En La forma de las cosas confluyen al menos dos discusiones relevantes en las sociedades occidentales contemporáneas, dos discusiones que disparan muchas más en progresión casi geométrica. En primer lugar, la obra se instala desde el comienzo en el indefinible mundo del arte contemporáneo. Si bien Adam y Evelyn, la pareja que protagoniza La forma de las cosas, traen algunas ideas de Oscar Wilde al escenario, la discusión sobre cómo definir y valorar el arte contemporáneo es mucho más reciente. Las bromas de Marcel Duchamp que pretendían anular una forma de concebir el universo artístico devinieron en un puñado de teorías que, contraviniendo las intenciones del propio Duchamp, justificaban el “valor” de sus creaciones.
Evelyn es una estudiante de artes que trabaja en su tesis, y Adam es un tímido estudiante de literatura que sobrevive mediante varios trabajos, ser guardia de un museo entre ellos. Ya en su primero encuentro la discusión sobre qué es el arte se hace presente, y lentamente, a través de otros intercambios entre ellos y con la pareja conformada por Phillip y Jenny, nos adentraremos en un espacio en el cual, como ha señalado Inés Moreno (en La justificación del valor. Un punto ciego en las teorías del arte contemporáneo), un objeto común puede ser “transfigurado” a partir de una Teoría para convertirlo en un objeto artístico. Siguiendo a algunos autores contemporáneos, Moreno reconstruye un puñado de teorías que cuestionan el “estatuto existencial de la obra como objeto, en la medida que puede ser indistinguible, desde el punto de vista sensible, de cualquier otro objeto extraartístico”. En adelante la idea o concepto es más importante que la obra y el proceso (junto al registro del proceso) puede ser más importante que el objeto mismo. Continuando con la reconstrucción de Moreno “Se acentúan fuertemente los aspectos reflexivos hasta el punto en que la presencia física de la obra se transforma en un accesorio o una excusa para decir algunas cosas de carácter teórico. El arte conceptual prescinde de la necesidad del objeto artístico tradicional instaurando un antiobjetualismo que consiste en el desplazamiento de la importancia del ‘objeto’ por el ‘proyecto’”. Y nuestra Evelyn, justamente, es una artista conceptual que parte de la premisa “cambiar el mundo” para lograr un resultado que, desde el punto de vista de los conceptos antes señalados, es incuestionablemente un producto artístico. Un producto artístico “indistinguible” desde el punto de vista sensible, pero que se corresponde con un “proyecto” perfectamente ejecutado y que en el contexto de una instalación en el que se acumulan registros del proceso el “objeto” mismo es totalmente prescindible.
El autor Neil Labute es consistente a la hora de ajustar el resultado del trabajo de su personaje Evelyn con las teorías del arte contemporáneo, pero en ese trabajo deja abierta una segunda discusión. A primera vista el procedimiento de Evelyn parece cuestionable, sino desde el punto de vista artístico sí desde el punto de vista ético. Pero aquí debemos abandonar la fundamentación estrictamente artística para dar paso a la segunda discusión, que tiene que ver con la imagen o la “forma” como factor determinante en la relación entre las personas. Evelyn no es la responsable de vivir en una sociedad en que las amistades y hasta el amor se estructuran en base a la pura apariencia. Ella simplemente hace uso de ese hecho. Y la “forma” no solo determina, en muchos casos, el vínculo de las personas entre sí, sino que las propias personas se vinculan consigo mismas a partir de esas formas. La modificación de la subjetividad individual a partir del cambio en la apariencia es una discusión que trasciende al mundo artístico. Este planteo era central en la obra anterior que recordamos de este autor en Montevideo. Gorda (2009, dirigida por Mario Morgan y con las actuaciones de Nair Suárez, Patricia Wolf, Álvaro Armand Ugón y César Troncoso) partía de la hipótesis de un varón “lindo” que le da importancia a su imagen y a cómo lo ven los demás, que se enamora de una mujer obesa. Ese punto de partida daba pie a una discusión que se emparenta con esta segunda discusión de La forma de las cosas. Pero a decir verdad la “apariencia” ha sido un elemento que ha definido candidaturas electorales y a la que se presta central atención en momentos en que, por ejemplo, se debaten proyectos de país ¿Tiene sentido el peso de las “apariencias” en estas discusiones?
Pero demos un paso más, volviendo al universo artístico pero yendo al plano teatral ¿Cuál es el tipo físico-estético predominante en las escuelas de actuación de nuestra ciudad? Una de las claves de El desmontaje, espectáculo de Jimena Márquez, es su experiencia de ser rechazada en varias oportunidades en la prueba de ingreso a la EMAD. Márquez, una de las más talentosas creadoras escénicas de nuestro país, deja en claro que había un prejuicio que separaba lo que se esperaba de ella en tanto mujer y la materialidad concreta tanto de su cuerpo como de su voz ¿Pero quien determina eso? ¿Cómo se selecciona estudiantes para una escuela artística pública?
La forma de las cosas cuestiona también la forma en que la propia subjetividad se adecúa a una determinada “normalidad” y actúa en consonancia. En ese sentido la inclusión de la canción Where is My Mind?, de Pixies, no parece ser casual. La escenografía es de una sobriedad acorde a una propuesta centrada en las actuaciones. Fabio Zidán, que dirige en este caso junto a Gustavo Bianchi, es uno de los mejores directores de actuación del medio. Su marca de fábrica son direcciones en espacios pequeños, en donde la cercanía con el elenco requiere de podar cualquier artificialidad en las actuaciones para que la “verdad” de las mismas atrape al público y sin mediaciones se entre de lleno en los hechos que se desnudan en el escenario. En el elenco se destacan, por la centralidad de sus personajes, Ignacio Estévez interpretando a Adam, el personaje que se modifica durante la obra, y Emilia Palacios poniéndole el cuerpo a una segura, seductora y combativa Evelyn, siempre dispuesta a dar la pelea necesaria para defender sus ideas y su práctica artística.
La forma de las cosas nos pone frente a una situación social en donde las formas “contienen” nuestra manera de vincularnos y de valorarnos. Qué hacer con eso es otra de las interrogantes de un espectáculo que no deja de hacernos pregunta días después de haberlo visto.
La forma de las cosas: Autor: Neil Labute. Dirección: Fabio Zidán y Gustavo Bianchi. Elenco: Ignacio Estévez, Emilia Palacios, Julieta Lucena y Sebastián Martinelli. Diseño de Escenografía e Iluminación: Fernando Scorsela. Música original / Ambientación sonora: Alejandro Fleitas. Diseño de Vestuario: Verónica Lagomarsino. Foto/ Arte gráfica: Alejandro Persichetti.
Funciones: sábados 20:30. domingos 19:00. Sala Uno del Teatro Circular.
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