El conquistador

¿Qué febriles visiones alentaron sus sueños de señorío? ¿De qué secreto rincón de sí mismo sacó el valor para enfrentar “el hinchado mar embravecido”? ¿Cuántos “delfines, nereidas y tritones” vio o creyó ver desde el puente de mando de su nao? ¿Y cuando, por fin, culminó su travesía y su planta holló la arena de la agreste playa, qué esperaba encontrar más allá de los médanos? ¿Ciudades fantásticas, llenas de templos paganos, ídolos fundidos en metales preciosos y habitantes sin alma? ¿Qué pensó cada vez que le tocó batallar, blandiendo la espada y la cruz, “contra la furia de la airada muerte” encarnada en los salvajes pobladores de estas tierras indómitas?

Hoy, transcurridos los siglos, todo aquello se lo tragó la densa niebla del olvido. Solo su imagen permanece encallada a la orilla de la confluencia de las calles Rincón y Misiones.

(Ubicación: Misiones 1399)