héroes y sus antagonistas y una misión a cumplir o alguien que debe ser salvado. En los años ochenta estuvo monopolizado por figuras como el austriaco Arnold Schwarzenegger, el ya citado Stallone, Chuck Norris y el sueco Dolph Lundgren, el belga Jean Claude Van Damme, entre otros.
Músculos hipertrofiados, armas de inusitada potencia, peleas imposibles, autos y construcciones devastadas por explosivos, irreales persecuciones automotrices y escenas que desafiaban las leyes de la física fueron creando un prototipo de héroe violento, nihilista, cargado de testosterona, y sin códigos morales demasiado definidos, más cercano quizá a los personajes del “Spaghetti western” que a los héroes clásicos norteamericanos de la primer mitad del siglo veinte. Habitualmente, el héroe salvaba a alguien, un compañero, cautivos de guerra o una dama en apuros.
Mención aparte merece el cine de artes marciales, que se popularizó en China y Japón en los años sesenta del siglo pasado, y aterrizó en Occidente de la mano de artistas marciales como el legendario Bruce Lee.
A pesar de lo trillado de la fórmula, el cine clásico de acción en su formato ochentero sigue vigente. Prueba de ello es el inminente estreno de “ Los indestructibles 4”, saga de acción que rescata a varios emblemáticos actores de los años ochenta y noventa, como los ya mencionados Schwarzenegger, Stallone, Lundgren, Van Damme y Norris, además de una segunda generación encabezada por Jet Li, Jason Statham, Terry Crews o Wesley Snipes. En estos verdaderos homenajes a aquel adrenalínico y espectacular subgénero en su vertiente más clásica, no faltan tampoco intérpretes tan representativos como Bruce Willis, Mickey Rourke, Harrison Ford y Mel Gibson.
Rescatando además los sencillos argumentos que caracterizaron a aquellas sagas de décadas atrás y el énfasis en la acción, “Los indestructibles 4” continuará la ya añosa, pero bien probada, fórmula de sus antecesoras: reunir a dos generaciones de héroes cinematográficos en una propuesta pensada, fundamentalmente, para encantar a los viejos fanáticos.
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