Asoma un cambio profundo. Se ha instalado una necropolítica, entendida como una política del dejar morir, y esto ha ocurrido sin que se dispararan mayores reacciones ciudadanas. La pandemia aceleró los ritmos para dejar bien expuestas las ideas básicas, conceptos, sensibilidades y propósitos gubernamentales en esa necropolítica. En esto no me refiero a medidas puntuales, tales como entregar más o menos dinero a los golpeados por la crisis, sino a lo que podría calificarse como la filosofía política del núcleo central del gobierno.
Muchos han descrito ese cambio como si apuntara al liberalismo. Se enfocaron en el slogan presidencial de la “libertad responsable”, que expresaría un gobierno “distinto” que respetaría todas las voces y apoyaría la iniciativa individual. Es indispensable ir más allá de esos slogans y campañas de publicidad para analizar los discursos y las prácticas, como también las ideas que los fundamentan.
Corporaciones y CEOs
Cuando se hace eso, está claro que no estamos ante un énfasis liberal. Basta como ejemplo observar las acciones sociales, donde si bien es cierto que no puede reprocharse que no existan, también es evidente que las medidas aplicadas son limitadas e ineficientes ante la gravedad de la crisis social. ¿Es una medida sustantiva anunciar que la escasísima ayuda en dinero en una tarjeta que debía usarse en un almacén ahora se lo podrá hacer en dos o tres? ¿Es tan importante que amerita ser explicada en una conferencia de prensa?
Detrás de eso están las ideas que apuntan a una tercerización de las ayudas sociales. Esto es evidente en el contrato directo otorgado por MIDES a una ONG para administrar el apoyo a las ollas barriales. Nos revela a un Estado que no cree en sus propias capacidades y se terceriza a sí mismo. Aun dejando de lado si esa organización es de amigos o no del ministro Pablo Bartol, lo impactante es que tiene un “CEO” a su frente, o sea, un Chief Executive Officer, como si fuera una corporación, y para que nadie tenga dudas se lo dice en inglés. Nada hay más alejado que un CEO al mundo de las organizaciones ciudadanas autónomas. En estos y otros casos, lo que se ofrece es reemplazar la lógica de la solidaridad, una de las bases de la justicia social, por una racionalidad mercantilizada de la caridad administrada por un gerente.
Esa misma lógica está detrás de la ausencia de mecanismos de discusión y concertación política en la coalición multicolor. Lacalle Pou se comporta como el CEO de una corporación, que de tanto en tanto reúne a los representantes de los accionistas mayoritarios, y éstos permanecen como socios mientras la empresa les pague con dividendos. Y, como se sabe, el CEO de una empresa no coordina con los de otras corporaciones, sino que compite con ellos, lo que explica su relacionamiento con el Frente Amplio.
Por si fuera poco, otra autoridad del MIDES tiene temor que se cuelen quienes no deben en las ollas populares. La forma en que eso fue dicho, y el contexto de crisis que vivimos, indicaría que no se conoce el mundo popular, deja dudas sobre la empatía con el sufrimiento que se vive en muchos hogares, pero es claro el apego a un gerenciamiento empresarial. Esos funcionarios deberían tener angustia, pero en un sentido inverso: no dejar a alguien sin su plato de comida. En cambio, se ofrece la imagen de que, si alguien comiera un arroz con porotos de más, se debería privatizar la asistencia alimentaria barrial.
Ante nuestros ojos el programa gubernamental hace que la política se vuelva un gerenciamiento, y la justicia social es suplantada por un sentido moral de caridad con instrumentos de indemnización y compensación. Estos y otros cambios pasan desapercibidos porque muchos se pierden en la neblina en determinar si Lacalle Pou y su núcleo central son liberales o no. Un ejemplo es Juan Martín Posadas, en este mismo semanario, sosteniendo que la “libertad responsable” es un cambio sustancial en la política y que muchos en el Partido Nacional no se dan cuenta de ello. Insiste en que esto sería despegarse de la tradición uruguaya propia del batllismo, donde todos esperan que el Estado oiga y ayude.
Posadas tiene razón en que muchos no se están dando cuenta de lo que ocurre, incluso dentro del Partido Nacional. Pero se equivoca en el resto. El giro de este gobierno no es hacia el liberalismo, sino hacia el neoliberalismo.
El neoliberalismo ante nosotros
No utilizo el término neoliberal a la ligera; no debe ser entendido como parte de las etiquetas apresuradas que se han aplicado por años (como las de la izquierda que calificaba a casi cualquier oposición de ese modo). En mi modo de ver liberales, neoliberales, conservadores y neoconservadores son posiciones políticas diferentes. Estas distinciones no son menores ni juegos académicos, ya que se refieren a distintas bases conceptuales y diferentes acciones, y lo que es más importante, requerirán respuestas y alternativas también distintas.
No puede olvidarse, como hacen Posadas y otros, que desde la filosofía política del liberalismo hay argumentos y prácticas muy diferentes a las que aplica Lacalle Pou. Por ejemplo, hay liberales que apoyan los ingresos mínimos ciudadanos, aunque todos ellos rechazarían sus medidas de control policial. Pero todo eso es entendible desde el neoliberalismo dada su obsesión con asegurar el funcionamiento de la economía. El recortar redes de apoyo social estatal puede entenderse como parte de la intención del lacallismo en desmontar lo que hay de batllismo en el Estado y la política (tal como advirtió por ejemplo por Gerardo Caetano). Pero habría que plantearse si ese es su objetivo primario, o bien es una consecuencia de su filosofía política neoliberal. A mi modo de ver, eso es un producto de su dogmatismo neoliberal y por eso es todavía más grave.
La pandemia ha dejado en evidencia la esencia de ese giro. Para los neoliberales la justicia no es una condición social, sino que resulta de conductas personales, y eso explica el mensaje presidencial de que si te contagiás es tu culpa. La acción estatal para la justicia social es inconcebible para los neoliberales, no porque sean malvados, sino por un razonamiento epistemológico que considera imposible un conocimiento perfecto que permitir acciones y planificaciones estatales virtuosas. Pero como no son malévolos, esa justicia es reemplazada por una moral individual de caridad y misericordia. Ese tipo de gobierno no actúa desde la justicia, sino que dispensa compasión a los más necesitados. Ante ello, muchos se confunden y creen que esa filantropía es una justicia social chueca o tacaña, sin llegar a advertir que la actual necropolítica es consecuencia del giro hacia el neoliberalismo que está en marcha.
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